Déborah Heissler, traducción para Esteros

Los poemas de Heissler están habitados por lo natural: el olor del ébano, la frialdad de la montaña, la desnudez de los follajes; y la noche, la obscuridad, juntándolo todo en las palabras.



Traducción de Mariano Rolando Andrade

Como un fragmento de noche (Framento)

La obscuridad

que desorienta al cielo, mientras la noche se fieltra de bruma. No lejos una vez más, se escucha el canto de la curruca, indiscernible en los árboles sin embargo muy cercanos, que acaricia y congela a la vez.

Todo se aísla

se despoja, se repliega sobre sí, reencuentra la gravedad, la paz de una presencia inmutable en el corazón del alba. Sujeta, abandonada por breves reposos, continúo sintiendo mejor esta invasión de la extensión. Es noviembre que comienza, otra constelación se levanta. Es una red de nudos, hasta el límite blanco entre las últimas tierras azules y el cielo. Solo eso.

Las grandes constelaciones                                                                         allá en lo alto

pacen y se mueven con lentitud en círculos sobre el techo con colores de tinta, bastante parecidos a las manchas de aguada de Zao Wou-ki.

Observo todo eso. Los árboles desnudos, su savia muerta. Bajo nuestros pasos muy pronto, ínfi-mas flores azules y blancas, algo agudo de repente entre los árboles aún despojados.

Ayer por la noche de nuevo, el azul intenso y frío del cielo sobre la nieve, que parece más ligero y más blanco que que nunca, arrugado y retorcido —una sábana de piedra. Algunos cristales tam-bién, restos de nieve. Más allá del umbral, la hierba es de escarcha.

La larga cadena de azules que lleva hasta el horizonte, a la vez cercana, a tocarla, y tan lejana, en el frío que cae. Esto ocurre casi sin ruido, sin ninguna rasgadura.

Las montañas son azules con velos de fría bruma. Un azul nuevo ha florecido de pronto sobre el agua viviente. Todo ese granizo bajo el cielo gris, esas horas que se marchitan una tras otra detrás de mí.

Proyectada por este aire fresco, avanzo suavemente en paz.

El jardín                                                                                                      ahora

Follaje desnudo o púrpura, de donde caen hojas de oro. Miro la ruta por la que hemos pasamos, el tronco nudoso de los viejos castaños elevando sus ramas extremas a la altura de las cimas azules.

Siempre

esta misma arboleda, cada año más alta, color fuego. El pájaro negro en las ramas negras. Y lám-paras en la luz prolongada.

Vuelven a mi mente, en la hierba en la que se estrellan, las pesadas ciruelas reina claudia, tibias y pringosas, devoradas par las avispas, de nuestra infancia.

La sombra de sus ramas, apenas marcada en la palma del césped.

Embotamiento. A mitad dormida, he pensado que me era necesario escribir ese algo que no se puede decir a nadie.


Comme un morceau de nuit, découpé dans son étoffe (Extrait)

L’obscurité

qui désoriente le ciel, tandis que la nuit se feutre de brume. Pas loin encore une fois, on entend le chant de la fauvette, indiscernable dans les arbres pourtant tout proches, qui caresse et fige à la fois.

Tout s’isole

se dépouille, se resserre sur soi-même, retrouve la gravité, la paix d’une immuable présence au coeur de l’aube. Saisie, quittée par de brefs sommeils, je ressens toujours mieux cette invasion de l’étendue. C’est novembre qui commence, une autre constellation se lève. C’est un réseau de noeuds, jusqu’à la limite blanche entre les dernières terres bleues et le ciel. Rien que cela.

Les grandes constellations                                                                                                là-haut

paissent et piétinent en cercles au-dessus du toit avec des couleurs d’encre, assez semblables aux taches des lavis de Zao Wou-ki.

Je regarde tout cela. Les arbres nus, leur sève morte. Sous nos pas bientôt, d’infimes fleurs bleues ou blanches, quelque chose d’aigu tout à coup parmi les arbres encore dépouillés.

Hier soir à nouveau, le bleu intense et froid du ciel au-dessus de la neige, qui semble plus léger et plus blanc que jamais, plissé et tordu — un drap de pierre. Quelques cristaux aussi, des restes de neige. Au-delà du seuil, l’herbe est de givre.

La longue chaîne de bleus qui porte jusqu’à l’horizon, à la fois proche, à la toucher, et tellement lointaine, dans le froid qui tombe. Cela se fait presque sans bruit, sans aucun déchirement.

Les montagnes sont bleues avec des voiles de brume froide. Un bleu nouveau a fleuri soudain sur l’eau vivante. Tout ce grésil sous le ciel gris, ces heures qui se fanent une à une derrière moi.

Portée par cet air frais, j’avance doucement dans la paix.

Le jardin                                                                                                          maintenant

Ramures nues ou pourpres, d’où tombent des feuilles d’or. Je regarde la route où nous avons passé, le tronc noueux des vieux châtaigniers portant leurs branches extrêmes à la hauteur des crêtes bleues.

Toujours

ce même bosquet, chaque année plus haut, couleur de feu. L’oiseau noir dans les branches noires. Et des lampes dans la lumière prolongée.

Il me revient à l’esprit, dans l’herbe où elles s’écrasent, les lourdes prunes reines-claudes, tièdes et gluantes, dévorées de guêpes, de notre enfance.

L’ombre de leurs branches, à peine creusée dans la paume des pelouses.

Engourdissement. A moitié endormie, j’ai pensé qu’il me fallait écrire ce quelque chose qu’on ne peut dire à personne.


Temprano esta mañana
trazos de tierras sombrías

Una fuente murmura sobre la palma de tus manos
un desorden de alba y fuego

— aquí esté quizás lo que es deseado

El cielo sobre mí está cercado
me abarca
en silencio

lento
se sedimenta
y pliega

Nada por cierto tan lejos ya como la noche, el olvido

como el jazmín y la miel
el perfume y el distante higo oculto y
el alba

nada por cierto tan lejos como la madera de ébano
y algunos frutos en el corazón aún,
nocturno

abierto sobre tu nuca seca —


Tôt ce matin
des touches de terres sombres

Une fontaine murmure sur la paume de tes mains
un désordre d’aube et de feu

— voilà peut-être ce qui est désiré

      Le ciel sous moi est enclos
                       qui m’englobe
         en silence

    lent
qui se dépose
et plie

Rien sinon si loin déjà que la nuit, l’oubli

que le jasmin et le miel
le parfum de la figue loin dérobé et
que l’aube

rien sinon si loin que le bois d’ébène
de quelques fruits au cœur encore,
nocturne

ouvert sur ta nuque sèche —


Aves, nieves y frutos.

Detrás de las cortinas, la nieve. Cae por vez primera este año. Su delicado ruido apenas perceptible, que les parecerá un escalofrío. Un murmullo apenas.

Escena. Giras la cabeza y miras al cielo, del mismo modo que aquellos que enfrentan a la muerte — negligente de los frutos verdes, del cobre y del ébano más allá del sueño

donde toda voz se anula.

A Ph. J.

Oiseaux, neiges et fruits.

Derrière les rideaux, la neige. Elle tombe pour la toute première fois cette année. Son léger bruit à peine perceptible, qui vous semblera un frisson. Un murmure à peine.

Tableau. Tu renverses la tête et regardes le ciel, à la manière de ceux qui font face à la mort — oublieux des fruits verts, du cuivre et de l’ébène au-delà du songe

où toute voix s’annule.

A Ph. J.


Déborah Heissler (Mulhouse, Francia, 1976). En 1988, obtuvo la beca de escritura Antoinette et Pol Neveux de la Academia Francesa. En 2005 recibió el Prix de la Vocation de la Fondation Bleustein-Blanchet por su primer poemario Près d’eux, la nuit sous la neige (Cerca de ellos, la no-che bajo la nieve), publicado por Chayne éditeur. Su libro Comme un morceau de nuit, découpé dans son étoffe (Como un fragmento de noche, recortado de su poema) (2010), le valió el Premio internacional de poesía francófona Yvan Gol en 2011 y el Premio del poema en prosa Louis Gui-llaume en 2012. Ha publicado, entre otros, Ciaroscuro (2013), Sorrowful Songs (2015) y Les Nuit et les Jours (2020).


Mariano Rolando Andrade (Buenos Aires, 1973). Escritor, poeta, traductor y periodista. Ha publicado los libros: Los viajes de Rimbaud (1996), Poesía Beat (2017), Canciones de los Mares del Sur (2018) y Aristas, relatos en los confines de Europa (2021). Editó Luisa Futoransky: Los años argentinos (2019), primer volumen de la obra completa en verso de la poeta argentina. Ga-nador del Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (RFI) a mejor cuento en lengua francesa (2001). Colabora en diferentes revistas literarias de América Latina.