Pasados, mitos y tradiciones que se tejen en el presente. El helenista y poeta Jaime Siles reseña el más reciente trabajo de Clara Janés, publicado por Galaxia Gutemberg en el año 2022.
Por Jaime Siles
La evolución de la obra poética de Clara Janés es tan fiel a su propia poética que su diversidad nunca deja de ser unitaria. Y este rasgo que define los postulados de toda su escritura se advierte claramente en el último libro que acaba de publicar: un libro no hecho de poemas, sino un poema que es un libro en sí y que podríamos calificar de eliotiano, no por su estilo, sino por su magmática unidad y la riqueza de sus referentes, entre los que están —y su autora así lo reconoce— sus lecturas muy bien asimiladas de Platón y de la Bhagavad Gita, de Ilya Prigonine, tan determinante en la conformación de su universo mental, de Michio Kaku y su concepto de «luminiscencia de la creación», de las láminas órficas editadas por Pugliese Carratelli, de Pico della Mirandola, del pitagórico Zopiro, de Empédocles, comentado por Porfirio y Filópono, de Schrödinger, de la simbología egipcia de lo sagrado y de una cadena de asociaciones míticas y mitológicas que, desde Homero llegan —a través de Virgilio— a Dante. Columnas, pues, del libro son el mito de Perséfone y la catábasis o descenso a los infiernos, para el que el helenista Luis Gil encontró paralelos también en el mundo indígena precolombino. Indico esto porque considero un acierto la inclusión aquí tanto de un estimulante y justificado «Epílogo», que se abre con una frase de Lévinas («Lo infinito es lo absolutamente otro») como la selecta y significativa relación bibliográfica con que se cierra. Clara Janés afronta aquí una aventura, que es una vuelta de tuerca más a los círculos concéntricos que definen las múltiples singularidades de su compacta obra, que crece siempre hacia sí misma, desarrollando de modos distintos y con formulaciones siempre diferentes, el núcleo preciso de esa magmática unidad a la que antes he hecho referencia. Mérito suyo es optar por la transparencia y elegir la condensación y la economía lingüística sin incurrir en algo que Horacio veía como un riesgo: la oscuridad. A ello aludía el poeta latino, cuando en el verso 25 de su Ars Poetica, escribía: breuis ese laboro, obscurus fio («intento ser breve y resulto oscuro»). De una manera casi wildeana, el poeta chileno Héctor Hernández Montecinos insistía en lo mismo.
1
Hurgaba en la tierra
buscaba
me llenaba de perfume
en un vaho destellante
y ensalzaba las raíces
2
Miraba la transparencia
el esplendor de la Estigia
que al cielo lanzaba el tiempo
luz alzaba
al gesto curvo
a la fugacidad
nudo
3
Desapareció en el fuego
entré en la llama
para llegar al origen
materia de estrellas
muertas
se desveló en la ceniza
la simbiosis
prenatal
5
Germen
no quiebres
la simbiosis
que alberga
el cero
él y yo
en el
aún
no
aparta
de la onda
el asomo
presto
luz divide
y suma sombra
luz divide
y suma sombra
¿Cuál es
la velocidad
de la
sombra?
7
Lapislázuli
o
luto
laguna
medrosa
que una hebra
de oro
tiende
al albur
de la vía
hacia
el Tártaro
y
fija el
llanto
en
azul
10
Hervor
hacia el origen
sumirse
en pos del cristal
inviolable
latente
en la previa
helada
armadura
e irrumpir
en hipóstasis
éxtasis
estallando
una sola
burbuja
11
Tierra
que el celo
ha sumido
en blandura
sinuoso barro
que anuncia
el ardor
sostén
del volcán
amante
voraz
que tus humores
nutren
nutriendo
con lava
mi infierno
de amor
14
Sirenas
se despliegan
de las olas
aparta
Perséfone
el perfume
aparta
puntal figura
la flor
ansiada
parte
parte
a fecunda
ausencia
al erebo
arrastrada.
24
Lodo
ladrido de lodo
aullando
tu desaparición
llagado
llegando
a tu lago
robando
goloso
el despojo
que amansa
mi llaga:
tu don
Clara Janés Nadal (Barcelona, 1940). Licenciada en Filosofía y Letras en Pamplona y en literatura comparada en la Universidad de la Sorbona, en París. Cultiva todos los géneros y en la traducción destaca por las traducciones del checo, en especial de las obras de Vladimir Holan. Su primera obra la publica en 1964 con el título «Las estrellas vencidas». En 1972 obtiene el Premio Ciudad de Barcelona de Ensayo con «La vida callada de Federico Monpou». Gana el Premio Ciudad de Barcelona de Poesía en 1983 con «Vivir». En 2015 es elegida para ocupar el sillón U de la Real Academia Española.

Jaime Siles nació en Valencia en 1951 y estudió en la Universidad de Salamanca, Tubinga y Colonia. Ha sido catedrático de las universidades de La Laguna y St. Gallen (Suiza), profesor invitado en las de Viena, Salzburgo, Graz, Turín, Bérgamo y Ginebra, así como en la de Madison (Wisconsin), y en la actualidad lo es de Filología Latina en la de Valencia. Autor de ensayos como El barroco en la poesía española (1976), Mayans o el fracaso de la inteligencia (2000) o Más allá de los signos (2003), y traductor de Paul Celan, Wordsworth y Arno Schmidt, su obra poética incluye títulos como Canon (Premio Ocnos en 1973), Música de agua (Premio de la Crítica del País Valenciano y Nacional de la Crítica de 1983), Semáforos, semáforos (Premio Fundación Loewe en 1989) e Himnos tardíos (Premio Internacional Generación del 27, 1999). Recientemente ha publicado, junto con José María Micó, la antología Paraíso cerrado: poesía en lengua española de los siglos xvi y xvii (2003). En 2003 recibió el Premio Teresa de Ávila por el conjunto de su obra. Sus obras han sido traducidas al alemán, al italiano y al francés.