La intemperie humana: sobre «De Traslación», de Pureza Canelo

Jaime Siles, catedrático y escritor, nos habla de la bella confabulación de lo metafísico y lo mundano en el último libro de Pureza Canelo, publicado por Pre-Textos en el año 2022.

Por Jaime Siles

Los libros son como paisajes: los hay reales e imaginarios, espirituales y físicos, ordenados y caóticos, exteriores e interiorizados. Los hay de todo tipo, pero todos ellos tienen algo en común: nos abren y se nos abren; nos abren al abrirse y se abren cuando los convertimos en cosmos, en mundo, en visión. Pureza Canelo, la más rigurosa y autoexigente de nuestros creadores, nos muestra el suyo último, continuación y culminación de su Oeste anterior. Y lo hace desde un juego de espejos: de dos espejos múltiples, que denomina «Pizarra» y «Celeste», en torno a los cuales articula un lirismo de investigación en el que el blanco rebota hacia lo oscuro, y el espacio, estrellado o no, se convierte en luz o en noche iluminada, en un viaje «hacia lo invisible», en el que yo poético se siente engullido por todo lo creado. Plástica y conceptual, concreta y abstracta, metafísica y minimalista, propone una nueva idea de poema, basado en la economía del lenguaje y la intensidad de la tensión: una epopeya única, que sólo ella podría escribir, porque es «una mujer/en escritura» y una escritura que, al escribirse, se hace mujer. Poesía sin concesión alguna, empeñada en lo imposible, pronunciada y sentida a manera de enigma, muy próxima a lo oracular y sustentada en una sólida y singularísima poética, que puede emparentarse con la de Novalis y que sólo con el pensamiento poético de Huidobro se podría comparar: sobre todo, con lo que el chileno llamaba poema creado, «en el que cada cada parte constitutiva, y todo el conjunto, muestra un hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquier otra realidad que no sea la propia». Pureza Canelo la llama «escritura/a nimbo» y podría llamarse «a limbo» también, porque su espacio es todos y ninguno, y su centro se encuentra en todas partes: «Una escritura/ sobrevuela/ lo que el Universo/ ignora de sí/ e ignora de ella misma», que se vuelve signo en su «acontecer/en fuga». Como Valéry, que escribía en los momentos anteriores a la aurora, Pureza Canelo escribe «en alba/cuando hace el pan/la especie humana». Como Juan Gil-Albert, se crece en lo que Guillermo Carnero definió como «poética del desasimiento» y, como Antonio Machado y Azorín, opta por una extrema sobriedad expresiva en la que esculpe y recoge los «lugares /de asombro» que creyó en su ser. De ahí su conciencia vigilante, atenta a la «transmutación», que no excluye sino que mantiene lo más profundo autobiográfico: «Ofrece /los ojos/ al río de tu infancia/ que no engaña» porque sabe que «La intemperie/ humana/ no tiene límite/ ni redención» y lo que existe, lo que hay, lo que habrá es «la inmensidad/ sin nosotros». Por eso no se permite la «confesión directa» y prohíbe tanto lo convencional como «el prosaísmo/en vuelo». Todo cuanto no es alta poesía está excluido aquí: aspira a lo indecible y ello le obliga a apartarse tanto de la escritura de la inteligencia como de la escritura del corazón. Lo que la sitúa en una instancia de discurso póstumo en el que habla desde «la inexistencia», que es desde donde siempre se debiera hablar. Quien como Ulises —y antes que Valente— se supo nadie, ha dado todavía una nueva vuelta de tuerca a su inconfundible voz y su «pozo/ sube/ a cielo/ como lo hacía/ reflejado/ en su fondo». En su poesía se escucha la respiración de las palabras que forman el poema como si fueran sólo instantes de conciencia convertidos en gotas de luz.

PIZARRA

Hacia
lo invisible.

Engullida
de lo creado.

Ofrecerme
terrestre
de sombra a luz
del vestido a la carne
y de la sumisión estelar
al olvido
que da la eternidad.


CELESTE

Una mujer
en escritura.

Igual que nube
creciendo o decreciendo
dejaba
un aleteo
corporal
de tierra
a cielo.

No se conoció
su adiós.

En alguna sísmica
de galaxia
se oye:
quiso escribir
sobre lo imposible.

Ha quedado
una mano
esgrafiada
en las ondas.

Que es mucho.


PIZARRA

Inmensidad.

Nada
que ofrecerle.

Así es
el acopio
de existencia.

Lo humano
monta
su cueva
de no felicidad
en curso.

El lápiz
y yo
hablamos
de eso.

De la inmensidad
sin nosotros.


CELESTE

Por descarte
la única edad
reconocible
del Universo
está en mí.

Asignación
unida
a escritura.

La sintaxis
se ofrece
anhelante.

Pierde
hasta los huesos.

En eso
estamos
ella y yo.

En la bárbara
conjugación
existo.


PIZARRA

Este libro
con linfa de ave
no permite
raíl
ni confesión directa.

Se anularía.
Me anularía.

Imprescindible
aceptarnos.

Ala navegadora
de trasunto
lírico feroz.

Prohibido
el prosaísmo
en vuelo.


CELESTE

Brote
de oscuridad.

Hace nada
era de luz.

Abandónate
a la melancolía
de lo creado
extinto
no extinto
nave
de aturdimiento.

Todo será
rumbo
a conjugar
ámbito
indescifrable.

A ello
se suma
el fantasma
de mi existencia.


Pureza Canelo Gutiérrez (Cáceres, 1946). Obtiene el Premio Adonais en 1970. Durante los años 1975-1983 ocupa la dirección del Departamento de Actividades Culturales Inter Facultativas de la Universidad Autónoma de Madrid, y en 1977 funda el Aula de Cultura y Biblioteca Pública «Pureza Canelo» de Moraleja. En 1975 obtiene una Beca Juan March de creación literaria para la escritura de «Habitable» (Primera poética), y en 1982 disfruta de una beca similar otorgada por el Ministerio de Cultura.Desde 1999 es Directora Gerente de la Fundación Gerardo Diego. En 2008 recibe la Medalla de Extremadura como reconocimiento a su obra literaria. En 2013 es elegida por unanimidad académica de número de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Le han dedicado calles con su nombre los municipios extremeños de Moraleja, Montehermoso y Malpartida de Plasencia.

Jaime Siles nació en Valencia en 1951 y estudió en la Universidad de Salamanca, Tubinga y Colonia. Ha sido catedrático de las universidades de La Laguna y St. Gallen (Suiza), profesor invitado en las de Viena, Salzburgo, Graz, Turín, Bérgamo y Ginebra, así como en la de Madison (Wisconsin), y en la actualidad lo es de Filología Latina en la de Valencia. Autor de ensayos como El barroco en la poesía española (1976), Mayans o el fracaso de la inteligencia (2000) o Más allá de los signos (2003), y traductor de Paul Celan, Wordsworth y Arno Schmidt, su obra poética incluye títulos como Canon (Premio Ocnos en 1973), Música de agua (Premio de la Crítica del País Valenciano y Nacional de la Crítica de 1983), Semáforos, semáforos (Premio Fundación Loewe en 1989) e Himnos tardíos (Premio Internacional Generación del 27, 1999). Recientemente ha publicado, junto con José María Micó, la antología Paraíso cerrado: poesía en lengua española de los siglos xvi y xvii (2003). En 2003 recibió el Premio Teresa de Ávila por el conjunto de su obra. Sus obras han sido traducidas al alemán, al italiano y al francés.

Escrito por

Revista cultural y literaria de la Fundación Cultural Esteros.