Dieciséis formas de combatir el olvido: Luisa Futoransky

Para comprender el presente de la poesía argentina o, mejor dicho, de la poesía en español, es fundamental leer la poesía de Luisa Futoransky. Para Esteros, traemos una breve selección de su poesía y un preciso análisis de su trayectoria.


TRAS LOS PASOS DE LUISA FUTORANSKY

Por Mariano Rolando Andrade

Su voz se encuentra entre las más grandes y más persistentes de la poesía de nuestra lengua, ha sido galardonada con diversos premios y becas y traducida a varios idiomas. No faltamos a la verdad si hablamos de una artista de envergadura universal. Luisa Futoransky no necesita mayores presentaciones.

Hace cuatro años, en 2018, surgió el proyecto de recopilar toda su producción poética publicada desde el inicial Trago Fuerte, de 1963, hasta sus trabajos más recientes. La idea surgió en el café Le Rostand, de París, nuestro lugar de encuentro durante unos diez años, primero todos los jueves cuando volví a vivir a Francia entre 2009 y 2011, y luego de manera mucho más esporádica, una o dos veces por año, cuando pasaba de visita por la ciudad y nos reencontrábamos. Fue en una de esas charlas que tenemos sobre todo y nada, siempre con la literatura como eje, que le propuse a Luisa dedicarme a recuperar todos sus poemarios publicados en estos ahora casi 60 años y comenzar a armar su obra reunida, mientras ella continúa con tranquilidad con su sana costumbre de regalarnos nuevos libros y nuevos versos. Me pareció que había llegado el momento de arrancar con este trabajo indispensable de reunir lo disperso acá y allá para que los textos «olvidados» volviesen a circular. Generosa como siempre, Luisa, un poco sorprendida por el proyecto, dio su luz verde para la aventura.

Al hablar de la obra de una poeta de tan vasta trayectoria, a lo que debemos sumar su carácter itinerante (más de media vida entre Japón, China, Italia, Israel y Francia), se podía comprobar rápidamente que lo más antiguo de su producción literaria no estaba al alcance de la mano —o directamente era inaccesible—, y siempre corría el riesgo de perderse en los laberintos de la inmensa memoria de la Biblioteca Nacional de Argentina, o alguna biblioteca privada. Imaginé que así como yo estaba interesado en leerlos, también otros querrían hacerlo. Por eso, había que volver a ponerlos sobre la mesa y en las librerías.

Luisa Futoransky fue homenajeada en el «Encuentro Esteros», segunda edición, 2020.


Para que aquello que hablamos una tarde en París no quedase en palabras al viento o en una expresión de deseos, dada la magnitud del trabajo (al menos para mí), pensé que el mejor modo era dividir de manera cronológica las publicaciones y dedicar un «primer tomo» a los años argentinos de Luisa, aquellos anteriores a su partida definitiva de Argentina a mediados de los 70 y que corresponden a su «nacimiento» como poeta y escritora, a su juventud, a sus primeros viajes. Se encuentran así en ese volumen, titulado Luisa Futoransky: los años argentinos (1963-1972), el ya mencionado Trago Fuerte (1963), El corazón de los lugares (1964), Babel Babel (1968) y Lo regado por lo seco (1972).

La construcción de la poeta tuvo como escenario principal a Buenos Aires. «Estábamos buscando un sentido a esa Buenos Aires que siempre se nos escapó por la tangente. Esa Buenos Aires hirviendo de calenturas y utopías mil», según sus propias palabras. Pero también desde muy temprano el viaje estuvo presente como componente esencial e indispensable de su formación literaria. Por ello no es nada casual que su primer poemario haya sido publicado en Potosí, Bolivia, en una de esas primeras travesías. La recuperación de este volumen, que no se encuentra en la Biblioteca Nacional de Argentina, ya justifica, a mi entender, el trabajo emprendido.

«Luisa Futoransky es una muchacha argentina, de extraordinaria sensibilidad lírica. Voluntariosa, no sabe de imposibles. En el último tiempo ha viajado por gran parte de Suramérica, conociendo gentes y tierras, saturándose de sueños y de paisajes. Vibrante antena para recoger lo que hay de natural y propio en el ser americano o para grabar en el alma los espléndidos paisajes de la montaña y del valle, nos dará, en lo futuro, obra sazonada de su experiencia estética y humana, como ahora, a su paso por Potosí, nos dejó para su aparecimiento, este ramillete de poemas, miel y sal de su espíritu luminoso», dice la presentación de Armando Alba, el director de la colección de la editorial boliviana donde aparecieron sus primeros versos, escritos en Buenos Aires entre 1960 y 1961.

La profecía de Alba sobre la joven poeta prometedora se cumplió. En la temprana Futoransky está ya la Futoransky que conocemos hoy en día. Pero también está una Futoransky desconocida, una Futoransky más cruda y más emocional, más desnuda tal vez, como lo muestran los versos de Trago Fuerte en los que canta al amor y sus dolores:

«me conozco en la fuerza de su mano
y la textura de la mía hasta encontrar la noche
en la gravedad de su olor
en el ruido de su paso
en las horas detenidas en la cama de viernes a domingo
en el cuidado de cuidarlo y de cuidarme
en lo que nos hace falta
en esto que tenemos

amo

y él dice lo mismo»


Una Futoransky que también nos deja ver sus influencias, sus lecturas de aquel entonces, como en ese «Nuevo barco ebrio» rimbaudiano de Babel Babel:

«Bajel, cuando llegue la mañana
serás alguien experto ya en la desolación de los naufragios
y la tierra habrá bebido tu inocencia:
la playa donde arribes te tiene reservado
el más cruel de los desiertos
y el más infernal de los silencios;
no vuelvas tu cabeza
porque es en vano que pretendas ayudar
al que a sus espaldas ya emprendió la estéril travesía.»

O los poemas con la mente en T.S.Eliot, la presencia temprana ya de temas universales vinculados con las sagradas escrituras como Jonás, o los mitos griegos como los de Ulises y Eurídice, la primera experiencia en Israel contada en «Amanecer en Hebrón» de Lo regado por lo seco (1972):

«It’s dangerous for you, me dijeron los militares que me vieron derivar a las 7 p.m. con mi gitanerío a cuestas, pueblo abajo en Hebrón».

«El poema hay que irlo a buscar», suele decir Luisa. Y vaya si lo ha estado haciendo desde ya 60 años, con una exquisita erudición y su infatigable carácter de exploradora de la palabra. En Futoransky se condensa lo más argentino de la lengua española y lo más universal de las tradiciones literarias, una suerte de Arca de Noé de nuestra poesía, un delicado ejercicio de equilibrista entre lo arltiano y lo borgeano.
En estos primeros poemarios —«mi catedral de ruinas», como los define— vemos también un componente esencial de toda su obra: la música, algo que viene con ella desde los tiempos del Conservatorio Municipal de Buenos Aires con Cátulo Castillo como profesor, así como de su pasión por la ópera. Junto a esa melodía, a veces explícita y otras secreta, que articula sus poemas, se despliegan diferentes registros lingüísticos, que van del hablar de los arrabales y su Santos Lugares natal a un lenguaje más lírico y elaborado, y que provocan en el lector una sensación simultánea de intimidad y extrañeza. Su permanente andar por latitudes y decorados lejanos le ha permitido encontrar los pasadizos para decirnos aquello que se encuentra en lugares a los cuales no podemos acceder desde la prisa y la ceguera.


Cinco estrellas

Los años argentinos fue publicado por la editorial Leviatán de Buenos Aires en 2019, el año en que regresé a vivir a París y los encuentros con Luisa volvieron a formar parte de nuestra vida cotidiana con el decorado del Café Léa en la calle Claude Bernard, a medio camino entre nuestras casas. En sus mesas nos lanzamos a la aventura de Cinco estrellas (1976-2000), la segunda entrega, que va desde mediados de aquella década trágica para Argentina hasta el final del siglo XX, en una odisea geográfica, artística y vivencial de nada más ni nada menos que veinticinco años. Se trata de seis poemarios, cinco de ellos premiados en España (de ahí el título) y el otro publicado en Argentina, una antología y una plaqueta.

Entre la preparación de un volumen y otro hizo irrupción un virus que ha trastocado al mundo y nos ha sumido en una incertidumbre sobre lo que vendrá. A pesar de esto, una constante se ha impuesto: el trabajo metódico y el intercambio permanente, incluso en el momento más duro de la primera ola de la pandemia, cuando confinados continuamos avanzando en la edición, corrección y relectura de este libro por teléfono o correo electrónico, impidiendo que la desesperanza ganase la partida.

A diferencia de Los años argentinos, esta segunda entrega planteó cuestiones más complejas.

Por un lado, la recuperación del poemario El nombre de los vientos (1976), cuya versión en papel no llegó a ver la luz en España y del cual la autora conserva unas fotocopias mecanografiadas, poco legibles en algunos tramos y con versos faltantes. Si a priori parecía complicado reconstruir el libro, decidimos sumergirnos en un paciente trabajo «arqueológico», por definirlo de algún modo, que rindió sus frutos. Ese libro «perdido», que incluye poemas jamás republicados en otras obras, ya no lo es.

Por otro lado, debimos tomar decisiones editoriales respecto de los poemas que aparecían dos veces, incluso de dos libros (Cortezas y fulgores y La parca, enfrente) que compartían muchos textos, en este último caso por haber aparecido en España y Argentina, respectivamente, con poco tiempo de diferencia. Hay que recordar que durante casi veinticinco años, de 1972 a 1995, no se publicaron libros de Futoransky en Argentina, y que la circulación transatlántica en los años 1990 no era la misma que hoy en día. Esos dos libros, concebidos para lectores que no iban a poder cruzarse con su «doble», repiten una veintena de poemas. A pesar de esto, cada uno de ellos contiene muchos originales.

En el plano estético, de la escritura propiamente dicha, si Babel, babel (1968) marca, como bien dijo Claudia Schvartz, el surgimiento de la «voz» de Futoransky, que le dará un nombre y un lugar en el mundo de la literatura, muchos de sus clásicos vieron la luz por primera vez en los poemarios de este segundo volumen. La lista es larga, pero solo para dar una idea al lector encontramos en las páginas de Cinco estrellas poemas como «Egeo», «Cantinela de la bruja rusa», «La enana», «Ella, la pescadora» y «Slow». El registro que consideramos hoy su marca registrada ya se ha asentado y el dominio técnico es total, lo que permite todo tipo de aventuras literarias, siempre con un sentimiento latente de partida cercana:

«tu sitio, ya lo sabes,
partió cuando llegaste.»

Los versos finales de «Probable olvido de Ítaca», otro clásico, nos hablan de lo que pasó y lo que pasará. De Tokio a Provenza, de Tiananmen a Limassol, de Liubliana a Lisboa, el mundo de Futoransky se dilata y se despliega como un gran mapa lleno de vitalidad que la autora utiliza para cuestionarse y cuestionarnos. Porque si Futoransky usa el yo, y en sus versos se entrevé lo autobiográfico, siempre es en busca de lo común a todos, de la esencia del ser humano. Su cabalgata de Occidente a Oriente, en una época previa a la globalización en la que eran muy pocos los argentinos que partían a vivir a Japón o China, la confrontará a un exilio, una soledad y una extrañeza muy diferentes a los que sintieron aquellos que emigraron en aquellos años negros a Europa o a algún país de América Latina, como lo muestra «Calendario japonés»:

«mi vida es simple, con pocos sobresaltos
las rosas darán paso a los nísperos
los almendros a los crisantemos:

me voy dulcificando cuando olvido»

El regreso a Europa, a principios de la década de los ’80, abre otro capítulo en su obra literaria, en el cual incursionará con éxito en la novela (Son cuentos chinos, De Pe a Pa). Esto no significa que cese la producción poética. Surgen, y continúan surgiendo hasta el día de hoy, versos parisinos también llamados a convertirse en clásicos, como los de «Insomnio en la rue de Charenton»:

«los ruidos amigos que me tienden habitantes desconocidos

el repartidor de diarios a las 3,35
el repartidor de lácteos a las 4,15
el repartidor de pan a las 5,40

la vecina que orina
el amante que parte
los cirujas que revisan los tachos de basura

oh Paris la nuit»

Futoransky lo dice en una de sus notas y en este libro queda claro: el poema siempre está en construcción y la búsqueda de la palabra adecuada nunca termina.

«El secreto del trabajo de escritor reside —creo—, más allá del genio, la felicidad o la locura, en el cambiar hasta el suspiro final del texto, las dos o tres palabras que por no ser exactas, sobran, distraen o importunan». Una «Receta de cocina» de cocción lenta y constante que forma parte de su credo poético. Y que la lleva también no a renegar pero sí a dejar en claro su distancia hoy en día con algún texto como «París, desvelos y quebrantos», publicado en 2000 en la plaqueta del mismo nombre e incluido en este volumen aunque «tachado» por completo por pedido de la autora.

Como perlas extraídas del magma de su arte, Luisa nos ofrece notas a pie de página, algunas por pedido del editor, en las que se refiere a grandes temas que persisten a lo largo de su obra: la música en general y la ópera en particular, el judaísmo, Israel, la imagen de sí misma. El resultado en su conjunto es una inmersión sanadora en una poesía magistral que se despliega por un cuarto de siglo y miles de latitudes.


ORTODOXIA

las tierras ortodoxas
son de mucho disfraz y sombrero alto
llamado kukulión
olor a incienso
íconos dorados
estepas para ululares carniceros
de lobos y de vientos
coros con voces cavernosas
pascuas nevadas
oficiadas por popes y patriarcas
con energía a revender

grandes padres para pueblos pobres
sin olvidar
los promontorios soleados al sur
grandes lagos esmeralda
y rasguido de balalaikas
tañidas por muchachones
calzados con sonoras botas carmesí

ah las tierras ortodoxas
de knut y de mujik
de kolima, putin
y chernobil

(Inédito, 2021)


LUCES QUE A LO LEJOS

Si Ud se fue durante cuarenta años, la mitad de su vida,
no hay vuelta posible.
Huyeron las orillas, las arenas, las veredas.
A los parasoles los barrió el viento.
El nuevo país envejece con uno y adopta nuestros propios tics.
Arraigo, desarraigo son palabras huecas.
La realidad está en los huesos, las mareas
y las lápidas.

(Inédito, 19.1.22)


AL GARETE

En medio de la nada, pero cerca del cementerio, una cabina telefónica blanca con su teléfono antiguo de discado, negro.
La gente la llama el teléfono del viento. La donó un viejo y la dejó tal cual en su propiedad que hizo pública.
Allí acuden los inconsolables de Otsuchi-cho, cerca de Fukushima para hablar con los que les faltan después del tsunami.
Miles son los que pasaron por allí confiando logros, carencias, pidiendo ayuda y consejo.
Si es que vienen, si es que tantos vuelven es que alguien responde al teléfono.

En mi blog (lfutoransky.org) para recordar los 10 años del terremoto y tsunami de magnitud 9, 1 que provocó el accidente nuclear de Fukushima, Japón, el 11 de marzo de 2011.


ETERNIDAD+UN DÍA

Quien quiera saber de eternidad
que vaya a las ruinas de Pompeya
o a las cataratas del Iguazú

mejor aún
que vaya a las dos

y sepa que de allí
con las manos vacías
lo que se dice volver
nadie vuelve


ESCENOGRAFÍAS

Para encerrar el tiempo y la vida
fotografío pedacitos de mundo
de cielo de gente
como a todo coleccionista me falta una pieza
un brote una rama
todo el castaño
tu cólera
y el meneo gélido
del viento
sobre las gaviotas
sin olvidarme los carámbanos

en suma: adoro las lunas exageradas
los soles ya menos
y enceguecer no sirve

Mi lote fue escribir sin trama
indispensable punto de partida y de llegada, el texto

seguir seguir el tren
al que me trepé en movimiento
en el vagón de cola
aprendí
salvo respirar
nada acaso nadie
es indispensable

en el jergón
de todo quedan briznas
hace tiempo que no recuerdo lo que sueño.
y vos?


VENECIA, ACQUA ALTA

las fronteras son artificiales
los muros los fosos también
el acqua alta es pura verdad

por rarísima providencia me fue concedido
que ELLA se quite la máscara, la laca no
el pico corvo era cierto,
para olerte peor
nada de rojo brillante ni lentejuelas
garfios cenicientos
siglos y siglos de buenos modales
afeites, falsas reverencias y cantilenas
a cambio de divisas

me siento se sienta
fatigadas ambas con la parca enfrente
la de guadaña filosa parca en monopatín parca en chanclos
opulenta o cochambrosa
siempre parca

dos viejas desdentadas monologan de siglos
de achaques
mala fe y tanta fatiga
te cambio este dolor de rodilla puntiagudo
por la memoria de guidoriccio da fogliano
que sigue cabalgando por ahí
la garganta obstruida de miasmas
por la maestá del duccio a unas pocas brazadas de aquí

esta lágrima de fuego, serenísima
esta que baña nuestros lacrimales
azules nuestras venas azules nuestras estrellas
todo es vanidad y aflicción de espíritu
dijo el Predicador
uno a uno los leones perdieron sus crines, compostura y apariencia
agotados como nosotras

averiadas colgamos el sambenito
adherido para lo eterno
de esta hora aciaga
chiuso richiuso per
irreparabili danni



BLASONES

En 1514, Hanno, un elefante joven con una torre de plata en el lomo fue enviado por el rey de Portugal, Manuel el afortunado, al papa León X, a quien ya le había regalado un rinoceronte.
Sigismondo Tizio retrató al primero y Durero al segundo.
Afortunado para unos, para muchos no. Manuel, como sus suegros Isabel y Fernando, expulsó de su reino a judíos y musulmanes. A los renuentes los intimó a la conversión forzosa. Pero ni con esas.
Nada hizo por evitar la masacre del 19 de abril de 1506, en la que unos 4.000 judíos fueron asesinados por las turbas.
La matanza empezó en el convento de Santo Domingo. Durante el oficio alguien juró haber visto el rostro de Cristo iluminado en el altar. ¡Milagro!
Un «cristiano nuevo», sinónimo de judío converso, opinó que solo se trataba de un reflejo de la vela sobre el crucifijo.
Lo arrastraron de los pelos fuera de la iglesia y lo mataron a golpes. Su despojo fue quemado en una hoguera en la plaza del Rossio.
Fue la chispa que dio comienzo a muertes, rapiñas y gran botín para los habitantes del lugar y unos cuantos marineros de paso.
Manuel I de Portugal murió en su cama en 1521 y se encuentra sepultado en el Monasterio de Jerónimos, que el mismo mandó construir.
León X también murió también en 1521 y en su cama pero se sospecha que bastante envenado.


AMAPOLA EN SURINAM

olvidé dar de comer en la cama a la tortuga -que no tengo-
y debe alimentarse con ínfimos granos de mostaza y de amapola
que se encuentran entre las sábanas
una tortuga de verdad
debe comer lechuga y zanahorias
lechuga en la heladera hay
zanahorias no

resumiendo
debo sanear mis sueños
de pasadas tribulaciones
y plantar amapolas

un mar de pinceladas rojo brillante

¿alguna vez fui un campo en primavera
de monet?

capelina de gasa seguro que como tener
nunca tuve

quiero decir que una de las palabras más dulces, más poema
que me resuena dentro es Surinam


EL HUEVO O LA GALLINA?

los hombres
las mujeres
el trabajo
los viajes
las dudas
siempre las dudas

y la artrosis


ARTE POÉTICA

Mezclar sin que se formen grumos
suave, con paciencia
pero con uno que otro golpe enérgico
indispensable
para llegar a puerto
y por milagro
despertar -otra vez-
hoy sin ayer

Tener en cuenta
que cortada la nata ahuyenta
agriando el todo
sin remedio

El poema
primer hervor
flor de sal
velo más tenue de rocío
y fulgor último de un arcoiris
a punto de desfallecer

entre los pliegues del milhojas
anida miel
anida espanto
y machacona la cadencia
remota del danzón


DELTA

vengo de un río donde las aguas bajan turbias
y parecería que ni se movieran
es un légamo infestado de tarariras, lampalaguas
caimanes de ojos dorados
y en las orillas
pecio

por fuerza
los amores se deshacen en ese agua barrosa
pútrida
se los traga la corriente
los brazos del río cuando llegan al delta
para respirar gimen, sollozan
se atragantan con los muertos

sin calificativos
sin aspavientos
el agua no es sensata ni insensata
el cariño y los detritus corren idéntica fortuna
se atoran y consumen en los ríos
los mismos gusanos corrompen las plantas, los animales y la gente

nada está hecho para durar, para quedarse, ni siquiera el mundo

no te apures

vos tranquila

2
los camalotes aprovechan
la volada
se hicieron con el horizonte

desconfíen del celeste
y más del blanco
que para nada
es inocente

3
en manos de monet
los camalotes se disfrazan
primero de nenúfares
y de ninfeas después

detrás del relumbrón
él y yo sabemos
que la procesión va
y riela
muy por dentro

LA LOSA DE MARMOL CLARO

Hay ciudades de
agravios solapados
falsos durmientes
y dolencias crónicas
ciudades
en las que me cunde el pánico
ése que irrumpe sin alfabeto
ni traductor conocido
y se disipa cuando quiere
para irse con la neblina -que es su música
a otra parte
siempre
dentro de mí


PÍO, PÍO

Los pichones
picoteaban la arena oscura de bajamar
húmeda
De la ventana de mi cuarto se veía un gran promontorio rocoso, de lava.
La arena negra no me gusta, la dorada sí.
De este sueño; ¿cómo se sale?


AMANECE TORMENTA DE JULIO EN EL BALCÓN

huele a tormenta de verano
a rayos y centellas
a eclipse

quien dice rosal
dice bichos
y de vos
ni un fósil me quedó

¿los pañuelitos con los que pavarotti
cantaba que me amabas
quién los heredó?

lo verdadero es el sabor a trueno
a lágrima enterrada
a gusano

y el aroma del café


ESTOFADO

Escribir con la paciencia de un entomólogo, la displicencia de un dandy y la febrilidad del buscador de oro.
El poema, la más frágil transparencia nupcial.


ELLA, LA PESCADORA

Hay tardes en que quisiera ser una mujer portuguesa
de un negro redomado de pelo a uña de los pies
con la sola ocupación de esperar las mareas que traen
y llevan a mi hombre, las algas y los peces.
En cambio, en el reparto de afanes
me tocó creer que descifro las oscilaciones pendulares
de mi alma, de la tuya y las de nuestra parentela de fantasmas
oh! las lentejuelas agónicas de los peces en las redes
y yo, silabeando tu rostro con mi desbrujulada roseta de Champollion
palmo a palmo, vicisitudes de días, noches y vigilias
pieles y sudores de los que soy extranjera sin remedio
(¡no estuve tanto tiempo en ninguno de tus sueños!)
y ahora te trae la marea a mi corriente, mi delta
vos, amanecido de troncos, espuma, pez araña
serpientes, monstruos marinos, redes, astrolabios
aparecidos -que los del mar son los verdaderos-
vocales dolorosas, tarantulados
tradúceme, tradúceme
que remo contracorriente y me fatigo
mi sombra se fatiga, pide tregua, levanta jalón blanco
porque aunque se pegue a tu sombra son dos sombras
entonces; contame un cuento:
«las viñas suelen plantarse entre piedras
porque recogen el calor del día
y a la noche se lo devuelven a las viñas»
y tomaste mi mano para detenerla sobre un muro tibio de Lisboa.

A lo mejor habías comprendido que era mi tarde
de ser pescadora portuguesa y no querer tener otra idea en la cabeza
que el latido de la línea de horizonte, la arena entre los pies
y basta.



Luisa Futoranksy. Argentina que reside en París. Es novelista, ensayista, periodista y poeta. Autora de una veintena de poemarios, cinco novelas y numerosos trabajos de no ficción. Traducida al francés, inglés, alemán, italiano y portugués. Entre sus libros destacan Marchar de día (2017), Pintura rupestre (2014), Ortigas (2011), 23.53 (Noveleta-2013). Su obra ha sido premiada en Francia, España y Argentina.
www.lfutoransky.org


Mariano Rolando Andrade (Buenos Aires, 1973). Escritor, poeta, traductor y periodista. Ha publicado los libros: Los viajes de Rimbaud (1996), Poesía Beat (2017), Canciones de los Mares del Sur (2018) y Aristas, relatos en los confines de Europa (2021). Editó Luisa Futoransky: Los años argentinos (2019), primer volumen de la obra completa en verso de la poeta argentina. Ga-nador del Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (RFI) a mejor cuento en lengua francesa (2001). Colabora en diferentes revistas literarias de América Latina.