Estero Oriental del Uruguay, poesía contemporánea uruguaya

El Estero: territorio incierto, inevitablemente asombroso. Compuesto de agua y solidez, el Estero es la metáfora que este curador utiliza para presentarnos un grupo de poetas heterogéneo, diverso y a la vez con una búsqueda común: la voz de la poesía uruguaya.


Por Martín Barea Mattos

Estero supone un terreno bajo pantanoso, intransitable, que suele llenarse de agua por la lluvia o por la filtración de un río o laguna cercana, y que abunda en plantas acuáticas. Estero Oriental del Uruguay podría ser una guirnalda del futuro en el pasado. Un olvido de poetas en la república. República sin necesidad de poetas. Un país sin necesidad de país. Una ecolalia de lenguas batracias. Una piscina en la pesadilla de una tribu a fines del siglo XIX. El cielo ahogado en un vaso con agua. O un estanco de realidad virtual: laico, gratuito y obligatorio.

Estero Oriental del Uruguay reúne doce voces de la poesía uruguaya actual. Poetas nacidos entre I962 y I994. Abarcan los primeros años de producción del siglo XXI entre publicaciones, proyectos editoriales, festivales, grupos y ciclos. En lo personal, todos confluimos a pesar de la diferencia de edad en la Ronda de poetas, ciclo que inauguró en 2005 y cristalizó en la fundación del festival internacional Mundial Poético de Montevideo. Algunos de ellos se conocieron entre sí e incluso leyeron en público por primera vez en el bar La Ronda. Ellos son: Lucía Delbene y María Laura Pintos, editoras de editorial La Coqueta (tal cual llamó a Montevideo, Isidore Ducasse); Olga Leiva, Diego de Ávila y Manuel Barrios, hermanados por el proyecto Bagrejaponés y la editorial Mental; Regina Ramos, Romina Serrano, Hoski y Santiago Pereira de los proyectos «Orientación Poesía» y «En el camino de los perros», y los solitarios Ana Strauss, también vinculada a las artes visuales, Marcela Matta quien desarrolla además una intensa carrera como directora y productora cinematográfica, y, Eduardo Curbelo, médico psiquiatra y cachimba o pozo más viejo de la muestra.

«De pronto, cualquier frase sirve para echar a rodar una voz zombie, que tropieza con el paisaje». Así abre Diego De Ávila su deriva por «La comedia solitaria», en tono sonambular y a la vez detectivesco desde su retina, rutina alucinada.

«Sale de mi boca como un hilo o un camino que me inclino para admirar», dice Olga Leiva saliendo de su morada para andar sin puntos, pero con pausa soltando la trenza de las posibilidades, oscilando en la escritura como una piedra movediza.

Luego, Eduardo Curbelo dirá, «Impotencia, el mundo/ defecto de mi placer». El coleccionista destruyendo para completar su colección incompleta. Poemas de su nuevo libro, «Estados naturales».

Lucía Delbene, muestra su «Tecnología de la costumbre», con instructivos para un amor de casa devenido en título y titular pero con miedo a lo desconocido. Saber, esa costumbre bailando alrededor del fuego. Fragmentos de Interregno.

Santiago Pereira nos enajena con «Adiós a los marjales de Corea». Dice, «En Slow motion danza un pez en agonía/ desencadena/ en el aire/ una lenta metralla de gotas». Su poética se expande en tutú como una bailarina del ballet nacional en pirouette las veinticuatro horas.

Regina Ramos nos muestra las migas, «Limpiamos para volver a ser/ y así lo único constante/ es el hambre», de una mujer-bicho: «Negada de elegancia/ con desolación de tapera y robustez de monte».

Romina Serrano presenta un yo recién desflorado. El sexo, los monstruos de la niñez y la maternidad crecen como el estero: «Si al despertar tengo miedo de mi vientre/ es porque tengo miedo de la sed que guarda».

Marcela Matta es la naturaleza empastillada, el deseo concreto de una estructura de concreto para el deseo. Su yo también es la nada sincronizada, «de garbosa prestancia/ qué divina la excusa del poeta/ qué poca su eficacia».

María Laura Pintos se hace puerto, eurocentro, café concert. El pasaporte sella. La tinta se hace mano. La mano se hace mejilla. Sólo queda sonreír y enumerar, «y el juego completo de porcelana inglesa/ que mi abuela recibió como regalo de casamiento.// por qué será, sin embargo, que el mundo me es ajeno».

Ana Strauss se precipita en lo mirado. Reflexiona fragmentaria en líneas superpuestas de caras y palmas. Breve y contundente escribe sobre blanco, «también se pide piedad/ pero los huesos no tienen piedad/ son huesos».

Manuel Barrios, relata y es voz de la delicada tortura. Vírgenes, oraciones y condenas. Un sistema de poetas desterrados como la voz del Estado llamando por ventanilla única a aspirantes: «Llamado público a poetas para la ocupación de sus poemas».

Por último, Hoski es la masa ciudadana buscando su cuerpo, el cuerpo asesinado. Pero no se puede sino gritar que aún no se ha muerto e insistir en enviar mensajes, capturas, monitorear. «—¡La ciudad! —gritaba—. La democracia en peligro;/ el malestar del alma en un spleen 2.0 de la hiperconectividad».

Agradezco en nombre de los poetas a Revista Esteros por brindar este espacio para la divulgación de su poesía para seguir generando desbordes, humedades y nuevas lluvias torrenciales.

Martín Barea Mattos


Diego de Avila
(Maldonado, I984).

Pura agonía y visiones existenciales: y una vez que lo viste, ya sos una de las primeras estrellas. Pero la religión te pone en problemas periodísticos, y a la larga parecés un personaje oscuro con los órganos en llamas.
Aunque lo exprese tan banal, o esqueléticamente (sin cerebro ni corazón, como el deseo medio dormido de que funcione) se trata de mi deseo más profundo: el que quiero hacer sonar. De pronto, cualquier frase sirve para echar a rodar una voz zombie, que tropieza con el paisaje. Pero también se puede escribir de otra manera. Fábulas sin árboles ni animales. Cosas sin ejemplo.

(La comedia solitaria)

Preguntas de examen: ¿cómo puede generarse una experiencia literaria sin tener nada para decir? ¿Con qué presumo que comunica, qué interpela, una experiencia literaria? ¿Qué imagen o historia hemos asumido como metáfora de un escritor? ¿Por qué el escritor siente irresponsabilidad y falta de honor cuando se queda dormido luego de comer algo? ¿Cuál es el valor religioso de una experiencia literaria? ¿El escritor religioso solamente busca? ¿El escritor religioso solamente busca a la manera de que nunca consigue nada? ¿El talento está dotado necesariamente de producción y crecimiento técnico, de abecedarios veloces, del imperativo de utilizar correctamente una oración que adelanta toda la historia? ¿El escritor ansía sentarse en la plaza pública, para ser visto mientras trabaja? ¿Qué busca, en la calle, el escritor? ¿Qué pasa cuando vemos flotar en el muelle, junto a algunos barcos desanclados, la experiencia literaria? Sin tener nada para decir, lo cual significa, sin tener más religión que la experiencia literaria: la carencia de un cosmos quebrado, o el problema de valores permanentemente inquietos, ¿desarrollan una inquietud particular? ¿Inquieta la falta de espacio, de pura peregrinación en paisajes monocromáticos?

Cuando las cosas no están en el mismo carácter, ni son de la misma personalidad, yo las entiendo. Porque no soy alguien bueno. Porque no es algo bueno hacer eso. Discuto con quien me lo señala apuntando la voz hacia un sentimiento pasado, que hace ya mucho tiempo se desmerece y que habla muy alto (lo escucharía de todas maneras) y dice de mal modo que todo lo entiendo, y tiene razón: soy de esa clase de personas. Con miseria, hablándole de cerca, en la envoltura grisácea del arroyo matutino, pongo el adjetivo, digo cómo se llama, hablo con quién lo hace, lo aprendo a hacer. Apenas tengo algunas ideas. Pero soy difícil de detener.

“No se trata, ni siquiera, de un paseo para mantenerme inquieto”. A veces se me ocurren frases como esa, con las que comienzo una oración. De adolescente, me era natural sentir fascinación por esta clase de cosas. Uno ejercía, en realidad, el hábito de razonar, pero la inquietud por seguir los razonamientos no era un evento singular, era tan solo parte de las cosas para hacer. Cuando aparecían esas pequeñas interrupciones sin contexto, de sugerencia poética o delirante pero que sin embargo tenían el sonido justo (como si fuesen parte de un razonamiento) uno se hacía la idea de que finalmente había entrado en el terreno de una escritura ancestral, un poco más parecida a la del monje o el samurái que a la del cronista de diarios, que terminábamos de leer enseguida.
Ahora que soy un adulto amo de casa con tres sueldos y tres trabajos solo tengo intención estética para vivir: mientras me empleo como, por ejemplo, jardinero, lo único que puedo hacer es pensar de esta manera: en una serie de líneas y diagramas en movimiento (cuando se cruzan y se arma una cruz), y eso, en movimiento, al tiempo que la tierra se mete dentro de mis puños cerrados, me conmueve.
Me resulta claro que no quiero contar una historia sobre lo que me pasó, sino que busco, mientras parece que quiero contar una historia, que las líneas se crucen y se encienda la cruz justo en el momento del golpe, como un robot japonés. Pero cuando llego a casa lo único que escribo es: “Hace un minuto cantaba raro para parecerme a un patio de fondo”. ¿Qué quiere decir eso?
Escribo lo primero que pienso porque quiero cincelar una roca macho. (La roca hembra es la roca embarazada).
Para escribir esas cosas y sentirme bien igual, a veces me pongo a hacer los trabajos inútiles de la siembra.

Hace, por ejemplo, veinticinco años, era pequeño, y me sabía algunas canciones que me emocionaban o me hacían reír o me daban bronca, a pesar de nunca entender un cuerno de qué cosa estaban hablando. Hoy estaba pasando números en una computadora y me pasó lo mismo. Y cuando nadie me prestó atención, anoté porque quise cuentas en una boleta y me pasó igual: me sentía como el guitarrista ciego, era feliz o me enfurecía o me dolía la cabeza, pero solo por los números de página, por el orden en que acudían los olores: al final mi trabajo me despertaba.
¿Qué fue que vio, cuando salió afuera, el que no entendía las palabras? Eso: un mundo que sabía lo que hacía.

Escuché una canción de amor compuesta por un tipo, y me puse a pensar que luego vendría otro y escribiría otra canción de amor, y que más tarde ambos se mirarían con recelo, porque daba la sensación de que se trataba del mismo amor y de la misma mujer, pero eran unos papanatas porque en realidad se trataba de dos chicas diferentes.
Por eso no me parece tan extraño el amor a María. Llena eres de gracia. Algo en el movimiento de las flores me hace pensar en ti. Un hermano se acerca. A él también.

Me destino a las personas maravilladas con la posibilidad, por ejemplo, de que una cosa exista. Una roca que nunca han visto y sobre la que leyeron toda la vida, y ahora… la verán de verdad. Les estoy destinado porque, ese libro sobre la roca y la roca, ¿qué diferencia tienen? Para mí las cosas son lo mismo que las imaginaciones de las cosas, como un ojo malo que le pone nubes a la película, y es algo bueno.

Los mejores días de mi vida fueron globos aerostáticos que hacían al cielo venirse abajo. Como quien dice, yo veía subir mi propio estado de ánimo. Lo miraba levantar el techo y hacerse parte de la noche como en un viaje astral de un obrero y un arquitecto, es decir, con muy poca mística; es decir, con herramienta de trabajo de bonanza: hombres educados para defender la casa.

Durante los meses de verano me dedico a esperar que haga frío otra vez, para verlo venir y estar preparado. Me conseguí un trabajo estable, licencias, esfuerzos modestos que cumplo en jornadas largas, siempre un poco a medias, porque al día siguiente se completan en un accidente íntimo. Un negocio que me ocupa, una presión, cava un caudal al lado de la tierra yerma donde viajo escondido contra el borde del barro de aquellos vientos, de disparos oscuros de las costumbres, que podrían comprometerme. Pero una mirada con amor me acaricia y bebo una taza de café. El día entero me hace pensar en una casa a la que quisieron entrar. De vuelta a la idea que estaba encontrando para mí, doy por sentado que al día siguiente debería ser igual, debería empezar de nuevo.

Durante los meses de invierno me dedico a ir a trabajar y luego vuelvo a casa. Siento que cuando escribo dicto mi propio sacerdocio. Distraído por la marea de los pensamientos, entre todas las artes escojo una: la de pagar los impuestos. Y muevo una mediación que vuelve a comenzar… como el traqueteo de dos enamorados con amores diferentes. Cuando en casa escribo algo que debe venir a mí, algo que no podría preguntarle a un amigo una noche, porque el primer almacén, el primer bar o la primera hamburguesería están a doscientos kilómetros del templo, voy porque lo quiero por un camino a pie.
Allí le digo a la gente que creo en Dios; necesito aprender a deletrear, lo llamo de otra manera. Y cuando la gente me comprende, asustada, en seguida lo llamo de otra más: de pronto parece que el cielo se cierra con una pausa itinerante, y sospecho que creo muy bien a lo que practico con la pausa y con el acento (del lugar donde me crié) y no me equivoco nunca, ¿se entiende? Yo sé que las palmeras se llaman con el nombre de un señor, y que las plantas de los edificios se llaman con el nombre de un señor, pero así como yo lo llamo, me irrito, contento, y doy gracias a Dios.
Hago un montón de boludeces extrañas cuando lo empiezo a entender.

Creía en los cielos de Maldonado. Me gustaban: eran negros porque cuando algo pasa, significa que pasa. Y eso es algo bueno. Es un adulto que camina un rato por la calle, agarra sus juguetes y se va, lo que, obviamente, es solo una manera de decir…
En una casa de Uruguay no existen las luces fuertes porque la batería está en manos de un niño, así que en el cielo nocturno una pelota se prende y se apaga, como si fuese una tos, como las estrellas, se abre un descuido repentino de acuarela blanca y luego un gesto alerta pasa y lo limpia todo de inmediato. Se encuentra bien.
Siento que algo pasa velozmente por el cielo y cierro los ojos para perdérmelo. No es que tenga sueño o sea un idiota. Preparo un día mejor.

*


De “La piscina interminable” (2019)

XXIV

un día nací y tenía un caso
tenía que desembarazarme, y me producía
pudor el material de los carros,
la melodía que tenía que entonar cuando cantaba
cualquier camino para mi misión
iba a la selva de los detectives privados,
y comía en el coche y dormía
unas horas
pero soñaba profusamente
apenas si distinguía a mi familia del resto
de la multitud que formaban los técnicos
intentando mantener todo encendido.
no hay nada como un pasadizo en bruto
con olor a naftalina y sal
de donde yo vengo apenas si se puede sobrevivir
entre los eucaliptos y las aguas costeras:
hay que preparar un coraje desolador.
sobre las motas de polvo de mi habitación
y la modesta
sopa que caliento en un contenedor de cerveza
nado por una piscina de la noche y el día
y vivo mojado comiendo, amando,
mojado mientras limpio la casa,
cuando me meto en la ducha,
por eso me emborracho en horarios impropios
y como hamburguesas en el coche
mientras vigilo un prostíbulo o un hotel
y saco fotografías
porque mi misión es cada día diferente
pero siempre es la misma.
a veces me quedo dormido un poco más de lo usual
y mis sueños son largos, nocturnos;
a veces no tengo lugar a donde ir
y me quedo espiando jóvenes en los centros comerciales
otras veces busco poetas en pueblos de montaña
donde casi no se respira luego de las once
y encuentro un río de poetas latinoamericanos
imitándose unos a otros
levantando una línea de tiempo como si fuese
una gran columna
quedo impresionado, la luz de una linterna ilumina mi corazón
las partes negras quedan rojas, quemadas
por una fuerte lesión que solo los borrachos y las plantas pueden entender.
a veces olvido mi caso y no sé
en qué parte del mundo estoy ni qué estaba buscando.
a veces mi caso termina y me pagan
pero a la mañana siguiente lo olvidé y conduzco mi auto
hasta una esquina y me quedo vigilando todo el día
pero a veces, solo a veces,
me duermo unos segundos y en mis sueños
suceden días, semanas enteras,
sueño que camino aburrido por una playa
sin casas ni personas
el mar se levanta dejando la costa desnuda
cuando pasan días o semanas recién encuentro
un sitio para descansar
y estoy muy aburrido y sin nada que hacer,
entonces me despierto.
empapado, conduzco por puentes de madera a través de los pueblos
cruzo por carreteras y escribo
palabras bonitas en ciudades que quedan demasiado lejos
se cortan de pronto las luces, yo me quedo allí,
sentado a la mesa de un bar,
con mi libreta de notas sobre los ojos
como si computara las preguntas de un
ordenador del océano.
mojo los papeles, las biromes
se llenan de agua
tienen la capacidad de arrugar
escribo números de teléfono en mi brazo
y cuando acaricio un perro en un destacamento
de policía, le mojo la cabeza
y se pone ciego al presenciar cómo mi mano suda sobre sus ojos, se sacude
y ladra con horror. mi agua
me recuerda a los árboles y las playas de la ciudad donde nací
y algunas otras cosas que dan ganas de hablar pero no lo hago.
en vez de eso, o de meterme en un bar,
entro en el destacamento y pido permiso para revisar unos expedientes.
mi libreta se hace grande y lila,
mi atardecer se vuelve un condominio cocido con espuma
una oficina violeta con montañas de papeles,
me parece que puedo leerlos como se lee una revista
que las nubes se apartan
y todo está relleno de una temblante oscuridad.
mi libreta es de nailon y yo soy la parte
cascada de la marea.
el mío es una auto que sale de la niebla y atropella caballos solitarios.
tengo un auto que manejo sin luces por la penumbra y dentro
del auto es como una novela de ciencia ficción que se arrugó
y ahora las palabras son muy raras.
yo soy así. el detective de la piscina interminable tiene cosas que decir
a quien pague bien por ello.
hace muchos años fui cazador
luego me hice policía
pero era un tiempo veraniego, difícil de imaginar.
tenía un caso, y estuve en él durante meses.
conversando con la radio;
escuchando programas sobre montañas gigantescas
y precintos en el cielo
donde llovería eternamente.
en eso, me quedé dormido.
cuando desperté ya no sabía si mi vigilancia era estúpida o no,
si mi caso habría salido a caminar mientras yo dormía
si habría entrado mi cliente en la casa
si habría un bosque recién nacido
un baño inundado
lleno de flores,
así que me quedé esperando un tiempo más
al rato caí dormido nuevamente. fue la segunda vez.
una gran rabia me despertó.
vendí el auto. me metí a un bar.
inicié una pelea y me rompieron un taburete en la cabeza
entonces caí al piso y soñé que la marea se retiraba de la playa y yo caminaba por la costa de un largo desierto
me veía a mí mismo, como capturado por cámaras de seguridad,
y a lo lejos los techos de una ciudad desaparecían bajo la luz.
el cielo era amarillo. amarillo por dentro. amarillo como por un raro retrovisor.
me seguí a mí mismo alejándome.
pero unos segundos después
me perdí junto al horizonte.

*


De «No perdemos la vida si entendemos que desapareció» (2022)

No perdemos la vida si entendemos que desapareció.
Cuando se hace de noche, hablamos sobre oportunidades hasta que las columnas vuelven a representar rectitud y sosiego, como en un accidente de auto.
Es malo cuando la temperatura cambia de sentido.
Cuando los ojos demuestran dolor.
Entonces todo el mundo transpira y nadie sabe qué hacer.

Se nos pasa rápido el año de la caridad,
los cambios del terror
en un almanaque común y corriente;

en el siglo XXI cualquier cosa da miedo
si no se entiende bien. Yo
es la primera vez que digo
que no dejo de pensar en todas estas barbaridades
sin sentir un tono elaborado de vergüenza.

Lo dice el señor del terror y del suspenso.
Puede hablar sobre lo que prometimos al principio, que daba risa.

Nadie percibe que algunas cosas
llegan recién camino de regreso.
Incluso yo, si no puedo verlo bien, no me doy cuenta. Se acabarán
los colectivos,
los grupos de apoyo,
los drogadictos,
siempre será de mañana y estaremos
(todavía muchos de nosotros) en problemas de vez en cuando.

Es lo que indica la aventura
de la ocasión de suicidarse: no te mates,
siempre podremos hablar de ti
y es mejor que des tu opinión en ese momento,
porque no todos tienen derecho a desaparecer.

En los parques las nubes estilan un remanso;
se advierte tormenta a las pocas horas de comenzado el día.
Cuando me imaginé viviendo en el pasillo
de los árboles no quería ser salvaje ni bueno ni benigno,
pero no estoy seguro:
yo me imaginaba seguro de empezar una nueva canción, con creces.
Y un aroma rancio me desacelera.

La hora de la pavada es bella y llena de colores blancos.
Mi paseo solo se ve perfecto a la luz del sol.
De mañana
las palmeras se vuelven perennes,
las olas del mar marcan lo peligroso
que resulta salir de laburar,
el regreso a casa anuncia confusión
y sensaciones aleatorias,
todas esas cosas difíciles; ahora
hablemos de amor y de lo que puede pasar
si perdemos el control.

Ese es el señor del suspenso y la comedia.
Para hablar sobre lo que dijimos al principio, la parte graciosa muy buena
y demoledora.

Las cosas llegan en el corazón microscópico y caen al corazón grande,
luego
pasa lo mismo una y otra vez.
Si alguien se precipita estará perdido porque
todo llegará en su momento! Dramáticamente!

Y mirar alrededor no sirve de mucho.
Tampoco el silencio, si es para llamar la atención.
Siguen los árboles, y las nubes y el clima
decide qué está pasando.
Todo volverá a la normalidad.

Diego de Avila. Publicó: «No perdemos la vida si entendemos que desapareció» (2022), «La piscina interminable» (2019), «Ecuador» (2017), «Piedra de sol de noche» (2011)



Olga Leiva
(Suecia, 1981).

Sin saber a dónde ir me voy acercando Los hilos son frágiles si te detienes La espuma de la orilla es nieve tibia Caricias naturales entre mis piernas Andar a oscuras en un bosque lleno de animales suaves que me guían al otro lado de la noche Osos Ciervos Jaguares Animales benignos que me acompañan a la desembocadura

*

Sale de mi boca como un hilo o un camino que me inclino para admirar Lo bebo y lo aprendo estando dentro suyo El canto como un hilo sale de nuestras bocas asombradas Es como un río antiguo o del futuro Es invisible el poema que seguimos como sonámbulos o dioses descalzos Primitivo

*

Latir Observar tu espíritu debatirse en los estados del día y en la noche ingresar a las recámaras secretas de la gran inconsciencia Bella llaga en la herida recién concebida ¿Cómo se borra un sueño secreto? ¿Cómo se llama a las aguas emergidas del presente? ¿Cómo vuelco mi rostro en la caricia? Lo extraño se aleja Lo íntimo abre

*

Lloro descubriendo cada espacio interior para limpiarlo con el agua buena de la percepción del ángel El ángel es mujer y me llena de rosas la boca cuando voy a hablar Entonces pienso y nace un poema blanco sobre el libro abierto que se cierra para dormirme junto a él

*

¿Quién usurpa sus propias imágenes y las desnuda una sobre una y bajo el río? ¿Cómo desatar la trenza largamente tejida a través de los años? Un millar de hebras mezclándose en una danza antigua y liberada Una forma de andar los caminos Sumergiéndose una sobre una Sumergiéndose en el antiguo río El río desatado El agua moviéndose por las noches en todas nosotras

*

Dejar ir Soltar la larga trenza de las posibilidades Observar las miasmas deshacerse entre las nubes Respirar hondamente como una conclusión Soplar lo invisible que atrapa los tobillos enterrados Mirar y crecer en el movimiento de las calles donde todo parece nacer y morir y recorrer su camino secreto hasta el borde de la cama Ahí me siento como una vagabunda a contemplar todas las que he sido y ya no me amarran

*

La noche es distinta y se adhiere a mi espalda peregrina Esta noche descanso con la luz de la marea Afuera algunos corren a recoger todo el desastre que hemos hecho En cambio yo me quedo latiendo todos los caminos Escucho tu voz entre la niebla Paciencia Algo está por llegar

*

La lentitud recorre nuestras vértebras uniéndolas en bocanadas de dulce caminar sobre nubes sin destino El destino era mirar El mirar detuvo su vuelo Observamos la división de las aguas por un instante mas Es el claudicar de las olas sobre el mar cuando retornan Las caricias nos pertenecen La velocidad no conoce final

*

poemas de «Morada» de Olga Leiva
publicado por la Municipalidad de Lima, Perú
en su colección Lima Lee, 2021

Olga Leiva. Ha publicado «La lengua del viento» (Catafixia y La Propia Cartonera 2010), «Bruja Boreal» (Mental, 2011), «Bagrejaponés» (en coautoría, Mental 2011), «Diamantismo» (Trópico Sur, 2013), «Bionírica» (autopublicación, 2014), «Morada» (Lima Lee, 2021) y «La fiesta en la última casa» (Fardo, 2022). Textos suyos han aparecido en diversas antologías. Es coeditora en la editorial Dios Dorado.



Eduardo Curbelo
(Montevideo,1962).

ABLACIÓN DOS

            Cuatro paredes sostienen mi cara
            En los espejos del techo pactamos mariposas
                                    La primera vez
            había Cruz del Sur y millones estridentes en silencio
                                    aplastaban horizonte con su dedo luminoso
            Sólo queríamos paz, cuerpos. Necesarias lunas
                                    empanadas a su rol
                                    de fulgor amamantar


RESUMEN DE NOTICIAS

                                    Voy a dejar este poema de lado
            acuchillarlo con entrecejo feliz y
                                    a golpe de machete
            esconderlo en mis cajones amarillos
            reubicar
            en orden artificial cuatro palabras sin sentido
                                    retener
            en las gargantas del mundo
            la borrasca que cuelga su blusa en la copa de los árboles


SUBSTRACCIÓN

            La usurpación de mi espacio, la borrachera
            Los ojos de mi moza, rapiña de lisérgicos
                                    La noche
                                    disparos hacia adentro
            Impotencia, el mundo

            Defecto de mi placer


JUEGOS DE AZAR

            La luna huye de las manos del pasajero
            Los acreedores coleccionan pagarés
            Estilográficas lágrimas de arena

            El pasajero mira el paisaje, la ventanilla
                                    y sus ojos juegan a ser más veloces que los árboles
                                    y los árboles a más veloces que los cerros
            y las estrellas a más lentas, juegan a ser
                                    que las montañas

            El pasajero juega al poema. Su objeto inanimado
            frota la lámpara: el lenguaje se apretuja y rígido
                                    sostiene silencio como vara de mimbre

            ¿Iniciar un niño antes de toda concepción?
            Como sugerir a un mundo ya inútil, su bitácora


CRÓNICA DE HOY

            No hay realidades. Sospechas o algo parecido, hay
            equilibrios crespos en hombros desnudos
                                    especulaciones ingratas
                                    gimotean
            Lo único lineal es el no pensamiento

            No hay vacantes, calles inundadas de cuerpos
                                    miran al río ancho como mar
            desarmadas, los ojos desnutridos de celeste

            No hay personas. Esqueletos cojos, mudos. Hay
            edificios, multitudes que alimentan sus barrigas
            vomitando a las nubes los contenidos suspicaces
                                    del movimiento

            No hay amarre. Olores a renuncia de los muertos
            invaden bienvenidas, usurpan los senderos. Hoy
            nada de lo inocuo se refugia en el alma de lo inocuo

Eduardo Curbelo. Ha publicado ocho poemarios y ha recibido premios y menciones nacionales y municipales.
Estos poemas pertenecen a «Estados naturales», libro de reciente aparición.




Lucía Delbene
(Montevideo, 1975).

TECNOLOGÍA DE LAS COSTUMBRES

#tecnología de los andamios

–Deberías afirmar la casa en un andamio de magia, mira
el fino rayo al filo de las cosas tajeando en la alacena
firma los contratos como espectros dudosos que sonríen
en las celdillas de los días para una cena endemoniada.
Pues no hay campanario donde no suene el llamado
la vigilancia quemando en la ciudad su trasto mecánico
porque soy una máquina de humo que se alimenta
y bebe de los corazones engendrados en la cocina.
Las cuotas que pagaste por tu alquiler de estrellas vencieron
deberías haberte ido a un cuerpo ficticio como la patria
las prácticas de la soledad apuntan a lo contrario
escuchas a los planetas bajar y decir algo entre líneas
que interconectan, las hebras, de una red inexpugnable
para blandir el áspid de la locura y grabar otra vez la ilusión,
debes ir y volver de la cacería.


#música de las costumbres marítimas

Expansiones, entonces, retracciones:
el mar desplegándose en sus hojas de afeitar
siete lenguas azules rasuran a la costa sonando
una vibración te recorre aún estás viva y buscás
una voz en la espira de las olas que te cuente:
dónde van los sentidos del que espera las soluciones
adónde los amigos que un día rieron contra el fogón
en la arena: presencia escrita de ausencia.
Yo sé dónde viven los muertos de los que soy semilla
recorto horizontes como escucho el viento despellejarse
y toco las estrellas con la espina de este verso.
La música es de las olas, amigos, y somos cantos rodando
arroja el hato de voces que vienen embalsamándote
si no hay en el corazón un violín enterrado entonces deshazte de la noche
y entrega tus palabras aguerridas a los torniquetes
al infinito desperezarse de la nada
y a las crines espumosas tómalas como al caballo de la fuga.

(In memoria Enrique Fierro)

Música de—
vuelve al mar
cautiva
en la sangre.


#tecnología de la esfera ardiente

Venimos en caída de nuestro hogar radioactivo:
la esfera ardiente y habremos de abrazar el día
de este pozo lumínico el aire tornasolado vibra
con el fuego de la vida de los seres en los reinos
trenza única entre la emisión y la quemadura
tendida en el espacio como el cordón de la niña.
Porque llegamos sacando chispas con los tacones
y nuestros pasos crean el fuego y destruyen veredas
doramos las mieses maduras que incendian los otoños
fundiendo el metal de los reyes corruptos en el puerto
volcamos los panales para que mueran los vampiros
ahítos de sangre humana en los mapas de las ciudades.
Así es la lengua de la llama que nos recuerda
y así las cenizas cubrirán de hollín a la noche
que se nutre de nuestros papeles.


#tecnologías del hogar

En el centro de la casa crece una hoguera, se alimenta
de las costumbres, donde muere la leña del quehacer
tu cuerpo huele a pino y a jugo de toros jóvenes
la quema nos trae el rojo sombrío de los pueblos.
–También fueron sangrientos– preguntó.
Muchas decapitaciones se cumplieron en la cocina
y en los patíbulos
primero estuvo el fuego, luego la ley y por último la costumbre.
–Las llamas tienen el color de nuestros corazones –dudaba él.
así como la andrógina montaña engendra al rubí en su seno.
En todas las casas se baila con una fogata en el centro
nos dicta el relato diciendo desde el principio
ofrendamos nuestros papeles como leyendas absurdas
para quemar los pasados el futuro se enciende.
seguiremos danzando alrededor de la lengua
bajo las hachas de luz seremos otra vez sombra
la historia es el contraste iluminado en este día.
–La música te quema– negaron.

Lucía Delbene. Escritora, docente y editora. En poesía ha publicado «Garza en garza» (2009); «Taurolabia» Premio con publicación en el concurso de poesía de la revista Lo que vendrá (2012); «La tela maga» (Buenos Aires, 2018); «Poemas romanos» (Montevideo, 2019) y poemas en varias revistas. Integra varias antologías. Su próximo libro de poesía se titula Interregno (La Coqueta, 2022). También ha publicado varias obras de narrativa. Presentamos un avance de cinco textos de «Interregno».



Santiago Pereira Martínez
(Montevideo, 1983).

**

            Mientras amanece el paisaje
nos repartimos las partes del pez cercenado
jugamos
aprendemos técnicas de juego
doblamos la travesía de sus aletas en partes iguales
buscamos formas
conjugamos simetrías
fabricamos una deseada embarcación de escamas
y la lanzamos a la intuición de nuestra hoguera
            mientras amanece el paisaje
nos sentimos seducidos a ser doblados
en un impostergable pliegue del tiempo
y enfrentados
la semicaída de nuestros párpados
son escamas de un naufragio
ardiendo una fijeza incontenida

**

En slow motion danza un pez en agonía
desencadena
en el aire
una lenta metralla de gotas

recónditas son nuestras imágenes a través de ellas
borrosas
difusas
una enemistad entre moléculas de oxígeno e hidrógeno
que discurren en pensamientos:
            « no hay lugar para esas haches indoctrinadas
            y ávidas de subjetividades »

inabordable en nuestras brazadas
es la intemperie dentro de esas gotas
borrosa
difusa
la recelosa labor del pescador/
la pérfida mirada de un ave


**

Pero evadirte sería una imperdonable derrota
abandonar un cuadrilátero
sin confinar una alborada

hay una equis
y hay una ventana delante de otra ventana

      (las puntadas inexistentes de un botón del abrigo muerto
       o la marca de un tesoro en un mapa desierto de puro mar)

hay un guion bajo
y hay una ventana delante de otra ventana

       (la necesidad de tirar al piso el jarrón de la mesa
        o sacar de un tirón al niño muerto
        y masturbarse en su féretro)

        (las miradas clavadas en los párpados
        o dos amantes haciendo fila en un paredón de fusilamiento)


**

Una retroexcavadora levanta los escombros de un muelle derrumbado
            debajo
se reconstruye el contorno blanco de una Rosa de Sharon
occiso entre varillas de cimiento y terrones de portland
            debajo
el código morse del único candil en pie
lanza intermitentes señales de luz
sobre el espejo de un charco que palpita
con mis histéricos parpadeos
y mi balancear de copas a las 3 de la mañana

una retroexcavadora levanta escombros
trabaja día y noche
no se detiene
gira en ciento ochenta grados
en tres—sesenta
es la exquisita danza de una película muda
que solo se exhibe en mi garganta
es una bailarina del SODRE que trabaja 24 horas


Santiago Pereira Martínez. Poeta, performer, creador y coordinador de colectivos literarios y proyectos autogestionados. Junto a Nicolás San Martín integra el dúo de poesía y música: Dúo Pereira-San Martín. Publicó, en poesía: «El fin del dúo Pereira-San Martín» (Poesía sonora, CD y streaming, 2020), «Pereira/Italiano» (Poesía sonora, Streaming, 2021), «Poseías para escuchar con los ojos cerrados» (Disco colectivo homenaje a Clemente Padín, Poesía sonora, CD y streaming, 2021), «Adiós a los marjales de Corea» (Editorial La Coqueta, 2022), entre varios otros. Ha obtenido el 1er premio en el concurso de poesía joven “Pablo Neruda” (2010), el 1er. premio del concurso de poesía joven “Casa de los Escritores de Uruguay” (2011) y varias otras distinciones. Presentamos cinco poemas del libro «Adiós a los marjales de Corea» (Editorial La Coqueta, 2022)



Regina Ramos
(San José de Mayo, 1992).

HAMBRE

(La) Pizarnik es una pajarraca de plumas azules
Y pico de tinta.
Raíz zaguera
pueblerina
en Times New Roman 12
que puso sobre la mesa la receta llamándola escorial:
hubiera querido ser Rimbaud o Baudelaire pero sin sus sufrimientos, qué vivo.
—¿Puedo escribir del hambre?
—No.
Entonces escribo:
                                    antojo de olvido.


MIGAS

Tomar recuerdos.
En la certeza se concentra un sabor
no la apetencia.
Todo desecho es intento
galaxia o añicos.
Limpiamos para volver a ser
y así lo único constante
es el hambre.


UNA PALABRA TUYA BASTARÁ PARA SANARME

Señora, no soy digna de que entres en mi casa
pero una palabra tuya bastaría para sanarme
esta condición que domestica mis sentidos
pudiendo evocar mi origen libertino infantil.
Señor, seré digna en el momento en que toda esa energía pronunciada
se amplifique en este templo profanado por el deseo.
Señora, nos conocimos cuerpeando la vida.
Yo caigo ante la piel
pero perezco ante el verbo
que me promete y me debilita
que crea mundos, sentidos e inocencias.
Que basta un Sí o un No
para que algo sea.


TELARAÑA

Escribir porque no alcanza rezar.
Tejer el pentagrama sedoso por los huecos
que están entre los dos secretos.
Ciega en un ángulo blanco la estrategia
porque la sabiduría llega cuando no sirve para nada.
En el vidrio espejado de la copa que soporta
la pirueta se proyecta
la de los dedos ansiosos por sentir.
Escribe porque no le alcanza con rezar.
En el tejido inútil
atrapa los juguetes con los que aprenderá a morir.


SOBRE HERRADURAS

Tengo el magnetismo del campo estampado en la remera.
Aro cuando taconeo la hoja que va rumiando

La Femme Natura Fatale.

Son chistosas nutrias pulso y palabras
que se zambullen presurosas ante la amenaza del olvido y
arrastran tierra hacia adentro de la letra.
Sobona en los garrones se me engancha algún verso
a veces se posa cabizbajo como un tordo,
tordo verso reflexivo.
Pieza del puzzle de la noche bohemia
o águila posada en el ombú existencialista.

Soy de madera
acacia
de pasto-gramilla.
Tengo las manos ásperas con aroma a eucaliptus
pero a veces madre selva.

La mujer bicho.

Negada de elegancia
con desolación de tapera y robustez de monte.

Para mí no se hizo la esbeltez o el histrionismo,
sí un objetivo y un intento.
Hay un manto de pradera que recubre una pieza
esa que solo muestro cuando asoman los dientes
cuando burla la ciudad:
valor.

Regina Ramos. Poeta y profesora de Literatura. Publicó el poemario «23 veces Out» (2017), Premio Ópera Prima, MEC, «Señuelo» (2020), Primera Mención en los Premios Nacionales de Literatura, MEC y «Gastronomía de olvido» premio Amanda, incentivo a la edición de poesía otorgado por el Instituto Nacional de Letras de la DNC|MEC. Obtuvo diversas menciones honoríficas en poesía joven en su país.
Participa del grupo de investigación (GILFU) sobre el cuento fantástico uruguayo, ha realizado diversos talleres de escritura creativa para adolescentes y adultos y también se desempeñó como curadora y gestora de eventos culturales.



Romina Serrano
(Montevideo, 1994)

LA LÁMPARA

La oscuridad no se termina
cuando cierro los ojos,
la siento debajo de los pies
y a los costados de mis brazos
rozando los pelitos
que están voceando el miedo
de una niña obligada
al latente salvajismo de la oscuridad,
de la pérdida.
Es hora de irse
y yo nunca quiero
dejar de ser Romina
para pasar a ser solo
los sueños o las pesadillas
de las niñas que no juegan con fuego.
¿Por qué debo entregarme?
¿Por qué si sé que no estoy sola?
Mi madre nunca lo dijo,
pero si dijera algo sobre esto
seguro sería que:
esta es mi noche
y esta es mi guerra
y esta es mi cama
y que ya les advertí a los monstruos
debajo de ella
que, si se llegan a subir,
prenderé la lámpara.


LOS SECRETOS

Aprendí a tener secretos
a los seis o siete años;
comencé a recolectarlos
como fragmentos de una historia
destinada a ser escondida debajo de la cama
así solo un monstruo o yo podría
saber que me había atrevido
a vivir tanto a solas.


LA OSCURIDAD

Yo fui la niña oscura
la que adoraba las estrellas
para dominar a los demonios
en la furia de un cosmos
que engendraba a mi cuerpo
como a un parásito.
Yo fui la niña oscura
que dominó
la lengua de las serpientes
la que habló Eva
para escapar del tormento
del cuerpo obsceno de Adán.
Yo fui la niña oscura
que golpeó a sus padres
que les insultó hasta el desarraigo
que no pidió permiso
para fantasear con dormir
lejos del colecho.
Yo fui la niña oscura que mordió la teta
que se comió la tarea
que escupió lápices retorcidos
con historias que alteraban a la maestra.
Yo fui la niña oscura
que agitó y maldijo a los ángeles
agarrándolos del cuello
y quitándoles las alas
para ponérselas a sí misma.


LAS PESADILLAS

Las pesadillas fueron un presagio:
sueño que mis madres me dan de beber
sin tratar de ahogarme.
Si al despertar tengo miedo de mi vientre,
es porque tengo miedo de la sed que guarda.


EL SEXO

Me hice mujer en un matorral,
estaba sola entre la maleza
con demasiada oscuridad
como para tener miedo
de volver con la entrepierna manchada
adúltera de mi niñez.
Sé que piensan que fue alguien,
cualquier fulano estúpido, insulso
y precoz,
quien me hizo mujer
luego, mucho después de la ternura.
Pero mujer me hice sola
despedazando aquel día lo verde,
plantando mi natura
erótica
enterrada
bajo la tierra de un rancho mal cuidado
donde luego habría flores, luz, tiempo.
Desde entonces,
amarilla, amarilla,
con la tierra natal
manchándome la piel
furiosa y bella
como los girasoles de Van Gogh
dándole la cara
a toda la brutalidad
que encierra un día.

Romina Serrano. Educadora en Informática y programación para niños, Docente de Literatura y Español, poeta y ensayista asociada a la Facultad de Humanidades y al Centro Latinoamericano de Economía Humana. Como poeta posee 4 libros editados en Uruguay, Argentina y España: «Ejercicio de las memorias» (Otro Azul, 2018 y Liberoamérica 2019); «Selección caduca» (2018), ganador del premio de Poesía Joven de la Casa de los escritores; «Morir no es fácil» (2019), ganador del concurso de Poesía Joven de la Fundación Nancy Bacelo. «La biblia de una mujer», publicado en formato digital en 2021. Ha participado en festivales, conversatorios y más eventos.



Marcela Matta
(Montevideo, 1972).

YO

estoy en la piscina
y tengo los brazos de cemento
se me hace agua la boca de tormenta
tomo la decisión y se me escapa entre los dedos
esta mano es mi cuerpo y tiene dientes
mastica las palabras y después las vomita
menos mal que este papel no es blanco
afuera está la playa, el mar, la orilla
la arena es este polvo de pastillas
que le hace al corazón una redada
nunca tiendo la cama
que se llena de sombras y locuras
tengo un gesto en la almohada
y una falsa modestia en el ropero
tengo pueblos enteros en las sábanas
tengo tristeza de viajero
nunca enredo al pez del enemigo
yo siempre pesco en mi tablero
el día es una herida a la que vuelvo y revuelvo
me tomo uno y mil tragos de calmantes
tengo en mi casa un mundo de inhumanos testigos
de plantas que imploran a la altura
tengo un cuento en el teclado
tengo un código de tiempo
pero no tengo auto
no existe ser infiel
pero existe la mierda
y gracias a Bukowski estoy borracho.


SERIAL KILLER

buscando un poema para compartir
porque hoy parece que tengo que compartir un poema
qué pensarían los poetas aquellos
los poetas de veras
de usar esa palabra «compartir»
no escribir un poema
no escupir un poema
no vomitar un poema
no,
compartir
qué proletario gesto
que nadie reclama
que nadie conscientemente necesita
para qué compartir lo prescindible
pero la necesidad es tanta
la angustia
el descontrol
la ira
el deseo
el asesino instinto
palabra puñalada
yo te atravieso
de lado a lado
con mis versos
o no
si tenés armadura seguramente no
entonces será el ácido mi espada
y te destruyo
destruyo tu coraza
porque te quiero acá
sangrando
y no sé qué más quería decir
esta noche rasgada
hecha trizas
me cuelgan las palabras
soy un espantahumanos
porque llevo la ropa de las aves
tengo alas de verbo
tengo nido
y un cielo infinito de mortajas
tengo la vida entre las piernas
y la muerte colgando en mi cabeza
y tengo todo
cuando puedo decir que no quiero más nada
buscando un poema para compartir
no he encontrado nada
entonces estos versos espada
que te atraviesan
si estás vivo al final
te toca el ácido
mañana


ESTE ES MI OMBLIGO

Nací con el corazón envuelto en mil mortajas
desenredé las vendas de mi momia
niña extraña, alienigena o muerta
dentro de un cuerpo caprichoso
aprendiendo a andar
cargando huesos y carne
a veces tan muy poca
a veces tan de sobra
yo no sé
nunca supe de ese balance
entender que esto también soy yo
esta piel que se eriza
esta sangre que se empeña en correr
por este laberinto absurdo
qué extraño me resulta este envace
qué condena
qué fácil sería ser la imagen etérea que percibo de mí
ciento cincuenta brazos
uno y todos los sexos
una y todas las lenguas
este pelo mi pelo
es siempre yo
al igual que mis ojos
y mis entrañas
aprender la belleza
de cada cicatriz
desconocer el desencanto de otros
y abrazar la fascinación de los demás
son sólo trapos
unos trapos de piel y hueso
soy
y todo lo demás que nadie entiende
envuelto en mil, milenarias mortajas


QUÉ

qué del amor tendré
una vez bajado del Olimpo
su espejismo de Oasis
qué del amor tendré
cuando acepte que es
más sed
que agua
cuando entienda
que no es un fin
sino un principio
qué del amor tendré
cuando el amor decida
finalmente
tener algo de mí.


PRÓLOGO

nunca sufro la angustia de la hoja en blanco
cuando las palabras no acuden a mí
no las extraño
hace falta el puñal en el pecho
la aguda soledad en las entrañas
el sabor desaparecido de los besos
el frío del no abrazo
la caricia vedada
para necesitar el verso
inútil desahogo las palabras
aún si son susurro
o mueca casi muda
o microscópicas formas del dolor
dibujando un poema
un destino más digno
que el suplicar absurdo
que un llanto silencioso
que una carta
qué vergüenza después
si esto no fuera obra
si no pudiera vestir de dignidad y gracia
de talento, insania, creación
de garbosa prestancia
qué divina la excusa del poeta
qué poca su eficacia.

Marcela Matta. Es productora, realizadora audiovisual y escritora. Produjo, dirigió y editó los largometrajes de ficción «Muerto con Gloria» (2021) y «Los Modernos» (2016) de la cual también fue co-guionista, ambas películas realizadas junto a Mauro Sarser. Es miembro ejecutivo de la Directiva de Cinemateca Uruguaya. Como escritora publicó «Circo» (Ediciones Una Temporada en Isla Negra, Chile, 2020) y «Muñeca» ( Editorial Yaugurú 2015). En 2013 editó el fanzine de colagge y poesía aleatoria «Tigre Giratorio» junto al colectivo Pega Duro.
Presentamos poemas inéditos y de «Circo» (Ediciones Una Temporada en Isla Negra, 2020)




María Laura Pintos
(Montevideo, 1971).

TENGO

tengo una mesa china
dos sillones franceses
seis sillas americanas
un perro canadiense
dos hermanos argentinos
un vino chileno
unas botas peruanas.

un libro escrito en francés
otro en portugués.

una máscara sudafricana
candeleros del Ecuador
collar de plata mexicana
sangre portuguesa
abrigo italiano
aceitunas griegas

y el juego completo de porcelana inglesa
que mi abuela recibió como regalo de casamiento.

porqué será, sin embargo, que el mundo me es ajeno.


AMAR A UN LOCO

todos debemos amar a un loco
amarlo con toda su locura.
nadie como un loco te hará reír como loco
ni volverte loco de amor
nadie enloquecerá tu pelo
ni tu espalda, nadie como un loco
para las locas noches de insomnio.

pero si te acercas demasiado a su boca
corres el riesgo de quemarte
pues los locos arden con su fuego
y se incendian de pasión y de vida
y da lo mismo si se quedan ciegos
porque pueden ver hacia el pasado y el futuro.

ama a un loco con locura
y sabrás del sabor de las frutillas en invierno
del color del viento y la canción del cielo amaneciendo.


MADRE, SOY UNA TONTA

Madre, soy una tonta.

bailé con los lobos con piel de cordero,
no supe, madre, que no podía confundirlos
yo también era un lobo que bailaba
o un cordero disfrazado de luna
dejé que olieran el miedo
que transpiraron mis pupilas
que lamieran las heridas
que ellos mismos dejaron en mis huellas,
lobos lágrimas de cocodrilo,
piel de gallina, pisada de pato.

bailé con la jauría entera
y yo no era más que una mujer perpleja.

Madre, soy una tonta.


ESOS OSCUROS BARES

dónde están
esos oscuros bares
en los que una mujer pueda irse
de hombres y copas
y luego escribir canciones
que los demás escuchen asintiendo
conmovidos por una soledad
que jamás han vivido,
poemas que pinten un remedo de sonrisa,
unos ojos melancólicos,
un recuerdo de tiempos
en que se llevaba la tristeza
pegada en el vaso

dónde el oscuro vientre
de un Jesús
en el que cualquier Magdalena pueda
sumergir su hambre desatada,
su deseo irrefrenable de ignorar la muerte,
su destino de andar siempre de lutos

no cargo ninguna bandera
sólo pregunto dónde
esos oscuros bares
en los que una mujer pueda irse
de vida y de olvido
en el ojo de una madrugada
en que todos somos iguales
frente a la boca del lobo.


QUISE

quise dibujar alas
y me nacieron flores en la espalda,
cada marca ha sido un duelo
y el dolor en la piel, un recuerdo

quise dibujar viento
y me crecieron ramas en el pelo
bajando por la columna
buscando el centro
soy como un cerezo
con sus raíces ocultas
y sus pétalos naciendo

las letras que me han escrito
en algún rincón del cuerpo
dicen que dicen vida
dicen que dicen tiempo,
tiempo de los cerezos,
fugaz y sereno tiempo

uno por uno mis tatuajes
anticiparon sus duelos
y en la espalda llevo alas
como flores para un entierro.


AHORA COMPRENDO

ahora comprendo que quién se ha quedado tres días en su casa, ya no quiera salir más
comprendo a la vieja de mierda que vive en el piso de arriba
y su cautiverio de más de cuatro años
lo que no entiendo es porqué se molesta tanto con el humo de mis cigarros
el ladrido de mis perros
la música a todo volúmen
y ese poeta
mexicano dice que es, aunque también dice que no tiene patria
qué carajo tiene que contarme sobre las maras
y la Bestia, si yo ya lo sabía y lo había olvidado
pero no, aquí estoy desesperada por una revolución que ¿no es la mía?
qué les pasa a esos hijos de la chingada
qué tienen que tanto me inquietan
qué con México y su calor y su frío
su mezcal y sus soles dobles
yo tan tranquila, tan metidita en la casa,
tan amable, tan buena cocinera
qué tengo que leer de los que tienen hambre
si yo no tengo y mientras leo tomo buen vino
Malbec, cosecha 2017,recién traído de Buenos Aires
viaje relámpago con hermana
distracción de la sana, mucho caminarle a la ciudad
aunque la noté distinta, qué se yo, más triste
mucha gente durmiendo en la calle, viste, familias,
gente mayor, viejos y viejas abrazadas a sus carteritas vacías
qué cosa, todos tenemos nuestras guerras, no,
la soledad, la incomprensión, la falta de estímulo,
la falta de respeto y la falta de inspiración
cuatro años ya, sin ir más lejos, que no publico un libro
nada, se me vació la poesía parece
y aparece este chamaco a contarme del tren
y del río Suichate y de como cruzaba la frontera con su padre
y de Orlín y de Mara y de qué carajo se queja
si le dan tema che y acá ¿no pasa nada?
dónde meto ahora los ríos de sangre
los muñones, los cuellos sin cabeza, el hambre,
la falta de tortas, mi madre muerta hace dos meses,
el hambre, el hambre, el hambre…
corro hasta el teclado y lo escupo sin filtro,
para que todos piensen: ¡qué bien que escribe la güerita!

María Laura Pintos. Publicó: «Carnal» (2011), «La Jaula», poemas en prosa, (2015). En 2020 publicó «A todo lo que tiene alas» con la editorial Yaugurú. Formó parte de varias antologías. Desde hace seis años trabaja el lenguaje performático y ha desarrollado intervenciones en distintas instancias. Fundadora y co-editora, desde noviembre de 2017, de La Coqueta, editora de poesía.



Ana Strauss
(1977)

ORORÓ

debería yo rascar mis manos hasta encontrar aceite, fuego, brasas
debería hacer dunas, arena
debería hacer arena y más arena
encontrar hojas
asir el cabello
debería hablar con cada letra
antes de hablar debería hablar con cada letra
cuando cierro las pupilas, desarraigo las pupilas
jazmin
amarro una rama, un paso del día
la boca, los pies
debería hacer dunas arena con mis manos
detenerme paso a paso
haciendo jazmines
haciendo el jardin
la arena
la tierra
mis ojos caen
que el palabrerío desencadene lo anterior
las palabras anteriores
he perdido la mirada de mis pies
la mirada descubre el rostro en la mano del que mira
la línea del rostro donde fuimos manos
el minuto donde las manos otean
el rostro y la línea del rostro
velada
y qué se mira en el rostro, qué se mira en la cara querida, qué se mira en cada línea que define un gesto
y cuando los ojos cerrados qué
el trasiego cuando la mirada se hace añicos
el trasiego hasta que la mirada vuelva a componer
entre leguas y leguas, el vestido y la enagua
al cabo de unas horas se abren los ojos
se recobran los ojos
he olvidado que decir y qué decirme
me leguo mil leguas más

Fragmentos de Ororó, publicado en 2017 por Editorial Yaugurú, Montevideo Uruguay


14:52

tener un tiempo
un tiempo para llamar a cada cosa por su nombre
como si hubiera tiempo para esto
encontrar una distancia óptima
entre esa promesa y todo eso que sobrevuela ahora
y ahora
tener un tiempo
como si hubiera tiempo
para amurallarse
mientras caen racimos

Inédito 2019


15:15

un caballo galopa hacia los huesos de sus crines
se inventan historias, arcos y flechas
también se pide piedad
pero los huesos no tienen piedad
son huesos

Ana Strauss. Su poesía ha sido publicada en antologías y muestras de poesía uruguaya, en revistas literarias de Latinoamérica y Estados Unidos. Publicó «No sé qué hago en Inglaterra» (2013), «Ororó —canción para un párpado—» en (2017) con la Editorial Yaugurú.
contacto: IG _ anastrauss _




Manuel Barrios
(Montevideo, 1983).

MARÍA NUESTRA SEÑORA DE LOS HUESOS

POR IR A DESCANSAR EN BRAZOS DE MARÍA
NUESTRA SEÑORA DE LOS HUESOS
Por habitar la casa donde se esconde la niebla.
La casa de conejos
hervidos con legumbres
en un infiernillo de álamo y astilla.

Para ir, hacer camino. Sobre el fuego pensar la ronda.

Llamar con el silencio a las Norias que tejen hilos
donde prende el cardo y desborda la vela.
Una encrucijada de piedra de afilar, de junco,
de azotea.

ENCIENDE MI CUERPO PARA ENCONTRAR LA VELA

***

POR IR A DESCANSAR EN BRAZOS DE MARÍA
NUESTRA SEÑORA DE LOS HUESOS

Para referir la historia que no miente a las bengalas.
Nombrar a Ícaro para llorar su desobediencia.
Temerosos de mirar al sol.
Sin dedos ya para señalar a las estrellas.

YO SÓLO PIDO QUE ME LLEVE EN SUEÑOS
QUE SE ACUERDE DE MÍ Y ME LLEVE EN SUEÑOS

***


Plegar las caricias que nos dimos en la casa de cartón.
Dormir sobre la pérdida.

Los pasillos del cuerpo son esta memoria a la que
se accede como homenaje.
Un tablero de bronce lupino, mesmérico, luciferino,
para clavar la reina y avanzar los peones.

Huracán, Gruta, Azotea.

Cerca, muy cerca, la tierra enloquece en un tic-tac.
Los sabuesos del tiempo transportan los brazos
hacia el horizonte del pueblo.

La opción es entrar a la torre del sosiego. Acordar
una tregua con el santo hospicio.
La opción es entrar en la torre que tú preparaste
para retardar el principio y darnos margen para desaparecer.

A lo inadecuado: Prohibitivo.

Restallar la sangre del amante con nuestros besos,
a los besos robados en la madrugada.

Apadrinar la hostia de raíz hacia la boca.
Para llover en este mar de sueños:
la madre que llega, el hijo que se va.

La cordillera es el manto donde sueñan.

Yo sólo pido que me lleve en sueños.
Que se acuerde de mí y me lleve en sueños.


POR IR A DESCANSAR EN BRAZOS DE MARÍA
NUESTRA SEÑORA DE LOS HUESOS

Desatorar los huesos en la garganta del diablo.
Perder en el diario vagar.
Hilos que bailan sobre flejes.
Ojo gatuno desde la zona interior al Ministerio
en la Dicha.
Sabía convertirme en huella, cavar dunas en mi
[abdomen para fatigar los órganos.
Sabía trasladarme, convertirme en número y ser recordada
en los domingos de ramos por mi lazo color menta.

Desde entonces somos extraños a nuestras huellas
de arena & de cal.

De los familiares decimos los sobrevivientes
de la guerra.
De los extraños, la historia de sus robos.
La fugacidad de los raptos.

EN CUANTO A TI
LLANO DEL TAMBOR
RENUEVAS LA EXISTENCIA MOLIENDO
PALABRAS
DE ARENA & DE CAL
NUESTRO HORIZONTE EN LA LUNA


LLAMADO PÚBLICO A POETAS PARA LA OCUPACIÓN DE SUS POEMAS

I
Porque caímos en desuso y estamos feos.
Sin posibilidad real de interpelar a la política,
sin interés legítimo de ser parte de ella.
Y nos asombramos del profundo silencio que guardan nuestros poetas sobre el mercado y las legiones extranjeras.

Hemos visto arder nuestra corona de papel maché en la casa de Julio Herrera y Reissig, mientras en la sala continua se acordaban las designaciones.

O también que un grupo de poetas finísimo se apropie de lecturas organizadas por poetas anarcos que terminan leyendo sus textos junto a una volqueta de basura, haciendo sonar su tapa.
Parce que les verbes sont tués par des policier de la poésie
au service de l’opression de la poésie

Serge Pey

El Ateneo de Montevideo guarda una luz encendida
en la habitación de los premios fantasmas.

II
Porque caímos en desuso, y estamos feos.
Vamos por el lado del papel que juega el papel junto a la edición de consignas que nos salven.

El olvido es un monstruo vestido de gala.
El olvido baila break dance entre las tumbas de Delmira Agustini
y Carlos Sabat Ercasty.

Porque estamos malos, malos, muy malos,
como lobos en conflicto ante la gremial de ovejas.
¡Queremos un lector! ¡Uno!
Queremos un lector que nos lea para ahorrarnos las horas de charlar con él.
Lo invitamos a lecturas en salones para justificar las horas de los especialistas.
Pedimos su brazo, hacemos transfusión de poesía y el olvido lo depositamos en frascos.

III
Estamos feas por la contaminación de ciertas plantas de pies horrorosas.
Plantas que promueven aquelarres en directo vía zoom,
capacitaciones para emprendedores que han perdido su empresa.
Para ellos, y específicamente para ellos es que alzamos nuestra voz y damos el siguiente mensaje:

LLAMADO PÚBLICO A POETAS PARA LA OCUPACIÓN DE SUS POEMAS

Para pensar la poesía en términos de educación hay que pensar a los poemas en términos de poder.
Un poema es un pedazo de tierra ganada al silencio.
Un poema es un espejo de lo que no existe.
Un poema es un buen pan tostado con manteca.
Por esto es que recitamos poemas en ferias y plazas donde nadie sabe nuestro nombre.
Ahora ocuparemos por tiempo indefinido el lugar reservado al poema
con una buena porción de nuestras vidas.
Escribir — Hablar
Recitar — Registrar
Decir — Hacer
Recordar — Alucinar
Poemar — Soñar
Porque los poemas que no leo se siguen escribiendo.

Manuel Barrios. Su obra literaria está formada por: «Librería Psoas» (2019), «Sigilo» (2017), «Yoga» (2011), «Democracia» (2007). «Explanans» (2007). Compiló varios libros y realizó antlogías de varios poetas como Julio Inverso. Ha escrito varios libros como coautor, por ejemplo: «Poquita Fe» «Vértigo de los Aires», «Desembarco Poético», entre otros. Forma parte del colectivo editorial Dios Dorado (2016) y Editorial mental (2010). En el año 2018 obtuvo la beca de formación Eduardo Víctor Haedo del Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística (FEFCA, MEC).
Presentamos textos del libro «Los poemas que no leo se siguen escribiendo».




Hoski
(Montevideo, 1988).

De Goes to Goes (Montevideo: Pez en el Hielo, 2021; Tatami Registros, 2021)

ESCENA 6 – DOPPELGÄNGER

A las 3 de la mañana
Goes es inminencia.
Como un ludópata
condenado a jugarse la vida solo,
me entrego a la dilución del mapa
y al incendio maquinado
de puntos rojos y cruces.

Afuera:
las aceras transparentes,
los plátanos atascados,
los jardines de utilería.

Adentro:
el hálito
rugiente
de un insomne
alejándose en eco Doppler
como el rumor de una moto
o el filo de una cuchilla.

De mis dientes al largo de las calles:
solo el hueso.
Desciendo,
y el sampleo de la estática de Radiotaxi,
contrapunteando esnifadas,
es un saludo de bienvenida,
sin fecha de vencimiento
ni documentos para el cadáver.

(«En Bulevar y Millán,
una abadía de veteranos tapados;
en el Barrio de los Judíos,
el calor de una putita
travestida de entrecasa.
Un obelisco de carne
señoreando las avenidas
aristocráticas del Prado;
duro como los adoquines,
exigente como los rosales.
Al fondo de un corredor,
en el cielo de una torre en Nuevocentro;
lo que todos,
siempre,
con la careta adherida del nickname
suplicamos de rodillas»).

Desciendo,
y un fluido ardiente de caracteres
me consume las retinas
hasta ionizar el aire
y devolverme a mi estatus de topo.

Debajo:
ningún objeto obedece a la permanencia,
no hay referencia en los ecos
ni límite para el tanteo.

Debajo:
una lombriz de dos mil cabezas,
el desgarro infrasónico
al final de la cadena de pedales
COMPRIMIDO
COMPRIMIDO
COMPRIMIDO
como un espectrograma de mi registro
o el himno secreto del anonimato.

—Eurídice: estiro la lengua
contra la sopa crujiente de nombres
y tu aura avinagrada me forma regiones,
acordes completos,
como hematomas,
en el lóbulo temporal.
Ahora que todo es posible,
Eurídice,
que la distancia cuántica perfecta
es una extensa galería de tiempo
minada por los insectos.

Una corriente antigravitatoria,
brillante y vertical,
conduce tu aparición en la sala,
enlenteciendo la samba de las plumas
en un pixel saturado de blancos.

——Quiero dos jóvenes,
dos Álvaros de Campos, dos Bobbys,
el tortilleo invertido, la ofrenda debida.
¿No soy acaso la diosa moderna del Ki-gel?
¿No soy acaso la efigie del Nuevo Orden Mundial,
sintetizada en la silicona china de un strapon?

Estiro la lengua, Eurídice,
hasta deglutir los grafemas de tu voz,
y a falta de un término definitivo,
me quedo en «paz»
con esta forma de tu presencia.

Detrás:
el contraste cromático de los iris,
el semblante robótico
de Laurie Anderson.

—Por estos lugares llenos de temor,
por el caos y el silencio de este vasto reino;
de la muerte
gozados los dos.

Estiro la lengua y los dientes,
como un pordiosero ontológico,
y en la ceguera de la tierra
alumbro otra vez el trueno:

—Tu sol no me gusta Orfeo.
Ni tu pecho de osito,
ni tus rulos, ni tu frente,
ni tu barba.

A las 3 de la mañana
Goes está cercado:
sin puntos, sin direcciones,
el plano es una impresión vacía,
arrugada y exprimida
anclada al fondo de mi garganta.


ESCENA 8 — BUCLE DE MASA

Hay horas que son barridas como un rebaño de nubes,
como una sucesión de intranquilidades
que no tiene origen
ni consistencia para ser cadena.
Mi cuerpo se pliega sobre sí mismo
—se reencuentra con su imposible,
uno consigo en la percepción masiva—
y mantiene los músculos dispuestos
con un rigor que me cansa
y me desnaturaliza
hasta parir mi doble.

Me guillotino.
En right:
la tragedia del amor libre de mi roomie,
el streaming de un barullo
casteado desde la sala.
En Left:
las esquirlas rebotadas de una escena,
como hollines de un infierno a cinco metros,
flotando a través del patio.
—Yo trabajo todo el día, Camila,
no seas mala, me rompo el culo en la escuela
y encima me venís a pedir plata.
Uno mis partes
pero de este lado
no hay más que fuego negro,
la latencia de la puerta,
y un ronroneo de neutrones
escondido tras la biblioteca.
Rezo por una paz que no me será concedida,
como si a mayor cantidad de placer
le correspondiera una cantidad proporcional de horror
y esta necesidad primitiva de insiliarme,
y de mantenerme en trance,
no fuera otro que mi estado más común.

¿Cuántas emociones por minuto resiste la materia inteligente?
¿Para cuántas estaba preparada a principios del siglo XIX,
antes de la pediatría, la nutrición y las neurociencias?
En algún lugar de Pornhube alguien ya sintetizó la frase exacta,
la semántica de las pajas inconfesables,
a un lenguaje de distancia.
por definición.
¿Cuántas noticias de Montevideo Portal u Ovación
necesita al día un ciudadano oriental promedio
para sufrir un infarto o hacerse un perfil anónimo
y comentar la palabra «Uruzuela»?
¿Cuántas horas de rayos UV
son necesarias para cauterizar una retina?
El hombre del futuro murió en un cibercafé de la Crisis,
y aunque nadie lo recuerde,
Ricardo Lombardo lo lloró amargamente como a un hijo
hasta verlo resucitar en la pelota picada
y mongólica del Loco Abreu.

La parcelación de mí mismo en ventanas
amasa los instantes de manera circular
y pone a freír los minutos en ebullición frenética;
me interno en la tercera o cuarta noche
y espero como siempre
lo que no tiene nombre
y mucho menos cuerpo.

(«Veamos quién está detrás de esta máscara» me dije
y descubrí al Humanismo todavía conspirando;
después de fornicar con Foucault en las escaleras de la París 8
había pedido exilio entre poetas del tercer mundo.
—¡La ciudad! —gritaba—. La democracia en peligro;
el malestar del alma en un spleen 2.0 de la hiperconectividad.
Y yo que no sé ser otro que el que soy
la dejé contarme el cuentito del tío:
que el cyborg de Ramiro Sanchiz se la tenía jurada,
que el último ruralista en ser presidente la denigraba,
que las ceibalitas, que las plantas de celulosa
y terminamos fumando porro
y escuchando un disco de Beach House para bajar).

Pero irse a dormir es una expresión no válida de algoritmo
y si ocurre es más allá de las habilidades instintivas.
Tengo la cantidad suficiente de nervios
como para cablear dos cuerpos,
y si mañana se declarara la guerra en Uruguay
no sentiría menos contractura que la que estoy sintiendo ahora.
Ahora sé de dónde viene todo este estado
pero es solo la escenografía de un juego,
más allá de la pantalla:
no puedo tocarlo,
no puedo pedirle que deje de sacudirme
y todo va para adelante sin descanso
aunque me empeñe en explicarme,
aunque me empeñe en el ensamblaje de mis piezas,
todo es presente
y el presente es electricidad.

Hay días que son un resplandor blancuzco
como una manada de emociones confundidas
migrando por una estepa.
Y cuando el monitor se apaga
y lo único que sobrevive
es el zumbido del bucle de masa del equipo de audio:
no puedo distinguirme entre la estática,
no puedo continuarme
ni ubicarme en la temporalidad reincorporada del cuarto.

Me distancio de los objetos con pudor,
y boqueando en la pecera de vapor y humo,
imagino el contorno inverosímil
de los omóplatos y el cuello.
En algún lugar alguien se preocupa por mí
—o me borra de su lista de contactos—,
pero yo he renunciado a todos
y al timing poco intuitivo
de cambiarme a tiempo a la red social de moda.
Maceré las horas,
ahora cuelgan de la silla como el cadáver de una culebra.
Las sobrevivo en este limbo de sueño prefabricado,
y aunque no tenga razones,
me duermo mordiendo y temblando,
saboreando en el reflujo
la indigestión todavía incierta
de todas las horas futuras.


ESCENA 12 – GOES TO GOES

Mirar
hasta quemar la retina de blanco
y entregarse a la desolación de la caminata insomne
y al fuego liberador de la Central Batlle:
Barad-dûr me guiña un ojo
desde sus vidrios de altura
y refleja para mí de naranja analógico
la última oscuridad del cielo.

Fusionarse al desgarro de un mundo naciente,
en la compañía beoda
de los plátanos trasnochados;
el cadáver telofásico de la mugre
es tan solo un trozo de crisálida
germinando bajo las uñas.

Encontrar ciegas manos el rostro perdido
—homéricas manos, manos de Ray Charles—;
ceder invisible a su impulso de magma,
y a su manoseo de libertino flácido:

hoy soy la energía oscura de los fonemas
y como ofrenda solar me oculto
a esperar que termine el día.

Hoski. Es profesor de Literatura, poeta, narrador, editor, músico y performer. Editó «Poemas de Amor» (2010), «Hacia Ítaca» (2011), «Ningún Lugar» (2017), «Poemas de la Pija» (2015) y «Goes to Goes» (2021), y coordinó la antología crítica de poetas ultrajóvenes «En el camino de los perros» (Estuario, 2018). Integró grupos performaticos y proyectos varios. Desde 2012 es coordinador de los talleres para la estimulación de la lectoescritura poética en adolescentes de Educación Media uruguaya Orientación Poesía, y desde 2015, del colectivo de poetas adolescentes y jóvenes En el camino de los perros. También ha publicado cuentos. linktr.ee/hoski

Fotografías tomadas por: Paola Scagliotti @pao.scag


Martín Barea Mattos (Montevideo, I978). Es escritor, músico y artista visual. Trabaja como gestor cultural. Es el fundador del Mundial Poético de Montevideo, festival internacional de poesía que lleva ocho ediciones, desde 2013. Publicó los poemarios: «Usted está aquí» (Estuario, 2022), «URUGUACHAS», poéticas en Uruguay 2018 (La coqueta editora, Uy, 2018), «RBL» (Frac de medusas, Madrid, España, 2018); «Never Made in América» (Lavender ink, NOLA, USA, 2017); «Made in China» (Estuario, Uy, 2016); «Parking Barea Mattos» (Una temporada en Isla negra, Chile, 2013); entre otros, anteriores.


Escrito por

Revista cultural y literaria de la Fundación Cultural Esteros.