Publicamos esta selección de poemas, entre ellos uno inédito, exclusivo para la Revista Esteros, de este poeta granadino que repara con sus versos y, al igual que la técnica oriental del kintsukuroi, convierte en oro la cicatriz y el dolor.
Por Carolina Zamudio
Almirez
hay un niño que pierden
todos los poetas
Federico García Lorca
Machaco con los ojos las semillas
que huelen a tabaco y remolacha,
aquel olor metálico y dorado
que estalla en golpes secos.
Se enredan en zarzales mis recuerdos,
susurran los chopos lejanos
y alargada dibujan
una sombra, mi infancia.
Sangra una letra tallada,
áurea cicatriz en carne viva,
supuran los anhelos,
inundada de sueños esa casa
que nunca fue del todo nuestra.
Hoy te busco, Matilde,
en tus enseres sacros,
en tus pechos baldíos,
en la niebla de los años
y habito en tu matriz
como una sanguijuela.
Machaco con los ojos las semillas
que huelen a hinojo y perejil.
A lomos de un caballo de madera,
trotan risueños en la noche
dos jinetes en miniatura.
Apenas al alba un destello,
Luisito se agarra a mi cinto,
pues otro jinete a lo lejos
viene raudo hacia nosotros.
Giro y pierdo las riendas,
la luna dibuja tu rostro;
tocando un tamborcillo,
miro al azar de frente
y lanzo un pajarito verde
que vaga eternamente por el limbo.
Caballito negro.
¿dónde llevas tu jinete muerto?
Machaco con los ojos las semillas
que huelen a sudor y ensueño.
Laura
En la habitación hay ese silencio especial
que reina en los hoteles,
un silencio calculado.
MICHAEL CUNNINGHAM
Las horas
Silencio,
quiero dormir,
quiero perderme en esta habitación
desconocida
sin tartas ni mandiles.
Silencio,
quiero leer,
quiero ser la heroína de mi fiesta
y de la tuya,
bailar con mi creadora.
Silencio,
quiero olvidar,
quiero dejar de ver los ojos cándidos
y desmedidos
que presagian la muerte.
Silencio,
quiero soñar,
quiero escuchar las olas que me anegan
en esta estancia,
fundirme con las notas del piano que seduce
y acalla los chillidos del niño tras el coche.
Silencio.

Palabras de papel
Busco palabras,
nombrar este dolor
que se despeña
por un catálogo de voces mudas,
sentimientos de aceite que flotan en el agua
podrida que me anega.
Busco palabras,
nombrar la mariposa
que vuela lejos, lejos de estas páginas
reales y eruditas,
frías como el papel
que me hace cortes en los dedos.
Busco palabras que te invoquen,
palabras que
huelan a ti,
suenen a ti,
sepan a ti,
pero las letras se hacen humo
y el fuego quema tanto
que no sé si la bruja que crepita
tendrá tu rostro
o el mío.
Hongi
Aquella noche no llovía
sólo en la calle.
Compartimos la cama como extraños
―la misma lluvia,
la misma pena―
pues ni el sol de tu pecho
prendió el cuarto anegado
mientras tus palmas
achicaban el agua de la alcoba
lamiéndome la piel.
Aquella noche no llovía
sólo en la calle.
Dejaste en el olvido
la hombría de tu tribu para entrar
en mis pupilas, para abrir
las puertas de tu mundo.
Rozamos la nariz y respiramos
―la misma brisa
al mismo tiempo.
Aquella noche no llovía
sólo en la calle.
En mi pueblo llovía, y en el tuyo
―la misma lluvia―
y el arca que forjamos
en la penumbra
surcó las olas.
Leslie
Beso tus cartas
colmadas de recuerdos,
de olor a hogar, de tinta
en los pulgares.
Te marchaste a destiempo.
Estalló la noticia en mil pedazos
que flotan en el aire
tiznándome de pólvora la boca.
No fue tu muerte un simulacro.
Derramó en ti sus frutos la granada,
soldadito de plomo batido sin combate,
y yaces en el bosque
aquel, ausente; mientras yo maldigo
el viento, el mar, la luz del sol, la vida,
tan muerta como tú.
De nada servirá gritar. ¡No grites!
Confinados en jaulas
sobre el muro sombrío,
sólo nos queda
cantar, cantar.

Nunca
El olvido es el pájaro que vuela
bajo el suelo
sumido en las raíces infinitas
del árbol deshojado.
El olvido es la anciana con los ojos vacíos,
las arañas que tejen nuevos párpados
cerrados, nuevos duendes
que urden bruma
en las ramas del mito.
El olvido es el diente que desgarra la noche
que sangra moribunda,
que llora gotas negras
que no se ven pero que gritan
sin voz y que arden húmedas
dentro, muy dentro…
¿Quién es la antípoda de quién
si tú saltaste al mar desde aquel árbol
saliéndote del mapa sin dejar
siquiera anchura a este vacío?
El recuerdo es la sombra
torpemente zurcida a los talones
y el olvido la piedra
que no termina nunca de caer.
Persiguiendo a Alicia (5)
¿quién mira?
¿quién es el ojo de la cerradura?
¿quién ve pero no toca
no atraviesa la puerta en esta sala
de llaves infinitas?
serás eterna cómeme
bébete niña
ahógate en tus lágrimas gigantes
en las letras que giran y no ves
en el bosque sombrío de las cosas
sin nombre gira da la vuelta
a tu blanco dolor que baila al fondo
con zapatos a juego al borde de la nada
tras sonrisas armiñadas de niebla
¿quién baila?
¿cuántas piernas no bailan?
¿cuántas yacen tendidas sobre párpados sepias?
giran las letras en el sumidero
de la memoria
se pierden los acordes
que ya nadie recuerda
porque sobran palabras
pero los pies no dejan de bailar
y tú cierras los ojos
¿quién mira
ahora?

L’Amoureux
Siempre se vuelve solo del amor.
Rafael Guillén
Alza el vuelo el avión y deja atrás
la alcoba de un hotel desconocido.
Por un instante el tiempo nos enreda
en promesas abúlicas
que cazamos desesperadamente
en la estancia fingida
mientras cae de bruces la sonrisa
de cera, enmarañada en sábanas
ofidias que recorren nuestra piel
y ardemos en la lumbre
de lo que somos, lo que fuimos,
lo que jamás seremos.
Hoy el pasaje de regreso
divisa nubes negras que apagan el ardor
del dormitorio donde fuimos
invictos a escondidas.
Quizás las turbulencias estamparon
la nave en el hotel, o quizás ya se hizo
añicos en la casa, en aquel lecho
mullido, en la voluntariosa rueca
de un amor deshilado.
Mirror lakes
En un bruñido espejo
las cumbres se reflejan sobre el lago
orando como monjas invertidas
de velo pulcro y bajos revestidos.
Sobre la luna brilla el holograma
de un cuadro recién hecho
que seduce mis ojos,
dos mitades zurcidas
con hilo imperceptible
que hilvana torpemente
esta quimera.
Me sumerjo en la imagen
que finge vida propia
y naufrago en las aguas
pacíficas del lienzo.
(Inédito)
Gerardo Rodríguez Salas (Granada, 1976). Finalista del XXVII Premio Andalucía de la Crítica. Profesor titular de Literatura Inglesa en la Universidad de Granada. Ha publicado la colección de relatos Hijas de un sueño (2017), el poemario Anacronía (2020) y la obra teatral Vulanicos (2021). Sus poemas se han incluido en varias revistas literarias. Ha sido publicado en varias antologías entre las que destacan: Granada no se calla (2018), Caballo del alba: Voces de Granada para Federico (2018), Poemas del confinamiento (2020), Para decir amor, sencillamente: Homenaje a Rafael Guillén (2021). Sus textos han sido traducidos al francés, inglés, portugués y árabe.

Carolina Zamudio (Argentina, 1973). Poeta y ensayista. Publicó: «Seguir al viento», Ediciones Último Reino, 2013 (Argentina); «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, Artepoética press, 2015 (Estados Unidos) con traducción de Miguel Falquez-Certain; la antología «Doble fondo XII», Musgonia Colección, 2016 (Colombia); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, Éditions Villa-Cisneros, 2017 (Francia) con traducción de Rémy Durand; «Teoría sobre la belleza», Imaginante, 2017 (Argentina); «La timidez de los árboles», Hilo de Plata Editores, 2018 (Colombia); «El propio río», Colección Lima Lee, 2020 (Perú), «Vértice», Raffaelli Editore, 2020, edición bilingüe español/italiano (Italia), con traducción de Emilio Coco y «Las certezas son del sol», Valparaíso Ediciones, 2021 (España). Magíster en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos, y Periodista. Creó y dirige la Fundación Esteros, y la Revista Esteros (www.esteros.org). Premio Universitario Siglo XXI del diario La Nación de Argentina y la Corona del Poeta en el Eisteddfod. www.carolinazamudio.org
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