El poeta, ensayista y catedrático cubano Nélson Cárdenas nos presenta una breve aproximación a la obra de Reinaldo Arenas, a la rebeldía de la intimidad, un homenaje a la insumisión de la sexualidad y del deseo.
Por Nelson Cárdenas
Reinaldo Arenas, según él mismo, «un escritor justamente olvidado que se dio a conocer en la década del sesenta durante el pasado siglo», es uno de los narradores más arriesgados de la literatura cubana. Su «Viaje a La Habana» es un ejemplo de esto y de la irreverencia con que trató la historia del país apropiado por la revolución. Publicada en 1990, el mismo año en que se suicida Arenas en Nueva York, esta obra lleva por subtítulo la aclaración de que se trata de una «(Novela en tres viajes).» Cada viaje oscila entre el carnaval y la tragedia y presenta a personajes urgidos por desmantelar la jerarquía y la norma(lidad) sexual, política y estética del lugar originario. El primero de los viajes, titulado «Que trine Eva», asume una parodia de narrativa epistolar. Nos presenta a dos personajes embargados en un recorrido total de la isla, de oeste a este, en sentido inverso al que recorrieran las campañas armadas de la independencia primero y de la Revolución después y, desde el principio, la escritura de la carta, la elaboración de tejidos y la afirmación de una sexualidad disidente aparecen como procesos más que simultáneos, semejantes.
«Que trine Eva» abre con una escena propia del melodrama. La narradora le echa en cara a un destinatario que: «La primera lágrima que derramé por ti cayó sobre los puntos de crochet de cuatro agujas.» Se muestra «sola, encerrada día y noche, sin asomarme al balcón, sin contestar el teléfono, tejiendo», desprovista, pero persistente: «debo tener la cara manchada de negro por culpa de estos hilos chinos que para nada sirven, pero que son los únicos que hay.» Se expande en detalles aparentemente sin sentido y habla de «la última cenefa de la falda», del «remate», del «punto a cuatro cabos y los nudos franceses», el «saque, el bloqueo, el último pase con la cuchilla.»
Afocando en medio de las ruinas
El tejido es una metáfora de la escritura y, como esta, aparece como una práctica con sus reglas y saberes propios. El texto se revitaliza con su etimología: «del lat. textus, propiamente ‘trama’, ‘tejido’.» De esa forma, escribir se torna un empeño no intangible y abstracto, sino material y redentor. Cada acción del periplo de los personajes va precedida de la descripción de prendas y su elaboración, lo que permite proponer la urgencia de la creación y el escribir sobre la escritura como uno de los caminos posibles de esta narración.
Eva siempre habla de sí en el género femenino, desde «cuando yo era chiquita». Este posicionamiento de género permite entender que simbólicamente Eva teje un pergamino. Con los hilos que entrelaza escribe la historia sobre su propia piel. Arenas presenta la sexualidad disidente como otro elemento en la serie del tejido y la literatura, y como ellos, con su propia gramática, sus propios saberes y su propia corporalidad. Un impulso no puede desvincularse de los otros. Eva reconstruye en la escritura su propia subjetividad y propone un destino posible. La escritura es, pues, un reclamo de la individualidad y un registro del heroísmo de ser fiel a uno mismo. El tejido puede leerse, entonces, como una re-creación simultánea de la fábula y del personaje que la vive y cuenta.

La codificación homotextual que empieza con la creación del campo semántico textil se sostiene además con elementos narrativos tales como la dicción de los personajes, sus acciones y su necesidad impostergable de apropiarse del espacio nacional y re-semantizar su temporalidad histórica. El deseo que mueve a los personajes es el de hacerse notar a toda costa y viajan «por toda La Habana. Afocando en medio de las ruinas». El impulso podría parecer frívolo, pero hay en el gesto una voluntad heroica de validación simbólica. Los homosexuales eran el otro contra el que se definía el «hombre nuevo» formulado por Ernesto Guevara y promulgado por una revolución que, desde principios de los sesenta hasta finales de los ochenta, convirtió la homofobia en política de un estado que por décadas buscó someter a las sexualidades que consideraba disidentes.
Frente a semejante esfuerzo sistémico de exclusión, ostracismo y castigo, la voluntad de «triunfar» exhibiéndose es revolucionaria y, más aún, épica en su justa medida:
Cuando se iban las luces (…) yo tenía que tejer a la luz de una vela (…) Por un tiempo desapareció hasta el hilo búlgaro y hasta el chino. Entonces le echamos manos a las tendederas del patio, a los cordeles de los vecinos, a los hilos de amarrar paquetes (…) Pero no desfallecimos. Cuando desaparecieron las agujetas, salimos (…) varias noches, los dos muy cerrados de negro, con los slacks tejidos a punto de remate, a robar rayos de bicicleta.
En ese empeño de no desfallecer, de exhibirse, de no desaparecer, la narradora se apropia del léxico bélico estandarizado por la revolución y habla de «la gran batalla», da «pasos marciales», sigue «atacando la ciudad». Es la propuesta de revolucionar la revolución. Por eso, en el paroxismo de la comicidad, desfilan por la Plaza de la Revolución un 1ro de Mayo, él vistiendo de miliciano con un «pantalón verde olivo tejido en el mismo cuerpo», calzando «altísimas botas negro centelleante, con una ronda calada al costado, donde se ilustraba a color, con hilo chino, búlgaro y portugués todas las batallas del Cuartel Moncada», rematado con «la camisa azul marino tejida a punto enano con agujetas arqueadas» y «la boina verde botella (…) terminando en una gran borla deshilachada de la cual salían flecos de todos los colores».
Es una declaración de guerra abierta contra el modelo de masculinidad hegemónica y, por tanto, contra el control del sistema. Es un grito de liberación sexual que en la cosmovisión de autor y personaje solo se logra con la habilidad de tejer, con la capacidad de escribir y seguir escribiendo, pasara lo que pasase.
Bibliografía:
Arenas, Reinaldo. Antes que anochezca. Tusquets Editores, 2019.
—. Viaje a La Habana. Ediciones Universal, 1990, 1995, 2000.
Reinaldo Arenas. (Holguín, 1943 – Nueva York, 1990) Novelista que formó parte del boom latinoamericano, la mayoría de sus obras tienen un gran componente autobiográfico. Su libro «Antes que anochezca» (1992) fue llevado al cine. Junto a Severo Sarduy, Reinaldo Arenas está considerado uno de los principales continuadores del neobarroquismo cubano inaugurado por la obra de Lezama Lima.

Nelson Cárdenas. (La Habana, 1971). Poeta, ensayista. Es autor de dos colecciones de poemas, «El guerrero» y «Días de la Espada». Su libro sobre la narrativa cubana de la diáspora,«Isla que no existe», ganó el Premio Nacional de Literatura «Pinos Nuevos», en 2002. Es doctor en Estudios Hispánicos por la Universidad de Pennsylvania. Actualmente es Profesor de Literatura y Escritura Creativa en la Universidad de Texas en El Paso.