«El ciego que ve», antología del Encuentro de poetas Iberoamericanos en Salamanca: homenaje a Antonio Colinas

Con uno de los versos más elocuentes de la poética de Antonio Colinas, el poeta Alfredo Pérez Alencart nos presenta la Antología «El ciego que ve». En Esteros, traemos una pequeña pero significativa muestra de algunos de los poetas que formaron parte del Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca, y de esta Antología y Homenaje.

Por Juan Suárez Proaño

XXIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos

PARA ANTONIO COLINAS

(Ofrenda poética iberoamericana)


NUNO JÚDICE
(Portugal)

ORAÇAO CÓSMICA

Una mujer y un hombre arden en su silencio.
Antonio Colinas

No corpo da nave onde um deus se esconde,
sob a cúpula de um céu inscrito na pedra, leio
as páginas do livro do tempo. Por elas
passam as paisagens em que o sol e a chuva

alternam, e nos seus parágrafos ecoa
um diálogo de vivos e de mortos que se
perderam nos desfiladeiros da memória.
E fecho o livro, ouvindo os passos de

quem me irá dar, com as suas mãos,
a oferenda de um bordado de fogo
para acender o horizonte. É com ele que

se iluminam os vitrais em que surge
o rosto em que, da transparência dos olhos,
eu vejo cair uma gota de infinito.

7-9-2021



MARGARITO CUÉLLAR
(México)

HUESARIO

“Gracias por este anochecer
en el que me he quedado entre las manos
con las pobres, escasas semillas
de las que habrá de germinar luz perpetua”.
Antonio Colinas

Arden los huesos
como si hubiese tomado un baño de mezcal
y alguien por accidente
arrojara una flama al interior.
Si supiera mi madre estos ardores
diría que va a cambiar el tiempo
pero hace mucho que no sé de su sombra
y en estos años
se han vaciado las nubes muchas veces.
La ciática dicen los doctores.
La falta de ejercicio
los años que no vuelven.

El huesero me vende una pomada.
Yo no me quejo. Todos tienen razón
incluidas las nubes
que hace rato arrojaron con furia
la luz de sus heridas.

Junio 30, 2021



AMARÚ VANEGAS

(Venezuela)

COLINAS EN EL ALBA

Morada, centro de mi ser
en llamas
:
me has llamado y he acudido.
Antonio Colinas

El poeta nos habla de su ser en llamas
y algo en nuestra piel cruje con la misma leña.
Acudimos, peregrinos,
contemplamos la absoluta belleza
que nos hiere debajo del silencio.

Dulce picoteo nos enseña,
su fiera palabra abismada
que se abre en el corazón de las piedras.

Entramos al ensueño
donde nos dibuja
con tizones temblorosos
nuevos cuerpos de árbol.

En la curvatura
presentimos el ardor de lo blanco
mientras la noche reposa
bajo el limonero.

Ese punto en la niebla crece
desnudando los espejos:
en la temprana simetría del alba
la voz del tiempo nos arropa.



RAFAEL SOLER
(España)

RECETA PARA UNA BIOPSIA CONSENTIDA

Recordaré este instante como luz sin herida
como mundo sin muerte.

Antonio Colinas

Tomad la víscera completa
desprovista de piel y de esperanza
digamos por ejemplo el tiempo incompleto
de una vida

que corra el agua
limpiando con esmero su pasado
la válvula espinal de los reproches
cualquier rastro de besos y de hambre

cortad después en láminas severas
el lado más oscuro del rencor
los entresijos solemnes del orgullo
la huella que dejaron los errores

pronunciando en voz baja la palabra corazón
entero vuestro ajado corazón
perdido corazón

hasta doscientas veces.



IVONNE GORDON
(Ecuador-EE.UU.)

Para Antonio Colinas

Faltan siempre peldaños para llegar,
y sobran perdidas en el camino que siempre se desbaratan
en hilachas posibles de la nada.
No importa cuán frágil sea la arena, no importa
cuan movedizo sea el fango. No importa
la inconsistencia de la lluvia. Mis células caminan párpados,
mientras las pupilas esperan con sed la quietud
de la velocidad. Gira la rueda. Los ojos sienten
la báscula del corazón, no deseo volver atrás
ni desandar el camino con aire raído entre las raíces,
solo deseo permanecer sin movimiento ante el mundo fugitivo
que oscurece en un murmullo de un sauce que llora
detrás de un animal perdido, que de repente aparece
para arrancarme las nubes, donde nada perdura ni siquiera
la puerta envuelta en prodigios, donde recojo las lágrimas
de un perro en el intenso peligro.
El paso de ahora reconcilia el exilio de los huesos,
rectifica la luz del mar extendido. Hace del mundo
el reflejo más palpable. Sólo en ese paso, en esa hora
surge la vigilia más clara de todo simulacro,
y todo está a punto de nacer.



JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS
(España)

LA IMPRESIÓN ABSOLUTA

“¿Cómo hacer duradera con el verso
la impresión absoluta…? “

Antonio Colinas

La palabra se funda en la necesidad,
en lo inmediato, en la urgencia.
Desentraña la luz.
Musita el lenguaje
que ha escondido
en el territorio de la infancia.
Y nombra lo invisible,
la lejana realidad
depositada en la memoria,
la paradoja
que contempla el silencio,
el misterio de quien se reconoce
heredero
de la mirada de los pájaros
cuando vuelan sobre el horizonte
transparente de los sueños.
La palabra
enmudece en el abecedario
que el corazón escribe.

Dibuja los colores cuando la mañana
se esparce sobre las cosas
para encender el mundo.



AÍDA ACOSTA
(España)

“te tenga a ti, silencio de la cumbre,
o a ese sol abatido que es la nieve,
donde la nada es todo.”

El ciego que ve. Antonio Colinas

Ahora que se han encendido los tilos
te nombro
luz última
donde permaneces ovillada en la nube espesa de carbón,
y se aprieta el aroma
como una rosa minúscula en el corazón de la tarde.
He oído tus pasos sosegados
rozar la piedra de la plaza celeste
y no te veo,
tu imagen de pájaro pasa fugaz
por la fuente,
nada ha detenido
el cálculo milimétrico del disparo
el párpado luminoso de la tormenta
donde la ciudad paraguas
guarda una melodía de lluvia para la sombra.
No te vi
sentí tu tacto de palabra abierta
en el costado
aquel acento verde repitiendo:
no es más oscura
la habitación de tu mano
que el callejón donde caminas.
Ahora que se han encendido los tilos, sé
que cuando las mieses susurren vencidas
volverás
con tu paso de agua
bendita oración la tierra que se arrima,
el sol cierto.



MANUELA VIDAL VALLINAS
(España)

A Antonio Colinas

Llévame canto donde principia alegre la luz
Esa que llega de Él enfebrecida de silencios, de bosque y agua
Acúdeme, en la lentitud del calor que seca los páramos,
A sus cauces lechosos
Donde las resecas fuentes se aprietan a su voz para volver a ser
(aquellas que quieren para sí y su sequía y su isla, siempre de Él
los pasos, y que aguardan atesorando mediterráneo calor
en la tierra apretada a la resina y la música, como la culebra
en la lastra al sur de una noroeste cima, volver en su voz a ser brotadas,
como humilde sombra rebosada de patio primero y de pila)
Regrésame del extravío infecundo del charco
(donde agostada la piedra reclama para sí la certidumbre
de los interrogantes, la incertidumbre-telar donde tejer y entramar
las noches enfebrecidas de estrellas con el decir de la lechuza
o un monte, un valle, una viña, el hierro candente y su golpe,
la leña o la flor, un cuaderno, todos los rostros)
Permanéceme como tormenta de Agosto con tus versos
deteniendo el aire sacándome de la vida para devolverme así
y a ella después siendo ya mejor gracias a tu palabra.

26/07/2021



LAURA GARCÍA DE LUCAS
(España)

¿No tuviste bastante con morir una vez
en la muerta ciudad, que vuelves otra vez
entre sus cancerosos muros iluminados
a veces por verdores putrefactos?

A. Colinas

Un niño con asma
su calor espeso y difícil
donde encierran las gotas
el destino de los muros,
tus dedos,
y digo dedos
por poder nombrar el tacto
de la ciudad muerta,
porque son todas las manos
que han sido y las que habrán de ser.
Corre la gente en las calles abiertas,
vaticinan la borrasca
como se conoce
el final de algunas cosas:
la cadencia del agua en un tempo corto
las caderas del viento en los muros del asfalto
la muerte renovada del otoño que llega
y que ya está aquí
y digo ojos
por ponerle nombre al abandono
porque no hay borrasca perenne
y la lluvia es mejor si inesperada
o entonces cálida y previsible
como un prado de pasto



MARÍA CHEMES
(Argentina)

ROTA PIEDRA, CORAZÓN…

Para Antonio Colinas

Rota piedra, corazón
que cierra el sepulcro
o amor que añora las delicadas palabras
el susurro que promete
labios
o dolor

Si no tengo puestas las llaves del olvido
perderé en la memoria las mejores horas

¿Dónde estrella tu palma porosa
ese frescor que eriza y despierta?

nunca quise arrullar las horas
quise perderme

Habitar la piel como contorno
la ausencia muerta
al fin

mientras
una rosa erecta en la mañana
abre su cáliz
desprendiéndose de la muerte
pudorosa…



CARMEN NOZAL
(España-México)

NORDESTE

Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.

Antonio Colinas

Tengo un silbido
y no lo escucho.
Mis amigas dicen que lo tengo
y no lo oigo.
Dicen que me llevarán con el neumólogo
y no me gusta.

Escucho
el viento que azota sobre la marejada,
el nordeste
sobre las gargantas de los acantilados, oigo,
mientras nos corta la cara con su frío salvaje.

Ahí sobre la colina,
ahí sintiendo,
yo me tomaba de la mano de mi madre
y mi madre se tomaba del brazo de mi padre,
y mi padre iba a pasarle el brazo por encima de los hombros
a mi hermano,
pero lo guardaba en un arrebato de cobardía,
empujándolo hacia el bolso de la chaqueta
como si se escondiera del mar
en ese instante
que nunca más ha vuelto.



LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL
(Cuba)

CONVERSACIÓN CON ANTONIO COLINAS

hombres duermen abajo / sobre la hoz y el heno,
tenebrosa noche de los cubiles
Antonio Colinas

Sobre el supuesto de estar en la montaña próxima
esperando que los escanciadores lleguen a la casa,
en la faena de todos los días donde hay un Dios
viendo también, querido Antonio Colinas,
la levedad de estos trigales. Detrás de la maleza,
lo que queda o va quedando
nos hace enmudecer por la posible baldía cosecha,
el país que va quedándose solo.
Mínimo es el hallazgo de lo que se superpone
en ese otro paisaje donde confiesas:
“hombres duermen abajo / sobre la hoz y el heno,
tenebrosa noche de los cubiles”. Tenebrosa
la fatiga del que ha dibujado estos territorios
mientras los recolectores de leña van simulando
un camino de labranza, la noche misma,
el zigzagueante refugio de los que no encontraron
la casa, las laderas de la Peña Trevinca
donde alguna vez descubriste el amanecer.
¿Qué cielo nos hace callar después de la pradera
si no estamos tan solos en esta inmensidad?
¿Qué fuga se espera de los que llegaron
para cortar los árboles milenarios y dejarnos
a expensas del silencio, de ese vago desasosiego?
Todo ha sido un recorrido fugaz sobre la piel
de estos límites. Indomable resulta la sed
cuando se lleva consigo y siento lo que acontece
en las lejanas tierras, preciado Antonio Colinas,
donde también mi padre recolectó los inciensos
del verano. En la noche de los Cubiles,
a mansalva de estas comarcas el labriego
ocultó su nombre para llegar hasta lo más alto,
desde allí había una tierra que daba los mejores frutos
mientras papá intentaba, desde este lado del mundo,
dibujar hornos de carbón para un reino lejano,
y la tierra tardaba en dar frutos. No podía yo justificar
el aroma de los escanciadores por estas vendimias,
por estas otras tierras donde sentía el verano
más intenso, la dura realidad que es un país
sin nombre, sin luz, sin nada que ofrecer
al que llega a deshora a esta huerta. Diría
que es un salto a la pradera, un simulacro
de los hombres que van subiendo, entre la niebla
y la tempestad, mientras tú preguntas si la mujer
herviría la leche, yo sentía la fatiga de los siglos,
el otro relieve de estos magros años
que imponían el límite, la triste levedad
de estas parcelas innombrables.



JUAN CARLOS MARTÍN COBANO
(España)

DERRIBADO, O NO

Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.

Letanía del ciego que ve, A. Colinas

La ilusión infantil de las rodillas desolladas,
el orgullo heroico del brazo en cabestrillo,
los panegíricos en la escayola,
las cicatrices testamentarias,
las postillas caducas
que el otoño adolescente hará volar en zigzag;
todos los restos de tu caída,
señales de tu niñez equis equis ele
confabuladas para anclarte
en la gravilla del parque,
pesan como siete mundos deseados.
Levantarse es asunto de cuentos de titanes,
madurar te suena a caer podrido,
crecer implicaría ya no caber
en los brazos de mamá autocompasión.
Queda, pues,
enroscarse en el lodoso ovillo de la derrota,
en la búsqueda irremediable del centro.
Queda
la postración implacable,
la humildad sin más disfraces.
Queda
el haberse conocido.



MONTSERRAT VILLAR GONZÁLEZ
(España)

No es piedad, sino una sensación de fracaso,
de suave y entrañable dolor que nunca cesa.

Astrolabio, Antonio Colinas

Mi recuerdo es un ovillo de lana
atado a la pata de una mesa camilla
en la casa a la que jamás he de volver.

Nuestras manos, si alguna vez fueron cobijo,
se han separado entre brumas y silencios
que el fuego del hogar borró con cenizas.

Ya no somos ni siquiera cuerpos
que se alejan paseando en una orilla del mar
que alguna vez nos condujo al verano.

Mi evocación adolece de suavidad o de ternura
y trata de agarrar, como Teseo o Ariadna,
el hilo que sigue pendiendo de lo único
que fue real en nuestro tiempo:
un barco que se alejaba mientras mis pies,
condenados a caminar en silencio,
se hundían en la arena invisible de la memoria.

Julio de 2021



SERGIO INESTROSA
(El Salvador)

¡QUÉ PENA!

Que si hay enfermedad sirva para curarme
Antonio Colinas

Tomados de la mano vamos
Por la vida siempre ruda,
Siempre llena de zarzas y espinas.
Qué pena que sea ciego
Y no pueda ver tu rostro en el espejo,
Y no pueda despejar
Para ti el camino lleno de sombras.
Eres tú, mi fiel compañera
Quien me conduce por las calles
Donde mis pies inciertos levantan polvo.
Qué pena que mis ojos
Solo te ofrezcan una neblina espesa
Y del alba apenas distingan el amarillo incierto
Y del atardecer un rojo deslavado, envejecido.
Qué pena que tengas que vivir
Esclavizada a mí
Y no puedas alzar tu propio vuelo
Y tocar con tus alas la luna y las estrellas.
Qué pena amor
Que aún no hayamos nacido.



MARTÍN RODRÍGUEZ-GAONA
(Perú)

EN UNA MULTITUD HAMBRIENTA VI QUE SE TORNABAN
LOS CABELLOS QUE AL SOL OSCURECÍAN

Para Antonio Colinas

1.

Si alguien te hablara del extraño resplandor de los recuerdos quizá no lo creerías, porque nunca pudiste haber imaginado un tiempo en el que todo ardía por el vivo anhelo de encontrarte. O también probablemente exista una imposibilidad cronológica, pues en aquellos años tú eras parte de la arena que relampagueando danzaba alrededor de las estrellas, música cuyo único vestigio fuera vislumbrado entre el desplazamiento del día a la noche, cuando los océanos cantan sin estar enfurecidos y los amantes han quedado en reposo, protegidos por la calma.

No entiendo por qué este tono se apodera del entorno hasta hacerlo invisible. En realidad lo único cierto es que estamos agotados.

2.

Forjador del fuego subterráneo, vuelve a la vida,
te lo imploro, la imagen
de los seres queridos. Guíame en el viaje
a la oscuridad protectora y fecunda, líquida ave
de cuello largo, inasible
e inexorable, por eso a menudo hiriente
cual sangre de esperanza,
músculo palpitante e hipertrofiado
a punto de reventar
al interior. Música, armonía y danza tenue
o salvaje, ascendente siempre, después
ya limpia, unificada
en la memoria que anhela silencio
a los pies de la divinidad rota.
Dime si, acaso, no crees que estoy cansado,
si agoto tu paciencia con esta torpe
invocación.

La muerte retrocede, su derrota ha trascendido.
Por el aire que alimenta los campos universitarios
vuelan los gemidos
ansiosos, entrecortados, repetidos.



MARINA GONZÁLEZ
(Costa Rica)

LAS PALABRAS

Vivo estoy aún y vivo estaré
en las palabras claras
que he hallado como piedras de un camino.

Antonio Colinas

No hay palabras ciegas, todas nombran lo invisible.
No hay palabras muertas, todas mueven algo.
Unas dejan heridas que no sanan,
otras dejan caminos, abren puentes, salvan olvidos.
Hay que tener cuidado con ellas.
No se pueden revertir,
no se pueden escurrir y retorcer como un trapo para que suden
lo que no traen en el alma iluminada de su esencia.
Cada una tiene su resonancia y su tesitura,
desde la música más suave hasta el trueno cegador.
Una vez pronunciadas no hay vacío para ellas
la grieta o la flor de su sonido es indeleble.
Llueven las palabras y secan o fertilizan.
Me las tomo en serio, cómplices,
leudantes del pan y las quimeras.



JAVIER ALVARADO
(Panamá)

CRÓNICA PANAMEÑA
HASTA SALAMANCA Y TARQUINIA
CON ANTONIO COLINAS

Nada como un sueño de potros en los ojos,
Nada como un nido de tigres en los ojos,
Nada como un hato de ciervos en los ojos*,
Ahora que contemplamos bajo el sol
O en medio de una nevada,
La proximidad de las tumbas. Esa es tu aspiración con la vida, (vivirla),
Y comprender la morada final, erigida en las materias primas de la tierra;
Mientras tu voz pareciese llegar como una bandada de gansos silvestres, esos que
Pareciesen aclamar al cielo una salutación o una rogativa para estar siempre libres
Y aletear sus dádivas en el estanque,
Propulsando los barquichuelos que han construido los amantes
Con sus cartas antiguas y jóvenes, desteñidas, lozanas, amorosas
Y en cuyos soplos se concentra la voluntad del ser, de lo que es y lo que será.

Nada será entonces lo mismo después de leer Sepulcro en Tarquinia
E irse a cabalgar en medio de los bosques bajo el crepúsculo del príncipe
Aquel que hacía madurar los frutos antes de sus respectivas estaciones y temporadas
Mordiendo la pulpa y los gajos de la creación en su certeza más dulce;
Allí desde la majestuosidad del mármol o de la arena
Cuando el agua nos devuelva el origen de los colores
Y la lanzadera escrita cincele el hielo o lleve en su pico la constante hierba;
Esa luz que atraviesa los campos y las provincias
Cuando vayamos por los caminos, anhelando llegar al corazón palpitante de una bahía
Aquí en mi trópico panameño
Y comprender la identidad de Dios en sus obras, en sus supremas tareas,
Así de vasta y bella como una campiña española,
Como un viñedo italiano
Y encontrar tus metáforas como en un gran viaje.
Ese el de regreso a lo natural
Con un sueño de potros en los ojos, con un nido de tigres en los ojos, con un hato de ciervos en los ojos
Y escuchar a todas las aves que construyen nidos en tus poemas
Y que irán piando
Habitando todas las aldeas y ciudades y rompiendo todas las fronteras de la eternidad,
                                             Todas las teorías de las órbitas,
                                                    Todas las migraciones posibles.

*versos de Sepulcro en Tarquinia de Antonio Colinas.



SUSY DELGADO
(Paraguay)

SOMBRA DE SOMBRA

Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche

(Antonio Colinas)

Y mientras en la esquina de la tarde
otro domingo más se pierde
llevándose indolente
sin una pizca de piedad
todo lo que otra vez
se apagó sin vivir
la sombra de un poema
pequeño simple
sin pretensión alguna
más que un breve suspiro
aletea callado
terca sombra de sombra…



ARACELI SAGÜILLO
(España)

«Aquí en estas riberas donde atisbé la luz
por vez primera dejo también el corazón»

Antonio Colinas

EL TESÓN DE CORAZÓN

Por senderos de niebla y tierra viva
el corazón se deja atrapar, late sin nadie que le guíe
y entre nubes de rocío respira.
Tanto es su silencio que hasta la noche escucha,
el aire se pierde en el vacío, y la batalla sigue a oscuras.

Llegó a competir con fuerza en el mundo
veló la noche hasta encontrar el camino de arena fina
encadenó el momento al lugar donde todo se aleja
y al cruzar el camino, el río desbordado tiembla.

Desde entonces lleva el relente en el cansancio,
la contagiosa melancolía cobijada entre árboles sin libertad.
Serán días escapados donde la velocidad se cruce
viendo el paisaje cambiado, como las estrellas siguen estando,
siendo pero no siendo aquellas mismas estrellas.
Sentir el escalofrío de la lluvia, el llanto, aquella canción,
aquellos momentos ya enmudecidos, siempre erguidos.

¡¡Ay, quien pudiera gritar en esta noche de altura,
firme y hermosísima!!
¿Dónde estoy?

No respondas que el mundo de las ilusiones se evapora,
sigue la página en blanco con su lucha apasionada,
hacia el lugar que todos añoramos, regresa a él
sin fisuras ni heridas, enteros, sin lastre en el alma,
sin dolor en la sangre, al pronunciar tu nombre.



JAVIER LOSTALÉ
(España)

PLENITUD

A Antonio Colinas, poeta esencial,
creador de moradas que podemos habitar


¿Qué mudo relámpago
puebla a quien ama?
¿Quién hasta su sombra invade
para en su respiración resucitar?
Sus oídos en insolación
escuchan siempre los mismos pasos,
y en surtidores de luz
su mirada se empaña
mientras se pronuncia
dentro de otro ser.
Todo el paisaje
es un pulso virgen
que se aduna
al horizonte de su pensamiento.
Sin hora ni lugar
en cuanto dice se consuma.
Vive ya sin nombre,
como quien no se pertenece
al ser sólo un cautivo
de tan plena libertad.


JAIME SILES
(España)

LA TARDE SE HACE LÁGRIMA

La tarde se hace lágrima
Antonio Colinas

La tarde se hace lágrima
y yo dentro de ella
veo surgir la noche
que a más noche me lleva.

Todo se borra en mí.
Todo, disuelto, suena
en música que emiten,
sonoras, las esferas.

Por ella voy, asciendo
a una nada perfecta.
Aquí, junto a la noche,
la muerte me alimenta.

Aquí, frente a la noche,
no soy sino una idea
escrita por la luz,
negada por la niebla.

Formo parte de un todo
que la nada sustenta
porque el ser sólo existe
en la voz que lo crea

y yo soy este nombre
y yo soy estas letras.
La tarde se hace página
y yo, su tinta negra.



MARISA RUSSO
(Argentina)

ENCONTRADO EN LA ORILLA DE ÓRBIGO

Hacía inviernos que no pisaba mi tierra.
He venido a inaugurar la salmuera de mis palabras,
como quien inaugura la muerte o el viaje.
Pensaba en el discurso que daré en unas horas,
pero la luz me llevó a la infancia,
me montó en la bicicleta
con la que recorría las huertas
y los puentes del Órbigo antes de ser río,
uva, bosque, almendra.
Porque el río es poema
y lo desborda
su sed de Universo.

Ya no somos los mismos,
La Bañeza y yo somos desiertos
¿Será acaso el desierto el fósil de algún cielo?
En mi flor se entrama un curso
y mi fauna es un tren
que sueña de León a Salamanca.

Entro al río y me siento un desierto.
La ciudad ha venido a escucharme:
te diré estas palabras de salvación:
adiós.



CELSO MEDINA
(Venezuela)

LEVEDAD PESADA

¿Quién eres tú, amor, rosa perfumada
cortada y mordida en el jardín?

Antonio Colinas

I

Que la rosa brote en mí cuando se marchite
y sea ceniza diluida
Que la rosa perdure más allá de su instante
Que haga su fiesta de goce en su aposento secreto
Entonces mi cuerpo erá alma con sed de pliegue.

II

Pliego y despliego
estos pétalos
Me quiere o me aborrece
No lo sé. Ardo en una llama oscura.

III

Cómo pesa esta levedad
Mi cuerpo indoloro
Sin conciencia
Deriva ciega
Saeta lanzada hacia la nada.

IV

Venga leve
y roce este cuerpo
que arde
Venga libre
y olvide todos sus sueños
Porque aquí la vida es inédita
Mi rosa apenas nace muere
ahogada por su fragancia
El tiempo se ha cansado
No tiene fe



HUMBERTO LÓPEZ CRUZ
(Cuba-EE.UU.)

CREACIÓN QUE NO SE AUSENTA

Siempre que avanzo hacia el sol
me extravía
el aroma del pino,
el río de los álamos,
la luz de la sangre

de los atardeceres del noroeste.
Fragmento de “Tábara”, Antonio Colinas

Avanzar hacia el naciente es un viaje que propone efracciones,
conlleva enfrentar sombras,
                      alterar visiones;
es acceder a un desierto de emociones,
en un ciclo que vacila en su espera;
                                      en verdad,
nos persigue adondequiera.

Hay quien llega sin saber que ha arribado a la gloria del periplo;
está allí desde hace años,
meditando,
contemplando la silueta de una idea que se escapa;
la que urge desandar el sendero ya vivido e invitar,
estimular,
que sin temor, una vez más, la gesta empiece.

Es creación que no se ausenta ni claudica,
no perece;
se refugia en el verdor de todo pino,
                                      que tremor siente;
son letras, posturas, que alumbran
cuando erguidas, sin ambages, enfrentan el poniente.



VERÓNICA AMAT
(España)

Gracias, humilde don
tarde hallado, por permitirme
darte aún las gracias
pequeño tesoro
negrura de los signos
oro aquilatado que das luz con tu luz.

Antonio Colinas.

LIBRO ANTIGUO

Libro antiguo que duermes en tu estante
tu impresión de nadie conocida
pero luce que entraste en la vida
en un tiempo cualquiera ya distante.

Tu título no importa al caminante
puedes narrar historias divertidas
o inventar el bostezo o la huida
del que decida ojearte en un instante.

Prefiero respetar tu solitario
confinamiento, como el de un relicario
con su flor de perfume antiguo y fuerte.

O alguna nota perdida exaltada
que se escondió en tus hojas asustada
no quieran de tu clausura removerte.



JUAN CARLOS OLIVAS
(Costa Rica)

LA ÚLTIMA NAVE

Para Antonio Colinas

Jamás llegará nadie a este lugar,
y las gaviotas me darán tristeza…

Antonio Colinas
en Sepulcro en Tarquinia

Algún día nos veremos en el mar de Tarquinia.
Aunque me den por sangre y comunión los ritos de otro tiempo;
aunque ya quede poco,
solo la ruina que nada salva de la desesperación,
solo beber el vino como lo hacían los etruscos,
ofreciéndolo al rayo, a los mares que despojan naufragios,
en honor de los que vuelven atados
a las piedras de lo que otrora fue su casa,
y hoy es quizás, imagen ignorante en el ojo del turista.

Con el aire coagulado de recuerdos,
llegaremos de nuevo a la villa donde Catulo
sigue cantando a las sirenas,
donde se abre una fúnebre oración
que no busca nuestro perdón en las cenizas,
pero sí la invocación de todo aquello
que persiste bajo la mansedumbre;
lo que se puede escuchar si solo callas,
y la piel entera se convierte en barco,
en resplandor que otean los niños más allá del horizonte.

Hubo una fiebre que corrompía la niebla de los cementerios,
hubo una noche que se levantaba
como un ángel sacrílego para alimentar a las gaviotas,
y me encontré aquel libro sumergido en la maraña del otoño;
soplé sobre sus páginas de mármol,
y me enseñaste el suelo, una gran ostra
de la que emerge una Venus que nacía para siempre,
justo como la pintó Botticelli alguna tarde;
y me trajiste entonces una daga de fuego,
me dijiste: la muerte no compondrá sobre tus ojos su tormenta.
Y yo descreí de las palabras llanas
porque ya llevaba la muerte en el pecho como racimos de estrellas,
y llegamos a un pacto:
tú pasarías tu mano temblorosa en el claustro de San Damiano,
yo domaría al león expectante detrás de este poema,
y así hallaríamos una especie de reconciliación,
una luz ciega en el mar de oro de Tarquinia.

Sé que no llegará nadie a este lugar;
así se ha escrito,
pero lo bueno del sepulcro es que no puede retractarse,
más sí nosotros, hoy, en este mismo instante
que elevamos un canto en el vientre de una zarza
para soñarnos y abordar la última nave.



ILIA GALÁN
(España)

Para Antonio Colinas, homenaje
a sus versos y sus interiores paisajes.


Y el recuerdo sigue agarrándose
a la mente con garfios de plata
por los huecos que dejan entre sí las noches
heladas que se guarecen
escondidas entre las grandes montañas,

y trepa, salamanquesa por sus muros,
hasta colgarse de mi techo,
con un golpear el tiempo al ritmo
del reloj que tocan las campanas negras
de un cercano convento que ora
solitario de inviernos contra la historia,
el mismo espacio sonoro, morado y bronce,
que el horizonte engulló, con el sol;
la cruz oscura en lo alto de la iglesia
esperando con los adioses colgándole
la resurrección del astro rey en que brillará
su metal de cadalso sin más sangre
que la que gotea lenta del símbolo
sobre las almas piadosas al entonar
una melodía ancestral seca de lágrimas y pecados,
y dulce de esperanzas, porque el paraíso
se deja ver a veces en los huecos dejados por la noche
para que fluyan los cometas.



CARMEN CRISTINA WOLF LOSADA
(Venezuela)

“Que respirar en paz la música no oída
sea mi último deseo, pues sabed
que, para quien respira
en paz, ya todo el mundo
está dentro de él y en él respira.”

Antonio Colinas,
Letanía del ciego que ve (Fragmento)

Padre de la cosecha y de la siembra
Siempre tomé prestado tu lenguaje
empleándolo a mi antojo
nunca oí una reprimenda

Cuando viene el vendaval
y se acercan mis pasos al abismo
el caballo ciego se detiene

                        Llegas, sujetas las riendas…
                solo habías salido a dar un paseo

Mujeres, niños, jóvenes
deambulan hacia ninguna parte
para dejarse caer en un banco de cualquier plaza
cansados ya de tanto andar sendas perdidas.

               Vivo en un país roto en pedazos
               herido a dentelladas de injusticia

Refugiarse en el lugar
donde no existen los relojes
esos amenazantes biombos

Donde los niños no caen de sus luceros
el ciervo no tiembla en las fauces del tigre
y no envejecen las prímulas
Coges mis lágrimas en las hojas de trébol
                meces mi barca en un pliegue de oleaje
                y ya no deseo nada más


En este enlace puedes descargar el libro «El ciego que ve», Antología del Encuentro de poetas iberoamericanos en Salamanca, 2021, en homenaje a Antonio Colinas.



Juan Suárez Proaño (Quito, 1993): Poeta y editor de la Revista Esteros. Licenciado en Comunicación y Literatura, está cursando un Máster de Teoría Literaria en la Universidad de Salamanca. Ha publicado los poemarios Lluvia sobre los columpios (2014), Hacen falta pájaros (2016, El Ángel Editor), Nos ha crecido hierba (2018, El Ángel Editor) y El nombre del Alba (Nueva York Poetry Press, 2019). Está incluido en la selección de poetas ecuatorianos «Voices form the center of the world» realizada y traducida por la poeta Margaret Randall. Su poemario «Las cosas negadas» obtuvo el Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2021.