Marta Cwielong (Argentina)

Publicamos esta selección, entre ellos algunos inéditos exclusivos para la Revista Esteros, de una voz fundamental de la poesía argentina de su generación.

                      Las manos, que antes fueron,
                                Y las cosas que no fueron nunca
                                        Se atan en este nudo….

                                                   Roberto Juarroz

No lo dejes en mis manos

ellas saben del pan, la cebolla
los tiempos del horror
y las sobras.
Consolar alguna vez
apretar la herida
así deja de sangrar.

Hay un vínculo entre la nada
y mi mano
brote despavorido
como visión

de la dicha.


Demasiado miserable el día

los sucesos

sería dable un limonero en alguna tierra
sentarse cerca
que su aroma apacigue este instante
de la crueldad del humano desbordada

necesitaría un dios que calmara esta angustia
una maga
una pócima
miles de brujas quemadas en la hoguera
preparando un brebaje mágico
que devolviera la piedad
a tantos traidores de la vida


Ese siempre tan lejos como nunca,
Olga Orozco.

Hubo días donde el horizonte era una línea tan lejana
la piel tersa
el mundo nos pertenecía,

ni el fracaso o la muerte podíamos pensar
solo invocábamos la paz.
El fruto amargo solo duraba el instante

el deseo y la tristeza iban de la mano,

mientras nos mataron

fuimos convertidos en máquinas
de poseer zapatos,

ya no siestas insoportables
desdichas
mesas de bar para el enojo.

Criaturas domadas
especies perdidas en un bosque

dispersos y piadosamente reunidos
volvemos

errantes

con la sed de siempre

Si alguna vez dije
aquí me quedo,
había un mar?

tempestades

una larga explicación de aquí todo empieza
porqué hubo desamores
o amores desafortunados

o muchos amores

búsqueda amatoria

comienzos

un amante que atraviesa el sueño
nombra la palabra ignorada

un reproche

un gesto de amor
solo eso


La casa de la infancia tenía higuera, gallinas, tomates
y radicha amarga,
Creo que la nonna la cocinaba para las próximas penurias
ella sabía que la guerra no tiene final
viene vestida de maneras diversas
a veces largos cielos de florido plumaje nos distrae
luego la bestia sepultada
emerge hambrienta
oscura, cruel
roba el porvenir
trae puñales, mordeduras y miseria

muchos nos abrazamos, salimos de madrugada a trabajar
hacemos nidos,
pequeñas casitas de hornero para cobijar
prendemos el fuego para la vigilia
dejamos puertas entreabiertas

pero no hemos ganado la partida
no hay indulgencia
el negocio de las armas no reconoce a los niños,
la hambruna, el abrazo de la madre

el negocio de las armas no nació de mujer
no fue parturiento
desgarradas entrepiernas colgadas

fue de piernas sin vagina sin pechos henchidos
para alejar las muertes/enfermedades y tienen poder sobre el rostro del tiempo
entonces que hacer con lo violento
con esa incompresible necesidad de matar
de esos hijos de mujer paridos

qué hacer con ellos

Mi madre me pide
que le haga una oración a San Antonio

mientras cuida que mi hermano no beba tanto
en este cumpleaños.

Yo que no pido ni tanto ni mucho,

solo quedo mirando la nada

entonces trato de recordar el gesto de alguien que he amado.

(le pido que vea la luna llena en la ventana)
responde, cuál ventana? o cuál luna

nos vamos deshaciendo, pienso

mientras oscurece.

Maldita sea, ni siquiera así puedo orar


siguen las muertes

de mujeres
niñas
habitantes
reclamantes
defensores de la vida
del agua
del árbol
la siembra
y el derecho de
caminar sin dañar
sembrar para crecer
reír para soñar
nombrar para creer.


Nadie detiene nada,
ni aun dentro de sí mismo.
Roberto Juarroz

Un cuerpo herido confía
distingue en ciertos casos
el balbuceo
que se asemeja a la palabra
o al mamey maduro
justo para rasgar con los dedos,
llevarlo a la boca en migajas,
trozos disueltos
en el ejercicio de la lengua
que no pregunta
solo clama

(inédito)


La lujuria es un momento secreto
y lleno de silencio.
Alda Merini

La mano toca
la orilla del agua
como si fuera de alguien
Para que vuelva a ocurrir
para ser
el grito primero
que nombra

(inédito)


hay un rumor de madres que abisma
Selva Casal
(epígrafe)

un aleteo como bocanada de cielo
gesto en resistencia
de todos los exilios,
de los lugares desiertos.
Es mansedumbre lo que queda entre los dientes?
el huracán aniquila todo a su paso
ese humanohuracán que habita este siglo
solo fiel a su avaricia
devora, tritura, acecha
con furia hambrienta
en nombre de dioses, fronteras, bosques, petróleos
en nombre de ellos mismos

(inédito)


No nací junto al mar
como mi madre
que el Adriático bautizó
ni siquiera junto a las montañas
Una llanura sin paisaje
una planicie burda
sin color,
música
las colinas eran
montañas de basura y pobreza
mi territorio tenía nombre
San José Obrero,
y sin trabajo.

(inédito)




Marta Cwielong, nació en Longchamps, Buenos Aires, Argentina. Ha publicado su obra bajo los títulos: Razones para huir, De nadie, morada (Valencia, España), Pleno de ánimas, Las vírgenes terrestres (observación de poetas latinoamericanas, trabajo de investigación y creación), La orilla, Memorias del hambre (Ediciones POE Guatemala), 2 Poetas de Argentina (publicación compartida con Mariana Vacs, Ediciones Corazón de Mango, Colombia), No esperes que me anuncie (publicación bilingüe catalán-castellano compartida con el poeta valenciano Pere Bessó). Participa en numerosas antologías y festivales de Poesía de Latinoamérica. Su poesía ha sido traducida al catalán, polaco, italiano y francés. Embajadora de La Guacha Revista Nacional de Poesía. Pertenece a la consejería editorial de la revista Revista Literaria Taller Igitur de Mexico.