Emma Pedreira (Galicia)

Tenemos el gusto de publicar esta selección de poemas, traducidos por su autora, una de las voces gallegas más importantes de la poesía en esa lengua.

Curador: Pedro Larrea

Facelo por toda a casa
Emma Pedreira

Da túa boca á miña, o regho.
O tubular que ten o movemento de furar buscando –magnéticxs- esa luz.
Dá igual que sexa con lingua, mans ou pauciños zaorís.
Esquilmamos a terra, adiamos a sede por perforar,
por permitirlle á lingua esa cambra mineral da puntiña
no fondiño. Algo tan delicado como o que fan as miñocas.
Por saber, amor, a que sabe o primeiro poro da auga ante o primeiro da sede.


Irmá/n xemelgx, estás pendurando da lapela da tristura. Eu píntome de xiz e ti confundes os pés ao tratar de poñer as catiuscas dez números menos do que precisas. Xa non sabemos a quen pagarlle a entrada para choutar nas pozas porque hai tanto diso que somos como 2 anciá(n)s gordxs atrapadxs nos seus vestidos de comuñón. A sede é xa un morcego branco e reseco colgándonos na úvula. Como unha campaíña xorda. Como a pupa dun beixo morto, unha lagaña da boca.


Furar furan as mans. Acadamos un cheiro de patacas balocas por baixo do chan da cociña porque tiñas unha sede intensa de río e botácheste ás lousas uliscando e as uñas son xa outra cousa cando arrincan as táboas e dan coa terra entre ósos de rata e alicerces.
Mira, dis, aquí soterrou alguén os seus tesouros. E abres a caixa de lata enferruxada e sácaslle as tripas ao tempo. Pintas os labios coas moedas e comes unha presiña de flores secas prendidas con alfinetes.
Ofréceste, sacrificial, á sede. Non sabes doutro ritual para invocar/embocar a chuvia.
Queres que o líquido te morda.


Non volvimos acender o lume porque non había auga coa que detelo. Nin destripar avelaíñas para facer confitura. Tampouco afondamos no dano con tesouras e con agullas e limpamos todo con saliva: os nosos corpos, os dentes tristes, trenzamos os cabelos como restras de cebolas e allos e os novos nacementos saudámolos fervendo a tona da placenta. Sabes que nos morreron as ras e que todo volveu ao ordeño, á bágoa e ao seme, a decantar en redomas de xisto o eco da alba, a tundir as froitas secas, a beixarnos agremente como encurtidos. A auga xa non. Golpean burbullas de poeira os canos e teñen tose de can as torneiras. A menciña envolvémola en pel de xarda ou trevo para tragala. Pintamos a mariola ou luxamos con sangue o colchón e queda aí a mancha porque non volve pasar a tormenta.


Baixo aquela destragheira de pólas secas está morto o noso coche. Se sopra nordés, vémoslle os retrovisores. Se sopra do sul abanea as portas e semella o último dos dragóns por mor morrer.


Esta noite volveremos facelo por toda a casa. Prometíchesmo. Trazaremos unha estradiña de alfinetes alí por onde foron facendo o seu zigzag as formigas. Só ían, non voltaban nunca e, xa ves, a casa quedou baleira ata de arañas.
Farémolo así, pés espidos, termando das ganas de mexar e mordendo a boca por dentro, ti cala. Farémolo en todos os cuartos, machucando as costelas contra os mobles, incomodando vellas fantasmas secas como farrapos que tratarán de meter un dedo incorpóreo no mesmo lugar ca o teu dedo.
Desvístete de lingua, os zócolos saben a tabaco e chocolate rancio. Nas caravillas aínda me queda o rastro dun xabón que fixo pompas e na axila un rato branco. Apartar cada lámpara co convexo da uña da deda, coser as cortinas para que a veciñanza non vexa na nosa fame un algo de esperanza. A pel desfeita caendo como lascas de sal pola madeira seca do piso. Xira ante o pequeniño vento que erguemos ao arrebolarnos. O fío xa non nos tapa. O frío xa non nos pode. A sede fainos gatillazos na boca e un crac crac de poliñas rotas en cada óso. As formigas van marchando chamadas pola febre e o mercurio e nós seguimos a refregarnos porque facer suor é como a pólvora e, se cadra, a través do regueiro de baba e bico, a chuvia poida prender igual que na mecha estoupou un lume.


As sabas poden lavarse de sol.
Así ardan.
Limpas ti tamén a túa pel a suor e fume.
Os escorpións e as serpes mudárona en dermatite lenta.
Eu comía cada escama como as pugas negras do xirasol.
Podemos vivir ata que xa non haxa nada que nos limpe.


E se choro?

Se choras teremos un día máis, de vantaxe.


Fixémolo por toda a casa. Furamos todos os espazos, actuamos como vermes na mazá cando aínda había carne fresca. Despois fomos a toupa e a couza; agora somos pel de tambor e óso que, se escorda de máis, perfora.
A sede significa isto, ficar co tendón pulsado ata que o silencio o desfaga e soe un ruído de disparo ou a nota estrita que pretendemos. Ninguén vai escoitar iso. Ninguén vai saber que temos vivido.
É curioso, pero xusto no último día dos nosos corpos vivos, sobrevén a auga. O delirio.
Chámasme xusto deste dentro desoutro lado.



Hacerlo por toda la casa
Emma Pedreira
Versión en castellano de la autora.

De tu boca a la mía, el caño.
Lo de tubular que tiene el movimiento de horadar buscando –magnéticxs- esa luz.
Da igual que sea con la lengua, las manos o palos zaorís.
Esquilmamos la tierra, retrasamos la sed por perforar,
por permitirle a la lengua ese calambre mineral de la puntita
en el fondo. Algo tan delicado como lo que hacen las lombrices.
Por saber, amor, a qué sabe el primer poro del agua ante el primero de la sed.


Hermanx gemelx, estás colgando de las solapas de la tristeza. Yo me pinto de tiza y tú confundes los pies al tratar de ponerte las catiuscas diez números menos de lo que necesitas. Ya no sabemos a quién pagarle la entrada para saltar en los charcos porque hace tanto de eso que somos como 2 ancianxs gordxs atrapadxs en sus vestidos de comunión. La sed es ya un murciélago blanco y reseco colgándonos de la úvula. Como una campanita sorda. Como la pupa de un beso muerto, una legaña de boca.


Agujerear agujerean las manos. Alcanzamos un olor a patatas huecas bajo el suelo de la cocina porque tenías una sed de río y te tiraste sobre las losas olisqueando y las uñas son ya otra cosa cuando arrancan las tablas y llegan a la tierra entre huesos de rata y cimientos.
Mira, dices, aquí enterró alguien sus tesoros. Y abres la lata oxidada y sacas las tripas del tiempo. Pintas los labios con las monedas y comes un puñado de flores secas.
Te ofreces, sacrificial, a la sed. No sabes de otro ritual para invocar/embocar la lluvia.
Quieres que lo líquido te muerda.


No volvimos a encender el fuego porque no había agua para detenerlo. Ni a destripar polillas para hacer mermelada. Tampoco ahondamos en el daño con tijeras y agujas y limpiamos todo con saliva: nuestros cuerpos, los dientes tristes, trenzamos los cabellos como ristras de cebollas y ajos y saludamos los nuevos nacimientos hirviendo la placenta en su humedad. Sabes que se nos murieron las ranas y que todo volvió al ordeño, a la lágrima y al semen, a decantar en redomas de pizarra el eco del alba, a aplastar las frutas secas, a besarnos agriamente, como encurtidos. El agua ya no. Golpean los caños burbujas de polvo y los grifos tienen tos. Envolvemos la medicina en pieles de caballa o trébol para conseguir tragarla. Pintamos la mariola o ensuciamos con sangre el colchón y se queda ahí la mancha porque la tormenta no pasa de nuevo.


Bajo aquella escabechina de ramas secas está muerto nuestro coche. Si sopla el nordés podemos verle los retrovisores. Si sopla surada, zarandea las puertas y parece que fuese el último dragón que queda por morirse.


Esta noche volveremos a hacerlo por toda la casa. Me lo prometiste. Trazaremos una carreterita de alfileres allí por donde fueron haciendo su zigzag las hormigas. Sólo iban, no regresaban nunca y, ya ves, la casa se quedó vacía hasta de arañas.
Lo haremos así, pies desnudos, aguantándonos las ganas de mear y mordiéndonos la boca por dentro, tú calla.
Lo haremos en todos los cuartos, mazándonos las costillas contra los muebles, incomodando a viejos fantasmas secos como trapos y que tratarán de meter un dedo incorpóreo en el mismo lugar que tu dedo entra.

Desvístete de lengua, los zócalos saben a tabaco y chocolate rancio. En las clavículas aún me queda el rastro de un jabón que hizo burbuja y en la axila llevo un ratón blanco. Apartaremos cada lámpara con lo convexo de la uña, coseremos las cortinas para que el vecindario desierto no vea en nuestra hambre algo de esperanza. La piel deshecha cayendo como lascas de sal por la madera seca del suelo.

Gira ante el pequeño viento que formamos al abalanzarnos. El hilo ya no nos tapa. El frío ya no nos puede. La sed tiene gatillazos en mi boca y hay un crac crac de ramitas rotas en cada hueso. Las hormigas se marchan como llamadas por la fiebre y por el mercurio y seguimos frotándonos porque hacer que el sudor sea como la pólvora y, quizá, a través del caudal de baba y beso, la lluvia pueda prender igual que a través de una mecha explota el fuego.


Las sábanas pueden lavarse con sol.
Así ardan.
Tú también limpias tu piel con sudor y humo.
Los escorpiones y serpientes la mudaron en su dermatitis progresiva.
Yo me comía cada escama como si fuesen púas girasol.
Podemos vivir hasta que ya no haya nada que nos limpie.


¿Y si lloro?

Si lloras tendremos un día más de ventaja.


Lo hicimos por toda la casa. Nos metimos por todos los espacios, actuando como gusanos en la manzana cuando aún había carne fresca.
Después fuimos como el topo o la carcoma; ahora somos piel de tambor y hueso que se disloca demasiado y perfora.
La sed significa esto, quedarse con el tendón pulsado hasta que el silencio lo deshaga y suene un ruido de disparo o la nota estricta que pretendemos. Nadie va a escuchar eso. Nadie va a saber que hemos vivido.
Es curioso, pero justo en el último día de nuestros cuerpos vivos, llega el agua. El delirio.

Me llamas justo desde dentro de ese otro lado.



Emma Pedreira (La Coruña, 1978), es una escritora gallega en lengua gallega, Licenciada en Filología Hispánica. Ha recibido, entre otros, el XIV Concurso de Poesía del Ayuntamiento de Carral 2011, el VI Premio de Microhistorias de Mujeres Progresistas de Vigo en 2018 y el Premio de la Crítica de Narrativa Gallega en 2018.



Pedro Larrea. Autor de tres libros de poemas: La orilla libre (Ártese, 2013; Nueva York Poetry Press, 2019); La tribu y la llama (Amargord, 2015); y Manuscrito del hechicero (Valparaíso, 2016; Valparaíso USA, 2017). Su poesía ha aparecido en la prestigiosa Revista de Occidente. Ha leído en lugares como la Biblioteca del Congreso de Washington D.C., la Biblioteca Pública de Nueva York, New York University, Emory University, University of Kentucky, Walt Whitman Birthplace State Historic Site, el Festival de Poesía de Granada (España), el Americas Poetry Festival of New York, el Festival de Poesía Los Confines (Honduras), el Festival de Poesía Las Líneas de su Mano (Bogotá, Colombia) y la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Es autor del estudio Federico García Lorca en Buenos Aires (Renacimiento, 2015). Como traductor, ha publicado la edición española de Book of Hours de Kevin Young (Libro de horas, Valparaíso, 2018). Es delegado de la Modern Language Association of America, vicepresidente del capítulo occidental de la Poetry Society of Virginia, y profesor en la Universidad de Lynchburg.