Por Mery Yolanda Sánchez
Desde el borde contener el viento
Naufragar en la orilla, se organiza con poemas que han venido siendo publicados desde el año 2000. Pero comienza en 2018 hacia atrás o como se quiera, igual los barcos van y vienen, con personas de todos los orígenes y tamaños; encallan, atraviesan horizontes, son testigos de festejos y duelos, puntuales en las flechas orientadoras de la brújula y a veces también se llevan nuestras ilusiones. Así la poética de esta obra, precisa, con un lenguaje cotidiano que se revoluciona al tacto de la percepción de una mujer que trabaja la crónica, el ensayo, el reportaje, la literatura infantil y aún le quedan fibras para coser comentarios en prensa hablada y escrita.
En esta obra cuestiones de Dios y seres de oídos sellados, que son intervenidos por una sorda de ojos tan abiertos que reconoce la noche, la larga, la que no termina, porque escucha a través de su piel y además cree que si corre alcanzará el sonido y la respiración del otro para recuperar en un adiós las ausencias. Es que Beatriz Vanegas busca otras formas estéticas para hablar de realidad y hasta el grito se hace sublime. Su tono es pausado, tranquilo. Insiste en el murmullo esperanzador, pero no, todo termina por ser un silencio de connotación nacional. Le saca el vaho a la lluvia para coger su olor, y se fundan otras razones para hacer de la ternura la primera nota de un canto nuevo.
Los referentes reales que la autora toma como insumos bien pueden leerse como los nombres de la tierra ultrajada, el desgano, la oscuridad donde muchos se esconden. Una búsqueda que nos recuerda que en nuestro país hasta el hambre se quedó apagado, lleno de miedo.
La poeta gira hacia lo positivo en los estados de sus personajes y coge en el aire por lo menos las terminaciones de las palabras para hacer que sea el agua la que le dejan en la puerta y no la enagua de la vecina desaparecida.
En las escrituras de Beatríz se descubren sus preocupaciones, acude a su interior, al entorno, habla de lo que le interesa, y no le es urgente ubicarse en las estrellas, se reconoce y puede verse en los otros para contenerlos en su espíritu. Cambia de puntos de vista según sea necesario, celebra a los que han llegado a su casa para ayudarle a crecer con su familia. Hay una profundidad densa donde se olvida hasta el olvido.
Se ve nobleza para darle tratamiento a la alevosía, a las culpas, líneas que permean los sentidos y ese amor censurado que descompensa y oprime. Recurre al cine para crear héroes más eficaces y de trajes limpios como los de Batman. Y el río es apenas un salto para observar prisiones de papel.
La poeta es sincera cuando se apoya en citas o llamados de autores clásicos. Ella como maestra sabe que es importante atender ritmos y contenidos en las estructuras de la gran literatura de todos los tiempos, tal vez le parece mejor que golpearse contra un epígono. Se exilia en un cuerpo, tal vez porque el fuego es sinónimo de patria. Aunque solo se tengan que celebrar los adioses, guarda el recuerdo del llanto de una flor en silencio, abierta y con el calor de un abrazo y hace una fortaleza para anudar la embarcación a la vida.
Muchos desalmados viajan en el libro donde también se suben ancianos, van juntos, al lado de la indiferencia que se amarra al asiento para no dejarse quitar su puesto de privilegio.
Beatriz no puede huir de la crónica, y la dice en verso, cuando se refiere al patio, sabe bien que muchos de los que vinieron de la provincia tuvieron la fortuna de crecer y marcar en un árbol, año tras año la medida de su altura.
Están las puertas que se abren hacia dentro y hacia afuera, los rastros de todas las mujeres en una sola. Aquí un poema puede hablar con exactitud de la crueldad, no hacen falta muchos porque condensa y universaliza los acontecimientos.
Hay destellos de humor, y también se pasea el cerdo al que un día le llegara la Navidad. Está el cementerio-país que la poeta ni su poesía puede abandonar. Y en el cruce de los ríos donde se ha bañado Beatriz ha visto cómo los peces están a un costado porque del otro hay quienes se ocupan de consolar almas en desbandada.
La poesía de Naufragar en la orilla se relaciona con nosotros, porque necesitamos acabar con el dolor por lo menos conjurarlo por medio de la resistencia que da la poesía.
Naufragar en la Orilla de Beatriz Vanegas Athías, es el número 17 de la Colección Poesía Letra a Letra creada y dirigida por Luz Eugenia Sierra, quien aporta a quienes leemos lo que necesitamos, a los estudiosos y a públicos diversos, con publicaciones bien elegidas y producidas con seriedad. Desde Poetas en Abril, 1982, Luz Eugenia se ocupa de la poesía. Letra a Letra es una casa editorial rigurosa y de autores fundamentales.
Mery Yolanda Sánchez. Poeta y Directora de la Asociación Libre para las Artes -Alartes-.