María Teresa Andruetto
Rosa
Rose is a rose is a rose is a rose
Gertrude Stein
1.
Una mujer pequeña/ una buena esposa/una voz ahogada en la boca/ que da vueltas
Por si alguien manda.
Olvidarlo todo / encontrar a la niña guarra / a su corazón desnudo /
maldita suerte de nadie / como un mundo perdido/el temor / el temblor / la estúpida risa / dócil la cerviz
Por si alguien manda.
2.
Ayúdame rosa blanca/ que no se atrevan/rosa del huerto/ ayúdame a ponerme de pie
Desde el suelo
Árboles/ piedras/ ayuden a este corazón/ ayúdalo madre mía/ que no hay agujero donde esconder el miedo
En los torrentes del cielo
Como una mujer que soporta/ las cosas ancladas / el asilo en la noche sin puerta/ la luz que empezó a hacerse tierna
Olvidada de todo, durmiendo
Reza/la buena niña de los cuentos/ su terror/ su temblor/ su piel de loza/su lirio de agua
Dígalo todo mi niña
Que yo robaré las cañas/ le inventaré un son/ niña guarra / Vuelve la vida a temblar/ como un barco / una mujer baja del pedestal/ no se vuelve/ a mirar nada / era una flor de abismo
Y nos animamos
Saltemos juntas /ahora/ por la puerta o la ventana/ con ardor en la frente/y en la boca una granada.
3.
Que nadie se atreva a decirle nada/
a mi rosa sola/rosa del huerto donde esconder el miedo/
Ella soporta la lluvia/los árboles/las piedras/
y los tormentos del suelo.
Rosa mía del huerto/ no hay agujero donde esconder el miedo/
ni hay alegría para seguir viviendo /Yo quisiera estar de pie/
como una mujer que se levanta del tedio/
pero esta casa no tiene aleros/ni tiene torrentes el cielo/
están las cosas ancladas y todo llueve hacia adentro/
la cicatriz en la boca/ último asilo en la noche/
y el corazón dando vueltas/ como un perro.
Cómo olvidar/el cuerpo y la vergüenza/ cómo rezarle a la niña/
hasta que la luz se haga tierna/ Era una flor de abismo y la encerraron/ saltemos juntas/ ahora/ rosa de nadie/ con los dormidos del suelo/
y los de estómago lleno/No debieras hacer nada/ nada que no hayas hecho/ nada madre de espuma/ niña de piedra y agua/
toda de carne o de barro.
Vuélvase a su sitio/ dicen en la calle/ pero ya no se vuelve/hija/
Una mujer que baja del pedestal/no mira atrás/ anda sobre la tierra/
y eso da miedo/ su piel como un cuchillo/
o como un barco.
4.
Rosa/
Rosa Rosina/Rosa Josefa/ Rosa de Lorca/ madre soltera/ Rosa primera
Roja rosa de Stein
Como blanca diosa/como flor hermosa/ su lluvia de pétalos/sus ojos oscuros/su nombre de pobre
América y rosas
Ay Rosa rosina/ ay Rosa Josefa/ ay rosa de sangre/ ay rosa de Siena/ el rojo en las venas/Que viva la rosa/espinosa/mugrosa/ la delicada
rosa/ la aparatosa
Rosa la Roja
Vieja/puerca/coja/nuestra Rosa/en la quebrada/ desolada/ pisoteada rosa/ que desbroza/ a todas las rosas
Rosario
Perfuma espinosa/la rosa mística/ la torre ebúrnea/el ronroneo/ la rosquita de pan/rodocrosita/ toda reina/ toda renga/ rosa sola/ torrentosa/ de Lima/ de Susques/ de Lorca
5.
Dejá de cantarle a la Rosa/
che/
hacé que florezca.
Del mismo pan, la misma leche
Hay una lengua que yo hablo
o que me habla en todas las lenguas.
Hélène Cixous
Versos de hospital
Un amigo estuvo internado/por una operación extraña/ por primera vez me asomé/ al mundo de los enfermeros/ dice/a la crueldad de los hospitales.
También yo ingresé a emergencia hospitalaria/con un palpitar menguado/ Así dijeron los médicos/ y me pusieron en la zurda/ una pequeña máquina.
Mundo de los enfermeros.
Recuerdo al que me cuidaba/ No quería orinar ante sus ojos/ ni que viera el pelo de mi pubis/pero él dijo/ Es mi trabajo, madre y me lavó las partes con merthiolate/ El muchacho empezaba a ser hombre /los ojos achinados como rajas/ Vine a Córdoba a estudiar/dijo/ era de un pueblo de Salta / es mi trabajo, madre/no podía levantarme.
Crueldad de los hospitales.
Yo en una cama/otra mujer en la otra cama/amigas por esos días/ Él le dijo al poner la chata /hay sangre, ¿está menstruando?/ A ella le dio vergüenza/ se me adelantó la regla… perdoname/No se preocupe/ dijo el muchacho.
No se preocupe, madre.
De azul hielo en la noche/el televisor encendido/ y nosotras en un barco/a merced de aquel muchacho/ que limpiaba nuestra sangre/ y nuestras babas.
Así es nuestro trabajo /dijo/ y nosotras/ coloradas de vergüenza/ diciendo y diciendo/
Gracias
Volvías del colegio
A Juana
Volvías del colegio
y me hablabas de los griegos,
mientras yo preparaba la comida.
Yocasta, Alcestes, Medea, Ariadna,
Afrodita. Electra, Athenas, Artemisa,
tremendas de pie sobre sí mismas
arrojaban al aire su moneda. Ismene
temerosa quería disuadirte, no le digas
a nadie, mi hermanita. Antígona
gritaba buscándose a sí misma.
Y vos, con los ojos azorados, la voz
todavía en su capullo, ¿se puede?,
me decías.
Ha visto
Ha visto la luna temblando sobre el Po en el agua
que se ondula y en la noche de allá lejos, los yuyales,
las chicharras, sentaditas con su hermana en unos sillones
de jardín que chirriaban. Y vio una ciudad dorada y escuchó
sobre el Moldava conversaciones animosas sin entender nada.
Y una escena perfecta con su padre en el patio de una casa
de la que pronto se fueron y la mudanza a otra casa, ella llevando
un gato y su hermanita una pelela en la mano. El gato
se llamaba Geppo y dormía junto al brasero. Vio también allá
en el sur una ciudad con palafitos y en el norte una sobre agua
y otra toda de sal prendida a una barranca. Y una ciudad rosada
como un labio y los últimos damascos del verano y una tropilla
La desamparada corriendo sin bocado por el campo y una niña
tan pequeña que cabía en la palma de una mano. Ha visto
los basurales, las barracas del hambre y los puppi sicilianos,
y el sol hundiéndose en los maizales, tristeza de puro rojo
sobre la pampa. Animales como troncos manando hilos
de sangre y un camino de penurias cuando ya ha caído
el rayo. Por limitada que sea la vida de cada uno, hay
un rebaño invisible que come pasto en la noche
estrellada.
Sangra
La impura, la enferma,
la aislada de todos, sangra.
Sangra y sana. No es milagro,
dueña de sí toca el borde
de su manto y sana, la extranjera.
La hereje tiene hambre, también
los perros comen las migajas,
dice la que vive entre perros,
y da de comer.
Una mujer y un caballo
A Catalina
Cierto día, en un campo de allá lejos,
una yegua se preñó, nadie sabe cómo
y al potrillo que le vino lo llamaron Milagrito.
Ahora una mujer tira de esas riendas, con la pollera
desprolija entre las patas. Sostiene, pies en tierra
lo que está sobre el lomo y en la grupa. Primero
ensilló el caballo, después le dio de comer,
antes lo vio asomarse (grácil, delicado)
entre las patas de su madre.
En el incendio de los maizales
y en las espinas de los tunales
una mujer
y un caballo
se sostienen.
Prestar oído
A mi madre
Yo sólo quería prestar oído
a tu corazón, y así estuvimos las dos,
vos en la historia que se quebraba,
yo en la voz que llega cada tanto
para sentir en carne viva
que toda madre lleva una mujer
colgada al cuello *
* Sharon Olds
En la cápsula del tiempo
A Preta
En la mañana de este mes de enero, viene
mi nieta a visitarme. Tiene tres años esta niña,
juntamos huevos en el gallinero después que canta
la gallina, les damos de comer a los conejos,
buscamos tomates en la huerta (sólo los rojos
o pintones) y encontramos una calabaza pequeña
y otra grande, esta es la madre, dice. Cocinamos
después para el abuelo y en la tarde viajamos
en un barco de piratas. Ha encontrado un tubo
de cartón y me pide que llame a los marinos.
Sos pirata de mi barco, dice, y yo soy la capitana.
Yo grito ¡A estribor, mis marineros!
Y al servicio de Usted,
mi capitana.
Del mismo pan, la misma leche
¿Cómo está tu mamita?, me decía
y yo, muy perdida, tía, muy perdida.
Después mi madre murió
y ahora murió ella
y yo aquí, en la casa
muy perdida.
Genealogía
Tengo una foto del casamiento de mis padres,
él con traje oscuro y el pelo peinado a la gomina. Ella
de trajecito claro y una boina (con un moño grande, a cuadros),
la sonrisa perfecta, los ojos bajos, una cartera pequeña
en una mano (la otra mano enlazada a la mano de mi padre).
Con los ojos renegridos y las cejas grandes, a él parecen
molestarle los reflejos del sol en esa tarde. Sé que es abril,
que están frente a la plaza, la sombra de sus cuerpos
se estira en el mosaico, hacia la tapia.
Ella lleva debajo una blusa blanca. Antes
de esa tarde, vendió una cadena de oro de su abuela
para hacerse el anillo de bodas. Si te gusta el oro,
no soy hombre para vos, dijo mi padre.
Antes, mi padre le dio un echarpe de su madre, de color azul
y grana. Si nos dejamos lo quiero de regreso, es un recuerdo
de la madre de mi madre.
Antes, un hombre golpeó la puerta de la casa de mi abuela,
allá en el pueblo, buscando a una amiga de su madre
y se encontró con mi madre.
Antes, ese hombre que venía de otro mundo,
le pidió a mi madre que fuera a la ciudad para conocerla,
pero mi madre le dijo que una buena chica no se movía
de su casa.
Antes mi madre juró y juró que no se casaría con nadie.
Era hermosa como una potranca en la llanura y enseñaba
a leer con un peinado de trenzas recogidas.
Antes su madre se inclinó a fregar junto al arroyo
para alimentar a los hijos y al marido, y antes de eso
se le enfermó el marido. Era un hombre flaco como un pájaro
que no podía oler la sopa de porotos, ni la flor del paraíso,
ni el heno que enfardaba ni las hojas satinadas
de los plátanos. Íbamos a verlos los domingos, mi madre
nos llevaba; hablaban piamontés en una casa oscura,
con piso de ladrillos y un patio con glicinas.
Antes los padres de mi madre emparvaban alfalfa
en Campo Yucat y antes la madre de mi madre
tuvo a su primer hijo cuando era apenas una niña.
Antes, su madre casó a la hija casi niña con un hombre
bueno, el más bueno que encontré, decía,
sin preguntarle a esa niña nada.
Antes la madre de la madre de mi madre viajó con su hija
pequeña en la bodega de un barco y después atravesó los campos
como una peregrina, detrás de una máquina de trilla;
y antes escapó de su pueblo con su hija, para que no la casaran
con un hermano del marido.
Antes, en un lugar llamado Casas Viejas, se le murió el marido
y ella se ató un cilicio en la cintura. Cuando yo era niña,
aún vivía, aferrada a un misal y un relicario con pelos
de Santa Cecilia. Era poco agraciada la madre de mi abuela,
la cara angulosa, los ojos hundidos, la boca, pero alguna vez
fue joven y robusta, un animal para el trabajo
cuando conoció al marido.
Antes ella no tuvo padre y juró que si tenía hijos,
los hijos tendrían otra vida. Y antes fregó los suelos
de una iglesia y fregando conoció los libros. Los evangelios,
La Filotea, La vida de Santa Cecilia (y se escondió en el pecho,
tal vez robada, esa reliquia, unos pelos de la santa
en una cajita).
Antes fue campesina y ayudó a su madre a cuidar dos vacas
que tenían y antes su madre arrancó raíces
de entre las piedras, para alimentarla.
Encontré una foto de esa mujer, una foto borrosa,
amarillenta. Dijo mi madre que le dijeron
que la sacó el cura de Casas Viejas. Es la foto de una campesina
joven, ya con la espalda curva, una mujer muy flaca,
con la quijada hacia adelante, husmeando como un perro
y los ojos, ay los ojos, tan despiertos, como una rata
o una ardilla, ojos alertas como los de una perdiz
o los de un tero.
María Teresa Andruetto. Arroyo Cabral, Provincia de Córdoba (Argentina). Licenciada en Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba. Es la primera escritora argentina y en lengua española en ganar el Premio Hans Christian Andersen (2012). Cofundadora de CEDILIJ, Su narrativa ha sido editada en alemán, gallego, italiano, portugués, turco y chino. Sus poemas figuran en revistas y antologías nacionales, francesas, italianas, portuguesas, norteamericanas y lituanas.
Su obra se estudia en universidades americanas y europeas, y se realizaron a partir de ella libros objeto, cortometrajes, espectáculos poético-musicales, coreografías, espectáculos de narración oral escénica y adaptaciones teatrales. Desde hace treinta años trabaja en la formación de lectores, por lo que visita escuelas, profesorados y universidades y es habitual conferencista sobre literatura en general, literatura destinada a niños y jóvenes y construcción de hábitos lectores.