Antología invisible

Rafael Courtoisie (Premio Jaime Gil de Biedma)

Por Carolina Zamudio.

«El propósito de la poesía es recordarnos qué difícil es seguir siendo una sola, ya que está abierta nuestra casa, no tiene llaves y huéspedes invisibles entran y salen a su antojo”, introduce el epígrafe, cita del Nobel polaco Czeslaw Milosz, Antología Invisible. El poemario más reciente del escritor uruguayo Rafael Courtoisie, XXVIII Accésit Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, publicado por Visor, es ante todo una travesura de encastres, un ajedrez de jugadas maestras, un conjunto que ofrece diversos accesos a un universo poético polifónico con voces que se contradicen incluso en el mismo poema.

Si entrar a un libro es siempre un desafío, en este caso el axioma se cumple de forma sorprendente: sus ochenta y siete páginas tienen múltiples lecturas, así como escrituras múltiples. ¿Por qué? Son poemas escritos por un autor, pero firmados por muchos. Todos apócrifos, incluso bajo la firma del propio poeta, como en el último, Apócrifo de Rafael Courtoisie.“East rain”, de Edward Hopper. Desde este punto de vista, entonces, un camino indiscutible sería: son textos ficticios. Pero, podría ser también el del escritor como lector (dos caras de una misma moneda, en los mejores casos), por inclusión y omisión: cómo habrán marcado la voz del uruguayo, por convergencia estética o divergencia Plath, Celan, Storni, Dickinson, Lispector, Kafka, Rulfo, Porchia, Carver, Woolf, Bishop… Cada poema pareciera ser un homenaje, con un guiño cómplice a la historia toda de la literatura.

El autor juega e invita a hacerlo en cada una de las líneas de este ‘tratado de la ironía’: “Me río como loco/ doy saltos, finjo/ la primavera”, cierra el primer poema atribuido a Wen Li Fu (China, siglo XIII). Para esta senda, el poeta —como el docente licencioso que es— suscita la vuelta a estos autores referidos, a mirar sus estilos, sus voces perduradas al paso el tiempo y de la crítica, a expandir por diez, por cien esta Antología… ¿Detestaría, acaso, Alfonsina Storni la mítica zamba del folclore argentino “Alfonsina y el mar” como le confiesa ella misma en el poema XIX a Horacio Quiroga? Esta mirada sobre la historia, la poesía, la literatura, las relaciones humanas, las vidas de estos personajes amplía aún más el alcance de la obra.

Otro posible atajo, si la tomáramos como textos de un único autor que firma con distintos nombres —reales y ficticios, catorce en el último caso— sería hablar de diferentes presencias poéticas en el mismo escritor, algo cercano a los heterónimos o a los alter egos; en algunas ocasiones de los primeros y en otras de los segundos, con la particularidad de que no son individuos creados por el poeta dentro de su propia personalidad, sino artistas reales bajo la mirada lúcida del Courtoisie poeta, crítico y traductor. Parodia, al fin, con la inclusión de poemas en inglés, un título en francés y otros goces creativos.

El primer texto del libro sugiere el misterio de la poesía, la búsqueda de la palabra justa, con la complejidad añadida de desplegar luego diversas voces que van hacia ese reto, y con finales que alcanzan cimas estéticas admirables, “El silencio, el voto/ que el alma pronuncia”, por caso, que a la vez nos indagan si el poeta está dentro o fuera de los poemas; es decir, cuánta perspectiva se necesita para ser al mismo tiempo autor, y no serlo. El poema VII, Mermelada de duraznos ausentes, firmada por Anne Rosennglad, podría leerse como una suerte de receta de cómo hacer un poema del vacío inventando la palabra, anticipación del poema XIV, Leído en una hoja de bambú, atribuido a Lao Tse, uno de los textos destacables del conjunto todo.

Podríamos centrarnos en otro sendero aún, el de la búsqueda narrativa, una certeza en esta obra que se vislumbra de manera clara con el texto X, primer poema en prosa, con inclusión de un meta texto debajo, procedimiento recurrente desde entonces, en el que leemos a Sartre, quien escribe sobre Baudelaire y Flaubert (circunstancia real en sí misma), parodiada en este caso en el imposible desde la condición histórica de que el autor de El idiota de la familia pudiera escribir, por inconsistencia temporal, Houellebecq descarnado. Podría decirse que esta es la primera estocada, luego de poemas más amables, sólidos, sin este nuevo elemento en el que Courtoisie, además, firma el texto al pie de página como traductor.

Quien conozca al menos parcialmente la producción anterior del autor sabrá que no suele haber ingenuidad en la creación del escritor, sí humor, cotidianeidad, pasión y rigor. A todo eso, aquí se suma lo lúdico y la complejidad, un reto a la agudeza y a la sensibilidad del lector. Algunos de los poemas logran ser verdaderos cuentos que contienen una historia detrás del poema ¿cierta, verdadera a medias, posible? Todo a la vez y a su propio tiempo, como en el título del texto XVII, Sylvia Plath lee un poema de Vallejo antes de cometer suicidio; la nota al pie del apócrifo de Rubén Darío, donde se cuenta que fue escrito por una médium en el centenario de la muerte del nicaragüense; el verso “Heminway estaba borracho/ o muerto que es lo mismo”, en el XXXII, Inédito de Donald Trump, Sabemos quién mató a Kennedy; en la cita “Manuscrito que Paco Ignacio Taibo II rescató del fuego en casa de Juan Rulfo (…) quemándose la punta de los dedos, manoteó en la hoguera y logró sacar unas páginas chamuscadas, ilegibles, de la que salvó este fragmento del relato inédito ‘Zamudio’, nunca publicado hasta ahora”, en el ficticio del mexicano; o en el handwriting de Emily Dickinson, encontrado en el 2064.

Y justamente esa es otra puerta de entrada, quizá salida: la de las fechas de los textos que no solo barren el pasado, sino que vislumbran futuro en la poesía y en los azares de encuentros y desencuentros a través de ella; un manuscrito de la libertad en la creación y el tiempo, en los cruces ilimitados del arte. Quizá esa continuidad de personajes, esas máscaras movidas con destreza por Courtoisie sean la novela que también pueda leerse al juntar las piezas y escenas de esta Antología Invisible, que los poemas en su totalidad no sean tales, sino capítulos de una larga historia abierta aún no escrita y “La presente es una traducción al español de una traducción al inglés de una traducción al alemán de una versión del poema que aparece en una folletín y en volantes repartidos…”, como en el más largo de los meta textos donde se explica que Jim Bei Jim fue, en el siglo VII, un poeta de la corte que se rebeló contra las autoridades y salió por los pueblos llamando a la revuelta. Y, no por azar, aparezca y vuelva a aparecer en el libro la palabra primavera.

“Los escritores son pescadores/ frustrados”, dice Courtoisie que le dijo el hijo mayor a Carver, “Te crees Heminway pescando en el Golfo,/ papá”, dice unos versos antes que dijo. El escritor de este libro es un autor versátil y erudito, con la capacidad de construir un mundo íntimo en esta obra de distintos estilos, formas de creación, incluso propias formas de ser uno y otro Rafael Courtoisie. Porque todo termina siendo, con maestría, reírse del propio poeta detrás de las identidades que asume y, aún más, de todo lo creado: “Los caminos de la Providencia y de los críticos de Arte son inescrutables”, cifra como última línea de esta Antología… y ríe una vez más con una voz que debió deshacerse de un yo para dar vida a todos. Como un Dios. ¿Apócrifo?  Eso solo lo dirá el lector.


Rafael Courtoisie. Miembro del jurado de selección de la Beca de la Fundación Cultural Esteros 2020. Escritor y catedrático uruguayo.