«Casa de salud», de Gerardo Ciancio

Presentamos una selección de poemas del libro «Casa de Salud», de Gerardo Ciancio, acompañados de una nota introductoria escrita por Carolina Zamudio. Celebramos este libro de lenguaje preciso, Primer Premio de Poesía Juan Carlos Onetti 2023, donde el dolor se expresa en símbolos, elegancia estilística y silencios.

por Carolina Zamudio

Existen poemarios de títulos enigmáticos, que requieren de cierta colaboración por parte del lector para ingresar en él, y existen otros, más transparentes, que remiten directamente a la obra sin ninguna veladura. Una invitación directa, de puertas y ventanas abiertas. El libro más reciente de Gerardo Ciancio pertenece a la segunda categoría. Se trata de una obra rotunda que tiene a la madre en el centro de la creación del mundo ficcional y está construido con una intensidad de parto, fundacional. Hay algo en este libro que nos recuerda a las palabras de María Zambrano: «El poeta antes que nada y ante todo, es el hijo […] el hijo amante […] porque se dirige hacia sus orígenes. […] Amor a los orígenes y descuido de sí. ¡Cómo va a cuidarse si todo lo espera!»

Como describe Ricardo Pallares en su lúcido prólogo a «Casa de salud», «si decidimos ‘entrar’ a esta casa y su mundo de palabras (…) se nos plantea el desafío que supone un libro de poesía, especialmente en cuanto a la producción lectora y a sus exigencias (…) estamos ante un libro intenso y auténtico cuyo título denota claramente uno de los asuntos más complejos y dolorosos de la sociedad de nuestro tiempo».

Coincidiendo con las apreciaciones del crítico, una de las virtudes mayores del poemario, además de la forma en que aborda un tema tan complejo, es el tono, en concordancia con el título, a la vez que íntimo y universal, lo que constituye una cualidad cardinal en un libro de poesía. «Una transparencia inusual/ se gana la mañana/ y entramos a la Casa de Salud:/ mamá la habita con su decir desmadejado/ envuelta en el dulce fervor de su sola vida». Así comienza «Casa de salud», que resultó ganador del Concurso Literario de Montevideo Juan Carlos Onetti, otorgado por la Intendencia en su edición 2022 y fue publicado por Yaugurú en 2023, con portada de Maca.

Se trata de un libro estremecedor. Imposible no entrar a él desde una ternura desapacible y desangelada, desde el registro que describe esa casa de salud. También podría ser leído como un epistolario a la madre, una colección de esquelas con el sello simple de lo cotidiano, apuntadas para que nada quede sin decirse o registrar, mientras una vida se apaga inexorablemente. La estructura de poemas/esquelas nos da la idea de pensamientos que se expulsan o siembran, se traen a un presente ficcional vertido de catarsis y belleza a la vez. Dolor. El dolor que siempre es un grito, aunque sea mudo, corto. Cortante. El yo poético se dirige casi de forma permanente a la madre; la obra se construye mediante ese diálogo que encuentra (o no) un interlocutor, con la idea/imagen/confesión recurrente de ‘te dejo sola’, aunque quien está siendo ‘abandonado’, huérfano, es el hablante.

En lo formal, el libro está dividido en dos partes. En la inicial hay una primera persona que se vale de varios registros, pero logra un tono íntimo e intimista que revela y rememora, registra. En la segunda, denominada «Coral de Hijas», hay, justamente, una diversidad de voces que quiebran el registro anterior complementándolo con maestría. «Ambas partes del libro articulan significativamente y se fortalecen porque suman intensidad y matización de sugerencias y contextos con caudales diferentes», como indica Pallares.

El lenguaje conseguido es preciso y exquisito, justo: «toda la luz batalla contra su sombra, aunque anticipe su derrota», cierra uno de los textos. Estos poemas breves, que pueden también ser leídos como uno solo de largo aliento, tienen una mirada cinematográfica con el punto de vista de un espectador que contempla y está a la vez él mismo en el centro de la escena. Como enfatiza el prologuista, «tenemos de inmediato la evidencia de la creación de un lenguaje, de una organización verbal autónoma, la aparición de un sujeto que enuncia y que ficcionaliza al sujeto o yo autoral».

«Y algo imanta el aire que nos cubre»

«Miramos con los ojos empañados de perros»

«Te ladra el destino, mamá»

«Te dejo sola/ con los días amontonados»

«El aire se aprieta mientras hablamos»

«Eso que destilamos en la infancia»

«Es grandioso que seamos acá, mamá,/ como un milagro de entrecasa».

Entre otros elementos clave, están el atardecer, la naturaleza que sigue sus ciclos, los ángeles, también lo narrado como la horizontalidad de una vida, lo estático en contraposición a lo vertical o, dicho de otro modo, lo que crece. Pero también se usan varias veces tanto la palabra como la imagen de lo horizontal o su opuesto (el «día vertical») y allí se piensa si en esta idea no están contenidas la vida y la muerte. Opuestos complementarios que son vitales en la construcción de este universo real e imaginario de la casa de salud.

Desde ya, la figura materna, no solo como la madre que habita la residencia y el libro todo, sino ‘la madre’ como categoría social desde la cosmovisión del poeta que la va construyendo verso a verso. Otro elemento a tener en cuenta es la reflexión acerca del poema, de la poesía misma, de la estructura («alguien apedrea pájaros dentro del poema»), que se logra de forma concienzuda a pesar del dolor. O por eso mismo.

Andan por ahí también las flores todas de la infancia; hay animales desolados, desorientados, habitando el libro; los objetos de esa arcadia perdida que busca congelarse, plasmarse en el poema desde otro tiempo vital; las circunstancias nimias, aunque fundacionales, que anclan a la madre a la vida para siempre. También, los pájaros en este libro están muertos y se lee eso inquietante, como varios pasajes del poemario, estremecedor. El tiempo es una idea que está presente en casi toda la obra, pero no en su sentido metafísico, su finitud, sino que se trata de un tiempo que transcurre con pesadumbre, como el «ardor de la siesta/ que hace insoportables todas las palabras»; el yo poético lo enuncia, lo hace tangible en estos poemas, se puede tocar ese tiempo que duele: «Tengo miedo, mamá,/ del silencio/ como un precipicio del cual no volveremos», dice el poeta a la madre, al lector, a la posteridad.

Algunos temas, obsesiones —en el sentido de la obsesión temática o recurrencia del yo lírico— son el silencio, la voz, el tiempo, las palabras, los ángeles, la mirada perdida, el aire, el vacío, la mudez y el Mundo (con mayúsculas), o todo eso junto, velado, en el mundo. Pero también la voz que narra —no solo la poética, muy bien lograda—, sino la voz perdida, la recuperada en el libro de la madre y el silencio que por momentos está planteado como lo que arde, como un escozor.
«Y los restos del candor con que miramos/ cómo nos devoran las flores/ dentro del paisaje». Con relación al tiempo, el poeta y crítico Jorge Arbeleche, de quien se incluye un epílogo en la edición, de forma muy acertada indica: «En este libro el tiempo transcurre al ritmo de la muerte». A lo antedicho, se podrían añadir algunas apreciaciones de Pallares con relación a dimensiones de índole espiritual: las vicisitudes de la vida y la poesía, las alternativas en la vida y en la mente, el desamparo, lo improbable y la duda reflexiva sobre el verso, la palabra y el lenguaje, las visiones, el silencio, lo filial, el tiempo y sus refracciones, el amor, sus huecos y la muerte.

En suma, hay mucha intensidad en estos poemas breves, una intensidad emotiva que es una forma honesta y muy madura de ella, en la poesía y en la vida. Pero pareciera que la intensidad está más en el fondo que en la forma que, aunque al hueso, es de un tono más bien mesurado. Se trata, en fin, de un poemario compacto y memorable que se ancla en la trascendencia que a veces es dolor. Pero que también es vida.



Tengo miedo, mamá,
del silencio
como un precipicio del cual no volveremos.

          (Parece que bramaran tus ojos resecos.)

Escucha mi voz desalineada
que raspa
estos pisos en damero
estas baldosas de amianto
y el tacto de la palabra noche.


Resbala el lenguaje
de a poco
por las
cerámicas
encandiladas
de la mesa
y los restos del candor con que miramos
cómo nos devoran las flores
dentro del paisaje.


Entre las copas de lo pinos
copulan pájaros del deseo.
Apenas si vemos a ese ángel de sombra
que baja silbando
con los dedos como puñales.


Con aquel cepillo enorme en tu mano
(enorme, quizás, en ese pasado detenido en tus horas)
repasabas tu largo cabello suelto
          extendido sobre la faz de la mañana.
Yo fisgoneaba
en la penumbra del pasillo
veía el ritual
el cepillo
tu mano
arriba
abajo
como dándole cuerda al Universo.


La Casa se volvía demasiado pesada
dromedario.
Y el olor de los manteles sin visitas.
Y los cuartos vacíos.
Y los floreros lánguidos.

La Casa de Salud es el centro de un universo casi deshabitado.


Un hervor de fe. Un fervor
y tus ojos con lejanías repletas de pájaros muertos.

Aúlla cada mota de polvo que refleja ese haz de luz por la ventana
y se esponjan las horas en la sala:
hay un lugar del tiempo que nos alcanza.


Hay un algo que se esfuma y se afirma
al tiempo que la vida es grandiosa
porque nos tiene acá de protagonistas
en esta pieza
en el silencio de tu boca en movimiento.

Es grandioso que seamos acá, mamá,
como un milagro de entrecasa.


Envuelta en la abstracción de tus ángeles, mamá,
tus ángeles de estampita
esos que no descienden al llamado de tu voz remendada porque el osario del
poema aúlla en la larga noche
y entre las hojas de los plátanos
la luna acecha
como un animal de luz desconocido
como un quieto pájaro de rigor.


Todo el jardín arde a lo largo de tus ojos
y un búho abigarrado se dibuja en tu cerebro.
El resto: silencio.



Afuera
miramos cómo el mar se pone rojo: nos ciega tanta luz por todas partes y nadie parte las aguas
nadie las cruza.
Han blindado la tarde
y nosotros acá
mirando el ojo incendiado del crepúsculo.


Entre las copas de lo pinos
copulan pájaros del deseo.
Apenas si vemos a ese ángel de sombra
que baja silbando
con los dedos como puñales.


Danos así
nuestro placer de cada día
Sin ofender
mamá
somos tu cardumen
tu renacer
al fin
iluminado




Gerardo Ciancio (Uruguay 1969). Profesor de Literatura y Máster en Gestión Educativa, poeta y crítico literario. Ha publicado los libros de ensayo «La cultura en el periodismo y el periodismo en la cultura. De Mario Benedetti a Maldoror: miradas sobre la prensa cultural» (2007); «Soñar la palabra» (2012), entre varios otros. Autor y compilador de varias antologías como «Nada es igual después de la poesía: cincuenta poetas uruguayos del medio siglo:1955-2005» (2005); «El amplio jardín. Poesía joven de Uruguay y Colombia» (2006), entre otros. Es autor de los libros de poesía «Arquitrabe» (2010); «Cieno» (2011); «Haikus de Kiushu» (2017), «Los ojos críos» (2021), «Linaje» (2021). Su libro más reciente se titula «Casa de Salud». Ha obtenido el Premio de Ensayo de la Academia Nacional de Letras (1989, 1994 y 1996), el Premio César Vallejo de la Biblioteca Nacional de Uruguay y la Embajada de Perú en Uruguay, el Premio Ramón Gómez de la Serna de la Embajada de España y el Instituto de Cooperación Iberoamericana, el Premio Anual de Ensayo Literario del Ministerio de Educación y Cultura (1998), el Premio “Netzahualcoyotl” (México) y el Premio Internacional de Ensayo de la Fundación Mario Benedetti (2012). En 2010 obtuvo el Primer Premio Nacional de Poesía y Primer Premio de Poesía Juan Carlos Onetti de la Intendencia Municipal de Montevideo (2020 y 2022). Ha sido invitado a dar conferencias en las universidades de Valladolid, Complutense, Alicante y Cáceres de España, Uppsala de Suecia, y Santa María (Brasil).


Carolina Zamudio. Periodista, poeta y ensayista. Master en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos. Entre sus libros destacan, «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, (Estados Unidos); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, (Francia); «La timidez de los árboles», (Colombia); «Vértice», edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», (España). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación y Corona al Poeta (Argentina). Creó y dirige la Fundación Esteros y la revista del mismo nombre, además de llevar adelante el Encuentro Esteros.