Recomendaciones Esteros

Los editores de «Esteros» recomendamos libros que hemos disfrutado: obras de distintos orígenes, tiempos y estilos, traducciones, poesía, ensayo y recientes publicaciones de poetas hispanoamericanos.

Por Carolina Zamudio y Juan Suárez


«Wähine toikupu, Poetas contemporáneas de Nueva Zelanda»
Selección, traducción y nota de Andrea Rivas (México)

Tusiata Avia
(Otautahi / Christchurch)

Quiero tatuar mis piernas.
No azules ni verdes
sino negras.

Quiero sentarme frente al tufuga[1]
sabiendo que me desea dolor.
Quiero que saque su cincel
y martillo
y golpee mis muslos
en toda su circunferencia
como si caminara alrededor del mudo
como si remara a través del océano Pacífico
en una canoa
sabiendo que una vez que has zarpado
y puesto a los perros a bordo
—ya no hay vuelta atrás, Bingo.

Quiero mis piernas filosas como dientes de perro
perros salvajes
salvajes perros samoanos
del sarnoso tipo que muerde a los extraños.

Quiero mis piernas como pulpos,
negros pulpos
que cazan ratas para comer.

Quiero incluso mis piernas como ciempiés
negros
cuya picadura se hincha durante semanas.

Y cuando termine
quiero que el tufuga
se enderece y sepa que no son suyos
que nunca lo fueron.

Quiero asustar a mis amantes
dejar que se sienten frente a mi
y silben entre dientes.

[1] Palabra samoana para constructor. En este caso, se refiere al constructor de los tatuajes, hechos de manera tradicional con la técnica de handpoke



«Otra piedra, otro corazón»
Elbio Chitaro (Uruguay)

Cuando me refiero a la tristeza
hablo de actos de tristeza entre dos luces:
una luz.
casi extinta, empapada, azur;
la otra
para arder, incendiada su mitad[2] .

Un ojo, dos ojos, tres ojos, cuatro,
pedazos de ojos, poliedros
            de arco iris, fregados
en versos vacilantes.
Los ojos pueden ser actos de tristeza:
            cuando no están mirando.
La zurda, la diestra, la mano
            derecho al corazón,
un jab de zurda en el mentón.
Las manos pueden ser actos de tristeza
cuando se han erizado.
Los silencios también.

Los fluidos del cuerpo. Los ríos grasientos
            son la tristeza misma

¿y cómo pesa el método
            en la cabeza del dolor?
Atar cabos a la inversa y llegar a la raíz.
            – Ensayo y error, Señor. Terror.
            – Errar; cerrar de golpe
los caminos de la vida.
Pues errar,
errar lo mismo da.

            -Quien sea.

a santiago y juan andrés

[2] Enrique Bacci: Midland, Maldonado, 2022.



«A la espera de uno igual»
Thomaz Albornoz Neves (Brasil)

Traducción de Blanca Varela, Rodolfo Alonso y Rafael Courtoisie

En el momento justo
lo que se abisma expande el centro
El transparente anillo del abrazo
dispersa ecos sensibles
Detenido al moverse
el cuerpo es punto entre puntos
que se adelantan al espacio en arcos
El cuarto es de un solo elemento
y esa luz es el lenguaje de las cosas



«Tiempo abierto»
Xavier Oquendo Troncoso (Ecuador)

El Colorado

Mi padre era enorme:
alto, corpulento.
Tenía el pelo rojo y parecía un vikingo.
Caminaba firmemente y todo lo podía hacer.
Todo lo hacía:
abría los frascos más duros,
abría el mar,
abría el cielo cuando estaba nublado,
abría la tierra.
Cuando había lluvia, ponía su mano como un paraguas

para que pasemos del agua al cobijo.
Le encantaba manejar,
tenía un perfume peculiar,
sabía comer bien,
sabía abrazar bien.
sabía mirar bien.

Mi padre tenía las manos gruesas y una piel delicadísima.
Sufría de alergias.
Era bello papá.
Primero dormía tarde, luego dormía temprano.
Primero odiaba los gatos, y en un tiempo amaba los gatos.
Primero odiaba las telenovelas, después amaba las telenovelas.
Papá era imponente.
A donde entraba le tenían respeto,
era un gigante hermoso.
A él le gustaba que escriba poemas
y hasta a veces me pedía que lea unos sonetos.
Papá no lloraba, pero yo lo vi llorar.
Papá no se enfermaba, pero yo lo vi enfermo.
Papá no se quejaba, pero yo lo vi en la queja.

Yo sí le sigo pidiendo cosas, protecciones, bendiciones, paraguas.
Su mano hermosa para que me cobije de los rayos,
de ríos correntosos,
de la piel delicada.

Aún parece que sigue viajando en su camioneta.
Jugaba fútbol.
Escuchaba toda la música.
Hacía cosquillas.

Ahora mismo recuerdo todito él,
que es un recuerdo grandote.



«El ojo de Celan»
Susana Szwarc

Dicen que el calor
en su aire sube.
Dicen que nadie
fundó el calor
y me río, pero subo (subo)
para evitar lo frío
lo necio (¿tuyo?)
lo vano (¿de mí), lo miedo.

Entre ramas
que buscaron abrigo estoy
y bien, huelo.

Sentada en el cielo raso
cabeza abajo

te leo.



«Las armas de mi padre»
Gustavo Osorio De Ita (México)

la cacería se debe hacer sin ruido. el silencio es una forma de conocer el mundo y en silencio rozamos el pasto alto. el frío en los pies es lo que nos mantiene despiertos. aunque tú estés ya casi siempre dormido.

la luna del cazador. los animales están gordos y lentos. tu cuerpo es ahora un magro intento de seguir ocupando espacio en el mundo. tú me enseñaste a cazar. y a caer.

en tu voz un estridente murmullo. decías dispara. pude ver la lumbre de los ojos del animal apagarse. tus ojos ahora son casi grises y un velo de polvo se interpone entre tu mirada y el mundo. podías antes ver de noche. podías antes ver.

aunque qué veías a lo lejos después entre el olor a sangre de animal y miedo y el peso nunca pude saberlo. entonces me decías que había que matar para tener carne suficiente para aguantar los inviernos.

que siempre que mates debes tener un motivo.
que siempre que mueres debes tener un motivo.

ahora estás mirando hacia ese mismo lugar de antes. dispara. estoy murmurando cerca de tu cuerpo recostado. la luna brilla alto. mueves tu cuerpo levemente sin dejar de ver allá a donde estás yendo.



«La enunciación»
Teresa Korondi

¿Hay algo más vacío que terminar de escribir o terminar de leer? Es un terminar que no termina nunca pero a la vez se ausenta y despega. Un espacio que queda vacuo sin volumen ni tono, un agujero incoloro sin paredes. Terminar de escribir es el fin del sexo pero sin cansancio. Terminar de leer es la muerte del mundo. Un big bang que arroja explosiones y destierra a la propia Tierra de su eco. El eco se va ausentando y comienza una grata angustia de despegarse, como el dolor de la cáscara que conforma la cicatriz y es arrancada.



«Continuo y minucioso roer de la memoria»
Waldo Leyva (Cuba)

Distante está el árbol y aún más lejos la luz
pero su sombra inquieta llega y parte al instante
dejándome manchada la ventana.
Anoche tuve un sueño que intento recordar.
En él también la sombra era una torpe ruta
un tropiezo sin fondo.
Sé que había un rostro, cierta canción antigua
la espalda mutilada de una muchacha desconocida.
Yo estaba allí pero no puedo descubrir
en qué zona del sueño, ni si era mi sombra
la que cruzaba por la espalda desnuda
de la mujer sin rostro.
Siento que venía del dorso de las cosas
y me busqué las manos sin hallarlas.
Cambió la luz de ahora, y el aire alejó las ramas
pero la mancha de la sombra sigue moviéndose
en el sucio cristal de la ventana.



«Esta pobrecita tierra»
Juany Rojas (Chile)

Más rebeldes que los santos fueron los difuntos
Protestaron días noches meses
Sin pudor hirieron mirada y olfato
se dejaron fotografiar
hurgar en sus ropas
en la intimidad de sus huesos
hasta que al fin
algunos volvieron dignamente a sus nichos
y los que no
se perdieron dignamente
en la basura



«Incendio Mineral»
María Ángeles Pérez López

Está la cabeza atrapada y seducida. Con viscosa densidad tejemos una tela alrededor. Su peso la desequilibra contra el suelo, como una manzana que Newton olvidó recoger para la cena, o que dejó pudrirse en el árbol mientras la picoteaban los pájaros en el verano de Lincolnshire, o que golpeó indolente con un pie como si fuera un sol molesto en la curvatura de su caída innoble.
Gravedad y liviandad en la atracción con que los cuerpos se muerden unos a otros, se hacen caer, se envuelven en el lienzo invisible que cosió la mañana.
Retícula imperfecta del amor.
Soy a la vez la araña y soy su mosca.



«Un águila en los reinos de la nieve»
Jidi Majia (China)

Traducción de Frances Siman

UNA PALOMA DE JERUSALÉN

Al alba, más allá de la ventana del hotel
donde me hospedaba en Jerusalén,
escuché una paloma que zureaba sin cesar.

Escuchaba su llamado
como entre varias lenguas extrañas.
Por momentos parecía estar cerca, después lejos;
su distancia era para mí difícil de juzgar,
como si viniera de la profundidad de la tierra
o llegara a mis oídos desde alturas celestes.

Su llamado era triste y eterno,
tal vez de duración similar a la muerte;
en un lugar no muy lejos de ella, en los adoquines
que conducen al Muro de las Lamentaciones o a la Mezquita Agsa,
no se ha borrado la sangre de las distintas religiones;
aunque sea solo en aras de la fe me pregunto
si realmente Dios o Alá nos han amado.

Escucho elevarse el gorjeo de la paloma:
llora, deja que estalle en lamentos;
perdónenme compañeros, ahora solo puedo callar…



«Los errores de nuestros padres»
Alejandro Concha (Chile)

IMAGEN DE UN PAÍS CRUCIFICADO

Por quién de los nuestros nos toca brindar hoy.
A estas horas cuando abrazamos el frenesí,
una aguja atraviesa el mundo
clavándose justo al centro de mi respiración.
El sonido de los fuegos artificiales retumba
y el humo de su estela hace círculos en la sangre.
Al hijo de un amigo lo han hallado muerto esta noche,
y en su cuerpo, y como en todos los cuerpos
de este flagelado país
están las marcas de sus fariseos.

Los abrazos en familia debieron tener distinto olor.
La cena debió quedarse suspendida un rato en la boca.
No quiero recibir visitas. Me encerraré,
miraré la imagen de madera de este país crucificado
y toda su burlesca crueldad
—como siempre/ como nunca—
no me ofrecerá ninguna respuesta.



«Toda travesía termina»
Marco Antonio Campos (México)

¿Dije esto?

A Carmen Ruiz Barrionuevo

El reloj de Plaza Mayor suena a la hora en que no vine.
¿Quién me hizo? ¿El azar o Dios?
¿Me hice yo mismo?
¿Demasiados años de dolor y angustia compensan
los jardines repentinos en el año que no vi?
¿Quién recogió de mi cerebro el vidrio
en el canal de la calle para hacerme una ventana?
Odié el odio, quise el bien, traté de hacerlo, pulí la amistad,
asumí el hacerme de enemigos, y la culpa
me siguió tras de los árboles sin alejarme.
Abril fue azul y nadie me esperó este mayo.
Perros conducen a los dueños fuera de las puertas.
Gorriones son puntos verdes en el aire quieto.
«No hace mucho comprendí -le digo a Carmen-
que la vejez es la muerte a media muerte.
Me atristo ante lo mucho o
lo poco que viví, sin saber cómo fue
ese mucho o poco. Metafísica o realmente
me he quedado a un paso de la meta.»

¿Dije esto? ¿Yo lo dije? ¿En verdad lo dije?

Salamanca, 2010



«Maratón de Series»
Álvaro Ojeda (Uruguay)

Maratón de series

La justificación para todas las conductas,
árbol, porche y hamaca oscilando
desde la voz de Frank Sinatra
hasta la orquesta de Count Basie,
el fin,
el comienzo de alguna historia,
la continuidad del fin y del comienzo,
please be kind, Filípides,
no necesitamos más que la familia,
la familia, ante todo,
¿verdad?
nada más atractivo que el narco adusto
que protege a su familia,
el intelectual cauto,
ese que sabe distinguir entre fábula
y alegoría,
¿verdad?
nada mejor que los abogados chispeantes,
que los cruces de caminos en ciudades arruinadas
filmadas por drones,
ciudades hermosas y ruinosas
de arrabales baleados,
inmensos y sórdidos,
ni hablar de las turbias necesidades
con sus turbios procedimientos pacificadores,
please be kind, Filípides,
no se corren todos esos estadios
para comunicar una victoria,
nike, nike, nike,
se corre buscando la ayuda de los peores,
nada más sencillo y justificado
que caminar con el demonio a un costado
y con dios sabiéndolo todo,
permitiéndolo todo,
please be kind, Filípides,
¿acaso la democracia no está asegurada?
¿acaso la costumbre del sol no nos ilumina?
¿acaso no vencimos a los persas?
somos inseparables como cómplices,
como diptongos,
como tréboles,
please be kind, Filípides,
ahora solo necesitamos desear la muerte
del peor de todos,
no es que nosotros seamos mejores,
es que no somos los peores,
sólo el perro elige la boñiga,
please be kind, Filípides,
que todo transcurra,
que todo prosiga
y se consolide,
el tiempo es oro.



«Entonces Noviembre»
Jorge Palma (Uruguay)

Celebración y plenitud

Mi madre toma el trozo de queso
como lo tomaba mi abuelo
y lo huele como lo olía él
antes de llevárselo a la boca,
mientras la otra mano sostiene
un pequeño vaso facetado, como
un dedal transparente,
a través del cual, se ve
el vino más rojo de la tierra
y la larga fila de hombres
y mujeres que llegan hasta mí.

Lo demás
es celebración y plenitud.



«Deriva»
Tatiana Oroño (Uruguay)

Con la letra que tiembla

tensar raspar el arco 
del futuro
intentarlo, con el pulso quebrado 
pretender quebrantar
pronóstico funesto de las tripas y el seso 
en un desquite 
de etapa terminal: la letra

que quiere perdurar

en el papel / su rastro
endeble
estrangulado el uso de la mano (acéfalo 
en resumidas cuentas) para decir
querría
que mi obra
viviera aun sin mi
que viva mi pintura
querría
que viviera.

El papel todavía balbucea (mas
desechada
la letra vacilante fue 
del padre

por convenio lacrado 
en consanguinidad

e inquina).

Escrito por

Revista cultural y literaria de la Fundación Cultural Esteros.