Manual para la dicha: sobre la poesía de Rafael Courtoisie

Carolina Zamudio explora la —en apariencia— diáfana y sencilla poesía de Rafael Courtoisie para revelarnos un universo complejo, un cosmos en el que las cosas cotidianas se adueñan del lenguaje para nombrar y reconstruir nuestra existencia.

Por Carolina Zamudio

Pocas cosas son tan temibles como el tedio de lo cotidiano. Por eso el gancho de este «Manual de poesía para resolver problemas domésticos» es encontrarle la vuelta a esa disquisición cotidiana, doméstica, aparentemente elemental, pero tan compleja a la vez.

No es la primera vez que Courtoisie se divierte —y no hace nada por disimularlo— al escribir poesía. Es con ese mecanismo que logra atraer al lector desprevenido que creía adentrarse en un manual, simple en apariencia. La técnica funciona porque el lenguaje hace lo suyo, mientras que el tema es universal: las —nuevamente— aparentes pequeñas cosas de todos los días que forman el cosmos total de nuestras vidas, de todas las dudas.

No cualquiera/ es poeta/ en este mundo, escribe Courtoisie en el poema dieciocho de los cincuenta y tres de este «Manual de poesía para resolver problemas domésticos», para reafirmar — en este momento del libro— el camino del poeta, la certeza de que el lector está ante uno que sí lo ha logrado. Aquí, y en este mundo: …porque ¿cómo nombrar con esa boca, cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?, como escribió Olga Orozco.

El poeta nos despliega su mundo de rutinas para que lo hagamos instantáneamente nuestro. Y con la excusa de nimiedades como edredones, frascos, cucharas, ollas…, nos mete de bruces en la complejidad de la existencia.

Si la primera parte es un instructivo de lo doméstico, la segunda es la gema, el resultado del procedimiento de la primera. La verborragia de la parte inicial es esencial para el laconismo conseguido en la segunda. Si la primera es expansiva, la posterior es esencia. Lo ejemplifico con dos textos, uno de cada momento:

XVII

Cuando vayas a reparar un muro

La solidez es una forma extrema
de la debilidad: mira tu cuerpo.

Está hecho de casi nada, de agua
y polvo. Lo más duro de ser
es estar.

¿Y para qué?

Al saturar la pared
la grieta se abrirá
dentro de ti.

Somos tan pobres
que no tenemos
más que palabras.

Se trata de un poemario casi maternal —paternal— en el sentido de amar la casa y sus complicaciones, lo doméstico que se toma por momentos en sorna para crear poesía verdaderamente pura:

XXIII
Para preparar el desayuno

La casa está más sola cuando llego que cuando me voy.

En mi ausencia las almohadas se desnudan,
se tocan,
se lamen los labios húmedos del sueño.

Una taza vacía pide que la colme.

Siento pudor: la complazco, pongo leche, sí, pero añado
unas gotas de café: a la mañana le hacen falta
lágrimas de la noche para despertar.

Courtoisie hace juegos de palabras con el desafío de las preguntas y respuestas. Y disemina permanentemente pistas para el lector. «Me gusta hacer preguntas./ En las preguntas bien hechas/ hay tanta hermosura/ como en la noche». Dice, afirma y reafirma —por si hiciera falta— que le gusta hacer preguntas, cuando en realidad está inquiriendo al lector en cada verso.

Muy a su estilo, el autor va a la esencia de las cosas, las sensaciones y la vida misma en todo, un universo poético que cabe o, mejor, emana de las cosas de la casa. Juega al humor desde el humor mismo. Y lo hace en un género en el que, a priori, no hay sitio para él. Pero lo hace con éxito.

Una de sus obsesiones es la menor unidad de sentido. Courtoisie cocina sus poemas como se cuece el alimento en la casa, en apariencia con menos ingredientes, pero para llegar a sus recetas —como en todo buen plato—, lo que importa es la materia prima. El lenguaje, en este caso; un lenguaje en el que menos, es más. Y desgrana el pensamiento para darle todo el sentido al poema más breve que pueda construir.

Rafael Courtoisie escribe que «escribir da sed», pero lo que sucede con este libro es que nos damos cuenta que «leer» da sed. Y hambre de poesía. Para llegar a la mínima expresión de poder nombrar de la forma más simple y total todo lo existente. Y también lo más nimio.

XIX

La poesía
no habla del agua:
es agua.

Escribir
da sed.

En apariencia, se divierte (des)complicando, simplificando las cosas y su sentido, cuando el mecanismo elegido es apostar a jugarse todo por el lenguaje, el más justo, el más ajustado, el preciso, el lenguaje totalizador en la escasez.

Cuando pensamos en lo doméstico, a priori podría pensarse en el hastío, en el aburrimiento; pero este es un tratado sobre la dicha. Ver lo doméstico con mirada poética (como en otro de sus libros: «Diario de un clavo») es algo que Courtoisie maneja con maestría. Es un libro luminoso, la palabra alegría parpadea entre sus páginas. Como también las vitales palabras pan y agua. Porque el poeta tiene una relación entrañable con lo cotidiano. Vela por las cosas como se cuida a un hijo.

Courtoisie reflexiona sobre la justicia y la injusticia de las cosas de la casa. En la casa No se puede llamar a las cosas/ por su nombre, por eso las desarma, les da la vuelta y las vuelve a mirar, renombrarlas desde su personalísima imaginería poética. Se trata de un libro circular, escueto pero tan atinado como encantador.



Primera Parte

VII
Qué hacer cuando aparecen hormigas en la cocina

Antes que nada, cuidado:
las hormigas son nazis
o comunistas
(se trataba de una
de esas opciones:
lo leí hace tiempo en un texto
de zoología)
de cualquier modo, son disciplinadas
totalitarias, tienen una obsesión
una idea fija, son seres
de pensamiento único
y mente terca, trabajan
hasta caerse muertas, no tienen
feriados ni horas extra
ahora que lo pienso:
son monárquicas
y feministas, siempre
tienen una reina, nunca
un rey, ni siquiera
un principito.

Se trata de una dictadura
militar, de una monarquía
absoluta.

No hay democracia ni disidencia
entre las hormigas.

Son negras
o rojas, nunca
negras y rojas
al mismo tiempo.

Odian la anarquía
van en fila
se comunican fregándose
las antenas
pero no hay goce
en ello.

Representan un enemigo
diminuto pero poderoso.

Ni humo, ni agua, ni veneno.

El mejor modo
de combatirlas
es rendirse, entregarles todo:
deja el azucarero
abierto para que se ahoguen
de dulzura, para que revienten
de contentas.

La alegría es un arma
terrible para ellas.


XII
Propedéutica y arte culinario

La distancia entre el amor y el deseo
es infinita.

El amor espera una eternidad, el deseo no espera.
El amor es paciente. El deseo, ansioso.
El amor es transparente; el deseo, opaco.
El amor va en la luz, el deseo en la noche.

En la cocina sin luz, la inmensa boca abierta
de ollas y sartenes se abre para tragar
la eternidad entera. No el almidón de las papas
ni la albúmina nívea del huevo frito a gritos.

No la pradera verde y arrugada de la hoja
de lechuga: apenas su poema, su pétalo
vuelto caricia en el tubo digestivo:
para freír unos aros de cebolla
hace falta amor.

Entonces se vuelven oro. Si se pasan,
carbón. Un solo instante
hace de la bondad tiniebla
de la ternura, horror.


XX

Rompa en caso de incendio
En los lugares donde no estoy
podría hacer falta, podría ayudar
a empujar
hacia arriba el peso de la vida
pero estoy aquí, donde no me ves
escribo y te parece
inútil cada una de mis letras: languidez
literaria. Onanismo. Un acto fatuo
del Narciso que todos llevamos
dentro.

¿Quieres más?

Claro que sí:

mucho más
todo
y aun así
no te va a alcanzar.

Entiendo.
Quieres más.

Si tuvieras sed
de verdad, si estuvieras
en medio del desierto
beberías de un trago
estas palabras.
Torpe, menudo,
cursi,
este poema puede ser
llegado el caso
–¡Dios no lo permita!–
tu manantial
tu salida
de emergencia.


Segunda Parte

II

Cada botella vacía
habla
de lo que ya
se bebió.


XVI

Faltan palabras
para decir que sobran.
A menudo falta
cuanto abunda.


XXVII

Fuera del lenguaje
descubro
lo que hay que decir.


Rafael Courtoisie es un poeta, narrador y ensayista nacido en Montevideo, Uruguay, en 1958. Miembro de número de la Academia Nacional de Letras. En poesía ha recibido, entre otros, el Premio Fundación Loewe de Poesía (España), el Premio Plural (México), el Premio de Poesía del Ministerio de Cultura del Uruguay, el Premio Nacional de Narrativa, el Premio de la Crítica de Narrativa, el Premio Internacional Jaime Sabines (México), el Premio Blas de Otero (España), el Premio Internacional de Poesía José Lezama Lima (Cuba) por su libro Tiranos temblad y el Premio Casa de América (España) por su obra Parranda (Visor, 2014). En novela ha publicado Vida de perro (1997), Tajos (1999), Caras Extrañas (2001) y Santo Remedio (2006).

Carolina Zamudio. Periodista, poeta y ensayista. Master en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos. Entre sus libros destacan, «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, (Estados Unidos); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, (Francia); «La timidez de los árboles», (Colombia); «Vértice», edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», (España). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación y Corona al Poeta (Argentina). Creó y dirige la Fundación Esteros y la revista del mismo nombre, además de llevar adelante el Encuentro Esteros.

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