Como en cada número de Esteros, Carolina Zamudio nos presenta una selección de libros editados, recientes y más antiguos, una muestra de nuestra poesía contemporánea: de estilos, procedencias, generaciones y simbologías distintas, pero hermanadas por su importancia y resonancia en nuestro presente lírico.
por Carolina Zamudio.

Dejarse llevar
Monique Facuseh
Colombia
Las palabras
a Luz Helena Cordero
Pocas son las que estremecen.
Pocas logran su cometido
de llegar,
incrustarse,
generar algo.
Y entonces, ya nada es lo mismo.
Una sola es la felicidad.
Esa que requiere el poema
después de barajarlas.
Las palabras.
Sin ellas no sería posible.
Si no son modeladas.
Arcilla para tus manos.
Tu forma de encajar,
de emanciparte,
darte un respiro.
Las buscamos.
Nosotros, los frenéticos,
atribulados, con hambre,
con el limbo en los talones.
No todas son precisas.
Pero de ellas uno se agarra
como por instinto.

Preview
Milenka Torrico
Bolivia
Hot Voice
El viejo que te invitó a desayunar
(días después de que te mordiera su perro)
te recibe en pantuflas
te sirve la leche
y te pide que le cuentes cualquier cosa.
Desde su cama
(maniobrando frenéticamente entre sus piernas)
domina sus gemidos para decirte:
vamos… dime algo más
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀(afuera, el perro también gime).

Bajo el rezo animal
Giordana García Sojo
Venezuela
Antifreud
Como la espina dorsal de una mamífera arqueada
barrunto de goce, pelo y carne blanda
bajo el párpado de la noche clínica.
Afuera la ciudad se expone
torre tubular para aspirar la nada
¡blanca costra de sal
sana cada mordida!
No seremos nunca más dóciles
(jamás lo fuiste, vieja andariega
lóbrega me veo en ti).
Sostenemos la salivación espesa
cuentagotas de seda
para tapar al ojo invasor
mientras la espalda explaya la pista de vuelo
por donde escaparemos las convictas
regando como espuma
la rabia encerrada en cofres
jícaras vasijas ánforas
estalladas las malditas en cientos de pedazos
sobre tu cielo de argamasa
minúsculo panóptico de ti mismo.

Acuareza
Graciela Estévez Rivero
Uruguay
Anfibia
A veces no sé si decir clepsidra, útero o cántaro.
¿Y si todo es nada?
La noche a paso insomne posa un leve escalofrío, ni por un momento el pensamiento se retrae, un pasadizo entre ramales y vértebras.
¿Y si me quedo en la espesura?
Hay un pájaro amarillo y un sonido blanco, no en la noche. La
noche es tremendamente negra y azafrán la penumbra avizora el
trazo entre los ojos de los pábilos. Vislumbra la piel anfibia.
Sigilosa, gatuna, ojos bríos, abiertos, desvela la llovizna.
Pretiles y portazos. Calles frías, sin rumbo.
La semilla de la sombra y de la duda. A veces látigo, impar el
relámpago resquebraja el aire, presagio y al final, el bramido
sobre el agua.
Un temblor cierra los ojos y entonces el aroma a tierra húmeda leuda. La emanación de lo sagrado.
Y en la mañana de pronto ese grito, la luz.
¿De qué está hecho el tiempo?

Las locas piedras de Alejandra
Eduardo Herrera Baullosa
Cuba
…como cuando se abre una flor
y revela el corazón que no tiene…
con la belleza astuta de las lilas-flores,
preparo un baño que me repare el alma,
las manos cerradas para no ser crucificado,
cómplice en la violencia de la vida,
monstruo tremendamente humano
como aquellas lilas que mueren en la orilla
y sin ninguna buena explicación, retoñan.

Ruidosa luz (100 haikus)
Javier Etchevarren
Uruguay
Sueñas conmigo:
amanezco contento
y fatigado.
*
Sueño contigo:
despierto y por fortuna,
perdura el sueño.

Los bosques violentos
Ángela Álvarez Sáez
España
Veo a nuestros padres lavando el cuerpo de sus padres.
Veo a nuestros hijos lavando nuestro cuerpo en un ritual hacia la muerte. Veo el cuerpo de mi hija enfermo. Veo sus cinco años necrosados en el hueso de su cadera. Mi hija pasará dolores y yo no podré protegerla del árbol con cara de sus sueños. Mi hija enferma sobre las imágenes de pollos desmembrados en una cinta transportadora. Mi hija enferma sobre niños a los que les falta un ojo, un brazo, una pierna por el estallido de una bomba. Mi hija enferma sobre los gritos de los bebés maltratados. Y no podemos detener el horror que sucede a escasos metros de nuestra casa. Se mueve el horror. Mi hija enferma y me encuentro detenida en el centro del bosque de su dolor. Aquí hay paredes gruesas que empujan hasta quebrar los huesos. Aquí un brazo que se extiende para abrazar el vacío. Aquí la casa de la abuela. Aquí la infancia como tejido blando. Aquí lo duro. Aquí el hueso de la casa.

Nube
Gabriel Pereira
Uruguay
La furia de tu padre
tomaba la forma de una muleta
lanzada al aire
—tan inválido e irrespirable como él—
la quinta lo miraba extenuada
a varias furias de distancia
un horizonte estático
que es parte de tu nube
recuerdo transferido
—débil impresión—
que seguramente perderé.

Adiós al mar del desierto
Lucía Donadío
Colombia
Adiós al mar del destierro despliega, como en un álbum de fotografías, el destino entretejido de varios personajes unidos por lazos de familia, sobre el oleaje de la emigración italiana a América a lo largo de dos siglos. Su autora, Lucía Donadío logra, gracias a su fino instinto narrativo, introducirnos de forma memorable en el mundo de los que cruzan el océano y se ven signados por la ausencia de patria, o de quienes sin salir de su pueblo viven anclados en las orillas de la nostalgia.
La narración trasciende este drama generacional hacia el. ámbito donde, en sabia alternancia de puntos de vista, las voces que hablan en primera persona ponen al descubierto los conflictos entre diversas patrias y lenguas, los entresijos del miedo y la culpa, el amor lacerado por las contradicciones y el feroz sino de ser extranjeros. Casas y jardines, cartas y diarios, fotos y objetos antiguos son presencias vitales en estas páginas. Así, el viejo reloj de bolsillo de un militar que sobrevivió a la derrota de Napoleón en Rusia se empeña para que su bisnieto emprenda la travesía a Suramérica.
La novela es, asimismo, un homenaje íntimo a aquel que llenó su vida con un sueño heredado: Bruno Cattaneo, el joven calabrés que emigra a Colombia, se convierte en vendedor de telas en un perdido pueblo de la cordillera, vive casi un siglo y conquista, a fuerza de flaquezas, un amor por la vida capaz de redimir todas las vicisitudes, todos los destierros.

El reverso de la noche
Daniel J. Ayoroa
Bolivia
Madrugada
La luz del sol rastrilla la mañana
reuniendo los restos de la noche
las sombras que huyen de la melancolía
los amantes que se despiden apurados
los parroquianos que arropó la madrugada
quedan ciegos en el abrazo de la luz
mientras pequeños insectos
inician la jornada, cortan las hojas
luchan con el peso que los triplica
cargan verdes bultos sobre sus antenas
marchan en filas ondulantes
sobre el asfalto
hacia las fronteras
del bosque que rodea la ciudad
donde los árboles se mecen
como un mar verde.

Carolina Zamudio. Poeta y periodista. Señalada como una de las referentes de la poesía argentina de su generación. Publicó: Seguir al viento; La oscuridad de lo que brilla; Rituales del azar; Teoría sobre la belleza; La timidez de los árboles; El propio río; Vértice; Las certezas son del sol y La extensión de un deseo, entre otros, en Argentina, España, Uruguay, Francia, Colombia, Italia, Perú y Ecuador, por caso. Creadora de la Fundación Cultural Esteros (www.esteros.org). Vivió y trabajó en Argentina, Emiratos Árabes Unidos, Suiza, Colombia y Uruguay, donde hoy reside.
