La poesía de Carlos Gabriel Montes habita los lugares donde nacen el misterio humano y el deslumbramiento de lo bello: el lenguaje y el pensamiento se conjugan con la inquietud filosófica para darnos una poesía nostálgica, existencial, vallejianamente dulce y triste. Sin duda, una de las voces más interesantes de la poesía peruana actual.
Por Juan Suárez
Trilcemente
I, desgraciadamente Vallejo, el dolor me fecunda a treinta minutos por segundo.
Sin embargo, hablo de la esperanza como el pájaro salvaje que llora en el tejado.
Trilcemente.
Todavía quedan los que amanecen con la noche adherida a los ojos.
Los que hablan de amor con las uñas astilladas en el corazón. Los que guardan un mechón de canas para su futura juventud. Idos en sí como hacia un viaje al fondo del espejo, todavía quedan.
Todavía son los menos quienes miden el volumen de sus años en su joroba. Los que por hambre de venganza mueren sin comer y por su afán de llegar lejos apenas y cruzaron a la otra acera del olvido.
Vallejo, hoy que te escribo en el ayuno de la luz, la cojera del reloj y la sed del papel; intento responder a la pregunta que olvidaste en una banca de París:
Aún nos preocupa la salud del otoño. Aún creemos en la reencarnación de las estrellas. Aún nos damos una palmada en el hombro cada que nos encontramos en el lomo de las sagradas escrituras. Aún nos gusta vivir enormemente, aunque vengan unas ganas ubérrimas de no haber tenido corazón. Aún llora la partera el aborto del alba. Aún la rosa se quema en su lujuria. Aún nada ha cambiado si miras el álbum de familia donde Dios no está presente porque estaba enfermo.
Aún el olor del pan es la primera campanada de la tristeza y en la visión de la lluvia ofician los pájaros la oscura sinfonía de la muerte.
Cruza el crepúsculo por nuestra casa con su manto impalpable, hoy también dormirá sin comer.
Trilcemente.
El pájaro de fuego quiso volar lo más alto para alumbrar la dulzura de hombre parado en una piedra y optó por posarse en la oración de mi madre.
Yo creí conocer la silueta que ardía bajo el arco de luz, la observé consumirse hasta ser la semilla de algún espejo. No estaba seguro si las miradas lánguidas eran la cicatriz del frío hasta que me palpé el mentón cuando el invierno no había alzado vuelo de mi rostro.
Vallejo, tú que eres el único que anduvo bajo la lluvia sin mojarse porque el hábito lo llevas por dentro.
Tú que no sabes de naufragios porque sobreviviste a la tormenta en los ojos de tu madre.
Dime cómo es que hay que caer para no rodar cuesta arriba hacia la muerte.
Cómo saber que del nido más alto no soltará su esqueleto la pobreza.
Cómo saber que las orillas de un río no son las alas de un ángel sediento.
Cómo saber qué adioses son como zancadas para el alba.
Cómo saber por qué la luz cae sobre mi pecho como un pájaro que se posa a morir.
Yo supe que era dolor cuando ya no hubo nada que llorar.
Trilcemente.
Caigo de la memoria del ciego, trilcemente.
Juego a la ronda con los niños desayunados, trilcemente.
Abro la puerta que me lleva a tu silencio, trilcemente.
Abrigo el rocío de mi rostro, trilcemente.
Naufrago en la humedad de un sexo, trilcemente.
Celebro la primavera de las estrellas, trilcemente.
Escribo el nocturno de las sirenas, trilcemente.
Contemplo la danza de la luz sobre el agua, trilcemente.
Recibo el amor de las muchachas, trilcemente.
Hoy llueve solo para la ventana del que adolece
la profundidad de su perfil. De los que de disturbio en disturbio andan rodando entre sus manos como por un sinuoso tramo de camino.
El frío entra por tu retrato. Por tus ojos nos observan los castos pájaros. La soledad se ensaliva ante el anuncio de una visita. Sobre la mesa vacía se extiende la luz como una ofrenda para la primavera.
La hoguera dura la noche entera porque está escrita sobre papel carbón y el vino nunca se acaba de derramar del cuadro que cuelga en la pared.
Ay de tragos amargos, aquí las palabras de amor.
Llueve con persistencia de mojar todo vacío.
Vallejo, te recuerdo dándole nombre a ciertas voces desde la oscuridad. Es difícil pasar la saliva cuando se está diciendo tu nombre y me pregunto cuánto le cuesta a la luna pasar sobre tu tumba.
Trilcemente.
Qué acordes profanos estarán hilvanando los niños mientras queman un pan en la puerta de su hambre.
Qué noveles piedras estarán siendo sacadas del camino.
Qué Marías estaránse doliendo tu ausencia, cuántas.
Ahora que estoy a siete pasos de verme con mis doce en punto. Qué sombra soez abandona el rostro del que busca su mirada a tientas haciendo memoria en el rumor del crepúsculo.
Qué charco busca abolir su culpa por la fobia del silencio.
Cuántos sexos estarán recordando su apacible niñez, ahora que descansan sobre su flácida humedad.
Qué refractarios versos estarán saliendo como pan caliente desde la calidez de tu perfil, acaso estarán blandiendo su altura como quien se reta a duelo por ser la primera ola del mar aprisionado en tu costado.
A esta hora, que las preguntas comienzan a ser un mueble más de la casa, atraviesa la última luz del día y no se detiene al canto infantil de un pájaro, entiendo que así es la muerte, no distingue de voces ni plegarias, el silencio es su palabra definitiva.
Trilcemente.
Vallejo, hice de mi corazón una escalera hacia el exterior de la eternidad, donde un incendio se abre paso entre cadáveres de flores. Si bien nadie más arde, todos caen en un sueño profundo, me pregunto si esa es la primitiva forma de la noche.
Todo entra por los ojos aunque no sean vistos.
Nacen los años sin vida y con arruga, los relojes vieron tu soledad y dudaron de la dirección correcta de su éxodo. Como el pájaro que se golpea las alas y pierde la noción de su vuelo.
Vallejo, no te molestes en volver a Paris para responder la pregunta olvidada.
La vejez es la respuesta a todas las preguntas, lo supe desde el momento en que el anciano dejó atrás su bastón para llegar a la muerte sin rastros de sombras.
Aquí somos todos dados rodando en la oscuridad y el número de nuestra espalda será siempre menor que el de la muerte.
Aquí, amadísimo Vallejo se ha expandido el ministerio de la pobreza.
Los niños te recuerdan en el aguacero de su inocencia.
Han enviudado todos los licores, la orfandad tiene el rostro de la justicia. Yo aún me pregunto si el tono de tu voz fue el primer tambor del alba.
Aún se escucha a mamá diciendo en cada relámpago, que alguien ha resbalado en el cielo. Y yo le respondo que debe ser alguien que tuvo un traspié entre dos estrellas.
Trilcemente.
Les voy a hablar de Don Julio
Es don Julio un hombre que nació en julio, sobre una cama de piedras arrancadas de raíz. El único que duerme dándole la espalda a Dios y se acuesta con las esposas de los prójimos y no las hace infieles, el que tiene una cita a ciegas siempre con la misma prostituta, el que desconfía de la rutina del alba y el silencio de los pájaros. El que habla de la vida apoyando su rostro sobre su propio rostro.
Es el hombre más rodeado, también más solo. Sabe de embriagarse desde su primera asistencia a la misa. Él fue el primer hombre en pisar los lunares de la muchacha más joven de sus sueños. Don Julio aprendió a contar por amor a las estrellas y aprendió lenguaje de señas para pájaros por la curiosidad de conocer las últimas palabras de su padre. Suma sus sumas, suma sus restas, repinta sus defectos, empeña su palabra a la lluvia, calcula la hora en los pétalos de una rosa, esconde sus secretos debajo de la puerta. Es el único sincero, sin uno, sin dos, sin tres…
Don Julio muere siete veces al día:
Muere de risa, muere de tristeza, muere de suerte, muere de ausencia, muere de gozo, muere de amor, muere de aburrirse. Aunque a veces muere de no morir.
Su pasatiempo es cebar de noche los días. Siempre repite que los pobres llegan a pie al orgasmo y que “hay ricos tan pobres que solamente tienen dinero”.
Don Julio ha vivido ciento veinte primaveras en sus sesenta otoños. Sobrevivió a cinco paros cardiacos, todo porque la muerte no sabe que él tiene el corazón en el otro costado.
Acusado por sus rodillas, delatado por sus ojos, abandonado por su espalda, censurado por su hígado, secuestrado por sus costillas, sitiado por su pecho.
Es don Julio un hombre que nació en julio. Le dijo una gitana que morirá un mes entre junio y agosto.
Y si te hablara de la vida, es probable que quisieras apoyar tu rostro sobre tu propio rostro.
Escena 2
Alguien tropieza con un nudo de garganta.
Cáese rodando de sien en sien. Cáese de costado y le duele la infancia transgredida por pájaros embriagados en sus augurios,
y como una flor por cuya belleza desciende el ocaso llega la melancolía
de no ser el que revela el inventario de las palabras
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀y sus lienzos de silencio.
Ya van a venir los que reclaman justicia trayendo su tristeza en las manos,
los que amanecen y aún agonizan su esperanza
como una enfermedad que mata desde el pasado.
Ya van a venir los blasfemos de los cristales, los que se amanecen anudando
los zapatos a las estrellas y usan brújulas para perderse en el equilibrio
de la lengua.
Ya van a venir los condenados al lado derecho de los milagros,
los intrusos de la comedia del frío,
los intrusos de las mujeres y sus rostros de avenidas galopantes,
los intrusos de la economía dactilar,
los intrusos de la clemencia de los sexos en libertad,
los intrusos de las arenas en las venas,
los intrusos de la música a la hora del babel de los besos
los intrusos entre el amor y la escritura geométrica de la carne.
Ya van a venir y nadie los espera al borde de la inclinación del olvido,
a la medianoche de las fábulas sin reloj, a la primera cosecha del alba.
La noche me niega el germen del firmamento, la niebla inversa,
sus estrellas fugaces.
Y nada es lo que parece si no se compara con la soledad,
si no se empuña pájaros para rasgar el fuego de la memoria.
El tiempo discurre silencioso por los huesos y no lo advierto sino cuando retornan mis temores de la infancia.
Alguien dice una palabra prohibida y se incendian las nubes,
los ríos se abren paso al cadáver del sediento,
los relámpagos roban las voces de los extraviados detrás de la lluvia,
los astros caen en racimos,
los relojes se inmolan en nombre del tiempo,
las piedras hablan de amor,
las semillas alimentan los polluelos del mediodía,
los campos se esconden dentro de una flor,
los mares inventan una orilla en los ojos de los ciegos,
el silencio adopta un rostro y es más bien un espejo.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Las palabras deshabitan las cosas,
las palabras pierden la memoria,
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀las palabras respiran desde otros pechos,
las palabras dicen su primera mentira,
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀las palabras tienen afiladas su inocencia,
las palabras declaran la guerra.
Las palabras ya no son palabras. Alguien dice: Poesía.
Las horas se abren como flores, las flores se van como horas.
Voy por rumbo fijo siguiendo mi extravío.
Aún la luz fecunda el canto
de los pájaros impenetrables: aún soy yo frente a la muerte.
Descanso donde el sol se cansa, evito toparme con sombras de los nadie,
Digo «hágase la luz» cuando las siento respirarme en la espalda
y huyen aún sin que haya luz alguna.
Alguien dice «la verdad se acerca»
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀y huyo, aún sin saber qué es la verdad.
Contemplo estanques de espejos donde no me veo
sino la profundidad de mi rostro.
La luna se engaña con mentiras de estrellas
y aún la noche no entiende que su amistad con la muerte es la de dos orillas
de un relámpago que cae sobre un rostro como a un mar sin salida.
Sirenas bruñen palabras con su canto.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀¡Quién pudiera igualar su disciplina!
Realizado el ritual del peinado colectivo, hacen gárgaras con perlas
y vuelven al fondo a cantar.
Perfeccionadas resurgen a la superficie.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀(El resto es historia conocida).
POSDATA: Todas nacen desafinadas. Cuenta la leyenda que solo una nació con prodigiosa voz, mas cambió su don por alas: siempre quiso emular el suicidio de las aves.
Con cuál paso iré a sembrar tréboles de cuatro,
con qué agua se riegan las voces marchitas.
Un tropiezo basta para reencontrarse con las calles anónimas cuando se busca lo que no se ha perdido.
Oigo pisadas tras la cortina de humo, pero no hay fuego a la vista sino el incendio de los ojos al ver la desnudez de una sombra.
Siento el frío del sueño en el rostro como un pájaro
que se posa a morir sobre una piedra.
Veo en el sueño un taller de imaginería, una rosa menguante,
pan para la cabecera del río, anillo para el hueso enamorado, sementerios 1
en los pensamientos clandestinos de los amorosos.
Un bar llamado «Máscaras de estación», y un letrero borroso en la puerta
que dice: «Se sirve poesía. Si no le gusta, le devolvemos la primavera empeñada
a la flor de papel».
Despierto y permanece el frío,
una veta de luz se alza como un pájaro en su primer vuelo.
La muerte busca su rostro en un charco de lágrimas,
las arañas tejen trampas para estrellas curiosas,
los leones buscan un nuevo dentista
y un pájaro carpintero talla su tristeza de un manual hereditario.
Yo ando con la esperanza de la luz y la cautela del río.
Sigo creyendo que la hondura de la música se mide en silencios
y que los nudos en la garganta son una señal de auxilio de voces saqueadas
por preguntas que son respuestas.
Yo ando con pasos firmes sin saber adónde.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Cada paso es una historia nueva, cada historia un paso.
Alguien enciende una fogata y la luz fulge en la oscuridad
como un grito contenido o como el náufrago que no busca la isla más cercana sino la ola más alta desde donde caer como una lágrima feliz
por el rostro de su madre.
Así la luz puede espantar o atraer a la muerte, todo depende de la palabra
con la que se la atiza.
[1]
Escena 3
Mar. A quién gritas por todas partes.
Qué amante se llevó tu ola mimada. Te sumerges en el rostro
de una muchacha, mientras te dibuja atada a un pájaro huyendo de la
acusación de una estrella.
Hacen falta noches sin descanso para atravesar tu pecho, pero ya no
tengo noches, aunque solo viva en la oscuridad.
Mar de sueños empañado, de astros empuñado.
Eres rosa envenenada con su perfume si te nombro en la lumbrera
de los niños en guerra, cuya trinchera es la maldición de sus madres.
Mar sin memoria, vestigio de llanto. Desnúdame con tu lengua planetaria, vacía de mis ojos tus signos salvajes.
Álzame hasta el altor donde se hila la lluvia. Sumérgeme hasta donde
custodias la marchita rosa de cristal.
Mar, eres suave en el recuerdo infantil del que fenece antes
que sus años y en el contacto del río que te soñó idéntica a una sonrisa
después del miedo.
Mar, inicio y final de las cosas, de los casos. Contigo dormida en mi costado nada me acecha.
Ay, mar. En ti todo puede pasar,
abismar, aclamar, amalgamar, aproximar, arrimar, blasfemar, desplomar, emplumar, exclamar, sumar, retomar, reclamar, espumar, exhumar, abrumar, proclamar, consumar.
Oh, mar; flor inmarcesible: margarita.
Oh, mar; día sin retorno: martes.
Oh, mar; mes de indivisible ramaje: marzo.
Oh, mar; de amar salino, de amar amargo: mar.
Escena 3
Los nombres se han hecho no sé para qué fin.
No es fácil hablar de uno mismo sin antes hacerlo del nombre.
Cuando veo alas asfixiadas en el humo somnífero de la noche,
no sé si arrojarles mis manos o mi nombre.
Cuando veo llorar una mujer, no sé si enjugar sus lágrimas o su nombre.
Los nombres son un arma de doble filo.
Palabras olvidadas por el viento, último deseo antes de la muerte, espejo estéril, papel en blanco, música intermitente.
Es un ojo abierto o una boca cerrada. A veces son muros,
a veces son puertas.
Te prefiero sin nombre: desnuda a la antigua.
No me llames por mi nombre en presencia de fantasmas que buscan
los suyos.
No digas de este nombre no beberé.
No jures por nombres que no conoces.
No te cambies de nombre si no vas a cambiar tu modo de caer.
No digas mi nombre cuando te hago el amor, no quiero ser un nombre
más en tu cama.
Prefiero que me recuerdes por mi espalda redonda; como los actos sin nombre, como los héroes anónimos, como la muerte sin nombre.
No he sabido de alguna muerte que se llame Rita o Victoria,
o César Vallejo (solo en aguacero).
Quizá sean los nombres una hermosa mentira, lienzo de nieve bajo el sol, pisadas en el agua o de agua, sueño de las corbatas, fuego cruzado del vacío, semilla de la sangre, fruto de un árbol genealógico sin ramas:
piel del poema.
Andemos pues por el mundo y llamémonos por nuestros sexos.
Sylvia Plath
Suicidio: puso la cabeza en el horno y abrió la llave del gas
Fecha: 11 de febrero de 1963
Amiga, la inocencia de los culpables desciende de los cielos.
En alguna parte el cielo es el límite a tientas de la soledad,
trazado en la lista de mercado de la Muerte, donde tu nombre orbita
entre los dos kilos de vísceras de estrellas compradas para la cena.
Mi madre corta las cebollas mientras me habla de su infancia.
Su desolación me asalta como una ola embravecida, las cebollas son mares
y su playa el tiempo, pienso, mientras naufrago en sus palabras
como los pájaros en la inadvertida transparencia del ocaso.
Llora con la ira de un cuchillo sin filo, como único consuelo
me ofrezco a ayudarla.
Tomo una cebolla y en cada tajo recorro con ella los pasadizos acuosos
que la atormentaron, su primera caída y su primer (des)amor.
Sylvia, no puedo ayudarte con las cebollas. No puedo adentrarme
a los pasadizos de tu infancia en cada tajo. Por eso te escribo,
como si cocinara.
He metido la cabeza hasta lo más hondo de mí y no sé qué sigue,
sacarla o ahogarme en palabras no dichas, palabras sin dicha.
Al final de cada palabra, es tan difícil optar entre colmar la incertidumbre
o acercarse al horno ya caliente.
Y como a veces se escribe un poema como si se cocinara algo de valentía
para los culpables, se crea una metáfora como el arte de los perros
para enterrar sus huesos.
Y aquí va la siguiente metáfora, meter el corazón a lo más hondo
de la memoria, a baja temperatura como las palabras impropias,
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀esas que solo oye la Muerte de tu cielo, en alguna parte.
Para escribir estrella sobre estrella
Si solo fuera como toparse en la plazuela abandonada de los ojos
con un viejo amor de entresueño
o como representar la soledad dibujando una casa debajo de una mesa
y dentro de la casa una o dos sombras tiznadas entre esbozos de casas y mesas.
Si solo fuera como esperar al que partió a repintar el corazón
de los que dicen haber visto a dios en una película muda para pájaros.
Si solo fuera…
Sería menos letal la sonrisa del agua, menos salobre la fruta del olvido,
menos sinuoso el viento o menos estrecha la voz de los que renuncian
a la clandestinidad de los orgasmos.
Si solo fuera como mirar al sur y recoger una estrella
como quien cambia de lugar el brevísimo atardecer,
como quien cambia de lugar, y repito este verso porque
ya son cien atardeceres en estas palabras y ninguna vez el sol se posó
en mi hombro, como cuando mi madre me decía que era muy inocente
por creer que la noche era la continuación de sus ojos.
Incluso si solo fuera como hacer caber a todos los fantasmas
en el equipaje, como alquilar un viaje a la oscuridad
de donde salimos con la promesa de volver una vez descubierto la guarida
de la sangre.
Si solo fuera caminar en dirección recta como el pensamiento
de las serpientes.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Pero de qué hablamos…
Si lo fuera, dijo el amante que depositó sus animales sin sombra
en el sexo de las muchachas de lunares sin salida.
Si solo fuera, dijo la viuda que echó las cenizas de su marido a las
músicas hambrientas.
Si solo fuera, dijo el que cayó a sus pies y descubrió un cementerio de nubes.
Si tan solo fuera dijo el ermitaño que frotó dos filos del pensamiento
y se hizo la luz.
Si solo fuera como andar entre el corazón de las mujeres que me
amaron dijo el primer hombre en pisar la luna, al otro lado del girasol.
Si solo fuera como caminar de espaldas para ver el horizonte
de la carne, dijo el que hizo un agujero en las palabras para que broten
estas líneas, mientras alguien las recoge con culpa de no haber podado
las estrellas de su corazón antes del otoño de los sueños,
y piensa:
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀si solo fuera.
Para arrancar una flor dadaísta
Un cuerpo se abandona en la arena:
una guitarra en su cuerda floja, poemas repatriados
a la mecanografía de la lengua,
constelaciones en vela, pieles apuntando
en dirección de las aguas petrificadas a la voz de los sexos.
Relámpagos atrapados en botellas de vino.
Rosas absueltas por el pleno suspiro de la noche.
…Hay más cuanto le rodea.
Prontooo… Prontooo…
Un cuerpo se abandona en la arena:
una guitarra en su cuerda floja, poemas repatriados
a la mecanografía de la lengua,
constelaciones en vela, pieles apuntando
en dirección de las aguas petrificadas a la voz de los sexos.
Relámpagos atrapados en botellas de vino.
Rosas absueltas por el pleno suspiro de la noche.
…Hay más cuanto le rodea.
Ah
Hacer el amor es como adentrarse desprovistos al mar
y salir victoriosos.
(Inédito)
POEMA CON EL TÍTULO ARDIENDO
Es media noche y nadie duerme.
Solo el río se consume en su paso.
Solo el ave se aferra al cielo.
Solo los muros dicen y no dicen.
Solo la cena aún sigue caliente.
Solo los relojes mutilados avanzan de memoria.
Solo la luz atrapada entre escombros.
Solo el soldadito de plomo tras la puerta.
Media noche y nadie duerme:
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀La ciudad yace muerta.
(Inédito)
Carlos Gabriel Montes (Cusco, Perú, 1994). Comunicador social, poeta, escritor y artista marcial. Ha publicado los poemarios «Echo de menos el olvido» (2019), «Máscaras de estación» (Valparaíso Ediciones, 2023), «La vieja costumbre de morir de poesía» (El Ángel Editor, 2024); y el libro de cuentos «Lo que el cuento se llevó» (2019). Obtuvo los siguientes premios: Premio I Concurso Internacional de Poesía Erótica «Ayesha Sexteen» (Argentina, 2018); premio en poesía VII Concurso Literario El Búho (2018); premio en poesía y cuento en el Concurso Literario del I Festival Internacional de las Artes «Qosqo T´ikarinampaq» (2019); Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero (Ecuador, 2024). Además, ha sido finalista en varios certámenes literarios. Dirige las páginas digitales «Cuando digo estas cosas», en el que produce contenido literario y periodístico cultural, así como «En los zapatos de Casandra», espacio de reflexión y análisis periodístico, político y social.

Juan Suárez Proaño (Quito, 1993). Poeta, editor. Máster en Teoría Literaria por la Universidad de Salamanca. Ha publicado 5 poemarios. Su libro «Las cosas negadas» obtuvo el Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2021. Es editor en «El Ángel Editor» (Quito) y en la revista «Esteros».
