«Todos los nombres de esta ciudad», jóvenes poetas colombianos.

Bajo la curaduría y la lectura de Luis Fernando Macías, estas nuevas voces líricas de Colombia irrumpen en nuestros días para recordarnos que la poesía conecta y dialoga, propone y pregunta; y que en ella es posible hablar de un tiempo y de un país.

Por Luis Fernando Macías



Daniela Pérez Taborda

Anciana oriental huesos de bambú

Hace mil años una anciana oriental
                                                         huesos de bambú                                                              

miraba caer la lluvia,
aguardaba el parto del agua
para alimentarse de una gota de rocío.

Hace mil años una anciana
                                                         huesos de bambú                                                              

esperaba que al despertar
el orden del mundo fuese diferente.

Han pasado mil años
y la espera sigue en su estado fetal,
el cuerpo se desintegra en el tráfico,
atisba si nos hemos detenido
                                                              negligentes
al movimiento que nos regurgita.

Una gota de rocío nos contiene
                                                    es tan frágil este útero de ruidos
que la brea se nos mete en la sangre
                                                                        incubamos a la desolación
                                                                        para transitarla.

Hace mil años una anciana
                                                  huesos de bambú

se alimenta de las gotas
que contienen nuestros alaridos,
la misma gota que se rompe
                                            la indigesta
                                                  con el peso de mil años dentro.




Despierto de la pesadilla de ser una mujer

pero me palpo
y de mis piernas sale vaho
                                                         son mis pasos los que se evaporan.
¿cómo caminaré si mis pies se han evaporado?

Me levanto y me dicen «tienes que ser una mujer»
¿cómo tiene que ser una mujer?
si en mis pesadillas
ser mujer es anclarse
a la costilla de un hombre,
dormir al lado de un hombre
que penetra el cuerpo
y al que alimentas con los frutos
que recoges de tus heridas
hasta que te consume.

Si en mis pesadillas
los niños saltan en el esqueleto hasta romperlo
y no queda en las venas
ninguna atarraya que pueda atrapar los restos.

                                                     ¿Qué mujer seré?
una mujer racimo de bengalas,
un nido de auxilios.
                                                     ¿A quién he venido a salvar?
si un hombre en la calle me ha comparado con un ángel,
él no sabe que las bengalas han estallado
en mis huesos,
que no puedo salvarlo,
que ni siquiera sé cómo es una mujer.




—Quercus robur

—Quercus robur—
Le dice el ingeniero forestal a mi padre
que apenas tiene tiempo de abrir los ojos
y asombrarse con una palabra tan prehistórica
y aún con toda su edad incapaz de nombrar
las hojas del roble.
—Ese es el nombre científico—
repite el ingeniero

mi padre solo dice que el conoce dos tipos de roble.

Él, que no sabe de átomos,
pero usa sus nervios para abrir
caminos en el monte,
le da de beber su sudor al sol.

Mi padre no sabe de micelios,
                                        de protozoos,
de cetáceos.

En frente de una tarde ancha
es mejor olvidar las moléculas
                               los lepidópteros
                               el género de las orquidáceas

Concentrarse en el cabeceo de la vaca
                                                         que ordeña mi padre
verla comer
ser inyectada
                               sin levantar la cabeza.

Reconocerme en ella,
                               en el amaestramiento que nos une,
mientras un sexto estómago crece entre nosotras
y pierdo mis dientes
para masticar esta desesperación.




El corazón es un enjambre de abejas

que huye del humo
buscando un punto de luz,
pero aparecen sombras
y las palabras se marchan
ante el miedo de no hallar
miel en lo profundo.

La oscuridad se ciñe
al rumor del vuelo,
ata su verdad a los latidos:
no siempre será miel,
también líquidos ocres
curtirán las formas
mientras otras brotaran de astros distantes.




Canción para mi madre

Diré
                 que mi canto se exilia en la noche,
                 que la chimenea de mi carne
                 les impide a mis huesos besar la nieve,
                 que en el espacio aún falta un cuerpo
                 para hacerlo vacío.

¿Cuántas otras cosas diré?
                 Iré a morir al bosque,
                 con porcelanas de luz
                 haré una canción de despedida para mi madre.
Cantaré
                 Madre, tú que me blandiste en el vientre
                 siendo ángel degollado:
                 bandera extranjera plantada en tu nombre.
                 Madre, a ti que me creíste pájaro
                 y fabricaste nidos para mi angustia.
                 Madre, ahora que estás lejos
                 y ya no duermes bajo los árboles,
                 pregunto: ¿por qué mi sangre no tiene saliva de sauco?
                 Madre, perdón por olvidar tu nombre,
                 perdón por no fundirme en el olor de tu pelo.

No sé por qué canto cuando quería
que mi alma estuviera quieta
y hospedar a la poesía.

                 Madre, la lumbre es apenas un punto
                 que se marchita en los párpados.
                 Madre, te había prometido una canción,
                 pero hay nudos en mi lengua,               
                 ¿cómo podré cantarte




Despedida

Todos los nombres de esta ciudad
son impronunciables,
sus silabas son cardúmenes de nostalgia
que ocultan la mentira
sin embargo, la belleza duerme
en medio de las máscaras
y por un instante el espacio se desnuda
no es esta la ciudad
donde agonizan los sueños
no es esta la ciudad
de las mil lenguas
capaces de pronunciar
los nombres del exilio
no es esta ciudad
el centro agrio
que hace invernar al corazón
no es esta ciudad
aquella de la que todos se despiden,
como si más allá de la niebla
las luces no fuesen jardines de esperanza
que nacen marchitos.




Implosiones

Nacer no es un dulce deslizarse
entre unas piernas.

Nacer es estallar,
porque ahora ocupas un espacio
                                         es el llanto el que solidifica el cuerpo
es el espacio el que crea una cadena trófica
para no ser devorado por tu cuerpo que estalla.

No nacemos como un mugido
en los brazos de una mujer,
nacemos como el hacha
que corta el mugido
y libera a la mujer de sus brazos.

Nacemos cuando unos ojos nos miran
y nos bautizan con la espesura de su llanto
cuando enlazados a otro
                                         depredador o presa

entramos en el influjo de su gravedad,
en la marea que despedaza
y vuelve a sujetarnos.




Crónica de río II

El pescador dibuja
peces de vaho en el río.
Al alba palpa la corriente
y atrapa los peces
que el agua ha hecho carne.




No lugar

Tenemos los pies puestos sobre lo que siempre se está abriendo
                                                                estación donde la materia se desprende

Quien durmió a la vera de mis hombros,
entra en otras caderas,
el hombre que dora la piel bajo mi fiebre
sintió sofoco en un verano distinto al mío,
quien nadaba en mis piernas,
ha descubierto un nuevo río
para echar a andar sus canoas

un día habrá un hombre en mi garganta,
                                                     en la mañana no tendré voz,
la habrá deshilado
                            cruzará la distancia
entre dos cuerpos que se rasgan.




Después de la rabia

la lava de los volcanes
se hace rocío,
los vocablos se acurrucan en el silencio,
mares ficticios quiebran el lenguaje.
Después de la rabia
los puertos se abren
al dolor de la memoria.
Después de la rabia
preparo mis piernas,
mis brazos,
los vuelvo leves,
para atravesar la ira,
salir de ella,
bañar mis ojos.


Daniela Pérez Taborda (Colombia, 2002). Integrante del Taller de Literatura Rayuela, estudiante de filología hispánica en la Universidad de Antioquia. Sus textos han sido publicados en diferentes revistas y antologías, tanto nacionales como internacionales, algunos de estos son: «Luz al vórtice de las palabras: cartografía poética de mujeres colombianas» (Colombia, 2022); «Revista Luna Nueva» (Tuluá,2022); Alter Vox Media (Colombia, 2022), entre varias otras. Además, ha participado en festivales y encuentros de poesía. Un pequeño poemario en formato digital «Paisajes remotos» (2020) fue editado por el colectivo poético Nuevas voces.






Damaris Restrepo

Sobre el Tiempo

en la alegría
ve a paso
de caracol
de oso perezoso
concédeme más horas

en el dolor
ve a paso de halcón
de guepardo
haz mi pena pasajera

la nostalgia
te hace durable
el placer
efímero

obrero laborioso
de los dioses
sin pausa trabajas
los hombres
las cosas

soy
barro dócil
a tu mano creadora

dame
formas nuevas

las que pueda
yo alcanzar

espiral
que une
ayer
hoy
mañana

¿hacia atrás
hacia adelante?

ningún minuto
es igual a otro

uno
después
de otro

uno
distinto
del otro

a todos
tratas igual
juez justo

sin armas
ni venenos
nos apagas

observo tu paso
en la maleza que brota
entre las grietas

te alimentas de las horas
que surgen de la tierra




Sin pausa

han pasado siete años
desde aquella¬ fecha

tu muerte, padre
nada pudo enseñarme
acerca de la mía

¿podría aprender algo
de ella
por otro?

la casa donde viviste
los últimos años
fue remodelada

mamá tiene novio
hay tres bisnietos
nuevos en la familia

tus compadres
siguen yendo a misa de seis
y conversan en el parque
por las tardes

las vacas
continúan pastando
y el sol sale de nuevo
cada día
pero
no lo ves

el tiempo
ha hecho sus efectos
te recuerdo menos
que el primer día

hoy
algunas cosas
te serían ajenas
si regresaras


Damaris Restrepo. Psicóloga, magíster en investigación psicoanalítica en la Universidad de Antioquia. He publicado algunos poemas en el libro «Taller de Creación Literaria: muestra de trabajos, Universidad de Antioquia» (2014), en Revista Ciudad ed. 30, v4 (diciembre de 2021), en un libro colectivo de poéticas corporales entre «La carne y el Mundo» (2022), en Revista literaria Ouroboros, signos expandidos edición 29 (enero 2023) y en la revista Universidad de Antioquia nro. 348 (2023). Próximamente publicará su primer libro «Grietas» con Fallidos Editores. Correo: leydidamaris@gmail.com






Sandra Milena Marulanda Bohórquez

Posibles finales para una guitarra

Me quedé pensando qué pudo haber pasado con esa guitarra, la que dejé abandonada al arbitrio de esa turbia ciudad, en ese rincón de su casa, en el armario de la habitación en la parte de atrás. ¿Qué habrá hecho? Quizás la empeñó, la vendió al mejor postor en un arranque de ira, o una tarde de fresca hondura decidió quemarla, lanzarla a un incendio, dejar que se convirtiera en ceniza con el paso del tiempo. Quizás la cortó con un serrucho, hiló con sus cuerdas una canasta para sus plantas, mordió su puente y sus clavijeros, la demolió, la hizo aserrín y la sopló al viento para olvidarla, y que fuera una con el río que pasaba al frente de la casa, una con la montaña. Quizás la hizo suya, la restregó hasta extraer de ella todo su recuerdo, la limpió hasta que no quedara nada de lo nuestro, aprendió a dormir en su almohada, consiguió un puesto a su lado, y fue acariciada, para que cantara con ella

sin que sintiera nada.




Inmigrar

Que el hambre por el que pasaste te marcó una úlcera que atravesó años, décadas. Que tuviste que cruzar la selva con un niño a cuestas, aprendiste a leer sus trampas y escapar a las fieras. Llegaste en un bote a la orilla de una playa, tus pies corrieron sobre la blanca arena, te quemaba. Trataste de explicar lo que pasó, lloraste a medianoche en una prisión en la que hablaban un idioma incomprensible. Desde hacía tiempo habías dejado que tu piel que tu cuerpo fuera atravesado en su forma de eterno viento.




Las manos

Me están cortando las manos. Mis manos que recogían la savia del caucho han sido rebanadas por los monstruos blancos. Mis manos fueron entonces también el caucho. La sangre de mi tierra fue la riqueza que construyó sus monumentos, derroches y lujos variados;
lujos en los que aún hoy crepitan, lujos que les permiten ser ciudadanos del mundo, tener cultura, vivir al máximo. Ahora los hijos de esta tierra regresan a la casa de los amos y siguen limpiando, siguen siendo los que les saquen los piojos de las cabezas y laven los baños de los parques públicos en el verano.




A tientas

Andamos a tientas sobre los suaves músculos de la selva. Nuestras piernas se apoyan sobre un manto acolchado de capas de hojas secas. Avanzamos en la oscuridad. No queremos espantar las luciérnagas. Me sujeto con mis manos a los hombros de una mujer que camina frente a mí, quien a su vez se apoya en otra, que tantea el terreno, con cuidado, más adelante. Siento un vacío, como una especie de vértigo que me sube desde el centro del cuerpo, como de debajo de las costillas. Temo chocar contra un árbol, o caer en el fondo de algún hoyo insospechado, algún hoyo disuelto en esta penumbra, que ya es como un hoyo absoluto, completo. La noche se hace cada vez más densa, hace algunas horas por lo menos podíamos ver las siluetas grises y casi violetas de los árboles, de la floresta. Ahora sólo nos queda esta incertidumbre que casi pareciera atorarse debajo del paladar, como en el inicio de la lengua. No sé si vayamos a algún lado. Nunca había sentido el tiempo tan pesado. Entonces la lluvia arrecia con frías gotas que nos laceran. Sí que me siento frágil, en sus lágrimas de caída tierna.




Irresoluto

Se puede decir que es más o menos aceptable dejarse caer en el olvido, dejar que el tiempo nos recorra y se adentre en los poros de todos esos momentos, antes en apariencia tan sublimes y tan eternos. Está bien, quiero decir que está bien esta mutua y silenciosa aceptación en la que ninguno de los dos se ha arriesgado a echar los dados al azar inerme de este juego.




Carta a mi antigua gata

Negra, te fuiste. Y entiendo que un día hayas decidido desaparecer en la bruma, ser una con la oscuridad, tú, mi dulce gata bruna. Si fue que llegaste a un nuevo y mejor hogar, o quedaste atrapada en un caño, en algún canal, o fue que te perdiste en un techo, en lo alto, jamás lo sabremos. Nunca encontramos tu cuerpo, debo admitir que tampoco lo buscamos con tanto empeño. Lloramos un poco. Para ese entonces yo ya ni siquiera vivía contigo, estaba en otro lugar. A veces nos fuimos de viaje y te dejamos sola, durante días, qué digo, semanas enteras, en un pequeño apartamento. Pude reconocer al volver, un rasgo de locura en el quiebre de tu cola, en su trémulo movimiento. Y admito que casi lo podía disfrutar, me era indiferente. Recuerdo que muchas veces te halaba de ella y no paraba, aunque maullaras molesta; en otras ocasiones te despertaba mientras dormías, y me encantaba tumbarte al suelo desde el lomo con mi fuerza. Encontraba cierto placer en eso de sentir en tus patas tan suaves y delicadas, mis manos y huesos tan duros, tan compactos, capaces de aplastarte, dominarte. Sentía un aire de justicia y complacencia en ese acto, aunque siempre injusto porque no debías ser tú la receptora. Ahora sé, y comprendo, porqué cuando me veías escapabas, ibas a cualquier otro lugar, tus ojos se abrían aterrados. Perdóname. Creo que ni siquiera pensaba que fueras un animal, para mí eras casi como un peluche, un objeto, que existía solo para hacernos felices en nuestro pequeño mundo de cristal. Kathy, negra, en donde quiera que estés, vuela. Perdónanos. Perdóname. Me perdono, perdono a esa que fui, a esa cruel y despiadada que no sabía que fui. Prometo no volver a portarme así con ningún gato, con ningún animal.




Carta al padre número 36

A veces vuelvo a esos días en los que era domingo y tenía que salir contigo pues era nuestro deber cumplir con la función, interpretar el rol mutuo de ser padre y de ser hija en sociedad. Y entonces caminabas más allá del tiempo y del espacio, tus piernas fueron siempre tan largas, tan negras. Quería alcanzarte, encontrarte entre la multitud. De algún modo imaginaba que todos afuera llevaban esa velocidad, ese paso acelerado en apariencia tan universal y que yo era la única criatura inconexa que se quedaba atrás en la inmensidad del vacío y de la pérdida. Regreso a aquellos días, muy seguramente un domingo, para visitar las heridas que me hicieron mis chancletas rosadas de plástico semi-transparente, para rememorar en ellas el roce de la piel con el borde lacerante de su cuerdita y para visitar a esa niña que siempre quiso tener más energía, ser más fuerte y resistir a la fatiga para estar en tus brazos, para sentir un rastro de tu amor indescifrable, incógnito, promeso, llano.




Nostalgias como planetas en tu miedo

Solo en las costas del horizonte, en vaivenes trágicos, dementes. Decidí lanzarme al calmo abismo de saberte siempre solitaria en mi mente, como una campana a punto de estallar. Se que traes lunas, nostalgias como planetas en tu miedo. Se que a la aurora asechan los fantasmas, se que me ves cuando ya no te veo. Sibilante música ¿alguna noche me abrazarás? ¿alguna noche serás toda tú rendida al comienzo de la muerte? Ya no sé a dónde dirigir el peso, ¿de qué manera reiniciar los comienzos? ¿a qué doblada roca arrojar mi cuerpo?




Yo quise

Yo quise arrojarme a tu beso que se tendía incólume en tu cuerpo, en ese modo de mirarme y de ser aquella noche bajo el cielo. Bajo las rocas y las luces de donde caían recuerdos y de donde el silencio inundaba los labios queriéndose juntar. Yo quise caer brevemente en el instante de saber y oír, respirar, morir en la dulce rama, la dulce y frágil rama de ti.




Una lámpara en la mesa

Todo el eco del sol cabe en ese vientre de vidrio ensimismado. De aquella esquina brotan oleadas de rayos que inundan el techo y las paredes. Allí está, dispuesta y pensativa, fulgurante, amarilla, en su quietud prístina, esa boca de madera que habla en su silencio blanco, y exhala la mutilación de la oscuridad, el exterminio de lo oculto.


Sandra Milena Marulanda Bohórquez. Hace parte del taller de creación literaria del profesor Luis Fernando Macías desde el año 2016. Ha publicado los libros de poesía «Eras el río, viscoso, seductor de piedras» (2017) y de narrativa y poesía «El país de Luna-Mar» (2015) con la editorial ‘Pájaro del Mar’. Escribe en un blog personal desde el año 2007. Ha participado en publicaciones, encuentros, concursos, festivales y convocatorias de literatura a nivel local, nacional e internacional. Es docente de español como lengua extranjera e inglés. Ha trabajado como traductora. Habla inglés, francés e italiano.





Jacobo Castrillón

Belén 172

Hace frío en la ciudad
El afán de llegar y de no estar
Empiezas a correr
A buscar un lugar donde parar

Y sentir los pies desvanecerse
Entre la fila, entre la gente
y preguntarte, por qué estás acá

No para de llover
el bus no se digna a arrancar
pegados piel a piel
buscando una oportunidad

Y sentir, el sueño perderse
entre la vida, entre la gente
y querer ya no estar más acá

Y voy aquí en el Belén 172
La registradora no devuelve
Puede ser una señal inminente
Y no puedo salir, la gente no me deja salir
tendré que bajar cuando pueda bajar

Pero ya estoy aquí
Pensándolo bien yo lo elegí
Igual no hay donde huir
A mi me ordenaron seguir

Y pensar que puedo estar perdido
Entre la vida, entre la gente
y ya no quiero pensar más

Quizás lo que pienso por las calles
Sea ruido Blanco
Quizás los sueños no sean más que trago barato
Que te mata pero te vuelves a despertar

Y voy aquí en el Belén 172
La registradora no devuelve
Puede ser una señal inminente
Y no puedo salir, la gente no me deja salir
Quizás nunca me vuelva a bajar




Ojos color infinito

El hecho de que vaya a morir
No significa que tenga miedo
De utilizar mis escasos segundos
En volar a través de tus ojos
Que la vida negocio con la muerte




El JUICIO

Mi música se la robe las mismísimo silencio

¡Si!, soy un ladrón

Delató a Violeta, Silvio, Natalia, Rodolfo, Luis, Gabriela, Carlos, Marta, entre muchos más.

No busco con estas declaraciones disminuir mi condena
Solo busco que este estrado escuche mi último resabio

Señor Juez
Es más criminal el que le roba al silencio
O el que se hace cómplice del ruido.




9/03/2023

Estar contigo
Es el placer de conocerte
Y la necesidad de no estar solo




El profe

El fue el primer hombre que descubrió mi secreto
Para mi es tan grande esa hazaña
Ya que yo ni sabía que tenía por dentro
Me sentía un hombre común, y aún lo sigo siendo
Pero en ese momento
Cuando su mirada me transmitió una determinación convertida en verdad
Exclamó: “Usted es un poeta”

Hoy en dia sigo mendigando en mis pantalones desgastados
Esos cincuenta pesos que me faltan para el pasaje
Pero la gran diferencia después de ese suceso
Es que en vez de encontrar pequeñas monedas
Susurro pequeños poemas




El hombre del cigarrillo

Cada vez que pienso en algo que para mi condición es inalcanzable
Se me viene a la mente la imagen de un hombre fumando cigarrillo
Caminando por un parque
Con una mirada carente de sentido
Que lucha por alcanzarlo
Pero se le escapa a través del humo del cigarro

Estoy seguro de que ese hombre no es Dios
Por que está igual de incompleto que yo
Pero me alegra que no sea Dios
Ya que hace que se siente a mi lado
Y me diga: no estamos solos en esto




Viendo televisión con mi mamá

Primer acto:
Se va derritiendo en el mueble sin razón alguna mientras ven un programa de televisión.

– Qué es esa quejadera Jacobo
– ¿Ma a usted nunca le ha pesado la existencia?
– Si, Muchas veces




¿Vos crees en las cosas imposibles?

Encontrarte es una casualidad que echo de menos
Esas cosas imposibles que pasan una vez en la vida
De esas que van por la calle buscando asilo
y lo encuentran cerca de tus latidos
Lo encuentran en tus ojos infinitos

¿Vos crees en las cosas imposibles?
De esas que a la vida les da envidia
¿Vos crees en las cosas imposibles?
De esas que hasta te dan risa

No es que no me tome la vida enserio
Es mejor reir que andar despistado
Pensando en cosas que pueden ser las cosas imposibles
Mira, acaba de pasar, estoy a tu lado y se me había olvidado

Cada vez que te escucho me enloquezco
Poesía cotidiana de primera mano
Dormirme rapido cada dia
Por la emoción de conocerte de nuevo

Querer que seas más de lo que fuiste
Que el amor que tienes sea dogmático
Hacerte reír hasta que olvides que es estar triste

Y cuando estemos en la última estación del tren
Y tengamos que tomar rumbos distintos
Yo te daré un abrazo un abrazo contundente
Y te convertirás en tu versión más hermosa e imposible
y a eso me refiero con las cosas imposibles




Gracias por quererme tanto

Gracias por quererme tanto
sin saber lo que te esperaba
Por tirarte al precipicio con tus miedos
Por amar a alguien sin conocerlo

Gracias por quererme tanto
Por mirarme a los ojos y quitarme el miedo
Por dejarme sentir la vida
y poderla vivir a tu lado

Te doy gracias aunque no me alcancen las palabras
y tenga que escribir poquitos versos
Para no caer en cursi y anticuado
y poder decir lo que yo siento

Gracias por quererme tanto
sin saber lo que te esperaba
Por tirarte al precipicio con tus miedos
Por dejar tu vida y regalarsela a mis pasos

Gracias por quererme tanto
Por mirarme a los ojos y quitarme el miedo
Por enseñarme a escribir un camino
y poderlo cantar a coro vivo

cantaremos cantaremos hasta morirnos
cantaremos hasta que nos coja el frío
cantaremos por que si y por que nada
cantaremos hasta que se emborrache el alma

Y podamos recordar a los queridos
a los que nos quisieron tanto
y que el amor se convierta en la forma
de volvernos eternos


Jacobo Castrillón Álvarez, nació en Medellín un 24 de septiembre de 2005. Actualmente es estudiante de música de la universidad de Antioquia.






Andrés Felipe Cardona Moreno

EL ORIGEN DE LA VIDA

Tu rostro, ajado como las páginas
de un libro viejo, vuelve a mí
en un débil gesto de la vida.
Pues, ¿qué si no es la vida
eso que a mis ojos te mostró
efímera como ella misma?
¿Qué si no es la vida?

De pronto, tu imagen tomó color.
De la pizarra del tiempo tomé
la bujía que otrora alumbrara nuestro sol.
Con su llama te vi,
                    y estabas viva.

Esos ojos que tiernos me miraran
ya no eran las hilachas con que tejía
a veces tus recuerdos,
sino que estaban vivos,
luminosos, como espejos de agua.

Y era una boca fresca la que hablaba.
La zanja en que enterrara
los besos que me diste de repente
floreció ante la novedad de las palabras.

De pronto, por obra de la vida,
en los dedos del viento
se enredaron tus cabellos,
figuraban bosques azotados
por la furia del tifón que te alejó
de mí en un suspiro.
El aroma que emanaba cada movimiento
era el mismo de antaño,
cuando mis manos cosechaban
eléctricos caminos por tu cráneo
y cegaban los nudos de tu pelo.
Entonces estaba más vivo que nunca.

Las palabras no cesaron
de surgir de esa boca ajena a ti,
pero que te mencionaba dolorosa.
Hablaba de un nuevo origen.
Uno en el que tu imagen
era la creadora de todo, aun de la vida misma.

25/10/2021




EL SINSONTE

I
La marea trepó el monte
y bebió la leve lágrima
del cielo que cayó íngrima
en el pecho del sinsonte.
Su canto decía: «ponte
el abrigo de las hojas
de la noche en que rojas
luces del alba al mar se unen.
Permite que en ti se acunen
las raíces que tú escojas».

II
Continuaba así su canto:
«Una vez el ancla echada,
observa la luz flechada
del crepúsculo que tanto
has esperado. El espanto
de saberte sumergido
en la sal de un cuerpo erguido,
ingente y vivo y muy antiguo,
hará que el sueño contiguo
a ti encuentre al fin un nido».

III
«Pero no habrás de mirar
la turbia sed de la marea.
Para ella hay una tarea
insoslayable: girar
la tierra, el tiempo estirar
en los arcanos tentáculos
del Dios que brinda espectáculos
en la orilla de sus playas».
¡Nadie dirá que te explayas,
oh sinsonte, en tus oráculos!

14/09/2020


Andrés Felipe Cardona Moreno, nació en Andes, Colombia, en 1995. Fue miembro del Grupo de Escritores del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia (CDCM) con el que publicó en la antología «Voces del barrio» (Pulso & Letra Editores, 2017). En el año 2016 fue parte del XVII Encuentro de Poetas de Comfenalco Antioquía. Ha publicado diversos poemas en varias revistas digitales e impresas. Junto a otros escritores hizo parte de dos antologías: «Relatos de la oscuridad» (ITA Editorial, 2021) y una antología de relatos titulada «Ausencias y retornos» (Gold Editorial, 2023).


Luis Fernando Macías (Medellín, Colombia, 1957). Profesor de la Universidad de Antioquia. Ha publicado varias novelas, entre ellas: «Amada está lavando» (1979); «Del barrio las vecinas» (1987); «Los cantos de Isabel» (2000); «Memoria del pez» (La Habana, 2002; Bogotá 2017); «Cantar del retorno» (2003); «Todas las palabras reunidas consiguen el silencio» (2017), entre muchas otras. Además, los libros infantiles: «Valentina y el teléfono mostaza» (2018); «No es tan gallina porque adivina» (2018); «Adivine pues» (2020) y «Cuentos infantiles para libros álbum» (2020), entre otros. Ha publicado los siguientes libros de ensayo: «El juego como método para la enseñanza de la literatura a niños y jóvenes» (2003); «El taller de creación literaria, métodos, ejercicios y lecturas» (2007); «El cuento es el rey de los maestros» (2007), entre otros. Y los siguientes libros de cuentos: Los «relatos de La Milagrosa» (2000); «Los guardianes inocentes» (2003) y «Los animales del cielo» (2019).