Selva Casal (Uruguay)

Con un estudio realizado por la poeta Concha García, esta selección de poesía de Selva Casal nos adentra en una voz uruguaya que es necesario conocer. Íntima y consciente, la poesía de Casal es una puerta transparente hacia la vida.

Por Carolina Zamudio

«Desde sus primeros libros, Selva Casal dio cuenta de un universo muy personal. En ellos palpita el sentido trágico de la existencia entreverada con la sorpresa de estar viva desde una mirada confesional, doliente, lúcida y futurista. Dotada de una gran imaginación, su poesía hace referencia al ser humano, atravesando temporalidades y espacios.

Cada verso late como parte de una oración interminable donde atestigua la infinita capacidad de destrucción del ser humano en una vivencia paralela entre el sueño y la vida cotidiana y se alcanza a vislumbrar una realidad pautada con nuevos conocimientos a través de la presencia de Dios. La sustancia de su poesía se afirma en aquellos tiempos ya idos, como si cada vez que se nombran nacieran de nuevo rotan en un infinito reguero de infancias.

En su escritura sobrevuelan cosmos, genes, ángeles, días y noches, la muerte y la niñez. Inclasificable y única, cada libro merodea alrededor de los mismos temas: amenazas a causa de la globalización, el cambio climático, duelo por la pérdida de seres queridos, tentativas de regreso a la niñez. Como ella misma dice: El poeta no escribe para endulzar, ni para solucionar, escribe porque la poesía es. El tiempo de desamparo es probable que se ahonde incluso en la poesía porque somos partícipes de todo el acontecer del universo. Pertenecemos al mundo, por eso la indiferencia es una mala palabra. No podemos ser indiferentes ni aún frente a la indiferencia.

Poeta dotada de una voz oracular, entre sus primeros y últimos poemarios hallamos una original circularidad tanto temática como rítmica. La poeta vive entre la fatalidad, el amor y la destrucción rompiendo las barreras del yo e integrándose en las voces imaginarias de la humanidad.

Sorprende su capacidad metafórica. En la poesía de Selva Casal el ritmo procede de una voz instalada en las regiones del tiempo, creando un discurso de secuencias breves que se enlazan en cada corte lo que provoca extrañamiento. Los versos se yuxtaponen para que los lectores construyan su torre más turbadora. El vuelo en el que nos columpia esta poesía no pregunta, responde con inquietantes interrogaciones. Como ha escrito el crítico Walter Rela, los aspectos formales de su estructura poética señalan una libertad radical resistente a toda retórica.

Los seres humanos aparecen expresados en la gama de todas las posibilidades, desde el ser concreto con nombre propio hasta el fantasma vivencial que desciende de los retratos y vaga en la penumbra. Esta originalidad la hace inconfundible entre otros poetas de su generación como Nancy Bacelo, Ida Vitale, Amanda Berenguer, Idea Vilariño, Circe Maia y Marosa di Giorgio.

“La poesía es un sitio y un tiempo”, dice Selva Casal. Entonces, la escritura es ese tiempo y ese lugar es la palabra. Aunque si no existieran las palabras existiría la poesía. Las palabras están para traérnosla, para hacerla visible, la poesía se transmuta en palabra y la palabra en conocimiento de otra realidad donde la voz poética se desprende de su ser para observarse a sí misma en un juego de yoes multiplicados y asombrados.




La sustancia de su poesía se encuentra en aquello que coloreó su infancia. De aquellos paraísos perdidos la poeta no solo cuenta lo que sintió como pérdidas; en casi toda su obra es relevante el testimonio de la crueldad, del descontento, advertencias que conjuran los males de este mundo adviniendo en seres reales.

En estos tiempos donde una pandemia se ha instalado para hacernos pensar y sentir la fragilidad de nuestra existencia, sobrevivir es una cuestión de suerte, y que sobrevivan los más pobres, quienes cuentan con menos recursos, países o personas, sentimos que todo aquello que nos parecía que otorgaba seguridad, cae. Lo expresó muy bien ella en una entrevista: Ahora, en el desamparo, las cosas que han sucedido en la humanidad son terribles: la Inquisición, Cristo en la cruz…, muchas, muchas cosas. Ahora el peligro mayor es el adelanto técnico en el cual estamos abocados a la desaparición total.

Apartada de los círculos literarios uruguayos, en España es una gran desconocida, aunque en el año 2013 publiqué una antología personal bajo el título: “Y lo peor es que sobrevivimos”.

Su poesía, en España, pasó de puntillas y ganó algunos lectores y lectoras. Como toda poesía atemporal, no hace falta que la moda la tome entre sus garras porque puedes leerla en cualquier momento.

Me sigue conmoviendo como la primera vez que la leí por una azarosa suerte encontré un libro en Barcelona hace años titulado “Han asesinado al viento” en la uruguaya colección Alfar (1974), desde entonces todo mi empeño fue conocerla y leerla, lo que conseguí después de mi primer viaje a Montevideo en el año 2003. Su poesía llega ahora en el momento oportuno abriendo un pasillo entre la ficción y la realidad en un giro hacia el futuro insólito en poesía. Como ha escrito Ricardo Pallarés: Pocas veces se dio en la poesía uruguaya una creación verbal tan radical como esta, una transparencia visionaria aliada con la condición de oficiante».

Fragmento del prólogo de Concha García del Libro «Abro la puerta de un jardín de plata y otros poemas», Edición de Concha García, Editorial Cántico, 2022, Colección La hora de la estrella.




El silencio

                     A Ricardo Pallares

Un silencio absoluto cae sobre las cosas
y hay en mi cerebro
un canto continuo que se asemeja al mar
allí estás tú
de allí se desprenden los amaneceres
los pájaros los astros
la noche helada espera la madrugada
que llegará cargada de voces y fantasmas
son los seres invisibles que deambulan a nuestro lado
son las flores que se abren
el almuerzo al mediodía
no sabemos qué hacer
nunca supimos
fue la vida
nuestro quehacer
las paredes azules las voces
todo se diluyó en el mar
por eso cuando salgamos
a navegar por otros mundos
nos sentiremos pequeños clausurados
seguros solo del silencio.





El último secreto

Está bien que sea el polvo el último secreto
está bien que se desgarren las estrellas
pero ven por entre los extraños
porque a veces aún antes de morir se ama
será 1974 y estará con una mano alzada
oscureciéndome
inútil ocultar los rincones azules de la casa
de las inmensas manos de los muertos
el teléfono cae.





Las cartas que no enviamos

Las cartas que no enviamos
los amores que no vivimos
y quién más se oculta tras las puertas
todo será verdad
no te espantes no te duelas así
las maderas crujen habitadas por seres pequeños
los cuales no puedes ver
desde que se hizo la luz todo estaba previsto
estamos vacíos
aunque nos valgamos de palabras
y seamos hijos de la tierra
para hablar con dios no se me ocurre nada
y así dejo pasar mi última oportunidad
el cielo está oscuro como yo
matamos y morimos
esto no se puede olvidar
toda mi desesperación cabe en un atardecer
acá todos trabajan
yo no sé trabajar
no lo he aprendido
un pájaro trabaja
trabaja el viento dentro mío
la noche.





Silencioso

Silencioso como el vuelo de un águila
la luz oscura fija sus cimientos
y arde sin que nadie lo sepa
así abriste tu corazón al tiempo y a la vida
y compartimos la razón de estar vivos
los días se engarzaban de misterio
porque eras un bosque lleno de luciérnagas
todo se iluminaba
esta pena esta pasión absurda
supongo que de nada servirá decirte
que las azucenas rosadas florecieron
y están orando de eso estoy segura
porque están inclinadas en actitud de orar
y además hablan
en silencio pero hablan
yo no puedo escribir nada más que para ti
y para eso nací viví morí
porque ahí está el secreto
nadie sabe que he muerto
a nadie puedo hablarle de ti
porque nadie como tú amó el mar
y la tierra y la gente
y yo quiero estar muerta para comprender qué pasó
qué médicos malditos confirmaron
yo no sé nada nunca supe nada
pero te veo caminar por el jardín
y apenas te vislumbro
porque siempre te escondes
y tu escondite es más rápido que mi mirada
no voy a apelar al vacío que siento
ni como oigo funcionar mis vísceras
es que el silencio este es tan grande
nos pasa a todos sospechamos
que somos felices y adiós
aparece ella oscurísima y adiós
aparece ella oscurísima
exhausta
a devorarlo todo
yo que nací alucinada
nadie me dijo cuánto te iba a amar
y ahora ya pasó
voy a tomar un vaso de agua
un sol
ese que viene todas las tardes y se va solo
no sé a dónde
porque yo siempre me quedo
esperando





Las moscas

Las moscas descansan de noche
las sombras me devoran
el aire está envenenado
la sangre asciende hasta el cerebro
se rompe una arteriola
ahora puedo volar
yo no conozco nada
y lo que conocí lo perdí o lo olvidé
las moscas roen nuestras entrañas
este es el reino de la desolación
a mí me alcanza con un escalofrío
al final todo es nada
las moscas trabajan como dios trabaja
las moscas descansan de noche
tienen garantido el sueño
y no dirás que bien no dirás nada
combatimos todo lo que nos parece mal
malo es el día para la noche
la noche para el día
como una congregación de ilusos nos reunimos
el viento congrega imposibles
yo soy imposible
tú eres imposible
es cierto que vivimos visitamos la tierra
cuando los días tenían aroma a campo
temblaban como racimos maduros
pendiendo de un parral a la hora de la siesta
lo prohibido se descubría de pronto
y como era prohibido era hermoso





Yo no soy yo

Yo no soy yo
y desde esa singularidad vivo
despierten los abismos
basta de tumbas
de certificados médicos
de jurados
que reaparezca el cielo verdadero
en el instante que saliste a luz
yo no sabía que te iba a perder
yo no sabía nada
ahora tampoco sé
para qué he vivido
no lo sé
es que todo ser viviente es cómplice del horror
de la sombra
un grito de desesperación
pronunciado en una asamblea
de pájaros y orugas
eso soy yo
un ser que vuela
aquellos amigos
me ayudaron a cruzar la ciénaga
no existen
y existo sólo para narrar lo inenarrable
puertas sin fin
luz infinita
la vida existe
sólo para la nada
quien se ha vuelto contra mí
todo lo sabe
ya no hay ley ni alegato
al que se pueda recurrir
los hombres y los mundos caerán
esto no es un poema
es una declaración de amor
dirigida a lo desconocido
una declaración de guerra
una batalla
él ha elegido el mar y el viento
como aliados
navegante
guarda tu barco
rápido
no veas nada más que mar





Esto no es un poema

                                      A Jorge Arbeleche

Esto no es un poema
esto es un grito de desesperación
un voto contra la injusticia
realizado en una asamblea de pájaros y orugas
que a nada llegará
dónde está el vuelo el rostro
dónde aquellos amigos
que en el cierzo agotaron su amar
no existen
la vida existe sólo para la nada
golpea puertas inexistentes
esto no es un poema
es una declaración de furia
que con sus tentáculos toca el mar y el viento
estos son mis amantes
navegantes guiados por estrellas
que no tuvieron tiempo de explicarme nada
como lobos feroces nos destrozamos
nos amamos


Selva Casal, hija de Julio, poeta y creador de una revista que fue y es célebre: Alfar. Hermana de Julio, de Marynés, de Rafael, todos poetas. Selva trabajó, labró una vida y sus numerosos libros con recato y pasión, que son las claves de su personalidad. Vive aquí en Montevideo, en “la selva de asfalto”, y en Solymar con los pájaros de la libertad. Está como una paloma azul sobre sus cuatro hijos. Recato y pasión son sus signos. Lleva una granada, un sol bajo el vestido angélico.
Marosa di Giorgio

Selva escribe como respira, y esto no solo por su admirable fidelidad a la poesía, sino por el ritmo de sus versos, que se agitan o se serenan, que parecen enunciar cada uno con autonomía, con frecuentes verbos independientes, como evitando el encabalgamiento. Mas bien de noble signo “intelectual” y “reflexiva”, más poblada sin embargo por el mundo de las sensaciones que de la alegoría, la poesía de Casal nombra la vida cotidiana en el doble sentido de relato dentro del cual nos dejamos vivir día a día, y de abismo, imprevisible pero también “cotidiano”, donde el ser humano reconoce su fragilidad en el planeta, protagonista de un diario sueño, o pesadilla.
Alfredo Fressia

Esta biografía poética estremecedora no hilvana una historia, un testimonio ni una aventura celestial sino más bien -como corresponde al género- la dimensión de lo subjetivo ante una pérdida irreparable que da lugar a la creación. Por ello en la estética de Selva Casal es también una forma segura y comunicante de salvación por la palabra.
Así como aquí se disuelven la razonabilidad y todas sus categorías, el tiempo y lo vivido se amalgaman en una proliferación discursiva alucinada, intensa y originalísima en la que no falta la religiosidad ni el agónico asunto colectivo de los desaparecidos, porque además ahora la poeta tiene uno paradigmático.
El discurso se entreteje con sueños, imágenes visionarias y con el delirio de los espejos que es la fantasmática de la realidad inaprensible. Pero la textura también está hecha de amor universal y de pánico ante el dolor que la sociedad agrega al desmoronamiento natural de la existencia y al de los sistemas del hombre.
Pocas veces se dio en la poesía uruguaya una creación verbal tan radical como esta, una transparencia visionaria aliada con la condición de oficiante. Sería necesario equiparar este libro a “Diario de la muerte” de Sara de Ibáñez, “Perdida” de Juana de Ibarbourou o, más atrás aun, a ciertas zonas de “Los cálices vacíos” de Delmira Agustini, para poder dar cuenta de su comunicación lacerante y liberadora que redime y construye humanidad desde el arte.
Ricardo Pallares

El idioma cotidiano convive con la hojarasca de la supervivencia, pero el lenguaje de la poesía interpreta los extremos de la vida, sus dramas, nacimientos, pérdidas, triunfos y fracasos. Esta posibilidad del lenguaje fue parte de Selva Casal desde siempre, y es por eso que su voz refleja los rincones más profundos con una naturalidad reservada para pocos. Desde su infancia la casa familiar fue visitada por los escritores más importantes de la época, el ultraísmo que defendía el padre liberaba al género de redundancias y permitía la fluidez, la voz cercana y absuelta de adornos. En este contexto la poeta adquirió el vuelo de las palabras, la interpretación de los momentos trascendentes del ser humano reflejados en gestos comunes, vivenciales e inevitables.
En varios pasajes de Abro la puerta de un jardín de plata —incluyendo su prólogo poético— se menciona el sueño en su condición de vivencia paralela. Jorge Luis Borges, en la conferencia sobre la pesadilla, estudia esta simultaneidad de las realidades alejándose de las interpretaciones de la sicología para centrarse en la dificultad del ser humano en unir ambas situaciones. Borges cita a Calderón de la Barca para mencionar que solo los místicos o los poetas logran vivir a un mismo tiempo la vigilia y el sueño, y a Shakespeare en su máxima “Estamos hechos de la misma materia que los sueños”. El análisis borgiano reconoce por un lado la importancia de esa situación paralela, y la capacidad de la poesía para evocarla desde la vigilia. En el poema Era una puerta, Selva Casal construye un puente que transita de un lado al otro, lo onírico adquiere el carácter de pesadilla y es difícil reconocer cada terreno como ocurre también en otros poemas; la poesía es el vehículo por el cual la realidad se desdibuja o traza nuevas formas. Está el temor a perder contacto con el entorno, pero también la afirmación de los elementos de un mundo redescubierto. El sueño es la ficción de la realidad o una reinterpretación más libre de lo vivencial de donde se nutre, y por lo tanto no menos valedera. La puerta de un jardín de plata es abierta para contemplar en soledad lo que no tiene calificación ni adjetivos, lo que existe más allá del ruido y los límites del hombre, pero también como una proyección de estos límites en cuanto a que los sentimientos generados en la vida construyen el jardín metafórico de la poesía. (Fragmento).
Andrés Echeverría



Carolina Zamudio. Periodista, poeta y ensayista. Master en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos. Entre sus libros destacan, «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, (Estados Unidos); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, (Francia); «La timidez de los árboles», (Colombia); «Vértice», edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», (España). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación y Corona al Poeta (Argentina). Creó y dirige la Fundación Esteros y la revista del mismo nombre, además de llevar adelante el Encuentro Esteros.