Recomendaciones Esteros

Libros de poesía que indagan con agujas en nuestra cotidianidad, que nos deslumbran y estremecen con las imágenes del miedo y la ternura. Las recomendaciones de este número de Revista Esteros forman parte de un catálogo de libros necesarios en la poesía contemporánea.

Por Carolina Zamudio



Canciones para Pau Donés
Kepa Murua
El desvelo Ediciones

NO DIGAS NADA

No digas nada que te avergüence,
algo de lo que te arrepientas más tarde,
mantén la boca cerrada.

Sella los labios,
no respondas a las preguntas,
aunque lo desees.

No tengas miedo:
por despecho o por orgullo
perderías lo que tienes.

¿Qué supone una palabra
pronunciada sin tacto?
¿Una que no ofrece nada a cambio?

Siente el silencio como un arma,
el vacío como una defensa,
el despecho como una respuesta.

Pero te aviso:
no eres mejor que otro,
no estás aquí para señalar a nadie.

Perderás lo poco que tienes
y lo mucho que te han dado.
Con tiempo perderás el amor.

Perderás la casa y los árboles.
Los pájaros que no están encerrados.
El espejo donde te miras.


Canciones para Pau Donés son, en efecto, canciones, quizás no poesías, aunque para ambas debe existir una música. Son letras sencillas, dedicadas a un amor, al amigo, para ser cantadas, pero que nadie dude de lo que hablan, pues no hay doblez, no hay oscuridad en ellas, ni significados ocultos.
Este es un libro-homenaje para el que ya no está y que, sin embargo, quedará entre nosotros, porque los músicos se hacen inmortales, como el verdadero poeta, como los grandes artistas de cualquier época.






El guardián de la colmena
Leandro Frígoli
Abisinia

LA POÉTICA DE LA ABEJA

De panal a panal
el hombre le lee poemas a sus abejas.

El relato del hombre
conserva el canto de los laureles y los eucaliptos
en su retiro hacia la calma.

No necesita un perro, un gato, un hijo:
sabe que su trascendencia está en el zumbido.

El mundo será una miel exquisita algún día,
se dice el hombre que lee poemas a sus abejas.

Ante los versos de Hölderlin
la gota se diluye en el riachuelo,
la hoja le grita a la luz de diciembre,
el trébol blanco obsequia su polen.

El hombre que lee poemas a sus abejas
hace una pausa y mira al costado de la colmena:
y ellas danzan su baile épico y cotidiano.

Con el poema vibrando en el aire de las abejas
lo imposible es una opción.

El hombre que lee poemas a sus abejas
escucha los silencios de la colonia
y ve los espacios en blanco entre las palabras.

Una abeja es una pregunta en el paladar.

​​«La primera vez que se abre una colmena, se experimenta algo semejante a la emoción que se sentiría al descubrir un objeto desconocido y lleno quizá de sorpresas temibles, una tumba por ejemplo», dice Maurice Maeterlinck en su famoso libro La vida de las abejas; creo, de igual forma, que el lector que ingrese en El guardián de la colmena de Leandro Frígoli sentirá la misma experiencia, pero acompañada, además, de belleza, intuición y un dejo de filosofía sobre el vivir en medio de la naturaleza.
El autor, quien además de poeta es apicultor, nos devela el trabajo de las «hijas del sol» con perspicacia, hilando delgado en la cotidianidad del ser, y sin mayores pretensiones que el goce estético y el nombrarse en la palabra. Sin lugar a dudas, es un libro que busca romantizar la tierra, volver a mirar hacia ella, extraer la semejanza y el ejemplo de la vida en comunidad y en comunión. Sobre el amor, el duelo, la amistad y el trabajo habla la miel oscura de este libro.
Se dice que el día que desaparezca la abeja desaparecerá el hombre; podríamos conjeturar, entonces, que el día que desaparezca la poesía, perecerá la especie; por tal motivo, la publicación de este puñado de poemas, en tiempos difíciles para el mundo, es una apuesta por la esperanza y la resistencia.

Fredy Yezzed






De todos los haces de luz que mi corazón proyectaba
Mariana Figueroa Dacasto
Poesía Reunida (2011-2021)

Ella guardaba pedazos de mí.
Los tiró todos.
Yo me quedé con pedazos de ella
aquí incrustados
ardiéndome hasta morir
en las mejillas.

Ella guardaba pedazos de mí.
Los tiró todos.
Y los pedazos en mi incrustados me persistían.
En el viento del invierno se revolvían rojos
inmensos
claros
alfileres en los ojos de mi insomnio.

Y ella clavada en trozos sobre la carne de tantos seres
de los amantes y compañías que me siguieran
mientras yo aquí, harapo solo de carne blanda
claveteado hasta la náusea,
deshecho hasta la médula,
yo solo un círculo.

Y ella se esparce, se incrusta, se vuelve endémica,
en otros seres, en esta plaza, en algún sitio, en todas partes,
en un insecto, en situaciones, en indolencias,
en los planetas, en aquel árbol, en la Manchuria,
en si bemol, en Nochebuena, de madrugada.
Ella se esparce, invade el agua, los animales,
los nombres de las cosas y las nubes.
Ella se impregna, se vuelve arteria,
hace que duela,
ella se agranda, yo me apequeño,
me vuelvo trapo.

Ella propaga. Ella se entierra como bacteria
en montañas, en mares y en infiernos,
en quásares y pelusas, en el aliento del sol,
desiertos, ruinas y granos de arena,
en los discretos fracasos de los dioses,
en átomos y agujeros de gusano,
en estrellas que estallan irradiando cáncer
en sonrisas reflejadas en copas de vino.

Ella guardaba pedazos de mí.
Los tiró todos.
Continuó incrustándose infinita
al universo
y no me mira.






Manifiesto de Incertidumbre
Patricia Crespo Alcalá
Olé Libros

Eres un cuerpo
una red nervada
atravesada por cicatrices
sobre cientos de estratos.
Bajo tu piel duermen
los restos de otras vidas,
por ellas callejeo
fundiéndome entre la masa,
minúscula e inquieta
me extravío en lugares conocidos
para habitarte distinta.

Manifiesto de incertidumbre desvela las posibilidades del caos, ese estado de confusión, duda y vacío en que nos movemos los seres humanos tras el golpe del dolor. Orilleamos ese resbaladizo filo de incerteza en busca de una identidad, de una voz, de una realidad no efímera que ahuyente las sombras de un pasado y nos permita renacer y reconstruir nuevas certezas. Manifiesto de incertidumbre proclama la necesidad de aceptar la incertidumbre como parte del proceso de la vida.






Entre Ventanas
Gustavo Tisocco
Mascarón de Proa / Pleamar

5D

En esa ventana
alguien escribe.

Siempre de noche escribe.

La salvación
a veces
habita en la penumbra.

Así como un minero cava en la profundidad para extraer oro, Gustavo Tisocco mira por la ventana de su departamento y reflexiona de manera concisa, sobre el amor y la violencia, la soledad y el erotismo. El trabajo del poeta no es tan diferente al de un etnólogo que se desplaza para estudiar los rituales de otras culturas. Gustavo lo sabe, pero no necesita viajar, en cada poema se produce un encuentro con el «otro», con la mujer que reza antes de dormir, con la madre que abraza a sus hijos para protegerlos de su marido, o con la anciana que se hamaca pensando en su juventud. El edificio de enfrente es un reflejo de nuestras vidas, una constelación de destinos trágicos y hermosos.

Natalia Litvinova







Cavar. Refundaciones de la duda
Graciela Estévez

DESCIFRAR LOS NAUFRAGIOS

las palabras son los ojos del mundo

Roberto Juarroz

I

mariposas en jauría
las vértebras del verbo
se agolpan en las sombras
para no quedar ciegas
se enjambran/ polinizan
evitan el derrumbe
a pesar del martillazo en los dedos
del taladro en el occipital
a pesar del miedo

La poesía es el arte de saber dudar mediante la belleza. Para eso hay que ir a lo profundo, ahondar en la realidad y también hallar dentro de uno la luz, desenterrarla, develarla, entregarla a los demás como una ofrenda.
Graciela Estévez construye un sistema de metáforas donde cada palabra es un paso decisivo hacia el encuentro, la reflexión y el goce.
Cavar es un libro de construcción precisa y notable destreza. Su sabiduría no busca la inmovilidad marmórea de algunas construcciones literarias sino el gesto vivo que nos hace hermosamente humanos.

Rafael Courtosie






Hay ojos en el agua
Mariel Monente
Ediciones El mono armado

Si me horadas las alas, mantendré abiertos
todos mis ojos indomables,
los que escudriñan los desiertos,
se burlan de los pantanos,
reúnen las florestas bajo los ríos.
Si me cortas las alas,
haré danzar el ángel plegado bajo mis párpados.

Agnes Henrard
Traducción Carlos Vitale

Mucho más, mucho más solitario
que su entorno
un yacaré
se resigna a su turbio ojear.

Flotan troncos en la sombra
flotan
se acompasan de rocío.

Hay esteros bajo el agua
y en la tierra, abajo,
el agua
se desliza entre los mantos.

Flotan troncos húmedos con ojos abiertos a la luna.






Elis o teoría de la distancia
Lucas Margarit
El Suri porfiado

V

dónde están tus manos
cuando caen
como una piedra en el río de los muertos

es mi cuerpo que exige
tu brazo de guerrero
entre mis piernas
que se doblan como un bosque
en otra guerra

Leemos que elis dice, encuentra, mira, calla, grita, cierra los ojos, es viejo. Escrito en minúscula: elis, como si no fuera un nombre propio sino un pronombre múltiple que cambia según la distancia que lo interpela. Él, yo, tú, elis viene de lejos, peregrino de un sí mismo roto, de «una distancia inhóspita entre la caricia y el abandono». En su viaje se vuelve conductor de una corriente de palabras que circulan por el paisaje. A su cuerpo deshecho lo rehacen las palabras: «dice paisaje/ para cicatrizar sus manos»; manos laceradas, ateridas, ojos que caen hacia una tumba. Se trata aquí de un libro que mueve las palabras con dolor, en el viento de un «dios confuso», «en las partes negras de los árboles». Y como esas estrellas que vemos pero ya no existen, elis lee palabras «en el muro de un jardín apagado», se encamina cargando una lápida sin nombre hacia la noche. Esta última imagen desgarradora se amalgama con aquello que abre el no estar capturado por un nombre propio, con el poder ser pájaro, piedra, árbol, hierba inquieta para un alma de antílope.

Dolores Etchecopar






Dios fue mejor cuando era tigre
Luisa Villa Meriño

Hay caballos hundidos en la arena movediza
Se repite el altar
al final de cada patio de la aldea

En este lugar abandonado
solo los muertos meten la mano en el lodazal
levantan a sus vivos
reaniman a su pueblo

Ellenguaje de este libro está sembrado de bellas, raras y enigmáticas metáforas e imágenes surreales que le dan a todo el texto la mágica sensación de estar en un territorio mítico, fantasmal, que es un lodazal de historia en el que andan reclamando memoria el tigre, el árbol, el caballo, los taburetes, los desaparecidos, las madres, la poeta…
Este libro de Luisa es un bosque de ecos y resonancias donde suena de manera diferente una nueva memoria de lo ya conocido; es la refundación que hace posible la poesía con unas nuevas claves que la poeta ha logrado ajustar para entregarnos un universo pleno de referentes raizales de lo Caribe en un marco de significaciones fuertemente universales.

Miguel Iriarte






Cuenco
Blanca Emmi
Ático Ediciones

Lava

No repara en esquinas.
Solo se derrama sobre cada jornada.
Acepta el riesgo de vivir y ser vivida.

Nacida lava. Avanza sin tregua,
—la libertad tiembla, a veces—.

El volcán es pretexto. Nacida desde el fondo centro oscuro,
su día es un reloj detenido en el vértigo.

Cambio que se consume.
Todo lo que roza es condenado.
Irrumpe abruptamente.
Catarata arrastrando consigo a los peces,
no repara en pequeños renuevos.

Borrador de piedras. Sepulta todo obstáculo,
e ignora cada vez la memoria del liquen:
ningún triunfo es para siempre.

La poesía de Blanca Emmi es conocida por su capacidad de sintetizar en pocas y ajustadas palabras lo que significa ser una mujer poeta, en tránsito por la cotidianidad de su mundo.
En Cuenco, la mujer nace mujer, identificada con el hueco que aparece en esa concavidad que la hace madre, luna, útero, «cómplice de manteles” en los huecos del pan, en la alcoba que cobija alumbramientos y sueños postergados, en la sombra del prójimo…

Poesía de entraña que la autora intenta desentrañar casi resignada a un destino ineludible de creadora, que muestra un «escondite de agua mansa» vertiéndose en el texto como lava derramada sobre una roca firme que no aflora sino contiene: «biblioteca del tiempo”.

Blanca Emmi explora el universo de aquellos objetos que son sitios de amparo, donde abrevar la sed como un cuenco o donde saciar el hambre como el pan, de una maleta sin descanso, o de un aljibe: «una mujer hechizo, espejo como aljibe devolviendo otro rostro». Todo, en un renovado nacimiento.

En resumen, un libro donde las palabras nacen poesía.

Melba Guariglia






El Rojo Orgulloso
Alejandra González / Daniel Kondo

El cuento infantil «El Rojo Orgulloso» fue elegido como una de las «joyas» editoriales del año por la prestigiosa Feria de Bolonia.

El libro fue incluido entre los 20 mejores de la categoría Opera Prima.

El cuento infantil «El Rojo Orgulloso», de la escritora Alejandra González y el ilustrador Daniel Kondo, obtuvo el premio AMAZING BOOKSHELF 2023, en la categoría Opera Prima, del Bologna Ragazzi Award (BRAW), premio que otorga la Feria internacional del Libro infantil de Bolonia. Esta obra es la primera publicación de editorial Morisqueta, una editorial independiente, radicada en Punta del Este.

El BRAW es el premio destinado a destacar los libros ilustrados más bellos e innovadores a nivel internacional, publicados en el año por las diferentes editoriales del mundo, representando uno de los reconocimientos más prestigiosos para la publicación infantil. Este año se presentaron 2.349 títulos, de 644 editoriales, de 59 países.

La calidad gráfico-editorial, la innovación y la capacidad de diálogo con los jóvenes lectores, son los principales parámetros en la concesión de los premios que otorga un prestigioso jurado internacional formado por expertos en el ámbito editorial.

El cuento «El Rojo Orgulloso» plantea una primera aproximación a la teoría de la percepción del color a través de la historia del color rojo, quien, por su característica llamativa, se había vuelto engreído, haciendo que los demás colores se cansaran de él. En la interacción de los colores, de una forma tierna y cercana se introduce a los niños a la teoría del color, con valores de tolerancia y amistad. El libro, en la ilustración, plantea también referencias a los artistas plásticos Joaquín Torres García (Uruguay) y Tarsila do Amaral (Brasil).