Marcos Rivadeneira (Ecuador)

Presentamos una selección de poesía del ecuatoriano Marcos Rivadeneira, poesía forjada en un lenguaje que apela a la crudeza, a la conversación lejana, a la memoria ardiente y clara, a la verdad incómoda y encantadora.

Por Carolina Zamudio

Los días de la aldaba


1
Junto a su sexo me entregó la mitad de la tierra cuando deshace su mortaja la neblina. La tierra sale a flote con sus luces escondidas en la hojarasca, la que recibe el rocío mientras los cuerpos descansan.

Junto a su sexo me regaló la mitad del aire con su presentimiento de zozobra, el aire que acongoja las flores en portales o ventanas. El que trasnocha con árboles y sacude la oscuridad con impaciencia.

La tierra misma se estremeció con sus caderas en esa época. Y tembló así telúrica en marzo de 1987. Algunas casas cayeron y las iglesias del centro histórico dejaron ver sus interiores virginales.

Yo surgí de mujer como confesión de pecado, igual afloraron los vestigios arqueológicos así desprendidos de toda vestimenta. Una veta en la superficie terrestre fui. Yo que surgí del modo como nacen las canciones, aun espero el significado de la mancha de tinta en los papeles.

Con su sexo propagó en mí un bagaje de ensueños, de promesas que se deja en el tintero con el tiempo en contra, afirmaciones instintivas y pensamientos ocultos. Detrás de la puerta, una tarde, llegaron las mentiras con todo su bagaje, no timbraron, no pidieron permiso, no anticiparon, simplemente se instalaron en mitad de la cama.

Llegó el día en que tuvo que partir. Y aún tenía su sexo fortuito en mi olfato y aún tenía las manos llenas con sus gemidos, me dejó atado a una silla de mentiras y sin catálogo de supervivencia.

Junto a su sexo aprendí la vida que apura, la del organillero con malabares de mono capuchino. La del hierro que forja espadas para la guerra. La del campesino que cuida ovejas negras bajo la luna. La del eco que se atora en los barrancos. La del monte que bebe las verdades bajo sus pies, todos los días sin feriados.

Junto a su sexo aprendí a descoserme de mi cuerpo, a ser un ente metafísico en soledad, a mirar desde los balcones la monotonía y llegué a ser el capitán de los mensajeros con medalla de papel aluminio.

Desde su sexo encendí las heridas, cautericé con hierro fundido los sumideros de despojos. Y su mirada se abrió como capitán en avanzada, fundadora en indias, descubridora del agua torrente en ríos escondidos. Con su cabello coreaba canciones de sonajeros. Y con su sexo se fundaron los poblados, se concibieron herederos y establecieron casas grandes, caballerizas y pocilgas.

De Los días de la Aldaba, La Habana, 2015





DECIR

I
Desarticula que arde la palabra
sólo ella donde ella exista
en un mundo por tigres frecuentado
fieros mamíferos
           bárbaros
                      bestias
el orbe de tristeza sostiene un roble
la niebla sube fugaz
           el humo
                      la ceniza.
Destrozado vuelo innecesario
planta sumergida en oprobio
borrada diluida
jadeante y olvidada
la palabra donde haya ido
           donde ella exista
                      y sólo ella
un germen de latido innato
esporádico vientre de tierra y barro.
Porque ella arranca un rumor prendido
y lo tira
           lo encierra
                      le miente
enciende la pradera y gasta un balanceo
se despliega hasta el último centavo
y disminuye
           increpa
                      maúlla
                                 y aflora.

La poesía fue perseguida
atrapada
muerta y enterrada
resucitó al tercer día
como todo lo que resucita
cuando es perseguido
muerto y enterrado
y canta solo ella donde ella exista
rama ésta sobre el posado mirlo
no insume ni resta decirlo
tronco que alumbra las termitas
en los vendavales que surgen de la gesta.

Poesía materia primitiva
sustancia de la herejía
me toma
           me despoja
                      me destierra
se retruécana en la misma baldosa
sucia de la cocina
se inventa
           me rapta
                      me pierde
                                 me sueña
así todos los días
con un sabor amargo en la boca
y los senderos que ella camina
yo beso
           bebo
                      delirio
pero ella piensa otra cosa
y retorna con su tilma de cangrejo
la mañana ensimismada
con la constancia de la tinta
me orgullo de tanto papel en el canasto
que me libero del tiempo
corro
           huyo
                      y salto.

Ella me mira de lejos y
me crónica
           me adereza
                      me margina
ella y sólo donde ella exista
una ventana arrulla el mirlo
y la cubre con las palmas de labranza
luego me silencia
me indómina
           me ola
                      me lágrima
                                 me espuma
                                            y me besa.

Decir parte 1 de Sombra Sobre Sombra 2018





El bálsamo suyo

…en verdad, haberte conocido es un misterio
y he empeñado mis lirios para verte
si pudiera yo liberar de tus cantos esos besos
si la cláusula de la frente fuera liviana
por el cielo, que te ofrecería todos los húmedos secretos
de mi cofre de riquezas
y todas las mañanas sembraría un arco iris
y los caminos limpios de greda
donde la cabalgata de tus ejércitos proscritos
adore dormida las púrpuras líneas de mis dominios.
Que mi suelo empedrado con vetas de amapolas
florezcan a tus pasos
y el encanto de tierras ajenas se abran camino
y a tu llegada se agiganten los reflejos
y las conchas de todos los manglares
giren sus valvas
y el encanto de las tardes con sus vientos
abracen las criaturas de los desiertos
y que la luz virgen de las profundidades
ilumine las lejanas tierras
y descubras los ríos y el encanto de nuevas pieles
en la arena cálida de mi gruta
pero yo
soy apenas una chiquilla.

Yo soy apenas una chiquilla que rompe los latidos
del encanto y pinta con sus brisas de colores
las líneas níveas de cualquier verso.

Miraron de reojo a Lolita
y ejercieron furibunda sátira de su canto
se rompió la llama en sus mejillas
y sus pieles que eran sedas rosas
se fueron marchitando
maduraron sus ojos verdes
y empezaron a mirar de una forma adusta y lejana
su lengua se agrietó y las mieles
que en ese entonces brillaban de oro
empezaron a trocarse en cosas olvidadas.

Polvorienta la repisa de recuerdos
allí estaban las conchas petrificadas de otros tiempos
allí las ollas arqueológicas las desenterradas
pero en la repisa estaba      toda ella
con la forma de un guerrero de Xi’an
en terracota
mi madre quiso limpiar la figurilla
y eliminó de la superficie
todo vestigio de antigüedad
fue allí que descubrimos que era falsa
un souvenir comprado en el Rastro.

Ella misma que en mis horas plenas
estuvo recostada en mi camastro
ella que durmió largas esperanzas
después de las batallas libertarias
ella se había convertido en mi bienhechora.

Entonces no sabíamos toda la verdad
solo en la fuente del espacio tercio
en un surtidor de frescura torrente
nació la franqueza.

Se abrió la blusa con los dedos húmedos
y dejándome ver el nacimiento de Venus
me habló de frente
las luciérnagas jugaban todavía
y los peces saltaban fuera del agua
yo era el errante, el loco de Picasso
ella la verdad, la cruz roja
de los caballeros de Santiago.
la pasión sofocante, el cabello ceñido
la lamparilla de noche
los cocuyos empezaron a hacer sus brillos
y las caricias entablaron una riña por fatiga.
Ella me dijo la verdad
perdimos la médula de la esperanza
el descenso en las praderas y las ciudades conquistadas
la gruta de cálidas arenas fue vedada
y las fuentes clandestinas habían sido ajenas.

Nada es para siempre, dije
y era demasiado bueno para ser cierto.
Con su mano me envió un ligero beso
suspendido en el aire hasta estos versos
y con los mismos dedos que
lentamente ensortijaba sus rizos
me dijo adiós.

De La Silla Turca 2020





Adriana 10

Adriana fue a la cocina y picó quesos y jamón, me sirvió una taza de café y me pidió que me sentara en un banco del mesón de la cocina. El mesón era de roble, un hermoso roble que tenía en su pulimento el cuidado de sus manos. Una madera tratada y barnizada, limpia como el despoblado coño de Eva. Adriana no es Eva, ni mucho menos.
Adriana es un túnel del tiempo, un agujero de gusano, una galaxia distante, un sol ardiente, una cascada de fuego, un volcán encendido, una erupción magnífica, un terremoto y un tsunami desbordado. Adriana es un libro abierto, una lectura inconclusa, un separador de aguas, una canción herida, roja, rosada, fucsia y húmeda. Una cariñosa fisura, un durazno en almíbar, una mermelada de piña, y un botón descosido. Una inundación, una tina de baño rebosante, una ducha de agua hirviendo. Adriana es el verano, la humedad en las manos, en la espalda, en los labios. Adriana es la comisura, el temblor incontrolado, el calambre, una flor desnuda, una flama obscena, una cueva ardiente.
Adriana es la concupiscencia almada, la dignidad gemida, y acaso el pudor. La razón misma del equilibrio justo de la balanza, la femineidad per se.
Pero las cosas sucedieron, como ocurren las cosas cuando la gente se propone. A veces, especialmente los domingos, pienso que todo es un invento. La mesa está rota en uno de sus lados. La madera carcomida y desvanecida. Cada tanto puedo ver el polvillo del comején caer al piso. Y cada tanto paso la escoba intentando limpiar el mesón como se limpia el alma bajo la lluvia.
Especialmente los domingos por la tarde, alguien salta del puente del Batán al vacío. La última vez fue un profesor de la católica. Algo así sucede, como ocurren las cosas cuando la gente se propone. A veces me imagino saltando del puente de los suicidas, luego me reconforto a mí mismo pensando que aún no he aprendido a volar.
Solía tener el cabello recogido, manejando lentamente un pequeño Ford Fiesta blanco. Subía por la calle Cordero. Yo la esperaba en la esquina.
Mis vecinos nada saben de ti. Hoy he preguntado si conocen a Adriana, algunos se rieron pensando que finalmente cumplí con la cuota para calificar para el encierro. Y es cierto, porque debo escribirte mientras todos duermen. Y voy abriendo mi corazón, mientras cierro puertas y ventanas.
Y mientras escribo siento que existe algo así como el silencio que aún no ha llegado, una reunión que tendrá lugar en algún momento, solo nos queda decidir cuánta limpieza aun hace falta del ripio que desluce nuestro sendero.
Mientras tanto te escribo para decirte que aquí en invierno suele llover, especialmente los domingos por la tarde. Y cuando digo los domingos, te ruego que comprendas, porque aquí en Sudamérica, no nos dejan llamar a las cosas por su nombre.

De Adriana Eos Villa Argentina 2023


Marcos Rivadeneira Silva nació en Quito (Ecuador). Estudió Restauración y Museología; y Literatura Latinoamericana. Su primer libro se titula «Hermano sol hermana muerte» (2012). En 2014, ganó el Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero, con el libro «La brazada final». En 2015, publicó «Los días de la aldaba», con el auspicio del Festival Internacional de Poesía de la Habana y el Movimiento Mundial de Poesía. En 2018 publica el libro «Fragmentos» en Silva Editores; y «Sombra sobre Sombra» en Editorial Imaginante en Buenos Aires. En 2020 publica «La silla turca» en Silva Editores en Quito, Ecuador. En 2023 publica «Adriana» en una edición digital en Buenos Aires en «Eos Villa».



Carolina Zamudio. Periodista, poeta y ensayista. Master en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos. Entre sus libros destacan, «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, (Estados Unidos); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, (Francia); «La timidez de los árboles», (Colombia); «Vértice», edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», (España). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación y Corona al Poeta (Argentina). Creó y dirige la Fundación Esteros y la revista del mismo nombre, además de llevar adelante el Encuentro Esteros.