La permanente confianza en la sospecha. Un dossier de «Animal Sospechoso»

Un catálogo de voces que cuestionan, proponen nuevas formas para la poesía y unen fronteras distantes. El fundador de la editorial «Animal Sospechoso», Juan Pablo Roa, nos entrega una muestra de algunas de las obras publicadas en su sello editorial.

Por Carolina Zamudio



Carmen Borja

7

Fortalecer en uno lo que vale la pena,
acceder a nuestra oscuridad,
a lo que no contamos
y arder.
Recuperar por un momento
todo lo que amamos, lo que perdimos,
el daño que hicimos o nos hicieron,
las despedidas.
Y vivir tu exilio hasta el final,
sin atajo ni rodeo.
Los girasoles han de mirarse de frente.
Entonces, en un segundo y para siempre,
sabiduría, ecuanimidad, benevolencia.
Como un golpe de dulzura.
Otro sentir, otro pensar, otro proceder.


Carmen Borja (Gijón, 1957). Doctora en Literatura Española y máster en Edición, reside en Barcelona desde 1978. Es presidenta de la asociación cultural Prouccions Imposibles y codirige la Casa de l’Artista en Terres de Cruilla. Ha publicado, entre otros títulos, la trilogía formada por «Libro de Ainakls» (1988), «Libro de la Torre» (2000) y «Libro del retorno» (2007), «La balada de Branko Petrovski y otros poemas» (2007), «Mañana» (2011), «Sub Jove» y «Cartas de tréboles y diamantes» en edición de bibliófilo (2016).






Cristina Grisolía

Ya el título del libro nos obliga a pensar con detenimiento en el carácter de las palabras que lo componen. El «paisaje» alude al espacio, el lugar, el horizonte. Sin embargo, ese panorama no es campo o campiña, es «animal»: criatura ágil, exploradora, olfato, sangre, instinto. Además, se nos dice que es «solitario»: huidizo, ermitaño, desolado. De esta manera, se nos muestra un animal que habita, husmea, observa y se encarna en la voz poética. Con esta fina sutileza, Cristina Grisolía desestabiliza la noción extractivista del capitalismo tardío, la idea tradicional de lo humano como algo estrictamente racional y civilizatorio; pone en el centro de su discurso poético a lo no humano y, con ello, alumbra otras posibles maneras de relacionarse con los demás y con el espacio que cohabitan. Ante el desafío de la vida, ante el desastre que se intuye o avecina, emerge la mirada serena, aunque afilada e inquieta, de ese animal.

Fragmento del prólogo escrito por Tania Pleitez Vela.

La acechanza cautiva al cazador, el animal
le presta su olfato lo orienta en la brisa.
Inmisericorde lo lleva sobre crujientes ramas,
se tienen uno al otro, dos viejos divorciados
en la espesura de un bosque artificial donde
el rumbo de la sangre se pierde,
gotea hacia el pequeño cráter urdido por la
                hormiga.


Cristina Grisolía (Rosario, Argentina, 1946). Desde 1980 reside en Vilanova i la Geltrú. Su vida profesional estuvo vinculada al feminismo, al activismo social y a trabajos contra la violencia de género. Fue directora de la Casa de Acogida de Mujeres Maltratadas de Barcelona. Cofundadora de la revista Cronopio. Ha publicado «Poemas de perfil» (Cafè Central, 1993); «Donde el progreso no existe y gozo» (El Cep i la Nansa, 2004); «Galope y canto» (Olifante, 2014), «Levedad en la piedra» (Olifante, 2019) y «Patios, golondrinas y azules», junto con Violeta Kovacsics (Del Centro Editores, 2021).






Alberto Silva

Alberto Silva juega con el lenguaje pero también nos hace jugar a nosotros; en un maridaje de imágenes y conocimientos crea acertijos, ¿cómo saber dónde empieza y acaba el Martín Fierro, el Himno Nacional, la «Excursión a los indios ranqueles», la cancha de fútbol con hedor a macho, «la calle de tigres atristados de Tristán Narvaja» (en Montevideo), o las Coplas por la muerte de su padre, o los tangos de letras eternas? Y mientras tanto el niño no nos suelta la mano, aunque «los juegos que ahora juega son juegos que hacen daño. En los juegos descubre que los rieles de antaño no son equidistantes (…)». Silva tampoco lo es: no hay mediación, le basta mantenerse fiel al «ojo imantado de la contemplación», a permitir que «sus caminos se diluyan en agua». La lectura de Ferrocarriles repentinos es indudablemente un viaje, no siempre confortable, pero sí reposado, en el que puedes hacer tus altos como en toda buena obra, dejar el libro en cualquier apeadero, sabiendo que la lectura es, en las propias palabras del poeta, «un oficio de adioses indecisos».

Fragmento del prólogo escrito por Cristina Grisolía.

Silva de variada elección [fragmento]

El tren como la reja de un arado
escucha! qué bien cruje sobre dura
corteza ¿no está petrificada
de nuestros sueños tercos
Escucha la reja
destrozando terrones en su llorar
y llorar fielmente convertidos
en el barro que no quisimos ser.


Alberto Silva (Buenos Aires, 1943) Poeta, sociólogo, especialista en estudios japoneses y temas transculturales. Doctor en Letras y Ciencias Humanas por la universidad de la Sorbona y en Ciencias Políticas por el Ministerio de Educación de Madrid). Tiene amplia experiencia investigadora en sociología nipona contemporánea. Entre sus obras críticas publicadas cabe destacar «La invención de Japón», «El libro del haiku», «El libro de amor de Murasaki»; así como numerosas traducciones de poesía y estética japonesa. En poesía cuenta con la publicación de «Mi patria no es de este mundo», «El viaje», «Celebración del mar» y «Perros calientes».






Misael Ruiz

Ya en el Romanticismo alemán, una figura tan inclasificable como Heinrich von Kleist
en su breve ensayo «Sobre el teatro de marionetas» se pregunta si es posible retornar a la inocencia primitiva simbolizada en el Jardín del Edén. Y la respuesta resulta, como poco, sorprendente: la única forma de volver a comer del Árbol de la Vida es devorar los frutos del Árbol del Conocimiento. Al paraíso, nos dice Kleist, sólo es posible regresar por la puerta de atrás. Hölderlin, en el fondo, no estuvo lejos de esa concepción. Pero no acumulemos las referencias cultas, puesto que, pese al evidente poso de lecturas que hay tras estos poemas, lo fundamental es precisamente ese empeño, aun sabiéndolo imposible, por quebrar las barreras que nuestro pensamiento pone entre nosotros y el mundo. Un mundo que, al mismo tiempo, sólo cobra unidad tal vez desde una mirada que le otorgue sentido. He ahí la fascinante paradoja que nos ofrece la poesía de Misael Ruiz: trascender el pensar a través del pensar.
Dejar hablar a las cosas, acallando, en lo posible, al yo. Ello explica en gran medida el recurso constante a la tercera persona. Se trata, no obstante, de una despersonalización que rara vez es completa, puesto que, como en una película, sabemos que hay un ojo detrás de la cámara. Alguien está mirando el mundo en ese preciso momento, alguien que se sabe frágil y que, pese a la amenaza constante de la mortalidad, constata, agradecido, que «estuvo/bien vivir».

Fragmento del prólogo escrito por José Luis Gómez Torré

Cordial

Su corazón fue sacado de
su cuerpo sin dudar,
lavado y alimpiado, luego
vuelto a su lugar.

Anónimo, Siglo XVI

Le arrancaron el corazón de cuajo
y prometieron devolvérselo al amanecer.

Aguardó con el aliento puro,
agazapado al fondo del cuerpo;

regresaron con las manos ensangrentadas
y pusieron el corazón en su lugar.

Ahora, dijeron, tu corazón
está limpio. Nada puede entristecerlo.

Hemos acordado tus deseos
con la música del viento: sus tañidos
sonarán dulcemente en tu pecho.


Misael Ruiz (Bruselas, 1960). Transcurrió su infancia transcurrió en África. Reside
actualmente en Barcelona. Ha traducido la obra de R.S. Tomás, Clive Wilmer, Catherine Pozzi, George Herbert (junto con Santiago Sanz, premio de traducción Ángel Crespo, 2015) y George Santayana. Es autor de los libros de poesía «El hueco de las cosas» (Trea, 2010), «Todo es real» (Pretextos, 2017, premio Oliver Belmás, 2016), «Renga» (2022, junto con Juan Pablo Roa y Alberto Silva) y «Una idea de mundo» (Animal Sospechoso Editor, 2022). Dirige desde 2015 la revista digital de poesía Mecanismos.







Yirama Castaño

La de Yirama es una palabra que dice el mundo como por primera vez. Sus referentes como en todo buen poema no están en los asuntos constatables de la realidad, sino en los elementos metafóricos intangibles de esa otra realidad que es nueva, esa realidad alterna en donde, sin serlo de manera absoluta, el lenguaje del poema se vuelve autónomo y autorreferencial: nombra el mundo y éste se vuelve una escritura que se dice a sí misma. Como dice Octavio Paz, «el hombre es un ser que se ha creado a sí mismo al crear un lenguaje». Ese lenguaje es la poesía y ese otro es la poeta misma. Es allí donde adquiere pleno sentido aquella certera idea withmaniana que da la clave de todo enunciado poético: el poeta es el cantor de un yo plural, el cantor de muchos «yoes».

Fragmento del prólogo escrito por Miguel Iriarte

Balada de una noche que se acerca al día

He de morir de pie
junto a mi tumba.
Con la mirada hacia la tierra
             y el largo pelo
             jalando hacia arriba.
He de morir por ataque a mis extremos.
De muerte pronta,
             pero con tiempo suficiente
             para repasar el tono de mis días.
He de morir alcanzada por la noche.
             susurrada apenas,
                          abierta al bosque
y con esa única palabra
             pendiente
entre los labios.


Yirama Castaño (Socorro, Santander, Colombia) poeta, periodista y editora. Participó en la creación de la Fundación Común Presencia y de su revista literaria, que lleva el mismo nombre. Es miembro del comité asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba (Colombia). Periodista y editora vinculada al mundo de la educación, Yirama Castaño es conocida en su país por su activismo cultural centrado en proyectos educativos y culturales de impacto social.






Teresa Shaw

La presencia de pequeños animales es constante en anteriores libros de Teresa Shaw, animales propios del campo uruguayo en algunos casos, animales que habitan el entorno humano en otros casos, pero aquí aparecen animales de gran valor simbólico, todos ellos representaciones del espíritu, seres que se elevan del suelo, que emiten sonidos musicales, sólo puro lenguaje íntimo del alma. El tema es muy importante en el libro y funciona como hilo conductor de la escritura, o como sostén de la vivencia que trata de transmitirse. El canto del mirlo enlaza en cierta manera con el tema tan recurrente de la mística medieval donde es reflejo del estado anímico, reflejo de la elevación del alma. En su despojamiento, en el proceso de desprendimiento que transmite este libro, el mirlo se identifica con la soledad buscada, hasta alcanzar la armonía interior.

Fragmento del prólogo escrito por Rodolfo Häsler

la ventana abierta llega el canto del mirlo.
el grito de las cotorras. junto a las voces de
la calle y el ruido de los motores. la naturaleza
permanece aun cuando la desdeñemos. siempre
la misma en todas partes. ¿ves este pino solitario?
no lo cobija el monte pero en sus ramas acoge a la abubilla.
allí agita sus alas. allí emite su estridente chillido.
y encuentra la araña o el gusano. así se teje la vida mudando
de unas formas a otras. resuena y cae y se ofrece.
como un amante que nada pide. como un dios que nos ignora.


Teresa Shaw (Montevideo, 1951) se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona y fue coeditora de la revista 080 poesía, Barcelona, ha publicado los títulos de poesía «Evocación de la luz» (Barcelona, 1999), Destiempo (Barcelona 2003), «El lugar que contemplas» (Barcelona, 2009) y, en Animal Sospechoso Editor, «Cabañas en el desierto» (Barcelona, 2019). Asimismo, ha traducido el libro «Wooroloo» (1988) de Frieda Hughes.






Lala Blay

Desde esta nueva situación expectante, de la que queremos deshacernos de modo instintivo como del peso de un cascarón inútil, sentimos que nos arrastran unas influencias suavemente definitivas, y por ello femeninas, que finalmente nos atrapan contra el mismo muro que nos comunica la vida y nos procura espacio. Tenemos entonces la sensación, gratamente física, de que no hay en ningún lugar del mundo un más allá expresivo ni posibilidad alguna de regresar. Se trata de abstancia, un fenómeno gravitatorio. Vida o gravitación enloquecida, no es necesario decir que la poesía tiene, de modo ilimitado, esta facultad transfiguradora que invade el terreno de la comprensión. Por ello el lector, inerme y subyugado, se identifica con ella, se marea y se pierde en ella desorientado en sí mismo, ebrio de su propia mezcla. ¿Qué, si no, en presencia de la imagen irradiada?

Fragmento del prólogo escrito por Màrius Sampere

Muchacha

Nadie más la ve.
Atraviesa
las calles infinitas
en la noche vacilante.
Es pálida y tan delgada y una gota
de lluvia podría destruirla.
También fuma innumerables cigarrillos.
Pero lo terrible
siempre se le adelanta.

Ahora deja de correr,
se ilumina una nube:

–Nefeli, amiga mía,
te disuelves en la luz.

Alza la mano
sensible a la temperie
y se le humedece la punta de los dedos.


Lala Blay (Barcelona, 1968) es licenciada en Bellas Artes y Filosofía, y doctora en Filosofía por la Universidad de Barcelona (premio Extraordinario de Doctorado 2015). Ha publicado «Liebeslied» (premio Recull de poesía, 2000), «Plec de claror» (premio J. M. López-Picó de poesía, 2004) y «Abstància» (Pont del Petroli, 2016). Es autora de los libros de ensayo y traducción de poesía «Píndaro desde Hölderlin» (2018) –que incluye la traducción de ocho odas de Píndaro– y «Nada se ha perdido. Aproximación a Paul Celan» (2022), una traducción y comentario de trece poemas de Celan y uno de Hölderlin.






Jaime Parra

A oscuras, la guía

Poemas narrativos, poemas místicos, poemas convulsos saturados de símbolos, divinidades, avatares, misterios y secretos, y de citas de libros sapienciales. Estamos ante un libro que, si bien procede de un sueño onírico, se viste con los propios sueños de juventud del escritor. Un canto a la mística alquímica y, por ende, transformador.
Wyoming, la protagonista, es la inspiración propiciadora de un Mundo otro, el alter ego que asoma, el ánima junguiana. Allá a lo lejos, la poesía árabe resuena, esa poesía de la que es deudora la mejor poesía en lengua castellana. Y más cercana en el tiempo, hallamos concomitancias bellísimas con la Bronwyn de Juan Eduardo Cirlot. La doncella celta que Cirlot vio en un cine barcelonés en 1966. Esa visión tan sugerente para el poeta maestro de los símbolos, como lo ha sido años después la visión onírica de Wyoming para Parra, otro poeta atraído por las visiones y los símbolos.
Esas coincidencias significativas, esas sincronicidades que pueden dar sentido a una vida entera.

Fragmento del prólogo escrito por Neus Aguado

I

Es de noche
para tu sombra.
Y para tu respiración.
Y para tus senos tibios.
Y para tu alma lejana –de permanencia–.
Y para tus deseos y pensamientos.
Y para tus sueños.

Y no puede la luz hallarte donde no te hallas.
Es de noche
y tu almidón encendido
salta sobre las aguas
y busca el rizoma de las rosas de loto.

II

No reproches nada al que está triste.



Carolina Zamudio. Periodista, poeta y ensayista. Master en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos. Entre sus libros destacan, «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, (Estados Unidos); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, (Francia); «La timidez de los árboles», (Colombia); «Vértice», edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», (España). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación y Corona al Poeta (Argentina). Creó y dirige la Fundación Esteros y la revista del mismo nombre, además de llevar adelante el Encuentro Esteros.