Kepa Murua (España)

El llanto, la intemperie cayendo sobre los huesos y la mudez de la soledad nos asaltan en los versos de Kepa Murua, en estos poemas breves, intensos y cuidadosos que florecen en el libro «Orfandad» (El Desvelo, 2024) que hoy presentamos en Revista Esteros.

Por Carolina Zamudio

Lloro

Lloro por la felicidad
acabada, que desconcierta,
y porque te fuiste sin decir
una palabra de consuelo.

A un lugar efímero:
se vierte una lágrima,
se comprende, pero
no se dice lo que se desea.

Un hablar indefenso
se descubre tarde,
se desvanecen los sueños,
se deshacen los minutos.

La soledad viene de repente,
se atraganta, se repite;
incomprendida calla
ante el vínculo que se rompe.


Plenitud

La plenitud nos conmueve.
Nos persigue, su susurro nos dice:
no olvides quién eres
y de dónde vienes.

Tal como hacías tú, madre,
que te estremecías con mis miedos
y me consolabas con una caricia,
fuerte como una hoja que no se cae.

Un día predijiste que se partiría el árbol,
esa noche no pude dormir tranquilo.
Otro día, aún más lejano,
dijiste que no te quedaban raíces.

Nunca pronunciaste la palabra tierra,
de tus labios no salió siembra o inevitable.
Hablaste del cielo y del infierno,
del destino que acontece.


Humildad

Sentir desde la raíz.
Podría ser la noche,
el enigma oscuro
de tus sueños.

¿Desapareció la luz?
Un cuarto cerrado,
sellado, sin ruidos,
es parte del misterio.

Ante la muerte,
no se puede vivir afuera
cuando aceptas
el encierro.

No se puede vivir
sin haber estado ciego.
Sentir la nada estando solo.
El todo acompañado.


Madre

Podría ser una carta de perdón,
aunque no se lea ni se entregue en mano.
Una donde se cosen lazos
en una manta que cubre las sombras.

Ninguno de los dos sabe qué será de este mundo
en el que tantas madres engendran a sus hijos.
Oré por ti, pero te maté más de cien veces en vida;
viviste apenas en unos poemas contados.

Quizá te faltó ternura, pero me diste ropa
y la puerta de tu casa siempre quedó abierta para mí.
Fuiste bondadosa y sé que has sufrido, te dije
que habías sido una buena mujer, una buena madre.

Pero no te quedaste tranquila,
lo veo en la mirada ausente.
La conciencia se pierde en unos meses,
te entregarás cuando te lo pida ese a quien no se olvida.

He hablado de esa voz que no sale,
y no puedo olvidar cuando lloraste.
He escrito de lo que vendrá después,
cuento los días ahora para que no llegue.


Desapariciones

Desaparecen las cosas, los sueños,
también la infancia, como tus flores.
Desaparecen las mujeres y los hombres.
Deberían hacerlo después de haber vivido, no antes.

Desaparecerá la casa, el balcón con sus macetas,
se borrará la calle. Desaparecerán la playa
y el mar que debía cubrirla entera,
desaparecerán ante mis ojos.

Con tantas desapariciones
la carretera que me llevaba hasta ti
quedará en un mapa polvoriento
que con el paso de los días ni yo recordaré.

Desaparecerán los recuerdos,
tu rostro, tu voz y tus gestos.
Contigo se irá el tiempo ganado,
alguna parte seguramente se pierde.

Desaparecerá una manera de nombrar,
una manera de perdonar,
un modo de hablar,
un estilo de vida.

Desaparecerá lo que más quiero,
el lugar donde fui niño.
Desaparecerá el regreso; no lo hará
la orfandad, que crece.


Parecidos

Sé que no es lo mismo:
yo he muerto en cada libro acabado.
Y en cada cuaderno cerrado,
en la última página no va un punto.

Va lo que puede venir luego,
eso que no se ve, pero se abre,
eso que parece inalcanzable.
Sé que no es igual, solo parecido.

Dudas, dolores, confesiones
nunca hechas, palabras
que no se escribieron, quizá por pudor
o por miedo; quién sabe.

Podría ser el destino.
¿Quién sabe adónde vas, quién sabe
por qué callas o por qué lloraste?
¿Por qué reíste también?

Va un punto que contiene lo dicho.
Es un sentimiento que no se olvida:
lo que se escribe permanece,
también lo que nunca se cuenta.


Poesía

He escrito novelas y ensayos
para comprender a los seres humanos,
para aclararme con la vida
o para explicarme lo sucedido.

Pero cuando necesito gritar,
acude en mi auxilio la poesía;
lo hace para que no me desespere
o no me vuelva loco.

Cuando necesito llorar,
para que no lo haga en público,
se pone a mi lado
y me susurra lo que he de hacer.

Cuando necesito calmarme,
aquieta mi nerviosismo.
Respira de otra manera, me dice,
hazlo despacio.

He escrito libros de memorias
y diarios: peligrosos, radicales.
Pagué el peaje de la soledad:
los que los leyeron ya no me saludan.

Cuando quiero rezar, rápido
se viene conmigo. No he de arrodillarme,
no he de justificarme.
Nunca me abandona.


Kepa Murua (Zarautz, España, 1962). Ensayista, narrador y poeta. Una trayectoria de más de treinta años y una veintena de títulos lo han consolidado como una de las voces más singulares de la poesía en castellano. Entre sus más recientes libros publicados están: «Escribir la distancia» (2012), «Lo que veo yo cada noche» (2017), «Trilogía del corazón» (2021), «¿Dónde?» (2023), «El cuaderno blanco» (2019) y «Canciones para Pau Donés» (2022).


Carolina Zamudio. Periodista, poeta y ensayista. Master en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos. Entre sus libros destacan, «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, (Estados Unidos); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, (Francia); «La timidez de los árboles», (Colombia); «Vértice», edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», (España). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación y Corona al Poeta (Argentina). Creó y dirige la Fundación Esteros y la revista del mismo nombre, además de llevar adelante el Encuentro Esteros.

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