La poesía de José Ángel Leyva transita entre lo atroz y la belleza, entre el hambre y la voz. Nos deslumbra por igual cuando nos enfrenta a la guerra o a la dulzura. Nos invita a ese momento de certidumbre en el que «el alma regresa al cuerpo» y, a lo lejos, un canto dice nuestro nombre.
Por Carolina Zamudio
La Guerra
Una canción para el caballo rojo que piafa de sed en los escombros
Un réquiem para el soldado que apunta el cañón con pulso firme
El enemigo huye con horror hacia la bala
La melodía nuclear dibuja con hollín el suelo y las paredes
con grasa de cuerpos que desintegra el resplandor y el estallido
Sobre los vidrios rotos el calor pinta siluetas
El avión los nervios las visiones el misil la mancha
Los proyectiles viajan como ángeles de fuego sin mensaje
Idiotas precisos en el arte de sembrar el caos
Un himno en lengua escrita hablada y en silencio
por la piedra que se aferra a la mano hasta romper una cabeza
Por la ira de David que va como Goliat por la victoria
por los motivos del otro contra el otro
La muerte
Perpleja la luz
se busca en el espejo
No hay huella en esa boca
No hay dudas
No hay voz
La palidez anuncia
los cascos presurosos del olvido
La peste
El micromundo respira sin pasión y siembra el caos
Retoña el mal en sus criaturas invisibles
dispuestas a matar sin que lo ordene nadie
La carcoma del odio por la oreja empieza
No hay asco en la lengua que supura
en el hocico de la hiena que traga y bebe del cadáver
en sus chachorros que gimen ríen chillan
Las bestias celebran el celo y la carroña
El miedo pudre la tierra y las ciudades
Asciende la infección de la garganta al ojo
Gira el planeta con gravedad humana
Da vueltas al revés como cabeza enferma
El hambre
Impaciente el hambre chilla
Nubes oscuras galopan a lomo de presagios
El sol arrastra la tarde desde muy temprano
La noche es roída por ratas de estómagos vacíos
Un pensamiento turbio y un corazón entre la niebla
La multitud se apiña en la escasez
Vuelan moscas entre vísceras al aire
Dientes sin abasto muerden por gravedad la tierra
Entre sí las formas vivas se comen por designio
En espiral asciende la gula de las larvas
Enfermas las células son huecos de la carne
El hombre es lobo del hambre y es el lobo
Río Turia
Cuando el Turia fue desviado de Valencia
removieron las piedras y los palos que trajeron las crecientes
Arbolaron su lecho con brisa y nubes de porfía
La savia corre vertical con lentitud
Ahora es verde hasta los límites azules
La gente fluye incesante debajo de los arcos
Como peces en el agua respiran los cuerpos y las sombras
Bañados en sudor atletas turistas transeúntes
apuran el paso bajo el agua
Llueve sin afán ni cauce otro verano
El bosque sigue la corriente el malecón la playa
Allí donde se ahogaron los perplejos crecen frondas
troncos flores yerba fluye el parque
Se aprieta el vocerío debajo de los puentes
Respiran de nuevo las algas azules de la no existencia
Corre el aire el tiempo que empuja las palabras
Se embalsan recuerdos de ciudad antigua
La ausencia es cicatriz en este sueño
Germina El Turia en mí tan lejos de Valencia
en la mirada turbia de las gárgolas
sin brillo al fondo y al final del curso
Ojos que no ven ni fueron vistos en lodos
o imágenes dejadas por la historia
vestigios del fuego y de las armas
El río con alas aumenta su caudal
hecha raíces en el jardín de la memoria
Cantos rodados
Un hombre juega con la sombra de su vida
escucha el ruido de piedras en el agua
Cantos rodados dibujan la patria de los besos
su territorio exento de falsas amistades
donde los hijos llueven sus ternuras
En esa calma chicha se acercan las sirenas
Inventarán tormentas y naufragios de la carne
espejismos de amor de saciedades y de sed
que no se colma después de ser su presa
Atado a la figura amada no advierte los conjuros
no sucumbe al resplandor de las promesas
El viento encarna en la nariz su nombre
Escribe el ocio las formas del deseo
Oleaje circular en las pequeñas piedras
La sangre responde al humor del mediodía
A causa de la sal descifra el nudo del presagio
Estrellas de mar naufragarán en tierra
Busca huellas señales de la infancia
En la canícula alcanza a ver el precipicio
Urgencia de la voz y plenitud de los sentidos
La redondez del agua circula por la sangre
Con la marea retornan las aves y las barcas
Regresa también el alma al cuerpo
Cantos rodados de papel te nombran
Ausencias
Me das tu piel de plasma
tus ideas
Te veo me ves y no sentimos el aliento
Antes o después nos seguiremos encendiendo
o dejaremos de apagar el aparato
ahítos de viajar por nuestras mentes
por pasos del otro más lejano
Otea la emoción distante del pecho y la cabeza
del hueco que dejan los que parten
en esa Red que nos atrapa con su miel de araña
Voces
La orilla de la falda de la chica mira con humor tus ojos tristes
se alza hasta el lugar donde no puedes controlar el cuerpo
Prefieres desviar los ojos al rincón y ver la araña
que teje una red en busca de alimentos
La muchacha abandona su lugar
se va contigo imaginariamente
La mesa contigua permanece con su escándalo de voces
Sin importar a nadie te vas también sin que lo adviertan
En tu lugar hay alguien con la mesa puesta
Engulle papel para envolver la carne y el pescado
Visión de los volcanes
Cuando el viento empuja
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ la oscuridad de los ojos
hay días en que la venda se nos cae
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ de madrugada
y la ignorancia visual se nos acorta
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ entre cortinas de aire
En este valle sin retorno
⠀⠀⠀⠀⠀nos queda la llaga
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ nostálgica
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ salada
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ pringosa
donde vemos la pupila turbia
⠀⠀⠀⠀⠀el hollín del cielo
⠀⠀⠀⠀⠀la visión opaca de las niñas
la mirada medio muerta
⠀⠀⠀⠀⠀⠀de los perros
Pero hay días en que un soplo
⠀⠀⠀⠀⠀⠀nos abre las ventanas
despega la ropa tendida en rascacielos
levanta alados algodones
⠀⠀⠀ sierpes blancas
y desnuda un seno que yergue
⠀⠀⠀⠀⠀⠀su punta de luz
⠀⠀⠀⠀⠀⠀su coágulo de leche
Hoy no es ayer
⠀⠀⠀⠀⠀pero aún nos sorprenden los volcanes
José Ángel Leyva, Durango, México. Poeta, narrador, periodista, editor y promotor cultural. Dirige la editorial y la revista literaria «La Otra», es Jefe de Publicaciones de la UACM y colaborador de «La jornada Semanal». Ha publicado más de 25 libros de poesía, narrativa, divulgación de la ciencia, periodismo y ensayo; entre ellos destacan los más recientes: «Cristales Sólidos», Colombia, 2010; «Carne de imagen» (antología, en Monte Ávila, Venezuela, 2011); «Tres cuartas partes», Mantis, México, 2012, Serbia, 2012, La Garúa, Barcelona 2020; «Destiempo» (antología personal, Col. Poemas y Ensayos de la UNAM), 2012; «En el doblez del verbo», Caza de libro, Colombia, 2013; «Luz y Cenizas», México, 2019; «Exorbitant, L’Harmattan», Francia, 2020; «Exorbitante», UANL 2024. Libros suyos han sido traducidos íntegros a varios idiomas.
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Carolina Zamudio. Periodista, poeta y ensayista. Master en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos. Entre sus libros destacan, «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, (Estados Unidos); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, (Francia); «La timidez de los árboles», (Colombia); «Vértice», edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», (España). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación y Corona al Poeta (Argentina). Creó y dirige la Fundación Esteros y la revista del mismo nombre, además de llevar adelante el Encuentro Esteros.