IV Encuentro Esteros



Programación









Poetas asistentes



Denise Vargas (Honduras)

Es poeta, gestora cultural y consultora independiente. Estudió literatura, lenguas romances y psicología en la Universidad de Dartmouth, de Estados Unidos, posteriormente obtuvo un MBA con énfasis en Finanzas.  Su libro de poesía Martes como toda vida fue publicado en Costa Rica en agosto de 2016. Denise pertenece al taller de poesía Alicanto. Aparte de su experiencia laboral, fue Consejero de la Misión de Honduras ante las Naciones Unidas, donde se especializó en temas de desarrollo social, sobre los cuales se pronunció frente a la Asamblea General y el Consejo de Seguridad.  Denise habla español, inglés, francés y tiene dominio básico de italiano.  Es Fellow del Central American Leadership Initiative y miembro del Aspen Global Leadership Network. Su último libro se titula: El ruido de la ciudad que abandonas.

Canción de cuna

Los ruidos familiares
no se van con los muebles en el camión de la mudanza.
Se quedan atrás,
atraviesan la madera del tiempo en las alcobas
como en mundos paralelos.
Resisten como pueden
la invasión de los nuevos inquilinos, pero poco a poco
las voces de los niños se confunden con el eco de otras voces.
A lo lejos
la risa mandarina de mis hijas
cambia de tonada al arribar a la memoria.
El pasado es un sonoro mausoleo comunal.
Un opaco bullicio de recuerdos novelados
habitan nuestras casas vacías.


En los puertos

Nuestro amor parecía imposible pero no lo era.
Nos besábamos como se besan
los amantes en los puertos y las estaciones de tren.
Cada carta fue siempre la penúltima.
Hablábamos poco pues los amantes imposibles
no hacen planes el uno con el otro.
No imaginan tardes de domingo en el parque
con dos o tres pequeños y un helado de frambuesa.
No, nuestro amor rebasaba apenas el instante.
Nos mirábamos mucho y eso bastaba,
nuestros cuerpos conquistaban la censura,
tu espalda una playa a las cinco de la tarde,
yo una ola embravecida sobre tu hombro izquierdo.
Nos tocábamos como se tocan las cosas prohibidas
como otra forma de poseer, como otra manera de no olvidar.
Toda persona debería vivir al menos un amor imposible,
vivirlo antes de descubrir la verdad más triste de todas:
que no existen los amores imposibles,
solo los abandonados.


Biografía de la ola

Yo sé porqué la ola se desprende del mar
y qué busca en la arena.

No hace falta preguntarle.

Yo sé porqué rompe: sueña con planicies
con los siglos que caben en cada grano de arena.

Quiere ser lluvia,
caer sobre la copa de un árbol,
deslizarse por sus venas y pertenecer a una raíz.

Con el tiempo convertirse en río
y regresar al mar con las historias de las piedras
que la habrán salvado
de esta lenta eternidad de sal.


A la muerte le gustaban mis ojos azules

A la muerte le gustaban mis ojos azules
Se paseaba despacio por la sala cuna
como suele hacer a media mañana.
Yo la seguía con mis ojos de agua.
La encontraba por ratos al otro lado del vidrio,
inmóvil en el tumulto de tíos y abuelos
Sentía pesar por su rostro,
seco e impotente como el luto de los buitres.

Le gustaban mis ojos porque la miraban sin miedo.
Aprendí a gatear detrás de sus talones de arcilla.
Tantas veces me tuvo en sus brazos, vacilante.
Pero el mundo asomaba insolente en la ventana
y el viento no dejaba a un lado sus historias
que poco a poco robaron la humedad de mis ojos.

El azul cedió el café con que caen las hojas
y la muerte ya no logró reconocerme.


Licencia para ejercer la libertad

Todo documento es falso.
La licencia original no requiere autorización ni firma.
Por huella
bastan tus pasos sobre el césped mojado,
por sello
la marca que deja tu risa en lugares prohibidos.
No tiene fecha de vencimiento,
no se lleva en el bolso
ni colgada del cuello como una credencial.Se lleva en la frente
como la llevan las águilas y los amaneceres
como la llevan los grandes poemas
que alumbran el camino a través de estas cavernas.





Gerardo Ciancio (Uruguay)

Es profesor de Literatura y Máster en Gestión Educativa, poeta y crítico literario. Ha publicado los libros de ensayo La crítica literaria integral (1998); La ciudad inventada (1998); Entretextos (1999); La cultura en el periodismo y el periodismo en la cultura. De Mario Benedetti a Maldoror: miradas sobre la prensa cultural (2007); Soñar la palabra (2012); las antologías Nada es igual después de la poesía: cincuenta poetas uruguayos del medio siglo:1955-2005 (2005); El amplio jardín. Poesía joven de Uruguay y Colombia (2006) y Los hijos del fuego: novísima poesía uruguaya (2010Silva); los libros de poesía Arquitrabe (2010); Cieno (2011); Haikus de Kiushu (2017), Los ojos críos (2021) y Linaje (2021). Su libro Casa de Salud está proceso de edición. Ha obtenido el Premio de Ensayo de la Academia Nacional de Letras (1989, 1994 y 1996), el Premio César Vallejo de la Biblioteca Nacional de Uruguay y la Embajada de Perú en Uruguay, el Premio Ramón Gómez de la Serna de la Embajada de España y el Instituto de Cooperación Iberoamericana, el Premio Anual de Ensayo Literario del Ministerio de Educación y Cultura (1998), el Premio “Netzahualcoyotl” (México) y el Premio Internacional de Ensayo de la Fundación Mario Benedetti (2012). En 2010 obtuvo el Primer Premio Nacional de Poesía y Primer Premio de Poesía Juan Carlos Onetti de la Intendencia Municipal de Montevideo (2020 y 2022). Participó como poeta invitado en los Festivales de Poesía de Montreal, Lima, Montevideo, Bogotá, Guadalajara y San Cristóbal, Venezuela. Fue invitado a dar conferencias en las universidades de Valladolid, Complutense, Alicante y Cáceres de España, Uppsala de Suecia, y Santa María (Brasil). Realizó estudios de Gestión Educativa como becario de la Agencia Internacional de Cooperación Española, en Madrid, de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón, en Kitakiushu, y de la Universidad de Beijing, en esa ciudad.

1969

Mientras tomamos la malta espesa con papá
siento que todo confluye en este punto: las húngaras
rebosantes en la losa blanca,
la espuma fresca que derrama el filo del vaso,
la mesa redonda como su memoria.
Él me cuenta los cuentos repetidos del puerto,
de sus amigos en el edificio de la Aduana,
de los boliches de la calle Juan Carlos Gómez,
de los barcos que llegan con cargas exóticas.
Afuera pasa una puta con tacones y el maquillaje corrido.
La mirada de papá camina sobre sus pantorrillas abultadas
mientras su dedo dibuja nubes
en el paisaje de cedro.
Él no toma malta: disfruta su cerveza rubia, transparente.
Muerde una húngara. Sorbe.
La tarde se embellece cuando lo miro.
Él apenas sonríe con los ojos hacia adentro. Se aleja
en la sirena de un barco que sale de la bahía.
El silencio nos une en un espacio mutuo
repleto de nuestros ruidos.

Silbamos un tango juntos.
(Esto último sólo ocurre en el verso.)

Desde el mar
sentíamos crecer
el espesor de nuestras palabras.
Como en la canción de Dylan,
una nube oscura y fría amagaba
a cernirse sobre nuestras cabezas
a echar sombra sobre lo vivido.
Por eso preferí verte entre el oleaje
para saber que hay un universo posible
en tu mirada acerada
un estado de luz poco usada
que la realidad escamotea
Algo líquido irisado que te rebasa.
Todo esto de acá arriba
es pura poesía. Mala poesía,
gritaste, mientras te alejabas
nadando sin esfuerzo


INVASIÓN I

Cuando llegó a esa verba muerta de sí
asperjada y casi sintética diría
lúbrico de azar su katana espada su fata morgana de deleite
atroz fue a por la ofensa más veraz: esa que ningunea la matriz
al filo de la espada cortó a sus espaldas tanta cabeza bien puesta
sin solaz casi sin esmero casi sin piedad, eso sí, por supuesto
que de ver el llanto niño de su madre la lágrima útero y ella encinta
no vayas a atenuarte ni te apees de tu caballería enjuto por la historia
si no hay condena no hay crimen: tu algoritmo me da certezas
si del grito no queda el eco: no hay horror ni en su holograma
Ve a ver a las muchachas en la estación de desahogos
hasta desgarrarles la tez de menos no te detengas
corta el cordón con doble filo cruza el río ese
que si por allí flotaren los cuerpos
bienvenidos sus caranchos.


INVASIÓN II

Te vieron entrar al bus con el osito aquel de pana
abrigado y a cubierto bajo tu brazo blanco y ajeno

Te vieron llegar a la casa con el osito rojo
en la mano izquierda
por la derecha te asía el soldado
un gigante camuflado y silencioso
que no tuvo remilgos cuando empujaba tus entrañitas

A quién le van a explicar aquello de las interjecciones

Ay Almira ni Alá te salva

Bajo las hojas aulla un lobo
Arthur Rimbaud


Ver la muerte regada por el suelo

entre escombros
huesos y cenizas
entre los muros tumbados
del cementerio cerca de esta esquina
Ver los ojos puro cuencos
de esa niñita cerca de Aden
sonriendo su hambruna a la cámara
como si la visitara el mismo Rimbaud
(el loco de Arturo
con su lista desesperada de
pedidos para Lyon
con su pasado enamorado de Paul)
Los huesos apretados del cementerio
hechos polvo insurrecto
sin chance de resucitar
La niña yemeni que parece rezar
cuando mira con fijeza la cámara
(o mira al cronista? o mira al voluntario sudando en el hospital repleto de espanto?
o mira el dedo índice de la Muerte que la convida?)
Ella no tiene idea que hubo allí
en otro tiempo
una república socialista
ni idea ni ideología: imposible
es una niña con hambre
pendula al borde del infierno
mientras observa no sé qué
entre huesitos niñas en evidencia
CNN corta y se pega al catre
de la niña hambre espanto
un desfile de Versace
hombres bien comidos
en la pasarela con ropas
que ni borracho me pondría
Con el silencio asceptico
del control remoto
apago la TV
Pero hay dos cosas que vuelven
a la conciencia
ya con Yemen reunificado y destrozado por las bombas y la fusileria
1. La lista de los insistentes pedidos
del sudado Arturo:
Manual del carpintero de carretas / Guía del armero / Hidráulica urbana y agrícola / Arquitectura naval/ un teodolito / una brújula de exploración / un buen sextante/ papel de dibujo / un cordel de geometría de cáñamo / etc
Cualquier item de la lista pareciera
más atractivo que el insufrible
de Verlaine allá en París
2. Los ojos paradojalmente en paz
de la niña embozada
en su velo / velada
como si los huesitos
de su semblante iluminado
fuesen un sutil corrimiento
hacia la metáfora
o
hacia la ocurrencia de este texto
avergonzado





Melisa Machado (Uruguay)

(Durazno, Uruguay, 1966). Poeta, periodista cultural, docente de literatura creativa, terapeuta. Premio Nacional MEC 2019, Segundo Premio poesía édita 1994, entre otros premios y distinciones desde 1994 a la fecha. Beca FEFCA, Justino Zavala Muniz, 2012, por diez años de trayectoria. Beca CUNY/MEC, N.Y. Universidad Estatal 2009, Fondo Editorial Amanda Berenguer 2021. Libros de poesía: Ritual de las Primicias, 1994. El lodo de la estirpe, 2004. Rituales, 2011. El canto rojo, México, 2013; Suecia, 2015; EEUU, 2018. El canto blanco, 2022. Participación en Festivales Internacionales en Uruguay, Nicaragua, México, Reino Unido, EEUU

1.

Porto las joyas orgánicas de la edad sin número.

Soy lengua mutante.

Tengo en mí los dos sexos:

en la izquierda el frío,

en la derecha el luminoso ardiente.

Hermafrodita,

asumo uno de ellos.

Sólo cuando estoy en celo.

(De “El canto blanco”, 2022)


2.

(…)
Entonces se apersonaron todas: Juana, Delmira, Marosa, Cristina y hasta Hilda y Clarice, estas últimas farfullando en portuñol. Todas escribían versos como locas y reclamaban sus derechos. De autoras y de féminas sexuadas. “Intertextualidad”, clamaban. “Queremos eso que llaman tantra: práctica insólita o tejido fino, en ocasiones verborrágico, que encabalga imágenes, cuerpos y palabras”.

Otra vez, Eros, dulce y amargo, comenzaba el desmembramiento.
(…)

El jadeo, lento y profundo, fue ganando ritmo y velocidad. Algunas escandían sus versos en voz queda. Otras gritaban y estallaban como higos maduros mientras parafraseaban a D.H. Lawrence, su celebérrimo poema:

“Los higos maduros no aguardan.
Los higos maduros no pueden guardarse.
El año ha caído sobremaduro.
El año de nuestras mujeres.
El año de nuestra mujeres ha caído sobremaduro.
El secreto se ha desnudado”.

Parecía que rezaban mientras exhibían sus cuerpos cuál frutos de estío macerados por el sol. Eran manzanas bárbaras, hembras poderosas de extrañas fosforescencias. Las pieles erizadas. Las lenguas filosas y prósperas, abundantes.

Delmira llevaba la voz cantante y detrás la seguía Hilda, agitando en su mano derecha, su obscena señora D, ese gran libro. Hasta que llegó Cristina, la Peri y ordenó: “Ahora laman los delgados breteles, esos columpios báquicos, laman hasta que se empapen y se deslicen por los hombros. Sosténgalos suavemente entre los dientes como presas”.

(…)

Éramos siete las mujeres, siete poetas concentradas en el tejido y en el farfullo del manjar cocinándose a a fuego lento.

Entonces quedé irremediablemente embarazada, toda vientre hasta el final, globulosa ampolla de bordes enardecidos, con los pezones duros y mojados, pegados a la tela, esperando la desocupación del vientre. Con cuentos y poemas en la boca, escupiendo hebras de seda y versos.

(…)

¿Es que acaso se me había otorgado la conciencia de estos sietes lugares del cuerpo, de estas siete agarraderas, para el mero goce inaudito de las palabras? ¿Para tejer y exhibir un sofisticado palimpsesto, un gran intertexto?¿Para diseccionar el deseo, implacable e instalar un largo discurso repetido, plagado de citas y referencias subliminales, donde el lenguaje reabre las heridas, las sana y las cauteriza?

(De “Siete vidas”, 2022)


3.

A Paul Celan

Hay una que lleva mi pelo.

Ella no pierde.

Abre puertas contra mareas.

Es una que lleva mis ojos.

Es una que ama al hermano

que lo espera en cuclillas.

Reza su nombre.

Cuenta peces y algas.

Lleva línea en la cintura

relámpago en el ceño.

Ésa,

la de cabellera escandida.

La hermana.

(De “El canto negro”, 2013)


4.

Entonces solté mi pelo
para que volara entre las cosas y mi cuerpo.
Ahora anda por ahí como un manjar de sueño.
Él delata lo que soy, lo que he sido y quiero ser.
Anida entre árboles y flores.
Se traga todo mal.
De él brotan palabras perfectas que arden puras como el día.

(De “India”, 2015)


5.

Caminé en los ojos de los hombres
dormí con sus gemelos:
con el de pies de hielo
con el de tendones secos.
Estuve con el de los huecos tibios
con el de pupilas dulces
y con el de lomo y rabo.
Le di placer al vanidoso
le ofrecí verborragia al puro.
Dormí con el niño hambriento
silbé sobre su corazón perdido.
Intercambié dátiles con el muerto
mastiqué almendras con el vivo.
Olí la podrida humanidad
la delicada y justa hipocresía:
furia y pompa en los ojos ciegos.

(De “Madre”, 2019)





Teresa Korondi (Uruguay)

Poeta, narradora, performer y comunicadora, que ha incursionado en sus primeras traducciones de poesía. Obtuvo la certificación del Seminario de Postgrado “Perspectiva Jurídica de los Medios de Comunicación” de la Universidad Católica del Uruguay / Facultad de Ciencias Sociales  y Comunicación (1995). Es Diplomada en “Apreciación y Estudios Poéticos” por Fundación La Poeteca, Caracas (2022). Ha impartido talleres, charlas y lecturas en festivales e instituciones educativas de diversos países, entre las que figuran la Universidad Federal de Pelotas (Brasil) y la Universidad de Palermo (Argentina), siendo publicada en el libro Reflexión Académica en Diseño y Comunicación Nº XLIV (2020). Obtuvo el Fondo Nacional de Música en 2014 para la producción de Bo, disco de poesía-canción. Su poema audiovisual Kokoro fue seleccionado en la III Edición de Slideluck Montevideo, que se exhibió en 2018 en el Espacio de Arte Contemporáneo. En 2019 fue antóloga del libro Del Salvo al Barolo – un rioplatario poético, editado por TextosIntrusos en Argentina. Integra la 3era Muestra del Poema Ilustrado Nancy Bacelo Edición 2022, del Programa para el Fortalecimiento de las Artes (Intendencia Municipal de Montevideo). Algunas publicaciones: La enunciación (Yaugurú 2016), Impropios (TextosIntrusos Argentina, 2018), Escandinavia (Del Azahar 2018), Par (Yaugurú 2021), Corre, corre (Colección IberLetras – Argentina/España, 2021), Rodó porque rodaba, Premio Nacional de Poesía Inédita 2021 del Ministerio de Educación y Cultura (Solazul Ediciones 2023) y Otaku (TextosIntrusos Argentina 2023).

Desean permanecer
atados a la tierra
Salvaje
es el monte espaciado
que avanza a cada paso
La cintura cimbra
en hilos de acero gris
Música circular
esa luz de siesta
que acecha en la ruta
agitada tarde
quinientos kilómetros
de veranillo invierno
El cinto de seguridad
se tranca al arranque
Libera el pensamiento
sobre un destino posible
Fatalidad de bruma que
impide el canto de eucalipto
y comprime el pulmón
pluma
detenida en el viento
¿Quién se atreve a desafiar tanta incerteza?
Filamentos en línea
que el tiempo atraviesa
en movimiento
Todo lo que queda entonces
es pensar las horas en el viaje
Traducir del aire
el camino que en el coche
se deshace

‘𝘖𝘯 𝘭𝘰𝘯𝘨𝘦𝘳 𝘦𝘷𝘦𝘯𝘪𝘯𝘨𝘴,
𝘓𝘪𝘨𝘩𝘵, 𝘤𝘩𝘪𝘭𝘭 𝘢𝘯𝘥 𝘺𝘦𝘭𝘭𝘰𝘸,
𝘉𝘢𝘵𝘩𝘦𝘴 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘦𝘳𝘦𝘯𝘦
𝘍𝘰𝘳𝘦𝘩𝘦𝘢𝘥𝘴 𝘰𝘧 𝘩𝘰𝘶𝘴𝘦𝘴.’

𝘗𝘩𝘪𝘭𝘪𝑝 𝘓𝘢𝘳𝘬𝘪𝘯


Pintar la casa
anular la mueca
grieta pasta de relieve
dejar que su aureola se transforme
dermis al músculo
labios de humedad sobre la carne
Pintar una casa
como si de humo nuevo se tratase
lavanda humo o incendio palo santo
santiguar la casa en esquinas de araña
hacer de ella un manto de cordero
calor en el invierno
potente sombra entre fuegos
Dejar que el verano evapore en sequía
paredes claras de terracota
Pintar una casa como un canto de embriones
que rompen su cáscara
Elevan la chuecura de las alas
en un vuelo impreciso de arabescos
Musitar lo mustio
cambiar la vieja pátina
que patina mal agüero
de aguaceros balde a balde
Pintar de la casa su boquita de novia
tul pasionaria
No prometerla con anillos de boda
ni con votos de papel
solo pintar sus paredes de cielo
túneles de antigua rabia
Con su cara lavada abrevar el futuro
que mermen peticiones y lamentos
rentas de lágrima
lágrima sed
virgen de hijas plantas
Condenar la burbuja de madre
hasta que seque cada ladrillo
con el viento
esmeralda
Luna en piscis hoy
pintura de agua blanca


Anuda el ensamble del fraseo
el sentido de la palabra
nudo
cuando desanuda las piernas

No entorpece los pasos
por el contrario
los gacela como andante pájaro
sutil de voz imaginaria
Antílope gozne del día
en su andar errante
pero seguro
mártir matiz de amante

Gacela gacela dice
Voz pájara
de oros desnuda

De ⁣𝘙𝘰𝘥𝘰́ 𝑝𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘳𝘰𝘥𝘢𝘣𝘢⁣ (Solazul Ediciones 2023)


𝗠𝗮𝗿

⁣Procesión de peces⁣
en la pequeña cala⁣
Bala reina del mar⁣
muerde sandía / muérdago de botanas ⁣
botes de blanco pétalo⁣
Oran reyes del nado⁣
para la bella en cebo⁣
Veloz el cuenco⁣
hunde la arena⁣
Gallina clueca⁣
pierde quiquiriqueo⁣
¡Sacrificio!⁣
por amor al mar / amar olor a muerte⁣
Morena que trae peces⁣
canta cántaro⁣
si tanto va a la fuente⁣
Así es que hasta los peces⁣
huyen de la bahía⁣
A darnos branquia⁣
alcaparra⁣
vientre⁣
Ah⁣


Tengo una tristeza madre
que llora en los restos de placenta
Candil tristeza de acanto
de mariposas mugres
vertedero
Angustia láctea cumbre esa otra
maternidad
de mi tristeza
Congoja en el amor en cambio
despertar hipotermia
magia oscura de analgesia
¡Indigestión! recuerdan las tripas del deseo
cuando no estaba enferma o estaba enferma hasta los dientes
blancos molares rabias mordientes
¿o solo fui verano de ovejas en vellones?
todo caliente álgido
incomparable en pesebres muertos
Tengo una tristeza uña
que hiende los vestidos de la duda
Es por eso que llora la placenta
huérfana la casa que desviste blanca tela
-El miedo a toda pérdida, puede ser, me digo-
A romper la cuerda que me ataje del viento
o acaso me remonte a volar disparada
Detener la inquisición la inquina lo inútil
de atarse a una tristeza
tan indulgente
ambarina





Hugo Rivella (Argentina)

(Rosario de la Frontera, Salta, Argentina, 1948).  Ha publicado libros como: Algo de mi Muerte (1981), Yo, el Toro (Alción, 2008),  De Fuego y Sombras (2010),  Piedra del Ángel (UAEMex Toluca-México, 2011),  Espinas en los ojos y siete poemas de barro (El Ángel editor, Ecuador, 2014). Ha obtenido varios premios, entre ellos: Tercer Certamen Lit. Universidad Nacional de Córdoba, año 1977, Primer Premio Poesía Juegos Florales Centroamericanos y de Panamá,  Guatemala,1984; Primer Premio Poesía Club Jóvenes UNESCO, Buenos Aires, 1985; Primer Premio Poesía poema ilustrado Jorge Barón Biza, Córdoba, 2002; Primer Premio Poesía Concurso anual de coplas, Sec de Cultura, Salta; Primer Premio Concurso Nacional de la Zamba, Salta; Primer Premio Fondo Nacional De Las Artes, canciones de raíz folklóricas. Buenos Aires, Argentina; Primer Premio Poesía Bianual para Poetas Éditos, Cultura de Salta, 2008; Primer Premio Poesía Concurso Internacional Poesía Paralelo Cero, Ecuador, 2016; Primer Premio Poesía Internacional Rubén Darío, Nicaragua, 2016; Primer Premio Poesía Concurso Nacional de Poesía Provincia de Córdoba, 2016; Primer Premio Poesía Xxxvii Premio Leonor, España, 2018.

RONDA DE AMOR Y ROSAS

a una historia de amor que me florece

Lame sus patas y ella se encabrita,
tira coces,
mordiscos,
en tanto el potro tensa en el sexo toda su hermosura.
Todas las primaveras va perfumando el aire con su cuerpo
Ella orina y la espuma es clamor de la escarcha,
una brasa que gime,
el badajo una estrella que busca una campana,
la música que sueña sus ancas entreabiertas.
Ella se queda quieta y al aventar su cola
una fruta secreta se ofrece ya madura para que la tierra resuene en la comarca.
Él la huele y los belfos desangran una luz de otras edades,
semillas de algodón,
sueños del trigo.
Ella muestra sus ancas, camina con la cabeza hundida en el relámpago,
arranca pasto verde y desflora el secuestro de su cuerpo
Él se envara y sus crines son flecos de la selva.
En su salvaje ternura la monta
y la penetra con todos los caballos
y todas las praderas.
La yegua abre sus pétalos y es una rosa en fuga hacia la vida.


RECURRENCIA

Cuando no puedo más con mi tristeza y el cielo es un ave de plomo
recurro a un poema de Vallejo.
Cuando se estruja mi corazón y voy como un camello huérfano
recurro a un poema de Vallejo.
Cuando mi pueblo se llena de aguaceros y el compañero Rojas escribe livertad
recurro a un poema de Vallejo.
Cuando mi madre sueña con caballos
recurro a un poema de Vallejo.
Cuando el pan en la mesa es un milagro de harina
recurro a un poema de Vallejo.
Cuando la mujer escribe ni una menos en la piel y en los huesos de Dios
recurro a un poema de Vallejo.
Cuando una flor se agosta y el perro de la noche ahueca sus ladridos
cuando sale la luna cuando llueve o escancia cuando el río se llena de peces
cuando braman los toros cuando hago el amor y se curan mis cicatrices
cuando canto estornudo me pican los mosquitos me duele el occipucio sin remedio
cuando respiro
recurro a un poema de Vallejo.


CARONTE PASA CON EL CADÁVER DE MI MADRE

El óbolo bajo la lengua de los muertos no sueña en el avaro,
ni es la llave que abre el corazón de la reina para que Caronte la cruce al Más Allá
por el Aqueronte.
El río es la furia de dios en manos de un mendigo, el Dolor, el Odio, el Fuego y el Olvido.
Los perros guardianes del infierno velan tiempo y espada. Cancerberos, sus cabezas de
fábula mordisquean mis huesos.
Todo es cruel y la noche es una mueca trágica.
Ha muerto mi madre y no le pusimos una moneda debajo de la lengua, pienso cuando se agrieta mi ternura.
¿Podrá llegar al Paraíso? Mis ojos están fijos en su cuerpo.
No aletean mariposas sobre sus párpados y el cielo es un espejo de niebla que me aplasta.
¿Podrá cruzar el límite del tiempo cuando sea sólo polvo su esqueleto?
¿Vendrán caballos a integrar el cortejo?
Disimuladamente
me toco la moneda que he puesto debajo de mi lengua para que
mi madre no cruce el río solita.


Tormenta alucinada

a Gonzalo Rojas

Mi padre llega atravesando el río,
las mariposas verdes de la noche deslucen su cabeza.
Desde la orilla grita mi madre y un trueno zamarrea la boca del relámpago.
Todo parece quieto y a la vez, todo gira en un hueco de lechuzas y peces,
jabalíes desdentados, ramajes y abanicos y toros sin cabeza.
Me cuelgo del hilito de luz que alumbra el patio.
Sus ojos maldecidos estrujan el paisaje.
Destellando,
amagando llegar viene mi padre.

La tormenta se duerme en mis brazos pequeños, y yo me duermo en los brazos de mi madre que llora.

El caballo de mi padre llega solo
ya no pesa su sombra sobre el lomo


X

Es cruel la mañana.
Está oscuro, Padre.
Alguien vierte vinagre sobre mis llagas.
el cielo se hunde en la cabeza del soldado,
su lanza me persigue, busca en mí tu presencia,
pero tú no apareces,
Padre.

Vino, mirra y el sueño desbocan tu abandono.
No he de beberlos, Padre.
Quiero morir sabiendo que estoy vivo.
La flor que acecha al hijo duerme otro sueño,
en tanto yo, Padre,

recorro los últimos minutos de lo que no comprendo.





Rafael Courtoisie (Uruguay)

(Montevideo, Uruguay, en 1958). Poeta, narrador y ensayista. Profesor en el Centro de Formación de Profesores del Uruguay, en la Universidad Católica del Uruguay y en la Escuela de Cine del Uruguay. Ha sido Profesor Invitado y ha dictado seminarios y conferencias en varias universidades extranjeras. 
Ha recibido, entre otros, el Premio Fundación Loewe de Poesía (España), el Premio Plural (México), el Premio de Poesía del Ministerio de Cultura del Uruguay, el Premio Internacional Jaime Sabines (México) y el Premio Blas de Otero (España).
Su obra poética está integrada, entre otras obras, por Palabras de la noche (Caracas, Monte Ávila, 2006). Poesía y caracol (Sevilla, 2008), Partes de todo (Torrequemada, Madrid, 2012), Santa Poesía (Lima, 2012, Montevideo, 2012), Tiranos temblad (Ministerio de Relaciones Exteriores, Montevideo, 2010) libro que obtuvo el Premio Extraordinario de Poesía José Lezama Lima (Cuba, 2013). Ha compilado varias antologías: Antología Plural de la Poesía Uruguaya del siglo XX (Seix Barral, 1995), Antología de la poesía uruguaya del siglo XX (Editorial Visor, Madrid, 2010, junto con Basilio Belliard), Plata Caribe (Poesía Dominicana y Uruguaya del siglo XXI) y Antología de microrrelatos uruguayos del siglo XXI (2011), entre otras. En narrativa, ha dado a conocer Santo remedio (Madrid, Lengua de Trapo, 2006), Goma de mascar (Madrid, Lengua de Trapo, 2008) y El ombligo del cielo (Santiago de Chile, 2012).
Ha traducido a Emily Dickinson, Sylvia Plath, Raymond Carver, Mario Luzi, Valerio Magrelli, y Alessio Brandolini. También, King John, de William Shakespeare. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués, rumano, uzbeco, bosnio y turco, entre otros idiomas.

LA ESCRITURA DEL CIRUELO

Quieto, bien hundido
en la tierra echa pezones
dulces por las ramas.

Imito al ciruelo
cuando hago
un poema

tan desnudo en invierno
sin fuego, ni caballo, ni mujer.
Imito el gesto del ciruelo.

Me río como loco
doy saltos, finjo
la primavera.

Wen Li Fu 
(China, siglo XIII)


MERMELADA DE DURAZNOS AUSENTES

Cuando no hay fruta en el árbol se toma
la palabra “durazno” y se la pela, se le quita
el vello transparente, se parte
a la mitad y se extrae el carozo metafísico
la semilla de cierta oscuridad
su piedra de pecado original.

Se troza.

La operación
se repite hasta obtener un recipiente
completo
vacío de duraznos: solamente la pulpa
dulce de la idea, la frescura
sabrosa de la nada pura.
Se vierte en una olla,
se agregan tres tazas de azúcar de la mente,
ideas del pasado: recuerdos de la abuela, su voz,
el cucharón de madera
funeraria.

El clavo de olor
sin peso ni aroma, un toque
de ralladura de limón de la memoria
una rama de higuera de Izmir
un guijarro de voz de un salmo griego.

Se cuece a fuego lento
se revuelve en el aire
hasta que su falta
transparente
forma un cristal mayor
y se disuelve
la canción de la tarde
en la punta sombría de la lengua.

Anne Rosennglad
(Maine, 1897)


XXIX. INÉDITO DE EMILY DICKINSON: COOKING AN APPLE PIE

Pongo al horno un pastel de manzana
la fruta en trozos, cada trozo un verso 
la harina y la mantequilla mezcladas, 
amasadas, estiradas, acariciadas
por mis manos, como la piel dulce 
de un cuerpo para amar. Mi ilusión 
es que me bese la boca
y se meta en mí. Bien adentro.
En mí. 
Dentro de mí.

Lo acaricio otra vez
antes de dejarlo en el horno.
Lo escucho, escucho su respiración 
como un poema.

¡Es un poema!

Es un amante.
El pastel en el horno de la cocina 
es un cálido efebo de piel
dorada ¿un trozo

grande
y sabroso para mí?

Para mi boca y la tuya 
nada tiene explicación:

sólo belleza.


XXXII. INÉDITO DE DONALD TRUMP: SABEMOS QUIÉN MATÓ A KENNEDY

Un día como hoy, un 22 de noviembre
mataron a John F. Kennedy.
Claro que sé quién fue, quiénes
fueron: nosotros, quienes salimos
en Halloween vestidos con la piel
de la muerte, con la sonrisa de huesos
con la guadaña en la mano
derecha: ¿quiénes? Todos.
Tú también Hillary
“tú también Brutus”
tú también Barack
y Jacqueline y Lyndon
Jonhson. Sólo son inocentes
Marilyn, Abbott y Costello, Elvis
Presley, y un puñado más, apenas
un puñadito más: tengo mis sospechas
acerca de Kerouac, de Ginsberg, me resulta
emponzoñado su Aullido. Creo que ni Fidel
ni Francisco Franco
tuvieron algo que ver, Mao tampoco.

Hemingway estaba borracho
o muerto que es lo mismo.

Hoover, ése sí que sabe mucho
del asunto. Y Nixon, y Boris
Pasternak is guilty also, but
I have doubts about
Walt Disney as intelectual
murderer, his hand was maybe Mickey
Mouse
. Ese fucking ratón
hijo de puta, asesino
a sueldo, mercenario, ex marine
ex CIA, homosexual, tranny
sometimes. Just
sometimes, not always.

Daisy su cómplice.
Donald, Donald Duck
mi tocayo
un cornudo alegre: pura
pluma y graznido. El Che
tuvo que ver, de algún modo
y Cantinflas. ¡Cantinflas
es mexicano! ¡Culpable!
El Che y Cantinflas también
mataron a Kennedy.
Ellos y nosotros
somos
los peores.


VI. COSTURÓN

Apagué la luz
y se encendió el mundo.

La herida de vos
se cerró en mí como un poema.

La última línea
es una cicatriz.

Juan Carlos Arens
(Valencia, 2036)


XIX. INÉDITO DE ALFONSINA STORNI

Tú no me viste, Horacio, cuando bebí el mar de un trago. 
Te escribí un poema que un muerto no puede leer.
Te llamé en la noche absoluta, viuda, sonámbula.
Te llamé en la mañana de ese día, pero ya no estabas.

Detesto esa canción, Horacio Quiroga, la aborrezco:

“Te vas Alfonsina con tu soledad, qué poemas nuevos 
fuiste a buscar. Larará, lará, larará. Lará, lará, larará”.

Qué tontería. 

¡Ninguno!

En el fondo del mar 
sólo hay piedras.

Ahora dame la mano 

invisible, Horacio. 

Bésame sin labios.

(Mar del Plata, 1938)





Lizette Espinosa (Cuba / Estados Unidos)

(La Habana, 1969). Ha publicado los volúmenes de poesía Donde se quiebra la luz (2015), Por la ruta del agua (2017), Lumbre (2018) y Humo (2019), medalla de plata en el 2019 Florida Book Awards, Spanish language category, Ábaco (2020), y en coautoría, Pas de Deux (2012, International Latino Book Awards 2014 en la categoría de poesía escrita por varios autores) y Rituales (2016). Textos suyos aparecen en las antologías: Poesía en Paralelo 0 (2016), The multilingual Anthology The Americas Poetry Festival of New York (2017), Crear en femenino (2017), Aquí (Ellas) en Miami (2018), Nubes. Poesía hispanoamericana (2019), Escritorxs salvajes:37 Hispanic Writers in the United States (2019), La primera línea. Poesía Iberoamericana (2020), Asintomática (2021), entre otros. Ha colaborado como editora en diferentes blogs y revistas literarias. Desde el año 2003 reside en Miami donde se dedica profesionalmente al diseño de Ingeniería y Agrimensura.

Aproximaciones

A mi madre

Cuánto se pierde en nuestro andar,

cuánto ganamos,

mientras bajo la cuesta y tú me miras

desde aquella planicie de los años.

Ahora es tu mano la que aguarda,

la que se vuelve arena.

Es suyo el temblor camino a la caricia

al cruzar el umbral de las divagaciones,

a esa hora en que la lluvia ha inundado tu tierra

y ya no crece allí la maravilla,

ni la espiga se asoma a la valla como un hijo. 


A los pies de la Sequoia

En su tez enrojecida, el resuelto empinarse,

hay una voluntad que me estremece.

Más allá de su pequeña corona

imagino otro sol iluminando

y pienso en la raíz, en su acertijo,

la no urgencia de escapar, desenredarse.

Como quien nada teme

sostenida a su fuerza, varada en la memoria,

al peso de sus pies sobre la tierra.  


Big Sur

Es la frenética rotura de la piedra,

su caída en picada hacia el barranco,

la ola crucial que empaña el lente,

la curva que se pierde tras la bruma.

Es el ciervo, su patria,

como cruza sin prisa el segmento de asfalto

ante la incertidumbre de los hombres.

La silueta de Jack al borde del abismo

contemplando la vastedad que le sostiene.

Es el modo en que cae la luz desde aquel puente,

su visión entrañable,

para que yo celebre mi extrema pequeñez.


Un terrible enmudecimiento

Dichoso quien se atreve a nombrar

sin temor a embarrarse la boca de otras bocas,

herir la claridad que calla,

profanar la oscuridad que busca.

Náufrago del silencio,

extraviado en su hondura,

sin más arma que el mutismo de sus antepasados. 

Dichosa la palabra que engendra otra palabra,

la que aún mutilada salta desde la sombra más antigua

y describe el terror de los enmudecidos.  


Oficio

Pese a todo la duda irresoluble,

criatura luminosa.

Pese a todo el circo, 

las vueltas en el aire,

aquel pavor a la cuerda infinita.

Una garganta, un lirio,

la mano que condena

y atrapa el hálito, la gota colosal,

lo que cae en la arena 

                     y tiembla

                               se estremece

ese último gemido impronunciable.





Martín Cerisola (Uruguay)

Licenciado en Letras, escritor y docente. Ha dictado clases de literatura y talleres de escritura en la Casa de los Escritores (Intendencia Municipal de Montevideo), en el Centro Cultural España, en la Universidad de la empresa (UDE), en el MIDES, en el Centro de Rehabilitación sicosocial Sur Palermo y en centros educativos para personas con TEA (Trastorno del espectro autista). Desde el 2015 trabaja para el Programa Nacional de Educación en Cárceles del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) como educador y tallerista en contextos de encierro. Ha trabajado en cárceles de Montevideo, Canelones, Maldonado y Colonia. En 2020 obtuvo la beca de formación profesional Eduardo Víctor Haedo, del Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística (FEFCA) para estudios de Filosofía/pensamiento contemporáneo en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino y en la UNAM / México. Publicó tres libros: Perseguir (Poesía, Editorial Estuario, Montevideo, 2012. Mención de honor, MEC, 2013), La escritura y la naturaleza en la poesía de Hugo Mujica (Ensayo, Editorial Académica española, España, 2014), Sílex. (Poesía. La coqueta editora. Montevideo, 2018). Su libro Inicio y después (inédito) obtuvo una Mención de la Intendencia Municipal de Montevideo en el concurso Juan Carlos Onetti / 2011.

Tres poemas de “Perseguir”

Es la gestación.
La oscuridad y el silencio.
Su duración, ajena.
Se atraviesa en vilo.
Se escuchan ciertas huellas que se borran. Hay una luz que llega y va abriéndose en un suave emerger de las cosas; luego declina.
Nada permanece igual a sí mismo. Como el viento en las formas del agua.
Todo es saber partir, dejar atrás, cada vez, soltar, a ciegas, y seguir.
Entender es después.

Hubo un ángel animal.
En qué mundo digo esto no lo sé; pero lo hubo.
Ahora vuelvo con la voz vencida, todo lo que mira despedaza; nada tiene aquella desnudez. Una vez dije basta, nada más, y llovieron los milagros como si tuviera que morir para dejarlos florecerse.
Eso fue subir, y haber caído.
Hubo un ángel que a veces era blanco y otras veces escarcha.

Soltar la hermosura.
Como si fuera sin límites hacia el mar de la garganta. Metal, canción; cardumen.

Esa herida.
Es niña.
No dejes que la cicatriz la alcance.

No la mires. 


Dos poemas de “Sílex”

Luego, más abajo, un río atravesaba las piedras. Bajaba furioso, y todo empezaba a llenarse de verdor en sus bordes. Las piedras eran gigantes. Podía caminarse sobre ellas, y al recostarte sentías su calor entrándote en los huesos. Saltábamos de una en una en un ritmo que ya no era nuestro, que se apoderaba de nosotros, como si ellas nos dijeran por dónde, entre la maleza y las espinas, que nos dejaban rastros de sangre en los tobillos.

Yo sentía en esas heridas una euforia que crecía. Latían al sol, expuestas, enrojecían. ¿Quieres que nademos un rato?
–Me dijo–.

La vida está despierta. La vida se abre.
Cada vez.
Invita. Y en silencio, sin que nadie lo advierta, el amor sucede. Se cumple.
No hay nada más vivo que la vida secreta





María Laura Pintos (Uruguay)

(Montevideo, 1971).  Mi primer libro de poesías, «Carnal» se publicó en la editorial Paréntesis en el año 2011 y tres años después, la misma editorial publicó «La Jaula». En agosto de 2020 se publicó “a todo lo que tiene alas”, por editorial Yaugurú. Formé parte de las antologías “Del caos a la inmensidad, Vigencia del poema en prosa en Sudamérica”, de la editorial Hijos de la lluvia, 2017; “Cuerpo, palabra y creación”, de la editorial Encuentros, 2018 y “de divina proporción”, de La Coqueta editora, 2018. Algunos de mis textos se han publicado en revistas digitales y blogs: Altazor, Transtierros, Letralia, Vadenuevo, Malverso, Maxilar en el Barro, Casa de Poesía, entre otras. Desde hace de diez años exploro el lenguaje performático; algunos de esos trabajos: Homenaje a Selva Casal, 2013 y 2019; “Cuerpo en Alma”, 2014, muestra del artista plástico Marcos Ibarra,  «Cuestión de Piel» 2018, retrospectiva de la obra del artista plástico Marcos Ibarra, “La Casa que me habita”,2019, Centro de Exposiciones del Subte en el marco del proyecto “La casa amplificada” del colectivo “Casa Mario”. Soy fundadora y co-editora, desde noviembre de 2017, de La Coqueta editora.

I

Madre, soy una tonta.

bailé con lobos con piel de cordero,

no supe, madre, que no podía confundirlos

yo también era un lobo que bailaba

o un cordero disfrazado de luna

dejé que olieran el miedo

que transpiraron mis pupilas

que lamieran las heridas

que ellos mismos dejaron en mis huellas,

lobos lágrimas de cocodrilo,

piel de gallina, pisada de pato.

baile con la jauría entera

y yo no era más que una mujer perpleja.

Madre, soy una tonta.

(inédito)


II

Cuando miro mi vientre en un espejo

allí dónde se comprime

se arruga como una vieja pasa

y el músculo se quiebra seco

me da por recordar a mis hijos

y estoy casi siempre en un cuarto de pensión

o cualquier habitación en ruinas

una cara y sus sombras sobre la almohada

– me gustan los hombres por sus sombras

y me gustan los que están locos de remate –

y esos ojos más indescifrables

que el cuerpo que acompañan

al que puedo describir con un fugaz y simple

ejercicio de la memoria reciente

y viene el recuerdo del rincón de mi casa

en el que ayer apenas coloqué un cuadro

y las plantas que riego cada mañana

algo como una mano leve se apoya en mi pecho

es el mea culpa y por mi culpa, por mi gran culpa

vibra el teléfono que he dejado en silencio

han de ser mis terneros, hombres ya

berreando su orfandad de madre

porque han pasado por mi habitación

y han visto la cama sin deshacer

y el perfume que usé al salir flotaba todavía

la cama tan lisa, sin vestigios ni olores

que acusen que hubo allí un cuerpo

que hundió de modo desparejo el colchón

– casi al amanecer vino el deseo en el sueño

y no hubo más que estarse boca abajo

y dejar que la mano encontrara su camino

masturbarse con urgencia primero y con rabia después

y al momento justo del orgasmo hundir la rodilla

arquear el lomo y dejar la marca desaparecida –

y han pasado esos hijos míos, sangre de mi sangre

es madrugada ya y dónde estará esta madre

el teléfono sigue sonando y no respondo

por pudor o miedo de quedarme sin excusas

para volver al lado de ese cuerpo

al que dije podía describir sin esfuerzo

la comba del omóplato, el rudo sostén de las piernas

columnas del tempo que visito esta noche

para implorar al dios que quiera escucharme

que no me deje a solas con mi deseo

paso por el espejo y me observo

y es entonces que veo mi cuerpo

más de veinte que nadie lo habita

por las nueve lunas del tiempo

voy con mi culpa a cuestas

y no es un lugar común

tiene la culpa su peso

camino hacia el altar

todavía hay tiempo para un rezo

y mientras camino pienso

cuánto me dolerá la cabeza

cuando en pocas horas sea plena la mañana del domingo

y yo regrese a mi casa a preparar el almuerzo.

(inédito)


III

y morirse

agotado así partir

hay que vaciarse primero

para saber

el camino de regreso

tantas veces me fui

con las manos

vacías

tantas veces que pude

regresarme

del tiempo

me arranqué las uñas

corté los cabellos

todo a su tiempo

floreció de nuevo

me corté las manos

arranqué el deseo

y así liberada

de torpe amuleto

recogí mis libros

me vestí de viento.

mas quiso la fiebre

la sangre

mi cuerpo

que nunca me olvide

del signo que llevo

grabado en la dermis

debajo del plexo

su aliento su pulso

su razón

su peso

este cuerpo mío

recobrado y viejo

será siempre la perra

lamiendo los huesos

en busca de carne

en busca de fuego

(La Jaula, 2015, editorial Paréntesis)



IV

Existen animales con dos bocas. Soy uno de ellos. Entre las piernas, mi vagina dentada se abre. Son sólo dos pastillas que intento tragar como una niña buena. Pero me atoro y acabo por escupir una de ellas que cae en la baldosa helada. Desde los pies, subiendo por las piernas, el frío congela mi segunda – ¿o será la primera? – boca en una mueca macabra.

Respiro hondo por las manos, recojo la pastilla y la llevo hasta la raíz de una lengua que intuyo reposa dentro de la fosa. Una lengua carnosa y húmeda. He comido la última migaja que me han puesto en el plato. Satisfecha hasta el hartazgo me acuesto a esperar quién sabe qué digestión imposible. Horas después el dolor me quiebra en dos y mientras una boca solloza muy despacio, la otra vomita con brutalidad. Entre arcada y arcada termino por lanzar una rosa de fuego. Y después otra y otra más. Y las rosas caen en la baldosa helada y las lágrimas caen en la baldosa helada y se juntan unas con otras hasta formar un enorme ramo de rosas y cristales.

Entonces recuerdo que es mayo y es domingo. Y nadie viene a decirme, feliz día de la madre.

(La Jaula, 2015, editorial Paréntesis)


V

en el ojo de la madrugada

un pájaro profanó el silencio

y el ángel batió sus alas

llevándose al que no sería

mientras se le partía el cuerpo.

si entre las piernas se escurre

la vida que lleva dentro

en su memoria persiste ese maldito momento

cuando en el ojo de la madrugada

un pájaro profanó el silencio

(La Jaula, 2015, editorial Paréntesis)





Yirama Castaño (Colombia)

(Socorro, Santander, Colombia). Poeta, periodista y editora. Participó en la creación de la Revista y de la Fundación Común Presencia. Hace parte del Comité Asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba. Libros de poesía publicados: En los labios de la noche, poesía reunida (1990-2022), Animal sospechoso editor, 2022. El Sueño de la Otra, Ediciones El Humo, México, 2019. Corps avant l´ oubli, Cuerpos antes del olvido (Yirama Castaño, Stéphane Chaumet y Aleyda Quevedo), Ediciones de la Línea Imaginaria, Ecuador, 2016. Poemas de amor (Yirama Castaño, Josefa Parra), Ediciones Corazón de Mango, 2016. Malabar en el abismo, Antología, Común Presencia Editores, Colección los Conjurados, 2012. Memoria de aprendiz, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, 2011. El sueño de la  otra, Colección Prometeo Serie Hipnos, 1997, Primera Edición. Jardín de sombras, 1994. Naufragio de luna, 1990.

Zíngara 

Además del pordiosero
los residuos de su sombra la persiguen 

Un profundo lago
se desborda hasta su lecho 

Cuando vuelva de este lado
o cruce hasta su límite
rodeará las esquinas de su alma
todo el fuego que se agita en las hogueras 

Y ya nunca presentirá la primera orilla. 

¿Acaso siente en la distancia sus abismos? 

¿Cuántas veces puede memorizar
 el inicio de este círculo? 

Ella viaja en una espera
y sólo tiene el rumor
de lo que fue su nacimiento. 


Arte poética 

Cuando al final se callan 

                         las palabras, 

un enredo en todo el cuerpo. 

El poema ha hurgado las entrañas 

                                                     con su mano. 


Mañana de sol 

Padre
he encontrado la colina
y corro hacia ella sin temor. 

Equilibro mi peso, 

pero camino de lado. 

Me han crecido los brazos 

muevo la lengua
hablo con acento neutro
y trato de no subir nunca la voz. 

Cuando salgo a pasear por las calles 

siento que dejo atrás el viento. 

Me gusta bailar.
Sin embargo, no he vuelto al circo.

Mi cabello llega hasta los hombros 

y lo dejo suelto de vez en cuando 

para que flote entre la noche 

Mis dedos son largos, delgados y se mueven. 

Ah, tengo ojos de mujer. 

Aprendí a creer y a dar vueltas
en el carrusel de los caballos muertos 

con el pie derecho
apuntando hacia mi sien. 


El sueño de la otra
III 

Creí saberlo todo
            cuando me miré a los ojos 
                          por primera vez 
Detrás de mí
estaba la marioneta. 
Aquella que aguantaba con sus dientes 
                          los hilos de mis brazos. 
Aquella que empujaba con su lengua 
                          mi cabeza hacia atrás 
                                                     y hacia delante. 
Aquella que dirigía mis pasos 
                                     con sus manos,
empujando las caderas con un dedo. 
La que pegaba su torso a mi espalda 
                                        para hacerme mover. 
En fin, la igual a mí, la otra, 
la que permanecía entre las sombras 
mientras doblaba mis rodillas 
                                     con sus pies
                                     hasta hincarme 


Las voces del adiós
VI

Entonces volvamos al comienzo 
dame un gesto
y grabaré tu imagen
Dibujaré una palabra para ti 
y buscaré la frase
que describa el olor
de tus mejillas
Luego,
me sentaré a esperar,
por si vuelvo a verte,
pero ya serás distinto
al que algún día
quedó escrito en páginas azules 
Para entonces 
sólo tendrás lugar 
en la pared de los retratos.





Léonie Garicoïts (Uruguay)

(Montevideo, 3 de Julio 1962), poeta, narradora. Publicó los libros: Vuelta de Hoja, 2006 (Ed. ArteFato); Por vivir, 2007 (Ed. AG Ediciones); Poder, 2008 (Ed. Doble clic); Tatuado en mí, 2009 (Ed. Yaugurù); Mar de las lluvias, 2010 (Ed. Yaugurù); Amarga Misericordia, 2011 (Ed. Yaugurù); Vírgenes y Lobizonas, 2012 (Ed. Yaugurù); Y la nombraron Mujer, 2015 (Ed. Yaugurù); No sé conjugar el verbo amar, 2018 (Ed. Artepoètica); El mundo mágico del Colibrì (Ed. DEMKROFF Ediciones); Punto y Coma -La lucha por vivir, 2021 (Ed. Irrupciones Grupo Editor). Fue antologada en distintas recopilaciones, como Plata Caribe, 2008; The Leal Studies Forum Vol. XXXIII. N° 2, 2009; El Manto de mi virtud, 2011; ZM escivisones a partir de fotogravivas- Zaragoza/Montevideo ed. Libros del Imperdible/ Yaugurú 2011; Pequeñas Grandezas, 2011; 22 mujeres- 21 cuentistas y una prologuista, 2014; el papel y el placer 2. Nuevos relatos eróticos de mujeres. Irrupciones Grupo Editor; Confiado a un amplio aire. Yaugurú 2019

IIXX

quisiera encontrar algo
que me sorprenda

que la señora del quisco
me salude de buen humor
que en la caería laboral
un señor doctor sea un poco
al menos un poco
agradecido
que en el supermercado la cajera
no pase los petates en cámara
lenta lentísima
(y que la cola no sea inmensa)

quisiera encontrar algo
que dijera que es
un día distinto

que el tránsito fluya
que el celular suene
oportunamente
y que la llamada sea
de quien (hoy) quiero
que sea
que en mi trabajo
me sorprenda
una buena racha
y que se acabe

se acabe esta maratón

en subida.


PERO NO DA

Podría pintarme
una nariz de payaso
y salir contigo
en cacería de brujas.
Pero no da.
Podrá construir
un castillo de espuma de mar,
y dibujar un sol
en las nubes.
Pero no da.
Arrancar de cuajo
la tristeza y
abrumar al mundo
de risas.
Pero no da.
Correr mariposas,
construir un collar de
luciérnagas, y en la arena
fundar un oasis.
Pero no da.
En este mundo,
que no es sincero
no hay cabida
para lo audaz.
No hay cabida
para desmanes y
atropellos,
para sentirse vivo
y estar viviendo;
ni sueños, ni entregas,
y menos, historias
paralelas.
Tú y yo
sabemos
que para este
mundo
no
da.


I

…el tiempo se detiene
y yo sigo bailando aquí…

(Cuando los santos vienen marchando.
Louis Amstrong)

los santos vienen marchando
tiemblan los esqueletos

flamean la espada
hay un hecho sinuoso
hay un acto suspendido
en lo alto de la red
con su punta
marcan la frontera
los santos vienen marchando
tiemblan las almas

no se sabe si su marcha
abre puertas
o lleva a los abismos
seguro que sus mantos
no esconden pleitesías
los santos vienen marchando
tiemblan los cuerpos

señalan a los que están dentro
(aplausos)
marcan en la frente
los que están fuera
(cabezas bajas)
los santos vienen marchando
(no olvidemos
el que a hierro mata
a hierro muere).



II

comencemos
desde el principio
desde la llamada
los dibujos en círculos
(esos que en forma mecánica
hago mientras pienso)
y la invitación a cenar
o
desde la olla a presión
frenética las copas
vino platos ¿pan?
las velas y la música
explorando
sacudimos el mantel
(el de cuadros azules y blancos)
Juntos
lo doblamos
(nos encontramos
a mitad de camino)
cambiamos las puntas
y nos alejamos
uno de los dos
con el sueño trabado
entre servilletas
y migas.


III

al cucù le volaron media cabeza
de un disparo
y con la mitad que le queda
confunde la marcha del segundero

canta las horas cada quince
minutos

al reloj de arena
se le dilatò el cuello
y los granos asustados no pueden frenar su caída

al sol se le complicò
su rutina (y no fueron las nubes)
cuando una piedra le tapò un ojo
ahora señala las horas pares
las impares quedaron olvidadas
en la otra retina

en medio de ese
pandemonio

mi tiempo
mis horas
minutos
duran lo que
(lo) necesito.





Diego Cubelli (Uruguay)

(Montevideo, 1990). Es poeta y músico. Tiene publicados cinco libros de poesía. Ha coordinado los ciclos “Sitio de poesía” en la Fundación Mario Benedetti y “Martes poéticos” en Lo de Molina. En 2023 fue curador del encuentro de poesía “Olvidar el Olvido” en el Museo de la Memoria de Montevideo. En la actualidad es el Presidente de la Casa de los Escritores del Uruguay.

alcanza una piedra de cal
       en los ríos diminutos
                  de barro y liquen

un arenal de flores amarillas
                  cuando la canción duele
       porque el duelo no florece

                  un dedo apunta y da órdenes
                  aquel se mutila y crece
                  ¿quién espera en otra orilla?

       no bajes la mirada

estás pisando sangre
       y desde abajo ya no miro

                                          (Inédito)


el modelo no increpó salvación
en meditado desnudo
de pies y manos inmóviles

dos flechas iniciaron sacrificios

en pinceles y linaza
atravesó martirios
lejos la peste
su mordaza                 

(de Rasga lo blando, Yaugurú, 2021)


Amanecí en otro aullido
y fue sentencia

       rasgué lo blando
en espera de una flor

el instante -y su refugio-
avanza en oquedad

                             (de Orden y cauce, sitio de poesía, 2023)


la tarde es el invierno que asomó tu espalda
máscara del deslumbre
mito velado la verdad de los labios

acaso
       las formas de dios
       en tus manos                        

(de La razón del deslumbre, Itabira, 2020)


dirá el tiempo
casi ancestral forma de reconocer el centro

una lástima piedra esqueleto si camina
la brisa recorre una voz
un canto casi despierto

el eco de todos                       

(de Trabajo para el silencio, Yaugurú, 2015)





Ella Haase (Estados Unidos)

Desde muy joven me inspiré en escritores como Thoreau, con un interés creativo en torno a la naturaleza y la simbiosis de la vida vegetal y animal. Con el tiempo, empecé a gravitar hacia poemas abstractos que me aceleraban el corazón, la existencia solamente viva en las palabras. Siempre he querido conocer el mundo desde todos los ángulos. Una parte de mí se refleja en algunas de las preguntas retóricas que les hago a mis lectores. Yo quiero conocer y no he encontrado las preguntas correctas o sus respuestas todavía, pero mientras más leo y escribo, más cerca estoy de encontrarlas. Espero que quienes lean mi poesía encuentren alguna conmoción en ellos mismos, incluso si no saben aún lo que es.

Consecuencias

No me quedan
pastos.

¿Adónde voy?

La desesperación se ha disuelto
y se hunde en vapor a mis pies.

Yo cavaba agujeros en la tierra a gatas
yo había sumergido el puño en sólidas barras

y no hay nada aquí. Arena hasta donde alcanza la vista,
piedras y palas derritiéndose bajo el calor.

Brillante y clara
estoy lista para romper o que me rompan.

Grito
y me sale barro por la boca.

Aquí se devora el sonido.

Todas las criaturas del desierto me han traicionado a mí,
la más oscura, me marchito.



Tú. Siempre ahí. Floreciendo cada bordillo y rebosando cada desagüe, eso eres
Tú.
¿Tú miras fijo a la melancolía? ¿A la pantalla en blanco? A los nudos tecleados o por teclear o
Tú te contentas con leer en un café. Un libro sin letra alguna de mi nombre.
Tú no eres celoso como lo estoy yo de cada camarera que te haya rozado la mano
Tú por el regreso de la humanidad, todo natural, todo en carne viva y químicamente abundas
Tú me amarras a esa pantalla, de nuevo, lo sé, pero ¿has considerado que…? Oh.
Tú tienes que irte.
¿Tú estás enfadado? Oh. La verdad es que no consigo que
Tú sientas nada en absoluto. Pero
Tú no sabes cómo
Te toco en mitad del día, tócame, dices, pero
Tú no eres más que una sonrisa congelada.
Tú no puedes tocar desde mi mesita de noche, no sí o no.
Tú no quieres hablar de cómo las magnolias
Te imitan y cariño no estoy resentida con
Tigo. Yo sólo
Te admiro más.
Te admiro más. Tomo cada blandura que
Tú me das y todavía quiero más.


Natación de noche

Me desvisto piedra a piedra.
Cambio ojos marrones
por el pálido lugar donde irán mis pies.

No hay luz aquí pero tengo una mirada
mezclada por la arena y el cielo
aquí las luces son aladas luciérnagas.

Me quito
el anillo.

Me elevo
y suspiro al cruzar la corriente, desnuda inhalación
del meñique mientras se desliza por la roca.

Corro
          libre como esos perros
          no como las orillas salpicadoras de un río
          como las olas lamedoras de una marea

y una ola submarina contra la que no luchar,
aullar, ladrar, gruñir, sí, pero

aquí libero el control
dejo al aluvión jadear salvajemente
en el espejo doble de mi garganta

las luciérnagas se encienden a mi alrededor, me
siguen a mí y a sus reflejos por el agua
y cuando bajo la mirada también lo hace el doble y

todos apartamos la mirada.
No sé quién es superficie y quién real.


Estos días

Camino por el patio por algún encantamiento
Y salgo con picaduras de mosquito

Inclino mis percepciones hacia el cielo, los ojos entornados,
Cigarras en mis oídos

Algunos días son más duros de navegar, me voy rabiosa a la cama
Y despierto igual.

Algunos días presto mi cuerpo y es otra la que lo vive por mí,
No me molesta,

Si un extraño me devuelve la mirada por la valla, si llora
Lo comprendo.

Estos días se sacan como dientes dejados a secar
Con la herida abierta

Hasta que lo que queda es la liquidación que viene
Con el pasearse por el patio
O el demacrado embeleso de las pastillas.

Hago la cena. Rompo platos y
Vierto todo el corazón en el lavabo.

Si me mezco pasivamente,
Si lloro la pérdida hasta otro día

¿Me sentiré como un niño
O habrá cambiado algo?


Como eran

Dame un golpecito y diré
bien, divide el mar parte
ópalos
enseña el oro y el verde
rotos y alojados en las piedras
de mis muslos

si yo te dijera
              que esperaré
alumbrada, no acechante, tan sólo parpadeando suavemente
¿regresarías a mi exhalación,
recogerías los gemidos de las raíces
volcadas de esta mujer?

Me arrastro por las copas de los árboles buscando mechones
de tu pelo porque al principio
nuestros pies estaban siempre juntos.
Siempre teníamos algún lugar al que ir.
Ahora me choco contigo en lo oscuro
temblando bajo tu propia mirada

envidiando los lugares disléxicos donde se acostaban los amantes
porque cuando te tumbas (en sus lugares, sus ropas)
justo te duele la columna
y

me diste un golpecito perfecto,
la cabeza hacia atrás, pensar entre las crestas donde
hay demasiada luz para ver
algo
donde dijiste en voz alta que merece la pena estudiarse
cuando no estábamos separados por
la vergüenza de ser vistos de verdad.





Elbio Chitaro (Uruguay)

(Durazno, Uruguay, 1961). Dos veces 1er. Premio Nacional de Poesía por Versión de Medea e Idealidad de cántaro. Tres veces 2do. Premio Nacional por Aguantaraz, Preferiría no decirlo y Extracción de la piedra de la locura según el Método Moskalenko. Publicaciones: Mal que nos pese (2022), otra piedra, otro corazón (2022), Extracción de la piedra de la locura según el Método Moskalenko (2021), Preferiría no decirlo (2020), Aguantaraz (2016), Idealidad de cántaro (2014). La impureza (2013) Palabras rotas (2010), Versión de Medea (2008) y La tristeza de la madre del caballo (2002).

ansia mata ahí, madre blanca sabía,
miel en el sabiá:
                          nombre, pájaro
                          de vientre bermejo,
                          bajo los azahares;
pero ansia mata, añuda,
álvea vía en nupcias, inmolar los cantos
aún escaldados
por dar tiempo al tiempo,
ir pie en el lecho hundido, nunca desahogarse
al tope del ahogo

entrañas se pueblan de polen, hojas abatidas
              y exuvias,
peces sedientos, rastros y pisadas;
ansia mata laberintos, trampa para ojo
en el confín, lindura tu faz;
penden los muñones, lo que queda luego
de la humillación, nacer bajo cuerda,
ampolla no el humo,
restos en suma del ardor, llama
que extinguiste
tu boca llorando


áspid: hacia puridad como ser ahora, no cráter: ablación de clítoris como flor de desierto somalí, no cóndor: plan de acallar como il ponto levatoio de Giambattista Piranesi, sí látigo de hielo inquebrantable, en el seno

ángel: ala cubriendo el pie como ser que arde, no ánima: espacio de memoria como lanza atravesada en la garganta, no hoja seca: mensaje a nada, a nadie, sí luz sin tiempo ni distancia, en el cuerpo

negrura: no oscuridad ni mancha no moho tampoco sí eclipse lunar en pena, unos segundos

¿la agonía?: nada, una visión


(aspereza)

Esa flor
hace hablar, no hay otra.
Los pétalos rojos de ese geranio abatido,
quebrado,
retrotraen los ojos de mi madre cuando niña.
Por encima de esos ojos hay otros
que observan cada gesto,
cada movimiento que hacemos,
cada sensación de muerte.
La poesía no abarca todo,
no llega ni siquiera a cubrir la superficie.
Aspereza es su nombre de rigor. Aspereza es el quid
de su cuestión.

Esa flor
hace hablar a los estigmas, es como un rayo de sol
en mar furioso.
No hay poesía sino hay ambición.
De alguna manera el poeta
es la misma representación de la avaricia.
Lo quiere todo.
Deseo no es necesidad, y viceversa. Lo sabes.
Hoy la poesía se ha convertido
en un acto de stand up sin gracia.
Es patético comunicárselo a los que empiezan
a jugar al acto de expulsión de los demonios.
Ya nadie quiere ser
el que recibe las bofetadas.
Nadie quiere pagar derecho de piso.
Ya nadie hace el juramento
porque todos creen estar a salvo del infundio.
La poesía no tiene segundos actos,
es pura caída.

Esa flor
hace hablar. A mí, negro león
de suburbio, me tocó el cardo corredor.
Pudiera ser peor, la manufactura legionaria
de una corona de espinas;
la flagelación: 300 azotes al mar.
La poesía se limita a buscar silencios
entre el sufrimiento.
A veces sólo encuentra ludismo.
Sin embargo, el show debe continuar.
Nadie es imprescindible,
ni siquiera el dueño del freak show.
En sí, la poesía es el arte trashumante
de la ventriloquía.


14.

en esta casa nada quiere decir nada 
Eduardo Milán


Ir por la poesía, subyugar
lo profundo del verbo descarnado;
entonces, nada: uncir los bueyes, atar la coyunda
a los cuernos, sujetar la melena y vocear;
luego, como si fuera poco, uncir el labrador al yugo
y que comience la cadena productiva.
Es el plan.

Ir por la poesía, no tener más
que una palabra, pero antes abjurar
del uso de verbos como ser o estar. Usarlos menos.
Usarlos como puente levadizo sobre un foso
infestado de serpientes. Verbo, poleas,
lo que suele usarse con absoluto desparpajo
por el mercader.

Ir por la poesía, pero ¡ojo!
con el uso del ser para hacer pie
en el piso del poema. Eso, lo triste. Hacer pie en la cosa.
Pie en la piedra como cimentación profunda.
Ir por la poesía, brincando de piedra en piedra
sobre el torrente. Ojo con el traspié, irse de canto.
Derrumbe.

Parménides de Elea discreparía conmigo.
Él me diría, lo sé: “el ser es, el no ser no es” ¡Qué gracia,
así cualquiera filosofa! Si mencionas a la muerte
y dices “la muerte es”, si hablas de la nada como vacuidad,
hazlo sin que mueran de risa los obreros.
Sin embargo, nadie oirá esa nada. Menos en Elea,
a la hora de la siesta.

En definitiva, ir por la poesía, traicionar
lo primero que nos viene a la cabeza, es decir,
dejarlo como cobardes que desertan de la guerra.
Ir por la poesía, no asir el máuser; tampoco la guadaña
para sacar soledad al firmamento. No firmar armisticios.
Mantenerse firme, esperar el tiro de gracia
misericorde.


17.

¡Oh si! Pensar en movimiento de hecatombe,
apenas perceptible
en Ángelus febril,
              luz
              de María.

Pensar en Zenón,
en la tortuga aventajando al pélida;
en la fiera turbulencia de los párpados;
en el temblor
              de los ladrones
              en la cruz.

De alguna manera, pensar la oscuridad
fría como hielo negro,
moviéndose de raíz
en círculos concéntricos
              sobre el sol
              del mediodía.

No habría folio que resistiera
la sustancia, la oscilación
de la neblina en nuestros ojos,
a la deriva de los clavos
              del cajón
              siniestro.

Reventar los caballos del perdón;
ansiar el fresco;
pensar en uno;
              orar,
              lo iluminado.





Santiago Pereira (Uruguay)

(Montevideo, 1983) es poeta, performer y licenciado en ciencias y técnicas de la comunicación. Cómo poeta ha editado 4 libros de poesía, ha participado en varias antologías, revistas dedicadas a la literatura, y en festivales de literatura nacionales e internacionales. También ha recibidos varias distinciones a nivel nacional en diversos certámenes de poesía.Cómo performer ha explorado las diferentes posibilidades del lenguaje, realizando performances desde el año 2015, y editando casi una decena de álbumes de poesía sonora, tanto de forma individual, como de forma colectiva. Es creador de colectivos y eventos literarios autogestionados, como el ciclo «Poesías Performáticas» realizado en el CCE, el colectivo «En el camino de los perros», y el taller de estimulación a lectoescritura en adolescentes en instituciones educativas, «Orientación Poesía». Actualmente trabaja en la Fundación Mario Benedetti, dónde co-coordina actividades relacionadas a la literatura y los Derechos Humanos.

**

            Mientras amanece el paisaje
nos repartimos las partes del pez cercenado
jugamos
aprendemos técnicas de juego
doblamos la travesía de sus aletas en partes iguales
buscamos formas
conjugamos simetrías
fabricamos una deseada embarcación de escamas
y la lanzamos a la intuición de nuestra hoguera
            mientras amanece el paisaje
nos sentimos seducidos a ser doblados
en un impostergable pliegue del tiempo
y enfrentados
la semicaída de nuestros párpados
son escamas de un naufragio
ardiendo una fijeza incontenida


**

En slow motion danza un pez en agonía
desencadena
en el aire
una lenta metralla de gotas

recónditas son nuestras imágenes a través de ellas
borrosas
difusas
una enemistad entre moléculas de oxígeno e hidrógeno
que discurren en pensamientos:
            « no hay lugar para esas haches indoctrinadas
            y ávidas de subjetividades »

inabordable en nuestras brazadas
es la intemperie dentro de esas gotas
borrosa
difusa
la recelosa labor del pescador/
la pérfida mirada de un ave


**

Pero evadirte sería una imperdonable derrota
abandonar un cuadrilátero
sin confinar una alborada

hay una equis
y hay una ventana delante de otra ventana

     
       (las puntadas inexistentes de un botón del abrigo muerto
       o la marca de un tesoro en un mapa desierto de puro mar)

hay un guion bajo
y hay una ventana delante de otra ventana

       
       (la necesidad de tirar al piso el jarrón de la mesa
        o sacar de un tirón al niño muerto
        y masturbarse en su féretro)

        
       (las miradas clavadas en los párpados
        o dos amantes haciendo fila en un paredón de fusilamiento)


**

Una retroexcavadora levanta los escombros de un muelle derrumbado
            debajo
se reconstruye el contorno blanco de una Rosa de Sharon
occiso entre varillas de cimiento y terrones de portland
            debajo
el código morse del único candil en pie
lanza intermitentes señales de luz
sobre el espejo de un charco que palpita
con mis histéricos parpadeos
y mi balancear de copas a las 3 de la mañana

una retroexcavadora levanta escombros
trabaja día y noche
no se detiene
gira en ciento ochenta grados
en tres—sesenta
es la exquisita danza de una película muda
que solo se exhibe en mi garganta
es una bailarina del SODRE que trabaja 24 horas







Tatiana Oroño (Uruguay)

(San José, 1947). Poeta. Profesora de Literatura (Enseñanza Secundaria; Instituto de Profesores Artigas; ORT). Completó cursos de Maestría en Literatura Latinoamericana (FHCE). Su obra ha sido incluida en el Programa Oficial de Literatura, 1º Bachillerato (2006). Investigadora Asociada a la Academia Nacional de Letras (ANL). Ha publicado trece libros de poesía (Uruguay, Francia, EEUU y Argentina). Publicó ensayos, ejerció crítica de artes visuales y es curadora de arte. Premios Bartolomé Hidalgo (2009) y Juan José Morosoli (2009). Finalista en la terna del Premio Bartolomé Hidalgo (2017). Primer Premio Poesía (Premios Nacionales de Literatura, MEC, 2019). Nominada Convocatoria Amanda (MEC, 2021). Deriva, su último libro, ha sido publicado por Estuario Editora/Casa Editorial Hum (Montevideo, 2022). Traducida al francés, inglés, italiano, portugués. 

Dios escribe derecho

por caminos torcidos. El poeta
no concede entrevistas/la sala da
cobijo. La lectura nos guarda con su fanal oscuro.

Una voz de zapatos arrastrados
en los sótanos de la garganta. Esta es la noche
quien no pudo
sentirla
así
no la conoce. El poeta cocea. Lee.
Lee.

Arrastra por la noche su garganta. Arrastra con las letras airadas
la dolor. La entera
cabellera

de andrómeda o de
madre que
peinaba con mano
que escribiera
ahora pasa las páginas

de la vida
que fuimos. Qué. Piragua agua estelada
barca. Qué. Asaltantes
del cielo. Hijos de las metáforas.
Lirios del campo. Briznas. El pasto de las fieras.

Cuerpos vivos. Vivíparos. Hijos
de la palabra. Rezumos de la voz. De todo lo que fuimos

queda lienzo.

Una tela del alma
sin usar.

A ciegas
se la escucha rozar
en el regazo

mientras la voz humana
mana y la beben
los ojos y la
acechan
las trompas del oído
y el
escuchar vuela se va
tras
las bandada oscura

de las páginas

abiertas de Juan
Gelman.


Cuántos vestidos viste

la casa en la que vivo
con cuánta novedad
la pared se desviste
con qué garbo
se suelta del ojo que la mira
la vieja núbil desasida del gesto
    escayolado a espátula
    del vértigo a plomada
asomada desnuda en la piel íntima
al tramo
despintado
los estucos las vigas estrías del revoque
las capas de pintura, el haz de luz
que bruñe que destiñe
puños
codos
caderas de la casa ella misma
que escapa de la fe
a domicilio, pisoteados los velos
desvestida la vieja
a despecho
de los años vividos en común
se despide martilla en sus ladrillos con los puños descalzos
desdentados
nudillos. Con qué insolencia.


Renuncia es el vocablo que dibujan

Renuncia es el vocablo que dibujan / apiladas / las cajas / Preludio
fúnebre
el ajuar de mudanza donde el espacio
cierra las esposas.
El otoño interroga
sin ninguna esperanza cielo seminublado y vidrios que la noche empaña

Cada caja una celda una mordaza.

Expurgar bibliotecas es inhumar futuro tiempos del porvenir que extraviaron la calle y ya no llegarán aunque sus huellas pasen     por las manos / en mi caligrafía veo sus sendas. En márgenes y notas es nítido el trazado / pero no llegarán / el destino era éste.

El año 2020 y el que corre
    -fines de mayo-
avanza no se sabe hacia dónde
es Nave
de los Locos. En su deriva arrastra.


Deshacer una casa

Deshacer una casa no es demoler
            es ir
con tacto delicado desprendiendo
      a tirones
la piel de la placenta
adherida a nosotras

hasta arrancársela.
    Hacer ese raspaje hacer vacío
abortar
lo que late a tironcitos lo que pulsa con ciega timidez
en páginas cajones
con las palpitaciones fibrilantes de vena exhausta

Deshacer una casa / hacer mudanza
desove malparido siniestra
circunstancia

que no dejará huellas de barrido / no habrá una sola marca
de cepillo.


Canto de Línea

para mi padre


Ahí estás. Cilíndrica
mente   blanco  hueco
diametralmente
              abierto.
Eres un jarro puro.
Eres un jarro blanco
donde sube la leche
donde hierve y se encrespa
                                        es un purísimo
fosso
resbaloso
y calcáreo.
Donde se enrosca y calla
y persevera
y se enfría       
(al baño de María).





Gabriel Chávez Casazola (Bolivia)

(Bolivia, 1972). Poeta, ensayista y periodista. Sus libros de poesía han sido publicados en 15 países de América y Europa, y está traducido a 10 idiomas. Entre sus obras se encuentran: El agua iluminada (2010), La mañana se llenará de jardineros (2013), Multiplicación del sol (2018) y varias antologías de su poesía, como Il canto dei cortili (Italia), La vitesse des fantômes (Francia), Persistence of tattoos (EE. UU. ) y Cámara de Niebla, con seis ediciones en distintos países, la más reciente de ellas en México (2022). Entre otros premios, recibió la Medalla al Mérito Cultural de Bolivia y el Premio de la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz al Mejor Libro Editado del Año.Es docente del programa de Escritura Creativa de la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA); curador del Encuentro Internacional de Poesía “Ciudad de los Anillos” y dirige el taller de poesía “Llamarada verde” en la ciudad de Santa Cruz, donde reside desde el año 2007.

Alivios

Aliviaba cierto dolor de la infancia atesorando
piedras de cuarzo
recogidas en las calles de tierra
piedras
comunes pero tocadas por alguna veta mágica
que las había transfigurado
transmutado
guijarros ocres elevados hacia el mármol.

Las reunía en el patio trasero de la infancia
y se las enseñaba a algún vecino pobre alguna tarde pobre
a otro niño cualquiera como él que
sorprendido
las pesaba y admiraba entre sus manos
maravillado
por la existencia de una belleza que no había entrevisto antes
guijarro ocre también él
y desde entonces surcado por una contemplación secreta
por una veta
que elevaba sus ojos al destello del mármol.

¿Qué habrá sido, me pregunto en esta tarde pobre de febrero,
de ese vecino y aquel patio trasero y la colección de cuarzos?
¿Y qué habrá sido del coleccionista?
En cuanto a él,
abrigo algunas sospechas sobre su paradero.
 
De hecho
yo mismo alivio ciertos dolores de la madurez recorriendo
las calles de tierra o de cemento de la tierra
buscando piedras
comunes
-palabras-
surcadas por alguna veta mágica
secreta
que permita transmutarlas hacia el mármol
con solo saber escuchar
-caracolas calladas-
lo que podrían decir
reunidas
en un patio trasero.
Las recojo, las reúno, las atesoro,
me maravillo
de su belleza oculta
guijarro ocre
las transcribo
y se las muestro alguna tarde a algún vecino.

A veces pienso que no sirven de nada
y una voz en el sueño me dice que no alcanzan,
que no alcanzan.
Es verdad que la colección de cuarzos no logró borrar el dolor que desfiguraba la    
     infancia
del coleccionista,
sacar de la pobreza a su vecino ni mejorar la calle o el traspatio
mas su solo estar ahí bastaba
para aliviar el mundo,
para transfigurarlo
para poner en los ojos un destello
y así elevar la piedra y aproximar el mármol
haciendo al mundo ligeramente más bello
y acaso
también
menos
cruel.


1972

Fue el año en que Nixon visitó la China
que Marco Antonio Campos refutó a Neruda
Las páginas no sirven. La poesía no cambia
sino la forma de una página
que estrenaron Solaris (lo dije en otro poema) pero también Aguirre Cabaret Garganta profunda 
El hombre de La Mancha Gritos y susurros El último tango –ah María Schneider en la tina y Brando ubicuo, bilocal, al mismo tiempo en el ático parisino y en Villa Corleone, otro y el mismo– mientras Zefirelli hacía volar a Chiara y Francesco en una nube de flores, Snoopy se iba de casa junto a Woodstock y Chaplin volvía a Hollywood (ya Osvaldo Soriano lo contó en una novela suya).
Murieron Chevalier, Alejandra y Kawabata, el primero bailando los otros dos
al filo del espejo
y se despidió de este mundo una princesa 
Carolina Matilde de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, bautizada como Princesa Viktoria-Irene Adelheid Auguste Alberta Feodora Karoline Mathilde de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg
de la que solo queda el nombre en Wikipedia.
También dijo arrivederci el profeta de la usura, que solía contemplarse en los ríos
en noches de plenilunio y enderezar aun las torres con sus cantos.
Una estela explosiva dejó el cohete fallido que propulsaba a la sonda Cosmos hacia Venus
y otra Harry S. Truman, con su cortejo de átomos y carne chamuscada.
Bobby Fischer, el díscolo, el irreductible, venció a Boris Spassky
llevándose el título a casa junto a unas cervezas,
en tanto el odio ensangrentaba los juegos olímpicos de Munich el penal de Trelew
un domingo en Irlanda del Norte el campus de la universidad de El Salvador
en cuanto un terremoto destruía Managua y en Roma
un tal Laszlo Toth atacaba la  Pietà de Miguel Ángel con un martillo,
gritando que él era Jesucristo.
Era 1972 y en un país perdido entre montañas,
en una clínica metodista, por puro azar,
nacía yo, que debí haber nacido en otra ciudad y otro hospital;
y poco antes o después nacían otros niños y niñas con los ojos también maravillados,
de este y del otro lado del Ecuador, dedicados ahora, como yo, a este inútil,
maravillosamente inútil oficio de escritura.
Sí, de seguro fueron los efectos del cohete de la Cosmos
el poderoso cóctel de todas esas películas
algo de los últimos alientos de Pound y la Pizarnik,
y sobre todo la estela del poema de Marco Antonio Campos:
Las páginas no sirven. / La poesía no cambia / sino la forma de una página, la emoción, / una meditación ya tan gastada. / Pero, en concreto, señores, nada cambia. / La poesía no hace nada. / Y yo escribo estas páginas sabiéndolo.
Eppur si muove, cuarenta años después
ya solo quedan en pie los poemas de Alejandra, los cantos de Ezra, algo de las novelas de
Kawabata, mucho de los versos de Neruda y casi todas esas cintas
indescriptibles
mientras el resto: Nixon Mao Neftalí Reyes Tarkovski Klaus Kinski Bob Fosse la deliciosa Linda Lovelace el insoportable Ingmar Bergman la más deliciosa María Schneider el más insoportable Marlon Brando el ya no se diga Charles Chaplin Osvaldo el Negro Soriano Charles M. Shulz Maurice Chevalier Carolina Matilde de Schleswig- Holstein-Sonderburg-Glücksburg el propio Ezra el programa espacial soviético la URSS Truman Bobby Fischer y todos sus rivales las víctimas y los asesinos el loco del martillo
son ya carne de gusanos y de la desmemoria
como lo seremos los poetas del 72 y Zefirelli y Marco Antonio Campos algún día
pero no su refutación a Neruda que se refuta a sí misma

perdurando

inútil y maravillosa
como la poesía,
como la Loren
como La Pietá triste, solitaria
y final.


Memento mori

Ni el arco que contempló las pomposas victorias de César Marco Aurelio Antonino Augusto
ni aquél que casi fue rozado por la tiara del Papa Rey erguido en una cabalgadura
preciosamente enjaezada
ni ese otro que vio al Gran Corso desfilar con sus tropas en el cénit
de su tardío imperio decimonónico
y ni siquiera el pequeño seto de pino bajo el cual paseaba el Libertador,
hombre más bien menudo,
en la quinta de San Pedro Alejandrino,
cobijaron el mismo poder
que el arco que forma tu cintura
ni celebraron mejor
la frágil duración
de los reinos y el reino de este mundo
que la curvatura de tu espalda
cuando mi mano, en el alba, la atraviesa.


TATUAJES

Una mariposa de tinta se ha posado en la espalda
de esa muchacha.
Una mariposa de tinta que durará más que la lozanía
de la piel donde habita.
Cuando la muchacha sea una anciana, allí estará,
joven aún, la mariposa.
¿Cómo se verá la espalda de la muchacha
cuando la lozanía de su piel haya pasado?
¿Cómo se verá la muchacha que ahora ilumina
la verdulería, como una fruta más para mi mano?
¿Los viejos de mañana se verán como los de hoy
y los de siempre?
¿O serán diferentes, ellas con piercings en los senos caídos
y ellos grandes aretes en las orejas sordas?
¿Volarán mariposas en la espalda de las muchachas viejas,
arrugarán sus alas sobre camas del coma, se marchitarán flores
de tinta dibujadas donde se abren sus nalgas?
Tal vez no pueda verlo, ya yo estaré ido para entonces
con mi mano temblando bajo un jean de mezclilla
o con la mente ausente en la cannabis
procurando aliviar dolores cancerígenos.
Ah, una mariposa de tinta se ha posado en la espalda
de esa muchacha.
Una mariposa de tinta que durará más que su aire.
Cuando ella haya exhalado por vez última
allí estará la mariposa todavía.
¿Echará a volar cuando incineren su morada de carne?
¿Se pudrirá en la tumba como una concubina egipcia?
¿La escuchará alguien volar o quemarse o pudrirse
y podrá venir para contarlo?
¿Escuchará alguien la historia desde la soledad de sus audífonos,
de los grandes aretes en sus orejas sordas?
¿No son estas las viejas preguntas de siempre?
¿Volveré a ver a algún día a la mariposa?
¿Volveré a ver a la muchacha?
¿Continuarán existiendo las verdulerías?





Luis Bravo (Uruguay)

Poeta y performer, ensayista e investigador, profesor universitario, doctor en Letras por la Universidad de Notre Dame (USA). En consonancia con su poética multimedial y polifónica publicó 10 libros de poesía, 9 discos, 2 cdroms, 1 DVD, junto a músicos, bailarines, fotógrafos y videístas. Su poemario más reciente es el bilingüe Voice & Shadow/ La voz y la Sombra). Traducción de Catherine Jagoe y J.L. Kercheval (New Orleans, 2020). Su más reciente CD es AlternadoSimultáneo, junto a Federico Eisner (PM, Chile, 2023). Realizó performances y recitales en Festivales y Universidades de Argentina, Chile, Perú, Colombia, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, México, Estados Unidos, España, Alemania, Irán. Poemas suyos han sido traducidos en revistas y antologías al francés, alemán, sueco, estonio, serbio, portugués, inglés, persa.
Referencia:http://cajaderesonancia.com/index.php?mod=archivo-materiales&view=detalle&id=436

LA SEGUNDA MITAD DE LOS SENTIDOS

Sopla el viento en la solitaria estepa.
El viento estepario de la soledad.

A pique el mediodía de la luz.
Sin sombra en la vertical de los relojes.

En el ocaso los ingrávidos se elevan.
La avenida Tiempo se hace humo.

Al regreso he visto que nunca partí.
Partí sin nunca volver a mí mismo.

En los bosques he oído el secreto.
El secreto a voces de los bosques.

Hace años que sueño el poema.
El poema me sueña con los años.

El corazón maduro de la fruta.
La nunca madura fruta del corazón.

Sueño en el sueño que a conciencia sueño
y no sé ya si es sueño este vivir despierto.

El ojo busca escapar de su otro mismo
(ojo, no sólo el ojo busca eso).

Imposibles flores caen del cielo.
O estás en la tumba boca arriba.


CULTIVO ESTE JARDÍN

“como se van moviendo las hojas en su sitio”
Juan L. Ortiz

Así como andan moviéndose las hojas
en las hojas del libro de Juanele
entre los limbos del árbol de la muerte

“y todas las agujas todas” del viejo reloj de Marina,
poeta rusa que en carta a su Rilke ensueña parajes
“sólo tuyos contigo”

Y cómo guerrean el zar del azar
el oro de los naipes
el ejército de signos
sobre la mesa de juegos de la histeria

así como el orgón del espíritu en su sitio danza

—los dioses de montaña y
           el eje de la Tierra son testigos—

y hasta el núcleo covalente de los átomos
en el mapa de las líneas de la mano
esas manos cuando dibujan palabras en los márgenes
de izquierda a derecha o al revés

allí donde las oyes
allí donde las dices
allí donde las ves

de tan quietas se están moviendo
—igual de iglú nunca igualitas—

y cómo cambian de sitio cada una
y todas a la vez
cada vez que las lees.


Cosas con palabras

Como hierbas de la sombra nacen
entre la luz de los helechos consumados

no es que los hechos sean oscuros
sino cegadoramente claros

ellas son los pies del aire
que pasa oscuro por arriba

de su quietud desprenden ensueños
y a sus desvaríos la lengua se rinde

grafemas que la pasión cultiva
desovan fonemas en su orilla

bajo la manta de los dichos
son camino de puntos suspensivos

brotan de los árboles en silencio
y desbrozan luz al acecho.


ESPECULARES

Leo el poema poema de un poeta poeta.
¿Que qué significa repetir las mismas palabras dos veces?
Ah, ciertas palabras, sino todas, tienen doble sino.

Como el fino tabique que une y separa los gajos del cítrico
así el miedo a decir en voz alta
lo que no se espera de los ríos del recato
que van a dar a la mar,
retórica muerta del decir.

Pantano de vocablos ande la apariencia es solo eso que parece ser.
O eso que perece al instante del decir.

Ah, escribir el poema no poema, sacudir dos veces
la lengua del poeta como se sacude el árbol las hojas:
oxigene el seso
y el poema otro despierte de raíz.


ON THE FLOOR DE LIS

a Claudio Burguez
y a las mellizas nocturnas

1.
La noche ocurre a raudales en el boliche Living
¿Puedo recoger estos vidrios? — la voz de la mesera de uñas pintadas de negro
se coló entre los altos decibeles.
Éste todavía no, por favor—defiendo el último sorbo de whisky.

Los ojos se me pegan a los dibujos del piso:
4 baldositas de 20 x 20 componen
los 8 pétalos de la flor de lis
allí la cuadripétala central
abierta en 8 prolongaciones art decó

sobre la flor de lis los pies van y vienen
el DJ la gasta pero nadie baila
(¡ah montevideanos!)

Uf ¿Y los cuerpos, ande están los cuerpos? —me pregunto.
Parece que en Pittsburgh…— oigo al azar una respuesta del azar
en una conversación de la mesa de al lado.

2.
Dos pibes chuponeando en el sofá de cuerina blanco,
la mejor performance de la noche.

Salimos a fumar en la esquina helada de Juan Paullier y Hugo Prato
junto a las mellizas a quienes ni de nombre conozco.

Stella, saco de lana verde y gorra de visera roja, recita:

Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego…
Pido a tus manos todopoderosas,
Su cuerpo excelso derramado en fuego

—————————————————
La eléctrica corola que hoy desplego
Brinda el nectario de un jardín de Esposas;
Para sus buitres en mi carne entrego

—————————————————

Ana prende el fósforo y a coro repiten,
el mantra endecasílabo a ritmo de rock:

de otra estirpe sublimemente loca
de otra estirpe sublimemente loca

Las mellizas, viajeras del beleño, cantan
y en sus idénticos rostros me doy cuenta

no están allí
no hay nadie allí

me doy cuenta y pega un salto
mi cuerpo excitado pide pista a gritos

on the floor de lis
on the floor de lis
on the floor

(no hay caso, nadie se anima a gastar el piso)

En esta ciudad de fantasmas los cuerpos están fuera de sitio
— mascullo calle abajo
            on the floor de lis
               
                     on the floor de lis
               
                                             on the floor…





Claudia Magliano (Uruguay)

(Montevideo, 1974) Es profesora de Literatura egresada del Instituto de Profesores Artigas (IPA).  En poesía ha publicado Nada, premiado en el concurso de Poesía de la Asociación de Bancarios (AEBU) y la Casa de los Escritores del Uruguay, en 2005; Res (Ático Ediciones, 2010), que obtuvo el Primer premio de poesía édita de los Premios anuales de literatura del Ministerio de Educación y cultura (MEC), edición 2012. El corazón de las ciruelas (Civiles Iletrados-Ático Ediciones, 2017), obtuvo una mención en poesía inédita en los Premios anuales de literatura del MEC, edición 2016.  El libro inédito de poesía  Lo trágico es el olvido obtuvo el primer accésit en el III Concurso de relatos y poesía Letras cascabeleras, Cáceres, España, 2017 y fue publicado en mayo de 2019 por Letras Cascabeleras.

Nos fuimos quitando la luz de los ojos.
Todo lo que habíamos visto no era nada más que la forma de la nieve.
Nunca dejamos nuestra huella camino a la montaña
nunca pudimos tocar el frío, sentirlo en las palmas de las manos como otras cosas sí se sienten
algo más delicado todavía
algo más suave que ese frío estático por donde se deslizan los inviernos
unos tras otros
como los pequeños pájaros de Dante que van cayendo tras de sí ante el llamado
implacablemente caen
pesan más que su propio cuerpo
algo los empuja hacia la Estigia
donde Caronte espera
a punto de zarpar.

Nos quitamos la luz de los ojos como si fuera un manto
entonces pudimos ver la nieve
pudimos tocar ese paisaje blanco por los siglos de los siglos dibujado para nosotras
que solo habíamos vivido de los cuentos
y no conocíamos más que el tejado por donde iban las niñas
masticando el corazón de las ciruelas.

El corazón de las ciruelas, coedición Civiles Iletrados- Ático Ediciones, 2016


¿Cuántas veces quisimos escalar esa montaña?
Me habías prometido una casa en la cima.
Íbamos a vivir adentro de la nieve. Íbamos a leer todos los libros.
Eso me habías prometido.
Eso dijiste cuando lloré por primera vez. Cuando por primera vez sentí que el alma o el espíritu se me desgarraban y no podía retener la sangre. Era como la sangre de San Sebastián sobre su torso pálido o como las manchas que dejaban las uvas cuando estallaban.
No podía retener la sangre ni el llanto. No quería que me dejaras en medio del sueño como si yo fuera un paisaje abandonado donde los árboles se perdían en la niebla.
¿Cuántas veces quise escalar esa montaña? Aunque la piel se me abriera al intentarlo.
Aunque no supiéramos cómo es el frío ni cuánto frío cabe en una sola montaña.
Me habías prometido una casa. Todos los libros me habías prometido.
Es cierto, siempre dijiste que hay cosas peores que la muerte.
Nada entonces es tan terrible, pensé.
Pienso ahora, que ya no podés hablar ni podés traer la calma como se traen las cosas más delicadas:
un poco de agua entre las manos
un puñado de piedras para inventar un juego
una montaña, altísima, con una casa levemente inclinada en la ladera.

El corazón de las ciruelas, coedición Civiles Iletrados- Ático Ediciones, 2016


Ah, yo quiero cerrar los ojos y con la cabeza levemente inclinada hacia atrás, sentir la música.
Eso es lo que viene desde un lugar lejano.
Eso es lo que pasa cuando han sucedido pocas cosas.
Por ejemplo:
tener seis años y nunca haber visto la nieve
tener seis años y haber sentido el frío sobre la piel escarchada
tener cinco o seis o siete años y pensar en dios como un animal embalsamado
y darse de cara contra los animales inmóviles al final de un largo corredor de iglesia
haber pensado que en el fondo las cosas pueden esconderse y sin embargo siempre los secretos se descubren
antes o después los secretos se descubren aunque sean menos solemnes que el deseo.
Ah, yo quería escuchar la música, que la música me traspasara como si fuera un acto de fe
como si dios pudiera de pronto moverse y posar su mano sobre mis piernas apenas rozando la piel que se abriría, supongo, ante el contacto.
Yo quiero oír la música saliendo desde adentro del cuerpo que la inventa. Yo quiero escuchar otra vez la fricción de las cuerdas, el arco subiendo y bajando tenso, erguido entre esos hilos de seda, de acero, de tripas. Esos hilos que vibran ante el mínimo acercamiento provocando una masacre.

El corazón de las ciruelas, coedición Civiles Iletrados- Ático Ediciones, 2016


¿Acaso quise probar
el tamaño de mi abandono?
Tess Gallagher
Ese camino
larguísimo
casi sin final
por el que ibas las tardes en las que habíamos recogido algunas castañas del árbol del vecino
mamá las horneaba como si fueran frutos insignificantes
y sin embargo
a mí se me quebraban las manos cuando las tocaba
cuando las apartaba entre el pasto para ponerlas en el doblez de la camisa.
Ese atajo por el que ibas cada tarde
lo había visto una vez en un sueño
creí que te lo había contado
pero el recuerdo es difuso como los vidrios de la ventana cuando mamá hornea castañas en invierno y afuera llovizna y el frío impone su furia como un animal salvaje.
Yo te veía a lo lejos, tu cuerpo se mezclaba con las hojas
desde atrás eras como esa fotografía que tantas veces me mostrabas:
un camino larguísimo
casi sin final
los árboles a los costados uno tras otro tras otro como líneas paralelas e infinitas
como guardianes del dolor o de las hojas
como ciervos con sus astas ramificadas que se juntan en lo alto de las copas
cerca del sol para ocultarlo.
Esa fotografía amarillenta
amarronada
apagándose en la pared como una sombra.

El corazón de las ciruelas, coedición Civiles Iletrados- Ático Ediciones, 2016


Yo hacía fuerza para que vos te murieras. Para no perderte. Para que te quedaras así como ahora, adentro.
Yo hacía fuerza para matarte/ te alentaba/ te daba ánimo/ te estaba siendo fiel, a vos y a la literatura.
No te maté. Eso es cierto.
Te conté que mandé hacer una biblioteca hasta el techo/ de pared a pared/ que necesitaba una escalera para llegar al estante de arriba/ que arriba había puesto los libros que más uso para aventurarme en la búsqueda de las palabras/ para sentir el riesgo de una altura dos escalones superior a la mía.
Yo no te estuve matando. Solo quería que te murieras porque ya no te quedaban libros y porque ya no había una casa en la montaña cubierta de nieve y porque era verano y a vos el verano no te gusta. Y además hacía calor y estabas desnuda y yo por primera vez estaba viendo tu cuerpo/ y descubrí que me parezco a vos/ que la forma de algunas partes tuyas es igual a la forma de algunas partes mías. Y yo podría haber sido vos.
Entonces empecé a hacer fuerza contigo para que vos te murieras. Porque tampoco quedaba aquello que era recuerdo y sostenía.
Yo hacía fuerza para matarte porque vos no podías hablar y me parece que eso no te gustaba.
Yo hacía fuerza para matarte porque vos no podías hablar.

Publicado en De divina proporción (muestra de poesía uruguaya).
Editorila La coqueta, 2017




Ernestina Elorriaga (Argentina)

Participó en el Encuentro de Poetas con la Gente, Cosquín; Feria Internacional del Libro de Córdoba, Festival Internacional Poesía de La Habana, Cuba; Palabras de Poeta, Escuela de Lenguas de la UNC-Córdoba; Festival Internacional La Palabra; Festival Internacional de Medellín 2017. Fue publicada en antologías y tiene inéditos libros de Poesía, y de Cuentos para niños. Libros publicados: La lengua de la noche .-ULEAM, Ecuador, 2019. El miedo de una casa inexistente, Editorial Alción-Córdoba, 2019. Mención Concurso Nacional Abuelas de Plaza de Mayo.

EL CIELO SE ALEJA

En el misterio cerrado de la noche
desde la luna
el niñito Dios la virgen y al burrito
me cuidan
a la siesta
los secretos del monte me atraen
mi cuerpo tiembla como praliné
burbuja de fuego
puro vértigo fundiéndose en el bronce
la infancia
y el deseo de una casita
de ir a la escuela
sombría la lujuria se demora en mi cuerpo
el cielo se aleja
todo se aleja
como un caracol en el infierno
arde mi sueño de ser niña.


MADRE

Madre
peina mis gemidos
haz que los pájaros negros que me acosan
se ahoguen en la página en blanco
acaríciame como si fuera una cría de nutria
sangre de tu cuerpo
piedra de agua en tus ojos soy
madre
peina mis gemidos
haz que se hundan en el estero
y se vuelvan ceniza
quiero ser arena roja soplada por el viento
y jugar descalza a la escondida
madre
¿Quién devasta a la niña de mi cuerpo?


II

Antes de la palabra el miedo
una línea de sangre reptando por la lengua
una mariposa y su vuelo ciego
el miedo
cobarde de costillas hundidas
fue a la trampa los cerrojos crujieron
duró apenas
lo que una rosa de hielo en un agujero del pecho
Sin él
mis manos florecieron
entonces ella
la palabra
la que camina a cuatro patas por el guadal
la que amanece dormida en los burdeles
la inequívoca de los ojos vendados
desplegó sus alas a mi puerta
y dijo
calladita
jamás
nunca jamás


IV

La vi
con una flor de estraza en el pelo y un cayado colgando de su mano
golpeaba la espalda de la noche hasta hacerla gemir
La vi vestidita de ciega
traía en sus ingles el fuego de una tigra en celo
mis manos deseaban asir su cabellera en flor
perder su paso de terciopelo en la cara más nieve de la luna
Palabra endemoniada
estás esquiva
debo romper el cerco
atormentado va
el corazón de las mujeres
el de los niños el de los perros
y el día que naufragó en la tempestad
debo romperlo
Por eso te busco en el espanto
que en la punta de mi lengua me devuelve el espejo


X

El mantel de hilo
tenía bordadas flores azules
agitado descendía estremeciendo el aire
los brazos de mi madre repetían el movimiento
mis ojos la seguían
el mantel los brazos
las palabras
no sé
que vientos precipitaron
el derrumbe de las flores azules
sobre esa mesa.





Pablo Thiago Rocca (Uruguay)

(Montevideo, 1965) es escritor, investigador y crítico de arte. Premio Literario Nacional del MEC en ensayo de arte (2004), Premio Municipal de Poesía de la IM (2008), Premio Onetti de Poesía (2019). Dirige el Museo Figari desde su creación (MEC, 2009). Ha publicado una decena de monografías de artistas uruguayos y curado exposiciones en museos nacionales de Uruguay, Argentina y Brasil. En poesía ha publicado ocho libros. Ha sido traducido al inglés, francés, portugués, italiano, sueco y alemán. Vive en Salinas, en las costas del Río de la Plata.

ancestría

leo un libro de 1914
y recuerdo al abuelo
el pasado se me acerca entonces
en vasos sanguíneos
escancia
la noche de los míos
su fulgor distante
y desolado
pero hasta las perdidas mascotas beben
de mi memoria
yo no sé lo que soy
sin ellos
sin ese relumbre opaco
desquiciada flor
de antaño
corren guaraníes y etruscos
por mis cabellos
el ansia del bisabuelo
con su pompa y en su talle
estoy solo con mi gente
una muchedumbre
se agolpa en los ojos
y veo en el futuro
como a través
de un vidrio empañado
niños extraños
que ya me olvidaron


el tiempo pasa y queda

el tiempo pasa y queda
un resabio una distancia
que socaba el esqueleto
de las cosas
no tiene fiel la balanza
de los días y las noches
se inclina el plato –y el pan
la copa los cubiertos–
hacia lo oscuro
como se inclinan los ciervos
a beber al borde de la charca

el tiempo pasa y queda
un recuerdo asustado
una lluvia transitoria
de lo que fuimos
y de lo que seremos
no hay rastro
el futuro no deja huellas
aunque sepamos que viene
o que estuvo
aguardando
como un perro paciente
junto a la puerta
a su dueño extraviado


apagón

era asintomático y brutal
como un simulacro de bombardeo

en su arbitrariedad barría
con el informativo de las 19
y la sagrada costumbre
de bajar las persianas

alguien traía a tientas
el farol a keroseno
–la mecha un cordón de zapato
embebido en un casi violeta–

entonces repartían los panes
con el plato hondo de fideos
y una corriente de asombro crecía
en el rostro de los niños

afuera los animales se exponían
a la verdad del relámpago
y el silencio era una piedra
rodante sobre los techos

hasta que de pronto
volvía la luz
y nosotros a la pantalla
desnuda y fría como un altar
donde adorar
irisados fantasmas en familia


la muerte es una apnea prolongada

al cabo ascenderemos
en forma de flor o de crustáceo
de incendio y de frontera

ascenderemos por un hilo de aire seco
profundamente
en brote de ceniza o estiércol
crecidos sin nombre
oxigenando el tiempo
sulfurosos y escuálidos
por una escalera o por un túnel de agua
ascenderemos

la muerte es una apnea prolongada
tuvimos que bucear
para ver los corales las raíces del verbo
el conocimiento era difuso pero persistente

más allá de los sentidos
estaban las piedras
y el plancton
la arena sumergida
la diosa palabra muda
el subtítulo
el mar y la tierra indiferenciados

aguantamos siglos sin respirar
como fertilizantes
como potenciales explosivos
como perros soportamos
la intemperie del mar
la sal y la cal de los desaparecidos
pero resurgimos al fin

lo sabíamos todo
y no sabíamos nada
porque nada pudimos
porque no nos guardamos nada
hubo que soltar el lastre
inmemoriarse
disiparse para alcanzar el aire
la oscuridad y la luz
volver a los contrarios
y las paradojas

al fin todos retornaron por sus fueros
intactos pero otros
nunca los mismos
y ni una chispa ni un rayo
ni una palabra
de lo que fuimos


gluten

“este producto puede contener trazas de gluten”
puede haber sido tomado por niños famélicos
al borde de una ruta
pueden contener sus noches restos de estrellas
y el cielo estar manchado por dentro
como un caparazón divino roto
pueden los perros correr tras carros
tirados por caballos violetas
o cobijarse a la diestra de los tréboles
ordenarse en fila redondos perlados leguminosos
pueden
las madres salir a beber sal
y los padres de sus hijos sólo a beber
puede este producto estar vencido
enterrado como un alcohólico al tercer día
y luego resucitar y bastarse a sí mismo como niños
o perros famélicos este producto puede
contener trazas de gluten
y otras maravillas colaterales





Silvia Guerra (Uruguay)

Ha publicado los libros de poesía:  De la arena nace el agua, Editorial Destabanda, Montevideo, 1986; Idea de la aventura,  Ediciones de la cadena, Feria Nacional de Libros y Grabados, Montevideo, 1990; Replicantes  Astrales  Serie de los Premios, Intendencia Municipal de Montevideo, 1993; La sombra de la azucena, Editorial Cantus Firmus, New York, 2000, Nada de nadie, Editorial Tsé Tsé, Buenos Aires, 2001; Estampas de un tapiz, Plaquette, Pen Press, New York, 2006; Pulso, Editorial Amargord, Madrid, 2011. Todo comienzo, lugar, Silvia Guerra – José Kózer, Editorial Casa Vacía, Richmond, Virginia 2016; Un mar en madrugada, Editorial Hilos, Buenos Aires, 2017.  Además, de otros cargos importantes, en los años 2013 y 2015 en su calidad de investigadora asociada de la Academia Nacional de Letras creó el ciclo de poesía “La punta de la lengua” que se llevó a cabo en La torre de los Panoramas de Julio Herrera y Reissig, sede de la Academia. En 1992 obtuvo el Primer Premio de Poesía de la Intendencia Municipal de Montevideo por su libro Replicantes astrales. En 2013 le otorgaron el Premio Morosoli por su trayectoria poética. En 2019 obtuvo la Beca FEFCA a la creación artística por su trayectoria.

abecedario en cuerda

A

Mecida en esa balsa que flota hacia el destierro repara en el esforzado escarabajo que tienta la baranda. El abdomen rayado, la brillante queratina al sol la dejan por un momento cavilando. Se acercan como son, hermanos vivos en esa extensión lumínica del día, que descubre en alta mar sus redes. Para asombrarse en varas de narcisos, en hojas asemejando pétalos o estambres dibujados en muros, y borrados por polvo del desierto. Apenas se modula ese gemido gutural del parto, una mano extendida marca sierpe que escapa en la arena y la arena. Esas figuras de la modulación. Seres extraños de la luz y la fronda, voces de la oquedad, comparecencias mínimas en descargas acuáticas. En el tiempo presente de la luz cenital. Y hay rangos a medida, recovecos, insistencias que apenas rozan la tangente de la evasión continua. Sostiene el barandal e invita, porque justo eso, puede. Unos pocos acordes que desgranan la voz en la terraza del verano. La necesidad de aquél cascarudito cuando iban en la balsa del destierro. Acostumbrada al polvo de agua, apenas con un gesto de la mano se saca el pelo que se pega en el rostro. Cae sin decir nada una sorpresa para caer en el siguiente instante, otra. Y otra. Y allí se espera a dios entre la sombra de un jarrón y una puerta entreabierta.

Una vez arribada esa certeza todo lo demás columpia en seco. Sin mar debajo, ya sin humedad disuelta en aire. Esa noción antigua de espigón de proa en toda reducción, en todo asalto.


A’

Se balancea en el alambre. Da fuerza de repente a ese vaivén.

Los recuerdos le pasan entre los parietales como estampas y a veces como espasmos. El material acumulado es vasto. Para discernir puede olerse familia cambiando de sitio las manzanas. Sí. La voz se vuelve coágulo variando la intensidad de su negrura.

Puede medirse el largo desde la diagonal y de ese modo la pesca se hace con mosquito. Un brillo alienta sobre la tarde en alguna hora en que se aprecia claramente la circunvalación del horizonte. Mientras espera el pique en esa reverberación, a la altura de los ojos algo sobra. Algo que no puede aprenderse, sobra.


d

La brevedad expresa en el asombro esa razón de ser. De para ser, Así. El tiempo entonces es una cosa extraña que sale de esa cúpula simbólica y mastica macachines entre el arrobamiento y algo que en un momento se presenta como pura verdad. Y todo, todo – todo- en ese breve lapso está en su sitio. O en total equilibrio -fuerza a fuerza- ramita con ramita, hilo con hilo.


E’

Llegaba transida entre la lluvia con los zapatos nuevos, el paño de su cinta como un melón abierto que convida. Naturalmente, la convergencia hacia el papel, empieza en la quijada.

Cae en metal, limaduras de acero, toma la forma de algo invertido a cada rebasamiento de un agua envenenada. No quema esa fruta que aparece de pronto sobre las comisuras.

Y canta un ruiseñor en la ventana, reminiscencia de un monte abigarrado en churrinches y teros, boyeros amarillos, te recuerdo aquel monte, creciendo en galería, desde el arroyo.


e

Porque esas cosas vuelven. En la esquina espera presuroso devolviendo plural. Para después las bajadas del ansia y esos líquidos suaves dando contra las pleuras en desarme. Más agua en los estancos de una penumbra viva removiendo simientes a mansalva. Carnadura que ata pantorrillas con junco y deja expuesta una necesidad que trae dolor con el agua que arrastra la intemperie. Todas aquellas cosas que trajo la crecida. Entonces despertaba en el pasto respirando agitada. Con las manos sin hebras en qué perdón continuo deshacía. Repara en las cabezas que besa sin parar, en ese aire que rodea los cuerpos diminutos. En medio está extendida la tierra con sus grietas, el cielo completado con máquinas que giran, el abismo de dios que no se sabe. Unce los carros repitiendo sus ejes; nada como decirlo tantas veces para que alguien lo crea verdad entre susurros. Desde el pavor reconoce carnal su entendimiento, viene a la ruta de desenvolver la cuerda que tiende al ostracismo. Pero todo se mueve, y yo, despierta.


f

Llegada desde un sismo que dejó la tierra abierta en greda colorada. Un pececito traslúcido al medio del vigor del caudal. La madre con su brazo en alto. Moles mascan la tarde recortada. Las dunas separan arenales, árboles resinosos hacen el aire verde. En las celdillas crepita lo que será un pétalo más tarde. Un fuego silencioso atiende el pájaro extraviado, ausente de sí mismo y esta sordera que comprime y blinda. El agua trae, florida, colmillos en su giro cuando dice mamá, o prima, o fruta.  Recuerda aquel olor del monte, la parte hincada que tienen los recuerdos, con la cara hacia arriba abandonando el paraíso.

Donde hace remolino el ansia cuece negligencia. Un gesto de la mano plana sobre el rostro, porque queda un farol amarillo en la cuadra. Las gotas sostenidas brillan en su fervor a contraluz. O aseverarse en vez, escalón a escalón.

Amada: las listas de tu nombre en mis escamas, todo allá adentro, Hundido, en esa lengua indescifrable que es, familia.





Juan Suárez Proaño (Ecuador)

(Quito, 1993). Poeta y editor. Máster en Teoría Literaria por la Universidad de Salamanca. Ha participado en la traducción de varios poetas para revistas y medios digitales. Ha publicado los poemarios «Lluvia sobre los columpios» (2014), «Hacen falta pájaros» (2016, El Ángel Editor), «Nos ha crecido hierba» (2018, El Ángel Editor), «El nombre del Alba» (Nueva York Poetry Press, 2019), «Las cosas negadas» (Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2021; Reedición en El Cisne Negro editorial, Honduras, 2023) y «Almas de intemperie» (Antología, Llamarada Verde, Bolivia, 2023). Consta en varias antologías nacionales e internacionales. Es Editor en El Ángel Editor y Revista Esteros.

II

Caballo blanco
que persigue el lentísimo
       trotar de la yegua.
Un caballo que desgarra en las alambradas
y tiembla con la fiebre del tétanos y el deseo.
Un caballo que trata de curarse relamiéndose él mismo las heridas.
        Ese animal
                     son mis ojos
espinándose contra tu corazón.

Mis ojos como dos polillas torpes
inmoladas de gozo en lámparas de casas solitarias.
Mis ojos, huérfanos corderos,
arrastrándose heridos
por el pasto de tu carne.

Perdónalos.
Tú sabes que niños de sal
habitan las pupilas de todo hombre derrotado.
Que en lo profundo
del espeso pantano que es la mirada
alguien observa pasar los trenes
sin saber jamás hacia dónde,
y busca, cobarde y desgastado,
un sitio donde sentarse a respirar.

Perdona a mis ojos
por la forma en que muerden tu belleza precaria,
tu simple y alegre tarea de sobrevivir.

¿Los sientes posarse sobre tu corazón?
Desde tu solo jardín, ¿sientes
la herida de mis ojos?

Perdónalos por quedarse.
Por descubrir en tu corazón
la musculatura
       de una casa
                   que no se derrumba.


V

En el prehistórico cajón de mis costillas,
un pájaro de hielo se acurruca.

Sin embargo
alguien se ha posado dentro de mí. No reconozco
la violencia de su edad o su silencio. Pero lo siento
moverse dentro, escarbar con el gusano del hambre
y las palas del amor.

Alguien
insiste, escupe
sobre mi sangre espesa,
enciende un fósforo en el nido.

¿Es tu corazón
que utiliza el mío para volver a agonizar?

¿Eres tú llevándome a ese límite
donde se deshace la nieve?


El gato

Eran los días circulares en el estómago
y las mantas de fiebre sobre mis ojos.
Teníamos una mata de manzanilla
            que bendecía nuestros jarrones blancos.

El alba aún envenenaba las ventanas
donde siempre era la hora de la escarcha
            cuando vimos llegar al gigante perro pastor
con un gato todavía sollozando en su mandíbula.
Ese perro, que de la juventud conservaba nada más
la pureza de un único diente,
arrojó a nuestros pies su desdichada ofrenda
            hecha con el duro amor
            que nosotros le habíamos enseñado.

Padre tuvo que terminar la tarea
que el solitario colmillo no pudo.
Aún no pasaba el alba
            y ya mi padre se lavaba con piedra y sal
            la saliva de la muerte.
Partió después un famélico pedazo de pan
y vi sus dedos como dulces navajas de la necesidad.

Era el gato de la casa
que colindaba con nuestro patio.
Esa mañana, brilló en mi plato su corazón
mientras oía viejas voces
            libres de todo tiempo y podredumbre
repetirme al oído los mandamientos:
            no matarás, no practicarás la crueldad
            no talarás las rosas de los afortunados
            no sacarás de tu pecho el cardo de la culpa.
Y pensaba en dios —cuyo cuerpo imaginaba
            semejante al humo que escupía el padre
            bajo la luz queda del umbral—
y sabía que él nunca dijo esas cosas
porque sus labios
también conocieron el rocío de la pobreza
y sus manos perduraron en la humillación.
También él se despertó en medio de la noche
empapado de rabia y pánico
para ver a su madre soñar con corderos degollados.
            Yo estaba seguro
que debieron ser otras criaturas
las que pusieron esas normas en la piedra.

Nunca sabré
si aquel animal de pelaje como ondas de luz,
de fino linaje y uñas limpias,
nos habría perdonado.
Aún no terminaba el alba
            y yo había olvidado el color de sus ojos
que sin embargo, oscuros,
hicieron su inhóspita madriguera
            en mi espíritu.

No nos alcanzó el alma para esa mañana.
Mi madre colocó su dedo
como el roce de un ala
            sobre mis labios.
Y aprendí a callar
mientras mi padre mentía al anciano de la casa contigua
en la puerta trasera del patio
donde empezaban a rendirse
las fieles hojas de la manzanilla.

Esa fue
la primera mañana de este siglo.


El jardín

El jardín amordazaba el grito del granizo,
sometía a la ira entre los brazos de la hierba
y cuando todo lo demás era un derrumbe,
            el jardín se parecía a un país.
Allí nos sentábamos a menguar con los narcisos
que permanecían bellos después de morir
y nos invitaban a envejecer con mansa lentitud.

Qué más podía ambicionar un hombre
como yo
            que buscaba solamente un sitio
donde pudiera olvidar
la áspera belleza de las cicatrices.

Nadie, en mitad de su vida, dirá con honestidad
            que es feliz.
Pero ciertamente, ciertos días
uno sospecha conocer la paz.
Y parece que basta.
Pero entonces vemos revolotear un halcón oscuro
            tras las cercas,
una sombra, una insignificante ráfaga de aire
arropada a nuestros ojos con los velos de la epifanía.
Y nos parece ver una mano alzada en la distancia
y nos parece oír el temblor de lenguas
que dicen nuestro nombre. Y confiamos en ellas.
Y las seguimos.

Pero basta cruzar los límites del jardín
y uno se da cuenta que ha olvidado lo que buscaba
            con el mismo mínimo esfuerzo
            que requiere el odio
            cuando alguien se nos adelanta
            en la fila del hospital, en la fila de la historia
            o la verdulería.

¿Cuáles fueron las mínimas promesas que me hice
cuando salí del jardín
persiguiendo fantasmas que me prometían
conquistas que otros antes de mí habían agotado?
¿Qué llave de qué pobre reino pensé llevar a casa?
¿Qué promesa me hice
que al mirar por sobre el hombro
sé que no he logrado cumplir?

De nada sirven
el pensamiento, la culpa o el anhelo.
Al final solo importa encontrar
entre el polvo y la ceniza
una corteza de pan
que nos permita disimular las manos huecas
los huesos huecos, el tórax como vacío globo de fiesta
y decir que no todo fue un derroche de aliento,
            una forma lenta e incansable de perder.

Con ese jardín dejé un perro
dichoso de recostarse en la luz
y un amor que pudo ser el último.
¿Qué excusas les diré cuando vuelva?
¿Qué se debe decir
cuando uno regresa
y ya no está la respiración
de los que crecieron respirándose?

Las hormigas han hecho su país en el jardín.
Y en mis manos
la espada del futuro
            ya no sirve
ni para pelar naranjas.


Reconocimiento de las manos

Nada se oculta a las manos
que lo recogen todo.
Levantan las herramientas herrumbradas de entre la maleza,
levantan los zapatos al alba
para investigar que ningún insecto
haya hecho madriguera en ellos.
Recogen piedras que jamás bastarán para hacer una casa,
recogen la luz para enseñarla al ciego,
levantan eso que se nos cae del pecho ciertas veces
y lo sacuden adivinando su peso
            calculando si bastaría arrojarlo
            para matar un pájaro o golpear a dios
            en las rodillas.

Mis manos fueron tanto tiempo
lo único que tuve.
Conocieron lo mucho que puede parecerse
la sangre de una gallina y la sangre de una madre,
supieron consolar a los pómulos
lavados por los escupitajos del viento.
Prometieron quedarse conmigo
cuando quise volverme un asesino. Y creí en ellas.
Las descuidé por darles
verdosas y febriles monedas,
fueron jesucristadas
por las espinas de los limoneros,
estuvieron preñadas de navajas,
fueron mordidas por las moscas cerca de las fuentes,
sospecharon la divinidad
en la espléndida arteria palpitante
            bajo el cuello de un toro,
se ofrecieron a los dientes del perro
para darles un pedazo de pan,
amarraron mis pañuelos, pusieron en su sitio los anteojos,
fueron tocadas por el frío
en los párpados de los difuntos
            que cerraron
minutos antes de peinar los cabellos de la hija.

No juzgues la timidez de mis manos,
no juzgues sus calambres ni la altivez de su aspereza:
aún agarrotadas
siguen girando la llave en los cerrojos,
palpan en la oscuridad en busca de las tuyas:
            manos de leche hirviendo,
            únicas herramientas de la misericordia.

Y lo más importante:
siguen aprendiendo a reconocer
            año tras año
los sutiles cambios en tu cuerpo.





Ana Strauss (Uruguay)

Nacida en 1977. Sus poemas han sido publicados en antologías y muestras de poesía uruguaya, revistas literarias y publicaciones en Latinoamérica y Estados Unidos. Publicó no sé qué hago en Inglaterra (2013) ororó —canción para un párpado— en (2017) con la Editorial Yaugurú.Ha participado en colectivos coordinando ciclos literarios, encuentros de escritores migrantes, encuentros de escritores en Chile, Brasil. Trabajó en Ediciones Abrelabios. En Artes visuales ha participado en exposiciones colectivas y en equipos de trabajo multidisciplinarios.

ororó

debería yo rascar mis manos hasta encontrar aceite, fuego, brasas debería hacer dunas, arena
 debería hacer arena y más arena
 encontrar hojas

asir el cabello
 debería hablar con cada letra
 antes de hablar debería hablar con cada letra cuando cierro las pupilas, desarraigo las pupilas jazmín
 amarro una rama, un paso del día
 la boca, los pies
 debería hacer dunas arena con mis manos detenerme paso a paso
 haciendo jazmines
 haciendo el jardín
 la arena
 la tierra
 mis ojos caen
 que el palabrerío desencadene lo anterior
 las palabras anteriores
 he perdido la mirada de mis pies
 la mirada descubre el rostro en la mano del que mira

la línea del rostro donde fuimos manos
 el minuto donde las manos otean
 el rostro y la línea del rostro
 velada
 y qué se mira en el rostro
 qué se mira en la cara querida
 qué se mira en cada línea que define un gesto
 y cuando los ojos cerrados qué
 el trasiego cuando la mirada se hace añicos
 el trasiego hasta que la mirada vuelva a componer entre leguas y leguas, el vestido y la enagua
 al cabo de unas horas se abren los ojos
 se recobran los ojos
 he olvidado que decir y me leguo mil leguas más

Fragmentos de Ororó, publicado en 2017 por la Editorial Yaugurú, Montevideo Uruguay.


20:15

Mis mujeres se sentaron al borde

me caminaron de puntillas

todas mis mujeres en esas miradas

entre la arena

al borde de la copa

son arena, sal, sílice

allí en los biseles

mis mujeres desembarcaron en hilos

se hicieron en hebras

orillando hacia mi copa

mis mujeres trenzan y trazan en los hilos

son sílice, son biseles

mis mujeres ellas

en el borde de la copa

entre el bisel

desembarcaron en casa

me dejaron en mí

en mí de ellas 

Inédito 2016


13:30

me siento unos minutos a mirar el mar 

miro para mirar
 para pensar si las cosas ahora
 miro para mirar un rato

por si las cosas
 por si las moscas
 para pensar si es un gesto caminar en círculos
 en la orilla miro al mar desde que tengo memoria
 me dice la memoria
 miro el canto rodado
 miro lo que ha trazado ese vuelo
 desde que tengo memoria
 mi mirada mira de memoria la arena y algún punto lejano de la orilla

Inédito 2020


14:40

Todo se entibia
(es el calor del mes que anuncia el verano)
se camina despacio
se camina despacio porque se ha olvidado la mitad camina en otra parte
no se mira, no se toca
se rodea con el pensamiento
lo rodeado tiene nombre
ese nombre está a dos pasos
(nada para decir)
entre el cuanto te quiero, cuanto te odio
(la pausa de todo esto)
algo trágico sucede cuando esto sucede
pensar en todo eso sin reproches, sin llanto
algo entona eso que en cierto sentido es trágico no se amará más
no es olvido es otra cerrazón

Inédito 2020


15:17

La forma en que te acercás hacia la puerta
 la forma en que entonás las palabras cuando decís, por ejemplo
 la luz casi amarilla en un espacio
 un espacio donde se asientan algunas cosas, lo usual, lo necesario
 por ejemplo: una mesa
 la dicha de definir un espacio en el que se disponen
 la mesa, la ventana, la silla
 por ejemplo:
 esa mesa
 esta silla
 la ventana
 la distancia entre esta ventana y la mesa
 la dicha de tu voz diciendo, por ejemplo
 mientras se aleja un poco la luz de la ventana
 entre la ventana y la silla
 la luz ilumina la mesa
 es decir: lo usual, lo necesario,
 la silla, una mesa,
 una ventana,
 tu boca diciendo, por ejemplo, es decir
 lo usual, es decir: se hace agua en la boca mientras decís, por ejemplo.

Inédito 2019





Malena Luján (Uruguay)

(Montevideo, 2001). Estudiante avanzada de la Tecnicatura Universitaria en Corrección de Estilo (TUCE) y de la Tecnicatura en Dramaturgia (TUD) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, en Uruguay. Trabaja como correctora de estilo en la revista Piel Alterna, en la revista de la Asociación de Musicoterapia para la Primera Infancia; coordina el taller de escritura creativa Tiempo para mirar con las palabras con niños y adultos en Montevideo y Ciudad de la Costa. Publicó su primer libro de poesía bajo el sello editorial de Susana Aliano Casales, Con la memoria en los ojos (abril, 2021). Recibió una mención especial del Premio Casa de Escritores, edición 2021. Recibió el primer premio del Premio de Poesía Inédita, de la Fundación Nancy Bacelo, Ideas + y Casa de Escritores del Uruguay con la obra La imagen del viento (diciembre, 2021). Publicó los fanzines Palabra (2019) y Abrazo a tiempo para un amor a destiempo, (2020). Su último poemario se titula Potrilla (Susana Aliano Casales, 2023)

Entre la piel y el hueso limpio
solo hay fotografías.
Entonces me miro las manos
un poco más grises.

El mediodía no quiere
traer torcazas,
el viento no besa
la frente de nadie.

La mano,
cansada del naufragio,
destensa el puño.
El remo se va río abajo.

Ya no queda niño, juguete,
ni canción redonda
que cantar a la muerte.

La mano es una trinchera
y no encontramos tajo
para sangrarla.


Si la noche fuera de fiar,
mi amigo.

Si la noche fuera confiable y yo
pudiera dormirme tranquila,
como una voz que me llama,
y yo estuviera segura
de quién me tenderá la mano
al final del pasillo.

Si la noche fuera
un camino de migas,
mi amigo,
un doblez tan solo
en la carta del día.

Pero últimamente
hay alguien callando,
¿lo escuchás?

Quién podría dormir tranquilo
con esta ceniza
flotando en el río.

Con este estado
de cosas
tan atronador.


Desarmo en mi espalda
los últimos días
de los pájaros.

Yo quiero un jardín solo,
sin fondo, sin agua.

En qué lenguaje despedir
las pequeñas astillas de luz
que me trajiste.


De potrilla corté
estos dientes
de nácar,
la tripa como un mosaico.

Me salió esta crin y la he dejado.
Alguna vez me prendí fuego.

Hablo la lengua del olvido,
tengo una edad inmarcesible.


Ningún pájaro es libre
si lo amo.
Ellos son cuchillos en el borde
de mis ojos, sentencia de muerte,
no amor,
frío un año entero.
No quiero su amplitud
su aire transparente
su honesta lejanía.
Quiero que alguno, por fin,
asome su cabeza
por entre mis barrotes.





Thomaz Albornoz (Brasil)

(Livramento, Brasil, 1963). Es uno de los poetas y traductores más importantes de Brasil. Ha sido realizador cinematográfico y es editor de la revista “Poesía Sempre”. Vivió en Italia, Francia y España durante sus años de formación. Luego se estableció en Río de Janeiro , en el norte de Uruguay y finalmente se radicó en Livramento. Es abogado, cineasta, traductor, ensayista y poeta. Se transformó, a lo largo de casi cuarenta años, en uno de los más activos traductores de poesía contemporánea al portugués. Ha publicado varios libros entre los que se cuentan Renée (1987), Poemas (1990), y Golfe (2012).

I

Es infinito el oscuro del cuarto
y el tiempo su ausencia más pura
Todo está unido, el abrazo al sueño
el sueño al espacio en arco
En mí te hundes, de ti resurjo
y me haces nuevo, el mismo siempre
cada vez más igual a nosotros
El centro de uno dentro del otro


II

En el momento justo
lo que se abisma expande el centro
El transparente anillo del abrazo
dispersa ecos sensibles
Detenido al moverse
el cuerpo es punto entre puntos
que se adelantan al espacio en arcos
El cuarto es de un solo elemento
y esa luz es el lenguaje de las cosas


III

Más allá de la mirada
las dunas giran al viento
la misma bahía sin fin
Nada cambia o se repite
La sal brilla en la bruma
a cada vuelta del faro
Y del balcón nos parece
que todo parte naciendo
La marea desagua, avanza
inunda la isla donde hay un lago.


IV

Un poema sobre el destino
que despierte el futuro en la memoria
Meditado sin palabras largo tiempo
Un poema no escrito
La poesía basta, emana en sí misma
La poesía es una luz sin pensamiento
Un poema en silencio
para migrar juntos por cielos opuestos
Que te siga con presentimientos
e ilumine el valle a destellos
antes que el valle surja en el horizonte


V

Río de Janeiro, 1982
Es un peculiar lector de poesía
Solo se interesa por algunos poemas de unos pocos poetas
Y es raro que el poema elegido permanezca entero en él
apagado por el relámpago de aquel verso único que lo captura

Habiendo conocido la fuerza de esa experiencia leyendo
está decidido a repetirla también escribiendo
Persigue la centella, el rapto repentino
de la vida por el lenguaje

No le interesan los poetas
Leer lo que se escribe sobre ellos y sus obras
es para él cometer una especie de sacrilegio
¿Para qué disecar la estructura de un poema
contextualizarlo en la vida del autor y en la galería del idioma
ponerle um ismo, si lo que vale está allí, en sí mismo?

Sí, se sabe
Hay una industria alrededor del verso guiando la voz después de ser oída
que también es conocimiento
Pero para él hay más en lo que desconoce de Safo de lo que sabe sobre Rimbaud
O Vinícius

La Literatura, es decir, la suma de sus lecturas esenciales
resiste a ser un todo definido y definitivo
Pensar en un contexto poético brasileño
restringir el poema a su lengua
le parece lo mismo que reducir un hombre a su especie

Si termina aprendiendo idiomas
no lo hace a través de estudios sistemáticos
(como la lógica, la gramática lo tortura)
sino a través de la poesía y con un diccionario

En otras palabras
si aprende una lengua es para leer poemas
Traduce para tomar posesión
Es un proceso de revelaciones
A menudo, en el primer entendimiento
turbio y dudoso
la impresión es de acercarse tanto
al origen del verso en la mente del autor
cuánto del silencio donde las palabras surgen

Aprender un idioma a través del poema
remite al silencio donde nacen las palabras
que es el mismo de la poesía





María Laura Blanco (Uruguay)

Nació en la Villa del Cerro, Montevideo, Uruguay. Es Licenciada en Trabajo Social . En 2013 fueron publicados algunos de sus poemas en Cualquiercosario, Editorial Yaugurú de Montevideo. El Imperdible de Zaragoza. En julio de 2013, Julieta Car Tonera de Toulouse editó La piedra mordida. La Pierre mordue, edición bilingüe. Poetas emergentes 2014, editorial Cartonerita NiñaBonita, Zaragoza y Poesía de hoy y siempre, Antología, Eloísa Cartonera, 2014. Rapsodia-Ensamble de voces-Obertura-Edición Especial Aniversario, Ediciones El Mono Armado, 2015. Cuerpo,palabra, creación-Antología poetas uruguayas, Editorial Encuentros, 2018. ¿Cómo duermen los animales del Uruguay? Libro-disco para niños, premiado por Fondos Concursables del Ministerio de Educación y Cultura, 2019, autora de todos los poemas y textos. Sartorio, libro de poesía, Editorial Encuentros, agosto 2020, seleccionado entre los tres finalistas del premio Bartolomé Hidalgo. Cartas sin enviar, Editorial Astromulo,2023. Miembro de civiles iletrados. Durante 2019 concurrió al Taller de fotografía y palabra, Lapsus, coordinado por Julio Pereira. 2021- 2022 Taller de Collage coordinado por Marcos Ibarra. Desde agosto 2021 forma parte del equipo coordinador del ciclo mArtes poético en lo de Molina.

I

Escribo una palabra
y la borro
reinicio el poema
ahora hay un verso
son cinco las palabras
borro tres
no podrá leer nunca
lo que dice ni lo borrado
deambulará por renglones
inexistentes buscando la lupa
que esconderé en su cueva
de lobo malandrín
y desdichado.
No hay peor estocada
que la indecisa
el toro sabe entonces
estará perdido su bufido
infame de triunfo en la derrota.
El poema no existe
se escribe solo
para extraviarlo
y salvarse.


II

¿Cómo nombrar a eso que fuimos?
¿pavesa? ¿chiribita?
destino a ser ceniza
un encandilamiento súbito
una molestia en el ojo
cuando miramos al sol
tan frágil, muerte inesperada
un cadalso averiado
que impide la ejecución
sabíamos de la magia del viento
de su perversión ante lo nimio.
¿Cómo íbamos a escondernos?
¿ruinas? ¿taperas?
migajas rumbo al mar
la luna no nos dio cobijo
el bosque, sus árboles frondosos
impíos traidores, invencibles.
Fue rápido todo pero la estela
de una noche esquiva,
nos acorrala sin compasión.


III

El hilo negro de la ciénaga
me guía hasta el poema
atravieso con paso indeciso
los juncales.
Huellas de tantas preguntas
muros en el aire
misterios develados
sin redención.
Llegar tarde al festín
luminosas palabras
en estrépito
miradas sin adiós.
Y tanta soledad
sin compartir.


IV

Se han apagado los fanales
no hay forma de llegar a puerto
surgen como canciones las preguntas.
¿Cómo llegamos a este estado?
¿Cómo sobrevivir?
A la deriva quedamos
hasta el sueño de los abrazos
extinguido.
Hay estrellas que brillan todavía
aunque son engañosas.
Nunca supe los puntos cardinales
tampoco mantener los fuegos.
Era buena para la esperanza
construí caminos por los bosques
confundida entre los laberintos
hasta llegar al claro.
Las rutas en el agua son distintas
hay que confiar, dejarse llevar
por la corriente.
La noche trae malos pensamientos
pero no es eterna.


V

Nunca lo vas a reconocer pero gracias a mi coraje sos feliz. Te habilité para ello, te di la absolución como si fuera una hostia milagrosa y pudiste, pudiste construir otra vida, para confiar y volver a la ilusión del amor. No me costó mucho pero no supero tu silencio y tus mentiras. Lo menos que podía esperar era el relato breve de tu felicidad, en cambio, solo hubo ausencia, barreras para no contar y asumir. Toda mentira llega al puerto de la verdad y ha sido liberador conocer ciertos sucesos. Debí sospechar después de algunas cosas que me contaste. Tremendo suceso que te dejó a millones de kilómetros de distancia de aquel pedestal en el que te tuve tanto tiempo. Porque siempre confié en vos, me parecías un tipo honesto y en cambio te revelaste casi como un mentiroso.
A veces recuerdo como jugaba con el mercurio en la palma de la mano después de haber roto un termómetro y pienso en aquel peligro que el desconocimiento me hacía ver como un juego.¿Cuánto azogue navegó en mares sin saber que llevaba una bomba en su interior? ¿Cuánta plata se hubiese perdido de no llegar a destino? Y sin embargo las olas del mar arremetían como si se tratase de una pluma, de una cáscara de nuez en aquellas noches oscuras, sin estrellas, sin ver las rocas porque no había faros. Y el barco llegaba a puerto con su carga, así llegué yo a esas tierras lejanas, brotada de inocencia, desconociendo todo mal, toda mentira, toda sed de venganza. Debí volver cuando me llevaste a la vieja casa y me mostraste la ventana donde llorabas mi ausencia. ¿Cómo no lo vislumbré? Había luna llena y estabas muy serio, como un monstruo marino al que han dejado en el desierto, con hambre y sed. Me redimí de toda culpa, los años me han aliviado de tanta carga y ahora brillo, sin mercurio y sin pena. Camino por el agua y no me hundo. Transformada tal vez en un azogue.

De Cartas sin enviar, Ed. Astromulo, 2023





Mariella Nigro (Uruguay)

(Montevideo, Uruguay, 1957). Doctora en Derecho y ciencias sociales (egresada de la Udelar), poeta y ensayista. Tiene publicados nueve libros de poesía y dos de ensayos literarios. Integra varias antologías de poesía y de ensayo. Y ha colaborado en publicaciones literarias y académicas nacionales y del exterior. Obtuvo varios premios literarios nacionales y municipales.

Viajes

I

Esquina de mi río
borde marrón de la sangre
que baña a la ciudad de la memoria.

Tengo a Montevideo en la maleta
la luna en la bahía es cuña para abrirla
y sacar los hundidos galeones.

Te he dejado justo en la vuelta
ondulada del paisaje
ardiendo de amor y sin palabras.
Cargo con el agua de río y con las luces
el talego de pájaros
atado a la cintura.

Y es un muro de cal esa frontera
por donde salgo al mundo
dejando al sur agónico de flores,

así de celeste Montevideo
donde el aire habla cuando es viento.

Pero llevo su cabeza de humo
sus muertos enterrados
los apenas ausentes

y es agua de mar lo que predica
ciudad de la memoria
sueño de galeón
exilio anclado.

Mi palabra también viaja.

Que pueda la alfarera
con el barro del decir
con el torno del habla.


Playa

“…es el mar
es el mar
cada ola nos revive y nos mata
es un reloj de noche y en silencio
es una almohada rota…”

Selva Casal

Es el mar en el borde de mí
y el aire como abismo
es el borde transparente del aire
que no respiro
es la costa del cuerpo, el horizonte rojo del costal
el escondido mar en el pie que lo roza

y la forma del viento
que se hace entre los árboles
y el frescor verde del agua
y la arena de adentro.

Pero es la tierra y la piedra
la letra en la turba blanda del presente
de la sombra de una ciudad hundida.

Y aparece por detrás de esas ramas
como derramado, desabrazado
lanzado al mar
ya de antes empapado
insospechadamente
ingrávido y hundido detrás del nombre
mientras crece una luna en el cielo del día.

Fuera de mí, no estoy.
Yo estoy adentro, sola.

Mi herida es esa línea entre la arena y la orilla
está allí
estallido el vuelo de quebrada ala
en la playa rota
con las pequeñas huellas en lo que era roca
que al pie entonces sostuvo.

Y en el blanco sucio del montículo
el lustroso blancor de aquella duna.

Como una copa rota
muestra el filo cuando brilla
hiere mientras abrevo
corta mi boca.
Sabe que tiembla el coto de la sangre
arrastra cosas, moja la espera, se retira.

Y cae la noche
entera
como una fruta que aún no se muerde.


Orden del sueño

Caen las palabras en medio del sueño:
son las piedras hirientes
que antes golpearon en la vigilia
y ahora se precipitan a su agua

y se enredan como oscuros peces sorprendidos
en el paladar en la dentadura en el labio o en la veladura
donde calce la articulación,
en la patria de la lengua y su ápice de oro.

Y al despertar están las marcas en la boca.


Ventanas

Día a día, miro el rojo por la ventana y saco una fotografía del atardecer, con la misma inquietud y constancia de Amanda Berenguer en sus ponientes. Y así conservo fijo el mismo espacio atravesado por el tiempo, buscando una señal del cielo, una mella por donde resurja el pasado como una pequeña flor entre las piedras.

Entonces te me apareces allí, en la pantalla con delay, borroso e incoloro, como un faro lejano. Reverbera cada tecla de tu piano que percute con alegría y se vuelven enormes tus ojos negros al mostrarme lo que has aprendido; pero al minuto desapareces del perentorio encuentro.

Quedo mirando tu rostro en las fotografías del estante (esa mirada en escorzo como un niño de la perla de Vermeer), rostro del hijo en segundo grado, con unas líneas como frágiles durmientes por donde viajan miedos y deseos. Y el mismo lunar brillando y guardando el mismo secreto. Mis ojos te caminan y persiguen tus gestos a través de la fila de retratos.

Entonces, cuando se apaga la luz del horizonte, tomo nota de la pequeña flor que se ha asomado.


Poesía

Atravesar con la flecha de palabras
el corazón del mundo hasta que sangre su sentido
como un alumbramiento.
Amar la palabra que sostiene
el delicado equilibrio de la lengua.

No sé si primero pienso o primero sueño como Sor Juana,
sé que es un viento que remueve la menudencia de la voz
que arranca un hueso y lo coloca en otro sitio
hasta desmenuzarlo y volverlo ala.

Yo busco esa voz entre alas y huesos,
de a tramos, a veces medio a ciegas,
hasta que algo allá arriba lo refrenda y me calma.





Juan Rojas (México / Estados Unidos)

Poeta y ensayista transfronterizo, Rojas ha publicado nueve poemarios incluyendo Como luz de río / Like River Light (Artepoética, 2019) y De caña de maíz y miel: 12 haikus de Ohio/On Cornstalks and Honey: 12 Ohio Haiku (Full/Crescent, 2018), traducidos al inglés por Jennifer Rathbun. Recientemente publicó Aurora Boreal, colección de audio-poemas que se puede escuchar en todas las plataformas musicales (2023), además ha publicado Posmodernidad y multiforma en la obra de dos poetas mexicanos contemporáneos: Alberto Blanco y Coral Bracho, una monografía sobre los poesía mexicana actual (Editorial Pliegos, Madrid, 2018), y coeditado dos antologías de denuncia poética en contra del feminicidio en Ciudad Juárez. Actualmente escribe una novela que se encuentra en su fase final y el ha co-traducido con la poeta y traductora norteamericana, Paula J. Lambert, su más reciente manuscrito, aún inédito, El camino que lleva nuestros nombres. La obra de Rojas ha sido traducida al inglés, árabe, portugués e italiano y ha participado en festivales literarios nacionales e internacionales.

Al atardecer,
una libélula se posa sobre el río
esperando una brisa.

En un lenguaje que brota de una fuente
ella ora, repitiendo un nombre.
Lo dice despacio,
casi en silencio,
por el atardecer y por la noche entera,
hasta que la aurora le sonríe
y bajo el sol de la mañana,
repite lo que ahora son noventa y nueve nombres.

La libélula
aprendió a leer las cicatrices del desierto.

Antes de alzar el vuelo,
ella se adorna
con la radiante luz solar
mientras una nueva cadencia brota de sus alas—
un prolongado arpegio
en armonía con el viento.


De acuerdo al sagrado pergamino,
al cruzar el páramo,
una vereda de profundo azul
me llevará al centro de tu corazón.

Aquí parten dos veredas,
una extensa, otra corta,
mientras la luz traza el cielo
como la tela de una araña
y se inicia el día.

Aquí, sobre las dunas, escojo mi vereda.

Me detengo, guardo silencio,
siento soplar un viento suave, me acaricia el rostro.

Camino por la espina del desierto
                                                 y viajo hacia ti.


Reconozco
haber escondido en mi corazón
los nombres de los ríos extraviados
cuyas corrientes aún acarician mi piel,
y la montaña que surge de mis sueños
donde alabo el milagro de la Creación—
el fantástico soplo de viento
extraído de los mares más profundos,
una exaltación
orquestada desde ese templo bajo el mar.

Me he puesto un velo de turquesa,
que me ha protegido
mientras avanzo por el sendero que cruzan los camellos,
huyendo de sus sombras
como un grito de infinitos aquelarres
que se anuncian—una hechicera voz.

Ahora, entro a un jardín de orquídeas y libélulas,
bendicen mis sueños y me ofrecen su luz.

Cercano, un arcoíris.
            Cercano,
un diluvio.


Atestiguo
que hay un solo canto,
una sola voz,
una verdad.

Otros cruzarán sus desiertos,
navegarán sus propios ríos.
Que suden,
que crucen sus desiertos y ríos.
Dejemos que conquisten sus montañas.
Dejémosles soñar, que se enamoren, que confiesen,
porque en verdad les digo:
mientras caminan de pueblo en pueblo
su inquietud jamás encontrará refugio,
su vagar no cesará.

Ya déjate abrazar por las corrientes de este río.
Sumérgete en las aguas
que golpean contra las rocas
y te ofrecen su pureza.


Nuestros sueños son un manantial
cambiando las páginas del cielo:
            el amor fluye como una pródiga vertiente.

Nuestros recuerdos guardan
la imagen de un ave
en su majestuoso vuelo
sobre un oasis que germina.

Vamos a cerrar los ojos
a elevarnos por la noche,
abundan cristalinos peces en este río de sueños.

Que nos abrace la tierra,
que nos cargue el viento,
que nos nutra la lluvia,
que nos envuelva el fuego.

Este río
jamás se detendrá.





Magdalena Portillo (Uruguay)

(1991, Montevideo, Uruguay). En 2017 publicó su primer libro, titulado: Umbrales. En 2018, obtiene el primer premio de poesía en el Concurso Pablo Neruda, organizado por la Casa de Cultura de la ciudad de San José y la Casa de Cultura Pablo Neruda, de la ciudad Santiago de Chile. Premio que la lleva a Chile a participar de festivales de poesía en distintas ciudades de ese país. Su segundo libro, Los paños de mi frente, lo publica en 2019, con La coqueta, editora. Con Los paños de mi frente, obtiene en 2021, el segundo premio Nacional de Poesía, organizado por el Ministerio de Educación y Cultura, Uruguay (MEC). Ese mismo año obtiene el premio Juan Carlos Onetti de poesía, organizado por la Intendencia Municipal de Montevideo, con su libro inédito Catedrales nocturnas. En 2022 recibe el premio Morosoli de plata organizado por la Fundación Lolita Rubial por su trayectoria poética.

1

En el inventario del relámpago la casa se abre lo mismo que el jardín cuando te asomas a él hay pie- dras, musgo, hojas hay sal en la garganta del mundo hay tinieblas que aguardan la vigilia pero yo si- go en la gran estadía de la vida respiro entre los muros despintados acaso permanece en ellos el co- lor de mis primeros años qué oficio te fue otorgado que te olvidaste del jardín y de la casa quizá te vinieron a buscar quizá perdiste la memoria y te enterabas al abrir los ojos de que nunca se había tratado de un juego

esto de vivir, padre
es tarea de resurrección


2

Porque probé las flores del mal y con ellas hice una corona en silencio después me cansé y me dediqué a hacer hogueras


3

Preguntas si volverá a girar de la misma forma / si será exactamente igual / preguntas por la casa / si alguien recuerda la casa / pero cuando estás a punto de nombrar la calle, te detiene la mano de tu pa- dre / y te das cuenta de que preguntar no / mejor no / seguir en el silencio dije

El dolor de un perro / zaguanes antiguos abriendo sus bocas al tiempo alguien juega a las cartas al- guien a quien conoces y decides ignorar la mujer agita sus collares un rosario no será suficiente pa- ra que el ladrón pruebe su delicada intimidad cuando todos callen y la mujer decida recostarse sobre el hombro de quien ama o eso parece la soberbia juventud apoyada sobre los bordes del miedo un miedo que se reconoce en sus gestos en su manera de sentarse y en las palabras que explusa como si solo de eso se tratase pertenecer a este grupo de borrachos de almas que no son mas que eso ademas sabemos que la noche será fatal si nos dejamos morir junto con ella que el poeta será manjar en len- gua extranjera profanando versos hoguera extinguida años de destierro acuerdate del ardiente abis- mo al que llamamos nacimiento arrodillados sobre la piedra siendo tan jóvenes/

desde este sitio no alcanza la experiencia donde el perro sufre y no hay nadie que lo escuche 


5

Sé de tus ojos puestos sobre la mirada de ella / conozco las palabras antes de la caricia / he visitado tu casa y he bebido de tus tardes calles asfaltadas y perros sucios que corretean entre la basura / te he dicho que te olvidaras de mi número que yo ya me había olvidado de vos / pero vos insistís en que la cuerda sigue ahí y que juntos podemos soportarlo / sos una piedra negra que se me ha clava- do en la garganta / una carta de tarot invertida que no me animo a nombrar





Jimena González (Uruguay)

Es una joven poeta uruguaya nacida el 9 de enero de 2001 en el departamento de Maldonado. A día de hoy es estudiante en el campo de las artes plásticas y visuales. Si bien su formación incluye varias disciplinas artísticas (pintura, escultura, producción musical, fotografía) se ha especializado en la poesía audiovisual que es la cual le permite integrar en una sola pieza varias de estas expresiones. En su canal de YouTube “ime” (imena_2001), comparte sus videopoemas, donde fusiona la palabra escrita con imágenes superpuestas y música. A través de sus obras, Jimena utiliza la palabra como una herramienta para transmitir emociones y explorar los diferentes matices de la condición humana. Sus creaciones son una invitación a conectar a un nivel profundo, reflexionar sobre la propia existencia y la relación con el mundo.

Enjambres de boca

De pieles virtuales,
nacieron los enjambres de boca,
de lengua escamosa donde en el intento sin fin,
los labios se persiguen hasta desaparecer en esa misma unidad escultórica,
que, sin embargo, es inquieta,
está en constante movimiento,
desafiando la naturaleza,
balbucea gemidos huecos,
donde se aloja el eco de pelajes ancestrales,
de animales razonando,
soplando rastros de lata familiar.


Reinos

En días como estos,
así,
apenas sucediendo,
no contienen su risa los paisajes,
predigo la primavera,
y su casi desnudez,
se despoja de su cascara el celo en el aire,
y los reinos se confunden,
las plantas, los hongos, los ciervos,
los seres mitológicos enredados en tu pelo,
mi pasión interviene todos los encuentros,
es como una flecha indecisa atravesando las salas,
los espacios que se arman y desarman al ritmo de la piel.


Licuado de Luz

Cada mañana me arranco de la cama,
como del vientre materno,
estiro mis alas como una humana,
y se abren de par en par,
mis pupilas planetarias,
se contraen todos los verbos,
la luz se licua en mis manos,
clama ser espacio en el vehículo,
ofrenda su porvenir al presente desentumecido.


La caída

Caí del cielo a la tierra,
baje envolviéndome de pelajes oscuros,
me partí, en el divino descenso,
me fragmenté, la columna psíquica, me quebré,
y ahora veo en los rostros que me cruzo trozos de mí,
y juego en estas totalidades a que algo es cierto,
tengo todas las versiones en mi mesa con el sacro en demanda,
toda la animalidad en búsqueda del metal,
metal de la casa que olvidamos,
que olvide, y ahora empiezo a recordar,
pantallazos en la lengua del sabor de aquel techo,
es la miel dilatada de mi averno,
cruzo todos los ríos en desagüe,
en despedida,
suena la campana de la iglesia en mi boca,
anuncio del orgasmo que parte al asenso con las piernas de barro,
caí del cielo a la tierra,
y de la tierra vuelvo escalando hacia el cielo.


Incendio del agua

Sentada al borde del oráculo,
sentada al borde de mí misma,
hablando hacia dentro con la lengua agazapada,
acechando los minutos,
que, como pasillos,
conducen a las recamaras,
donde estaciona la voz,
y la mirada se ensancha.

La madre eterna,
siembra los inciensos intrauterinos,
mes a mes,
sangra las nubes,
amamanta las ideas caídas,
duerme placida en la columna de una pluma.

En preludio infinito,
la boca entreabierta,
los dedos se hacen dueños del desconocimiento,
el espejo desnudo succiona las espinas de lo denso,
y yo, cada vez más, creo, sin signos de interrogación,
que cada espacio es una habitación entre los órganos de lo sutil,
y que cada plato en mi boca es la luz de esta maternidad que todo lo impregna,
creo que en el daño de los rostros amables hay una huella del padre perdido,
y que para encontrarlo solo hace falta levantar una piedra,
descoser unos húmedos ojos viejos,
jugar como una adulta,
a que todo es un cuento de dios,
y que es tan real como el final de las páginas.

Es ahí donde emblanquecen los letreros y la palabra se hace felpa,
es en el núcleo de la tormenta donde crecen tímidamente los soles,
y se hace carne,
el mecanismo del bosque,
el incendio del agua.

Y es así como me voy de cada anécdota,
coagulada en la memoria del néctar,
me voy,
cristalizada en el movimiento,
suspendida entre el cielo y la tierra,
llevándome lo que es mío,
ardiendo,
intacta,
me voy perfumada de esta roja precisión receptora,
y las flores se acercan a oler.





Gustavo Wojciechowski (Uruguay)

(Montevideo, 1956). Diseñador gráfico, ilustrador, artista visual. Poeta y editor. Ha publicado una veintena de libros de poesía, una novela, poesía visual y tipográfica, así como algunos CDs con sus textos en colaboración con músicos y artistas multimediales. Funda e integra el grupo de trabajo y sello editorial Ediciones de UNO (el cual integra desde 1982 hasta 1987). Funda y participa del panfleto de agitación cultural «La Oreja Cortada» (1987-90). En 2004 funda su propio sello editorial: YAUGURÚ. Ha realizado varias exposiciones de poesía visual y tipográfica, tanto en el Uruguay como en el extranjero. Ha participado en festivales de poesía en Uruguay, Argentina, México, Puerto Rico, El Salvador, Guatemala y Chile.

No creo haberlo soñado

¿qué hace mi abuelo
pasando en una motoneta
la boca semi abierta
sin siquiera saludarme
¿dónde dejó al lobo
más que lanudo
llenito de abrojos
                        o tal vez fuera yo
                        una vez pasado tantos perrrros
                        como motonetas
                                                rugiendo
–lo que me espera–

¿qué hacen las uñas de mi madre
creciendo
en mi pie derecho
el niño que creo haber sido
–lo que pudiera esperarme–

cielito

¿seré yo alguno de esos muertos
u otros
disimulando por la tarde
en que lo pienso


Sonámbulo

había sapos y era de noche
mi padre embromaba con que era sonámbulo
y a mí me daban un poco de miedo los sapos
y eso de caminar dormido
hasta la propia palabra
era San José de Carrasco
y no recuerdo otra cosa que eso
y la sangre burbujeando en la sopa de remolachas
y tal vez cierta tristeza
ante la posibilidad de defraudar a mi padre.


Tute

el miedo
estúpido
yo / estúpidamente me adolecí
creciéronme pelos en la palma de la mano
y granos por toda la demacrada cara
enamoradamente enamoradizo / bécqueriaba
hasta el casi mi nombre
ojeras / belinún suavecito
suave me fumé la paz dieciocho veces hasta acabar
de puro macho / así el miedo que / solo
una larguísima escalera de copas / apenas
clorofila entibiaba el mareo / el último bondi sin pasar
–a quién vas a engrupir– no sabía
ninguna de las respuestas / y otros pelos
no llegaban a bigote / pelusita pelusita
ni que sí ni que no / en el medio
del tute cabrero / por detrás de cualquier sombra
fuera de lugar / seré los que fui
siempre


se me presencia mi elida que
lela le decía madrina que su hermana era
/ como llamándome
                                    presenciamente
desde el allá / terca taura tanto no me deja
aun así
/ requiéreme aun así
/ en la espalda se me asienta me dobla
me joroba la joroba / como mismo ella
contraturadísimo el pescuezo me cruje
maderamente
                       incluso
a veces hasta se me intestina
o la uña de pie maltrecha
                                       allá abajo
–suéltame –quisiera decir

mientras

el café lo tomo en su taza cada día


mis abuelos eran del norte de polonia
o del sur de ucrania / la móvil frontera
de la hambruna : otra guerra o la misma
miseria

el hambre –se sabe– carece de patria





Ricardo Montiel (Venezuela / Argentina)

Nació en Maracaibo, Venezuela, en 1982. Poeta, narrador, músico y arquitecto. Radica en Argentina desde 2007. Ha publicado los libros de poesía Ciudad blanca sobre fondo blanco (Ediciones del Movimiento, 2015), Agonía de los días terrestres (Caleta Olivia – Rangún Editores, 2018; El Taller Blanco Ediciones, 2020), El rezo de los chatarreros (El Ángel Editor, 2021, Mención de honor en el VIII Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero), el inclasificable volumen S, M, L(LP5 Editora, 2021), y el libro de relatos Los regalos y las despedidas (LP5 Editora, 2022). Textos suyos han aparecido en diversos medios y han sido traducidos al inglés.

AGONÍA DE LOS DÍAS TERRESTRES

Digamos que te mudas de país. Cruzas el aire
continental, y vas de cama en cama
como esos fugitivos que nunca
deshacen el bolso ni cambian
de ropa. Pero esa
es solo una fase de la calesita
que irá disminuyendo en su entusiasta
velocidad inicial. Entonces te vuelves
tortuga voyerista (poeta)
bajo el caparazón de un empleado
cualquiera: partícipe regular en horas pico,
al día con las mínimas obligaciones
que el bolsillo y el estilo
te permiten. Pero esa
es solo una fase de la calesita
que irá disminuyendo en su entusiasta
velocidad inicial. Un día
digamos que el subte se demora: el parlante balbucea
el clásico eufemismo. Llegas más tarde
de lo habitual. Te encoges junto a ella (que llega mucho antes
que vos a casi todo) en una de las últimas
camas de este viaje. Te preguntas (digamos mentalmente)
cómo se pueden mantener por tanto tiempo
dos miradas que intercambian
la agonía de los días terrestres,
y ser feliz en lo fugaz
del error a la vez.


LA MIRADA

A Natalia

Se posa en un punto incierto,
ahí entre el hipnótico
vaivén del columpio:
sillitas, atriles y pinturas,
globos de helio y vehementes
correteadas,
como estudiando minuciosamente
con la mano aferrada a la reja
el modo en que la infancia se divierte
en este parque de otro país.

O como si temiera
haber envejecido en el despegue
que ella no decidió.


EL REZO DE LOS CHATARREROS

Sólo creo
en el rezo universal de los chatarreros.
Esa voz distorsionada, balbuceante
resonando entre los mudos edificios,
que pide de milagro el desecho,
la cosa sin cabida por vieja,
averiada o juzgada incompatible.

Es el único
rezo universal en que creo,
el que lento se desplaza sobre una
desvencijada y distópica pick up,
que va cargando en su lomo peregrino
lo que otros destinan al infierno.


MI PADRE DE ESPALDAS

Una vez vi a mi padre de espaldas
caminar entre espaldas porteñas.
Enseguida supe que era él.
Se distinguía por sus hombros caídos,
redondeados como lomas de arena,
y por la fuerte asimetría de sus codos:
el izquierdo más abajo que el derecho
cuando guarda sus manos por el frío
en los bolsillos de su chaqueta marrón.
Quise buscar un teléfono…
comprobar que él estuviera
todavía con vida.
Sin embargo, desistí.
No quería perder de vista
su paso ligero y vacilante,
levemente desfasado del resto,
como de recién llegado a mí.


MARACAIBO

Lo que extraño de ella
–la ciudad en que nací–,
es su puerto desaparecido,
su horizonte enterrado.

Envidio las anécdotas
de las tías de mi madre:
sus flirteos de orilla,
la espera infinita por barcos,
la sirena que rompe el tedio.

¿Todas las expediciones
que hice antes
de partir,
hurgando entre murallas,
y hambrientos balancines,
fue en busca de esa orilla
de otro tiempo, quizás impreciso,

de ese atisbo de salida
que permite soñar, evadirse
pensarse en otras islas,
dudosamente libre?

Quizás lo que se extraña
del lugar en que nacimos
sean sus ausencias.
Aquello que no vimos
ocurrir, mientras ocurría
lo no retornable.

Quizás todo gentilicio
está hecho de eso:

un puerto desaparecido,
un barco que busca
donde volver.





Marcos Ibarra (Uruguay)

(Uruguay, 1958). Artista plástico con diversas muestras individuales y colectivas. “cuerpo en alma”, “cambios de piel”, “alegoricón” , las muestras individuales más recientes en los últimos años. Próxima muestra: Teatro El Galpón, noviembre 2023. Escritor (poesía, narrativa, historietas). Libros individuales publicados: Los Mutantes, Odiario, De las aventuras de Germán Villemel (premio Espacio Mixtura 2015) todos con Ed. Yaugurú. Historietas “Los Mutantes” –mención historietas Premio “Onetti” 2015. “De los pagos de mi flor” (inédito) –1era. mención  historietas Premio “Onetti” 2016. “Niebla”, edición de autor 2018. En 2020, 2da. mención narrativa premio Onetti, con novela “La verdadera historia de Tacuarembó” publicada por Yaugurú en 2021. “Consisto” poesía, Yaugurú 2022. De próxima aparición, “La joya de vidrio” ed. Yaugurú, selección Felisberto/MEC 2022. Integrante de la editorial de poesía La Coqueta.

#
Consisto en varios nombres de personas y animales que nombro / saliendo así hacia un afuera de ser los cuerpos que responden / absorben el espacio intercorporal / lo expulsan a un plano de olvidos de tal manera / que todo parece habitado por una masa/ en la cual se funden ipseidad y mismidad / pan recolectado ya sin costra / sin significado / anémico

“Cuántos kilómetros faltarán
para llegar al pueblo aquel”
Washington Benavides
C. Biografema 2


XIV Las Toscas de Caraguatá

consisto en sombras de algabas
con unos pocos arbolitos
espinillos y naranjero amargo
un colibrí al que logré asesinar
pedrada con honda
llevé la presa asida de las patas
trofeo para mi madre
pobrecito dijo ella
buscaba comida para sus pichones
que ahora esperarán hasta morir de hambre
mi primer abrazo con la muerte
involucrado en los filos de la parca
enterré el animalito como tratando de paliar
lo que jamás podría ser paliado
ya había matado


XV

consisto en el llanto de Amaranto
que no lloró apenas saludaba
los demás niños estábamos en un ómnibus
rumbo a Tacuarembó en paseo escolar
gran algarabía de voces en túnica y moña
el motor arranca y alguien anuncia
miren Amaranto no subió
la maestra explica que sus padres
no permitieron que viajara
Amaranto un pie sobre el otro
ambos descalzos provocaban
una manera de quebrar el cuerpo
y una mano que emerge para saludar
desearnos buen paseo
silencio de crucera agazapada
apenas un rumor como en coro
“no lo dejan”
y el ómnibus partió
hoy lloraría a mares
entonces solamente miré por la ventana
y luego mis zapatos de charol


XVI

consisto en desear ser otro
acaso
alguno de mis compañeros en la escuela
andar descalzo montar un potro en pelo
cuando llueva usar una bolsa de arpillera
con un pico hacia arriba y rastros
de letras azules
una tarde lluviosa mirábamos con mi hermana
niños chapoteando en el barro
mi padre trajo las deseadas bolsas de arpillera
nos sacó los zapatos y nos mandó afuera
pata en el suelo capuchinos
salidos de la Calle de la Bolsa
desde donde emergían perros y troperos
niños adulterados en viejos y viejos
talón rayado mentones negros
barro de la casa de las avispas
centauros de campaña lobizones
gente de hechicería carniceros sin cuchilla
cazadores de cotorras eucaliptus perfumantes
jugamos hasta el resfrío
olor a perro mojado salpicado
por el Pollock de los barros
el mejor regalo que recibimos mi hermana y yo
que se guarda en la bolsita de los recuerdos
que narra pantalón cortito El Sabalero
que no se tira ni se regala ni se exporta
no se vende
no se hace nada con él porque
él nos arma nos extingue
nos embarra en la arpillera
de nuestra propia poiesis


XVII

consisto en aquella uva
la miré a trasluz y descubrí sus venas
tirado bocarriba bajo una parra
cuarenta grados de calor
el niño está triste
no juega no habla
no siente el calor
yo tenía cinco años y aquella uva
me cambió
las cosas tenían ventanas
y la luz una mano que descorría
los velos que las mostraban


XVIII

consisto en varios nombres
de personas y animales que nombro
Maquí y Menelique perros ovejeros
llegaban al arroyo antes que nosotros
en aquellos domingos de familia
cuando íbamos al Caraguatá en la cachila
mi padre con su valija de pescar
mi madre canasta con refuerzos
pan francés con mortadela y Bidú
me dieron una caña con tanza anzuelo y carnada
lancé apuntando al horizonte
enganchó en algo
tiré con fuerza
sería un pez así nomás ya en el aire
ángel pez pescado antes del arroyo
inocente escamado que mordió el anzuelo
antes que el anzuelo fuera trampa
oculta en la lombriz rojiza que oscilaba
pero
era la mejilla de mi padre
mi madre abrió el anzuelo con tenazas
mi padre se quejaba de dolor
me sentí culpable por primera vez
pesqué a mi padre y lo expuse
desde su sufrimiento físico
no era un padre era un hombre que dolía
sentí algo de orfandad
de parricidio
hijo que horada la que es su carne
y jamás volví a pescar





Carolina Pedroni (Argentina)

Poeta, arquitecta, estudio en la Universidad de Buenos Aires, en 1994 se radica en Uruguay, de familia santafecina, nieta del poeta José Pedroni. Gana el segundo premio de poesía de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Concurso renacer literario, San Rafael Mendoza, en julio del 2013. Recibe mención de honor en el certamen internacional de poesía de la Asociación de arte y cultura de Acebal, Plaza de los Poetas José Pedroni, Provincia de Santa Fé, Argentina.2013. Le otorgan mención de honor, en concurso Palabras sin Fronteras 2015. 2016. En el concurso Shakespeare, organizado por SES, Sociedad de Escritores Sur bonaerenses, recibe una Mención de Honor. 2020. Gana segundo premio en la SADE( sociedad argentina de escritores). Invitada al Festival internacional de poesía de Madrid 2017, que organiza la casa de América, en la Facultad de Filología de Madrid y el Palacio de las comunicaciones de Madrid, organizado por la Editorial Verbun. Fundadora junto a su marido Roberto Riverti de Espacio Foto Arte, espacio creado para la difusión de las artes plásticas, la literatura y la arquitectura. Creadora del grupo La Academia, dirigido por el escritor y maestro Rodolfo Rabanal, que durante18 años se convierte en un ámbito de análisis y disertación literaria.
Sus poemas han sido publicados en “Letras Americanas”, Poetas de las dos orillas 2007/2009, Cómo girar el molinete 2010, Al pie de la letra, Revista Valencia escribe. Antología “Nueva poesía y narrativa Hispanoamericana del siglo XXI” editorial Lord Byron, España. Antología de poesía “Cuando calienta el Corazón”, editorial VERBUN, España. Editorial Lord Byron, Madrid, su libro de poemas “Del Migrar”.

LLUVIA

Llueve y la lluvia se vuelve un espacio,
un hueco de sequía
una grieta en silencio
de silencio líquido.
Tiempo en el vacío
que puja tus ausencias

en semillas de tierra.
Llueve y comienzo a sentirte en la lluvia
en gotas de pulgares.
El árbol es espacio entre las ramas
la música silencio entre las notas,
podría ser verano en tu ventana
y la vida, un brote que aún persiste.


PLIEGUES

Todo puede guardarse en un bolsillo
todo puede plegarse

en íntimos instantes palpitados.
Doblar bajo la almohada sentimientos,
esencias de perfume en servilleta.
Hay recuerdos que insumen muchos pliegues,
otros tan solo dos abandonarlos.
Hay pliegues que perduran
que perfuman profundos en la noche.


PLACARD

Con recuerdos apilados
doblados entre hilos
hilvanados a la ropa.
Con el aroma aún vivo
de la piel humedecida,
desabrochó la camisa
como años de la percha
la vida en los ojales
el tiempo en los estantes.
Con la memoria en trozos
plegada bajo llave
guardada en el placard.


SOBRE LA MESA

Se detiene el reloj entre los platos.
El mantel sostiene el brillo del día,
giran en el vino las pasiones
como si la eternidad
fuese palpable entre tus dedos.
En un otoño en que las hojas
tiemblan en pulsos amarillos,
el presente entre tus manos
sostiene la porosa existencia
como un misterio en la memoria.


HE VISTO

He visto que las cosas, cuando buscan su curso
encuentran su vacío.
Federico garcía Lorca, 1929

He visto
Entre el marco y la hoja llegar la espuma.
He visto al picaporte
bañar de mar tu frente
incendiar tus ideas
sudar sueños azules.
He visto que se curvan los silencios
que del vacío brotan las palabras
He visto a las ventanas salar tus besos
abarrotar de brazos las ausencias.





Andrés Echevarría (Uruguay)

(Melo, Cerro Largo, Uruguay, 26 de noviembre de 1964). Poeta, dramaturgo, investigador literario y académico correspondiente de la Academia Nacional de Letras de Uruguay. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Onetti (Municipal), el Segundo premio del Ministerio de Educación y Cultura (Premio Nacional), así como las declaraciones de Hijo adoptivo y Huésped ilustre de Santiago de Chuco (Perú). Sus poemas y ensayos figuran en diversas antologías y revistas literarias de su país y del extranjero. Realizó la curaduría para la exposición Juana, escándalo en la luz del CCE en el 2009, presidió el comité organizador del Congreso Internacional Vallejo Siempre 2016 en Montevideo e inauguró el congreso «Un mundo ancho pero ajeno: cincuenta años de la desaparición de Ciro Alegría», realizado en Lima en el 2017; ha participado como invitado en numerosos festivales y congresos internacionales. Investigador Asociado de la Academia Nacional de Letras de Uruguay, forma parte del Consejo Asesor de su revista. Ha sido jurado del Premio Nacional en varias oportunidades. Algunos de sus libros publicados: Lamer la luz de un jardín (2022), El animal inútil (2020), Hotel de solitarios vodeviles (2017), Teatro y poesía (2016), Anatomía de lo aparente (2015), La sombra quieta de la letra F (2012), Origami (2012), La plaza del Ángelus (2011), La sombra de las horas (2009) y Señales elementales (2006)

X

cómo podría explicarte la tristeza
a ver / podría decirte
que la tristeza es un hueco
es aquel sombrero
que hace mucho está sobre un mueble
o la hormiga que insiste en el pretil de la ventana
la tristeza podría ser esta tarde
y su ejercicio de lo absoluto
o un poema sin nombre
la desesperación de un exilio
pero sobre todo la tristeza es ausencia
es la gota que cae en la pileta
y repite algo que no entiendo
también es la pileta y el resto
es la razón de los rincones
es el insomnio de las cosas
un pánico contenido que nunca abraza
ni acaricia ni dice nada
la tristeza también es un eco
como el reloj que no importa
como el mapa a ninguna parte
es la canción que no queremos escuchar
porque duele y muerde o lame sin placer
es cuando todo duele
es el decir sin decirse
es la palabra tristeza / así
tan nada y sin explicaciones


XIV

renacer desde la llaga
una y otra vez
en la secreción infinita de una herida
morder el dolor como se muerde el aire
como muerde el condenado su castigo
sentir la sangre y el hueso
un colapso triste en la garganta
la lágrima de plomo que nos dice
la pausa en la batalla y renacer
renacer de a pie y ya nacidos
en un lugar que nos nombra
en el vínculo imperfecto de las cosas
en la noche
en la lluvia que cae
en la piedad de la insistencia
que se rebela a los almanaques
y nos vuelve a renacer


XXVIII

mi mascota es un animal inútil
que me desnuda las paredes
tiene en su sombra los pájaros
que desconocen el techo
y cada huella de su aliento
empaña el espejo del baño
la ventana y mis lentes
pero me sirve el descanso
alcanzándome los silencios
mientras mueve su intolerancia
a que le niegue algún hueso
cuando nos resta la noche
y es en cada paseo
que resbalamos veredas
como dos artistas siempre
él un escritor con insomnio
y yo su inútil mascota
pero mi tiempo es un reloj
que a veces resulta infecundo
entre las huellas pactadas
de un tic tac de pantallas
de mi exilio sin mascotas
donde las puertas se abrigan
y mi garganta está ciega
mientras mi perro se muere


LXXIV

las manos se empapan y amasan
una medida metafísica y blanca
del pan excomulgado de su trigo
y es primitivo el rito de Honorato
que asiste al viejo espectro de la nube
donde vuelan los fantasmas desnudados
por el noble oficio de artesano
que le pone un sentido a lo intangible
y oculta los secretos con su celo
para que pase a llamarse cada parte
una forma de destino a acompañar
las manos que reciben el caliente
humear de un culto hermético entregado
al corte hedonista que concluye
un viaje hacia la boca y que gira
la masa ya devuelta hacia un origen
del Nilo hasta orillas del Jordán
de húmedo onanismo cuando algo
dibuja con la lengua el placer
que encuentra un rescatado ser humano
volviendo a alguna cueva o algún campo
donde otros ya supieron en silencio
el pacto de nutrirse con lo eterno
sin dioses ni demonios ni condenas
sin guerras ni victorias ni fracasos
apenas el ritual manso y humilde
del grano convertido en heredad


IX

remilgos de Herrera y Reissig

se entraman como ramas los arados
y el río ríe el raro repentino
rebelde ruido en donde el raudo trino
del revoltoso pájaro ha parado

el rezo de los dramas de estos prados
sin prisa atardeciendo en los cetrinos
colores que oscurecen de andarinos
cuadrúpedos corpóreos y un centrado

carruaje que recorre entre los cerros
con ruedas que rehúsan todo yerro
del barro que recoge su sufrir

de ir sin prisa y preso de ese hierro
del carro que procesa algún destierro
con remilgos de un Herrera y Reissig





Gabriela Miraballes Cortinas (Uruguay)

Pasó sus primeros años de vida en Aramendía y creció en Maldonado. Es docente de Literatura y Educadora Social. Es maestranda en Políticas Culturales del CURE – Udelar. En 2009 formó parte del colectivo «Fulanas Menganos Escritores Emergentes», con el que realizó su primera publicación de poesía. En 2014 integró la comisión departamental No a la Baja, desde entonces ha participado en distintos proyectos colectivos vinculados a la búsqueda de justicia social y protección de los DDHH. Desde 2019 -junto a Diego López y Victoria Tierno- organiza en Maldonado el ciclo de poéticas «Allá vamos nosotros». Actualmente, integra el Instituto María Díaz de Guerra, forma parte del colectivo Pedal, y de la Casa Bertolt Brecht en Uruguay, donde colabora en la redacción y edición de la revista «Marcha Atrás».

Espera

Espero la gesta precisa y nerviosa.
Orbitar frecuencias y nanómetros conjuros.
Como un rito de brujas.
Como una quimera.

Espero la noche de ondulantes azules.
Rendir la frente, abrir compuertas, irme.
Como si fuera, lo único posible
en estas cíclicas mareas.


Advertencia

Es domingo.
Hermana menor trazó líneas fuertes en un mapa,
repasó de rojo puntos y calles.

Es de tarde.
Hermana menor, enseña la obra
relata la historia de puntivideo
una ciudad azotada por un monstruo
gigante y rojo, dice.

Hermana menor intuye
que la tristeza queda,
del otro lado de la puerta y del calendario,
allá donde,
allá cuando,
los monstruos no se ven
pero tardan años en irse.


Nena I

No es una mujer de mares amargos,
sal de supermercado
ni liquidaciones.
Causó la tierra y todo cuanto
entregó a sus hijos,
los prestados para siempre.
Permanece a mitad de camino
en un tiempo sin geografía
y medidas propias.
Tararea canciones ingenuas.
Declama hazañas de un héroe ancestral
que le contaba su padre.
Le pueblan las tardes,
retrospectivas presencias.
Se mira al espejo,
con obstinada concentración,
restando, recorre su rostro cano.
No parece inquietarse aunque sabe,
que los cuerpos no existen más de una vez.
Ama en gestos discretos,
con caricias de nata, higos, y miel.
la mugre da frío, dice, con risa cómplice
y cara de niña sabia.
Olvida las últimas visitas
llora cuando es hora de partir,
saluda desde el porche
hasta que su figura se empequeñece
en el espejo retrovisor.


II

Morirse en cuenta gotas,
despacito,
mirando el programa español de las cinco.
Morirse
al compás de la mecedora sin ritmo.
Morirse
en blancas de sueño,
o cantando boleros de ollas y cubiertos.
Morir en cuenta gotas,
despacito
descontando días para una próxima visita.
Morirse en tardecitas silenciosas,
entre cortinas floreadas
al abrigo de perros y gatos falderos.
Morir como la nena
allá en Aramendía.


III

En Salto y Canelones hay un funeral.
Una existencia suspendida,
languidece al sol de las tardes,
cuando se vuelven anaranjadas
las cortinas y la mortaja estampada.





Nadia Pereira (Uruguay)

Nació en Montevideo en 1983 y se radicó desde temprana edad en la ciudad de Maldonado.
Actualmente reside en la ciudad de San Carlos. Es licenciada en Bibliotecología y estudiante de Corrección de Estilo en su etapa final. Entre los años 2009 y 2015 integró el colectivo “Fulanas menganos escritores emergentes”, con el cual publicaron el libro El lugar que no es, en 2010.
Junto a este colectivo organizó encuentros poéticos en Maldonado, en centros culturales y espacios diversos de la ciudad. Desde 2010 al presente ha participado como poeta en variadas lecturas y ciclos literarios. En 2015 participó del libro Poemas carretilleros. En 2017 fueron publicados textos suyos en el libro La Ballena de Papel. Antología de Poesía de Maldonado 1985/2017. Publicó su primer poemario Conjugar la noche en abril de 2023 a través de editorial Hurí de la ciudad de Colonia.

Desviemos el centro de la noche

Me asolas como un pájaro.

Hojas desordenadas.

Desordenemos nuestros rostros
nuestros nombres
para decir unicidad.

—Alguien a quien le importa
tu propia sangre
no hace que nazca la herida—.


este pedazo de silencio te circunda
furioso.

De ser otro
se dispararía
contra la luna llena.

Ser más que un océano surcante
más que una estrella fugaz.

—Fugacidad—
deletréala
salvaje
ágil
fascinante
cóncava
desplegada como un manto.

—Desviemos el centro
de la noche—.


Tus pasos crujen en silencio
días fríos se vienen, dijiste.

Grandes ventiscas, dijiste
grandes escondites donde no estamos.

Se preguntaba ella
hasta dónde se puede distinguir una línea solitaria de viento.

Y hacia dónde íbamos cuando aún creíamos en algo.


El sí en la punta de la lengua.
El no en el extremo norte de mis pies.
¿Cómo se sana una cicatriz cuando arde?
¿Cómo se juega el juego esta vez?
¿Cómo se desconglomeran las emociones cautivas?
Nada brilla por acá.
Nada, o quizás todo.
La melena que embelesa.
El azar forzado de lo que nunca quiso ser casual.

Cuando se rebalsan las aguas
el desvelo ataca.
Siempre quise rozar un pedazo de tu alma
pero no pude llegar.

Las alarmas fallaron
y te dormiste otra vez.


Tu polen
mi ausencia

mi discurso deslucido

mis promesas cerveceras

mis apuntes olvidados.

Con solo rozar un pedazo de tu alma
sonreiría a la luna estúpidamente
detendría el tránsito en una noche de verano
luciría mis nuevas prendas por verte llegar
y retacear tu silencio.


No tengo simetrías para acompañar al desorden

El olvido es ese montón de papeles abandonados
en un rincón
de aquel negocio
que cerró para siempre.

Mi vida se circunscribe
a ordenar toallas por color
frutas en el frutero
papeles celofanes.
A contagiarme de los olvidos
sopesar tu desidia
la distancia
que creaste por entero.
Qué era aquello
tan lejano
desafecto
frío
que corta el aire de lo que diríamos para la ocasión.

No tengo más que agregar a la noche
que susurra verdades a medias.

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