Recomendaciones Esteros

Este número, presentamos una selección de autores de diversas geografías e, incluso, de lenguas distantes y naciones lejanas. Traducciones, poemas en prosa, poemas breves y de largo aliento; las Recomendaciones Esteros incluyen libros de reciente publicación, libros que han recibido premios importantes y antologías indispensables.

por Carolina Zamudio y Juan Suárez


El libro de las vocales olvidadas
Horacio Benavides
Popayán Ciudad Libro, 2020

EL CABALLO echaba
vapor por las narices
El hombre se apeó
sacudiendo el agua de la capa de hule
que resplandecía
Entró en el comedor
y cuchareó su plato en silencio
La luz de una lamparita de petróleo
ponía su sombra en el muro
El niño que seguía la escena
preguntó a su madre quién era
«Es tu padre que ha vuelto», dijo la madre susurrando
El forastero fumaba entre tragos de café
y tamborileaba sobre la mesa un trote
que casi no se oía
La mujer lo miraba de soslayo
El hombre volvió al corredor
y montando al caballo con agilidad
se alejó al galope
El ruido de los cascos
resuena en la cabeza del hijo
ahora que contempla su propia sombra en otro muro



Otaku
Teresa Korondi
textosintrusos editorial

No se pretende aquí
venerar lo aberrante
ni salvar lo que adolece
de su propia
juventud veneno

Solo estar ahí
contemplación padre
Esperar el grito
Escuchar
los ojos lacios
cuando calmen
su sed de apatía



Siempre llueve en la cabeza del perro
Dimitris Angelís
Traducción de José Antonio Moreno Jurado
Padilla Libros

Lo que me dijo una noche mi hija leyendo Viaje al centro de la tierra de Julio verne

En el sótano de mi casa siempre es noche

Aquí y allá se apaga y enciende una luna —ha ardido, me dicen, queremos otra

Desde el fondo se escucha el bramido de una bestia que llaman caldera

Me asusta que llamaste a nuestra gata
Estorbo

Me asusta cuando te pierdes en tus húmedos apartamentos (¿por qué no los sacudes?)

Eso dijo mi hija.



Almas de intemperie
Juan Suárez Proaño
Llamarada verde

Preguntas de primer orden
Cómo ofrecer la ceguera a las pestañas.
Con qué ábaco medir
las unidades de viento
que nos quedan de reserva.
Cómo mirar a los hijos
para enseñarles que los pájaros se van
            a vivir en cielos más azules.
¿Por qué decirlo?
¿Por qué herirlos con esa orfandad que no termina?

Cómo desenterrar
las palabras que alguien grabó
en el tallo de esa higuera.
Cómo pesar los vidrios rotos
que la dicha masticó
hasta perder los dientes.
Cómo grabar en la luz
la resaca del amor.

Cómo ser profeta
de lo inmóvil,
de aquello que quiebra la piel
y la separa como una puerta
por la que han de marcharse
las despedidas.

Cómo dejar constancia
de la fugaz felicidad
del silencio.



De la transformación en pájaros
Daniel J. Ayoroa
Llamarada verde

Cuervos en la ciudad

A tu fisonomía circular
regreso una y otra vez
cuando me adentro
en el río de la memoria

los cuervos me visitan
llegan en grupos impares
para posarse en las paredes
cuando los miro por la ventana

desde allí me observan
como guardianes de algún secreto
antiguo, que esconden
en lo profundo
de sus inagotables ojos

en la soledad húmeda de la noche
los sonidos de su aleteo
se disuelven con el infinito.



Ausencia del árbol
Verónica Delgadillo Vargas
Osvaldo editorial

27

De todos los rostros en mi frente
este seco mar de anhelos elegido
dádiva de nuestra propia muerte
deviene solo
mudo
enloquecido.

Míranos
¿cómo quedamos?
anegados de cielo y muerte
en un abrazo de asfixia descorchamos
cada noche
a la noche y su suerte.



Res
Claudia Magliano
Ático ediciones

Por la orientación del viento seguro mañana habrá lluvias habrá que resguardarse en las casas quietos clavados los ojos en la ventana mirando las gotas/ qué resbaladizo es el invierno y aquí adentro no hay qué no hay sino en el campo salir a recorrer uno dos tres son cuatrocientas las ovejas pintado el lomo de azul que el agua no destiñe sus marcas igual todos sabemos bien cuáles van a morir/ hay que apartar los corderos hay que sacarlos ahora de sus madres y los perros detrás a la caza de algún resto si es que queda. Hoy no hay sopa.



Así ha de ser la ausencia
Marinés Scelta
El Ángel Editor

Cargamos el recuerdo

de una casa y su verano
las abejas como el fondo de una siesta
cerca de la canilla para regar

el abuelo dice
que descalcé la pena en la tierra húmeda
y te miré reír
parecías haber entendido
de qué se trataba ese final

¿fuimos el reflejo en las aguas del pozo
qué profundidad podíamos imaginar ahí?

con los años el pozo fue cubierto de tierra
pusimos sobre él los cimientos de una edificación
que nunca terminamos de construir

algunas veces, todavía
parece que debajo de todo suena un río
y corre desbocado
por canales que desconocemos.



Libro mediterráneo de los muertos
María Ángeles Pérez López
Pre-Textos

Si las rocas respiran, ¿no habrás de hacerlo tú? Brama el mar en su nombre y en el tuyo. Entra y rompe, imprudente, las costuras, el cuidadoso atado de los cuerpos. Se lleva por delante las costillas, ese armazón de barco y de velamen que reclama el oxígeno y el tórax.

Te habías levantado entre la asfixia. La luz era pastosa: una tela tupida tapando tu cabeza, un revoltijo de hilo en la laringe. Después has caminado hasta el rompiente, hasta el abrupto corte de la costa y llamarás al mar casi sin voz. Si no viene, terminarás gritando. Como en los sueños, no hay tiempos verbales: todo ocurre mañana y es ayer. Pero sigues llamando al mar incluso en la afonía, en el volcado y brecha, entre las redes. No alcanzaste a anotar en tu cuaderno las frases desarboladas por el naufragio: «No puedo respirar», o bien, la asfixia es una experiencia mancomunada, o bien, entre el ritual de espanto se escapa la última brizna de aire con la que puedo decir toda persona importa, por favor, por favor, sólo levántate, por favor, mamá, mamá, por favor, o bien, soy el viento y cada una de las personas que importaron que importan toda persona importa porque el regalo del sol es una experiencia mancomunada.

Brama el mar en su nombre y en el tuyo. Después lo borra todo sin temblar. Se apoyará en tu frente, volverá a bautizarte, regalará monedas de agua a los más niños. Festejará el bullicio de borrarte y rehacerte cada vez, como ola que muere y se levanta. Como esos niños, o gaviotas ruidosas y carnívoras, o pequeños erizos de mar que se reconocen en las delicadas tareas de la aguja o de la orfebrería, y también golpeándose, mueren, se levantan.

En tu piel abre el mar sus pasadizos, la llamada impaciente de los pájaros. Entra por el boscaje de los bronquios, los bramaderos rotos del batiente. En el norte de ti, te rompe y entra. Te llena con disturbio y con amor.

Han de besarte algas, bivalvos y pequeños animales transparentes. Te abrazarán con sílabas de espuma, el torbellino brusco que se enreda en las piernas y las hace caer hasta el amor. ¿Cómo has de llamarte, ahora que no te perteneces? ¿Ahora que murmuras el macilento idioma de la hipoxia y el agua ha de romper cualquier sintaxis? Porque en la privación ya no te perteneces, eres de ella, de sus formularios sumergidos y las largas agendas del ahogo.

Si las rocas respiran, ¿no habrás de hacerlo tú? Como un ciervo, el mar brama tu nombre. Braceas levantándote en su boca, en el lenguaje inquieto del amor. Siempre es la vida en su mandato de agua, su mandato de hierba y de pelambre, su encarnizado modo de decirse en el lenguaje inquieto del amor.

Es el mar padre y madre. Es tus hermanos. Se alza en ti, es esperma del inicio, es el padre que se abotona el sol, es tu madre expulsando la placenta sobre la orilla hermosa, salpicada, cuando devuelve un cuerpo y no es el tuyo. Caminas entre volúmenes humanos, las fundas plásticas que alojan sombras ya desvanecidas, refugiados durmiendo sobre la cicatriz del cielo. ¿Encontrarás tu cuerpo entre tantos ahogados? ¿Por qué no te correspondió llamarte Siria, o Irak, o tal vez Yemen? Nada sabes de ti ni de los otros, el oleaje dicta una jerga imposible, es el centro y la herida incandescentes.

Arden el mar y los campos de Moria. Arden los alfabetos de la infamia, las oraciones rotas de los dignos. En la noche en la que arde el sol de Europa, noventa y nueve estrellas de mar duermen sobre la playa en una funda. No sabes si lo que ilumina el cielo es tu propio alarido o la escarnecida respiración del agua que habría querido acunar esos cuerpos. Noventa y nueve estrellas en un cielo mudo. Cuando cierras los ojos y te entregas, cuando la arena anida en la laringe, cuentas noventa y nueve estrellas en un cielo mudo. No hay red ni artesonado ni cadencia, sólo el agua que besa cada nombre.

Si ellos no respiran, ¿habrás de hacerlo tú?



El Don del Alabado
Leopoldo Castilla
El Ángel Editor

Mujer amamantando

Bebe de mí
la luz
de tus huesos blancos,
de mi vientre
el arco del firmamento
que te trajo,
y bebe de mis nueve lunas
para que te ilumine tu pasado.

Mama de mis raíces
y quédate en la tierra
hasta hacerme el arenal
donde dormir tus huellas.

Sólo aquí soñamos que vivimos.
El universo afuera
es música incendiada,
un camposanto de estrellas
y cielos espantados.

Pon tu mano en mi pecho
yo soy tu lugarcito.

Para que no te vayas nunca
con barro te amamanto.



Exhausto en la cruz
Najwan Darwish
Vaso Roto Ediciones
(Traducción de Frances Simán)

De los escombros

El destino nunca me escuchó suspirar.
¿Pensó que saldría a la calle
a presumir mi miseria?
¿Pensó que me enamoraría de mi propia victimización?

El destino nos destrozó,
pero aún surgimos de los escombros
con satisfacción en nuestros rostros.


Carolina Zamudio. Periodista, poeta y ensayista. Master en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos. Entre sus libros destacan, «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, (Estados Unidos); «Rituales del azar», edición bilingüe español/francés, (Francia); «La timidez de los árboles», (Colombia); «Vértice», edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», (España). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación y Corona al Poeta (Argentina). Creó y dirige la Fundación Esteros y la revista del mismo nombre, además de llevar adelante el Encuentro Esteros.



Juan Suárez Proaño (Quito, 1993). Poeta, editor. Máster en Teoría Literaria por la Universidad de Salamanca. Ha publicado 5 poemarios. Su libro «Las cosas negadas» obtuvo el Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2021. Es editor en «El Ángel Editor» (Quito) y en la revista «Esteros».