La poesía difumina la frontera del lenguaje y la historia, y nos acerca a identidades distantes. Berta Lucía Estrada nos presenta un breve artículo sobre la poesía de Papusza, así como una pequeña muestra de su obra, y nos aproxima a su travesía necesaria.
por Berta Lucía Estrada Estrada
Cuando se habla de La Shoah —catástrofe en hebreo— olvidamos que los rusos jugaron un papel terrible, y que a su manera participaron en «La Solución Final»; esa enorme herida del siglo XX[1]. Horror es el término adecuado.
Y si alguien conoció muy bien lo que representó «El Holocausto» nazi fue el pueblo romaní; y al final de la guerra también conocería la persecución estalinista. Es el caso del pueblo de la poeta romaní, nacida en Polonia y conocida con el nombre de Papusza, que quiere decir «muñeca». Un nombre que no puede dejar de llamarme la atención ya que en francés se dice «poupée»; una pequeña y rara coincidencia lingüística. Su verdadero nombre era Bronisława Wajs y nació dentro de la comunidad zíngara o romaní establecida en el territorio polaco. Los gitanos de su tiempo eran verdaderos nómadas, en Francia los llaman les gens du voyage (gente de viaje), y su cultura era completamente oral. Los gitanos no aprendían a leer ni a escribir; lo que significa que jamás fueron escolarizados. Papusza es la primera persona de su tribu que desea aprender el alfabeto y a servirse de él; así que en uno de los tantos pueblos a los que llega decide entrar a una tienda de víveres regentada por una judía y le pide que le enseñe a leer y a escribir; para pagar sus clases roba gallinas; en otros pueblos les pide a los niños que le ayuden con la lectura y escritura y también roba víveres para que ellos acepten enseñarle sus pocos conocimientos. Cada vez que su madre o alguien de la tribu la pillaba leyendo, recibía una fuerte paliza. Para la comunidad no sólo era una gran vergüenza que ella fuera en contra de las costumbres milenarias sino que le decían que por saber leer y escribir ella sería la causa directa de su desaparición. Durante mucho tiempo Papusza no paró de leer, aunque no escribía. Entre tanto llega La Segunda Guerra Mundial, y Papusza, que aparentemente era estéril —podría haberlo sido su marido, un violinista alcohólico y violento—, encuentra un niño huérfano al que adopta como su hijo. Todas las noches le cuenta historias y le dice frases con una gran carga de imágenes; solo que ella no sabe que lo que hace es poesía. Hasta que un día llega a su comunidad el poeta polaco Jerzy Ficowski, quien huye de los servicios de inteligencia y se refugia durante dos años con la gente de Papusza. Le habla de poesía y la anima a escribir. Posteriormente él le muestra sus trabajos al poeta judío Julian Tuwim, quien también lo anima para que publique un libro sobre su estadía con el pueblo zíngaro, ya que para la época, 1952, no existía ningún estudio sobre los gitanos polacos. Es así como Ficowski también se convierte en un etnógrafo. Mientras que la publicación de los poemas de Papusza alcanza rápidamente un gran éxito, el gobierno obliga al pueblo romaní a asentarse y al mismo tiempo obliga a los niños a asistir a la escuela. El paso de una cultura nómada a una sedentaria significó la pérdida de sus saberes ancestrales y desató una serie de problemas a todo nivel; entre ellos los sanitarios ya que las casas que se les adjudicaron estaban en pésimo estado, eran lugares sombríos y húmedos; lo que contribuyó a enfermedades de tipo respiratorio; entre otras. Y si antes había alcoholismo entre su población, al volverse sedentaria, y no tener nada que hacer a todo lo largo del día y de la noche, esta costumbre se agudizó; ya que los trabajos ancestrales, que siempre habían desempeñado, les estaban proscritos y las oportunidades de trabajo prometidas nunca llegaron o al menos lo hicieron tardíamente. Cuando el libro de Ficowski sale a la luz, la comunidad de Papusza la declara traidora ya que creían que era ella, y únicamente ella, la que le había contado los secretos de su cultura. A partir de ese momento es una paria, va a vivir como si fuese una apestosa; condenada irremediablemente al ostracismo; y si bien sigue viviendo en su casa la verdad es que se convierte en una verdadera exiliada. Ningún otro integrante de su pueblo le volverá a hablar. Papusza no volverá a escribir y caerá en una profunda depresión que la llevará a pasar algunos períodos de su vida en un hospital psiquiátrico; también estará varias veces presa por robar gallinas. En 1971 la llevan obligada para que asista a un montaje musical de sus poemas; y ni así logran sacarla del pozo profundo en el que se había sumergido hacía casi veinte años. La Hidra de Lerna se la había tragado entera; ya no había posibilidad de retorno. Su poemario «El Bosque, mi padre» fue publicado por primera vez en castellano por la Editorial Torremozas en el año 2020. Les sugiero ver el soberbio trabajo de Joanna Kos-Krauze y Krzystof Krauze titulado, precisamente, «Papusza» (2013).
[1] Estrada Estrada, Berta Lucía. KATJA PETROWSKAJA, O EL PODER EVOCADOR DE LA PALABRA https://blogs.elespectador.com/cultura/el-hilo-de-ariadna/katja-petrowskaja-o-el-poder-evocador-de-la-palabra
Canción Triste (1951)
En la ciudad no había vida para los gitanos
y en el campo habitaba la muerte, nos mataban.
¿Qué hacer? Las mujeres gitanas huimos con los niños lejos del bosque
para que no nos encontrasen los perros alemanes.
Yo, una gitana, no he llorado jamás,
con el corazón ardiente, a caballo,
buscaba a los alemanes de noche,
por bosques y sendas equivocadas cantando así:
Yo, una joven gitana, ¡no temo al tiempo!
Mi madre me parió, ¡moriré solo una vez!
¡Oh, caballo, patea con tus cascos!
¡Oh, galopa como el viento, caballo gris!
Grandes gitanos, pobre gitanos,
cuando se liberaron de las garras alemanas,
¡cuántos huérfanos sin padre ni madre quedaron!
Oh, gran dios, nos has vencido.
Vence ahora tú, Señor, a los alemanes.
Canción del bosque (1952)
¡Ah, mis bosques!
En todo el ancho mundo
No os cambiaría por nada:
ni por oro,
ni piedras preciosas,
piedras caras
que lucen espléndidas
y atraen a la gente.
Y mis montañas rocosas,
mis guijarros en el agua
son más preciados que las joyas
que deslumbran con su luz.
Y en mi bosque, en la noche,
justo bajo la luna
arden las hogueras,
relucen como piedras preciosas
con las que la gente adorna sus dedos.
¡Ah, mis amados bosques
de fragancia saludable!
Criasteis a los gitanos
¡como a vuestros propios árboles!
El viento mueve el corazón como una hoja,
Nada hay que temer.
Los niños cantan,
tengan hambre o sed,
bailan y brincan,
como el bosque les enseñó.

Berta Lucía Estrada Estrada (Manizales, Caldas, 1955). Escritora, ensayista y crítica literaria. Realizó estudios de Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Maestría y Diploma de Estudios Profundos (DEA) en Literatura, en la Universidad de la Sorbona (París-Francia), especialista en Docencia Universitaria en la Universidad de Caldas. Conferencista y profesora invitada en universidades internacionales. Ganadora del Premio Nacional de Poesía Meira del Mar, en 2011, segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Carlos Héctor Trejos, 2011, entre otros. Reseñas y críticas suyas son publicadas a revistas internacionales y en el diario colombiano El Espectador. Ha publicado varios poemarios y también libros de literatura infantil.
