Antología de poesía joven chilena

El poeta Chileno Alejandro Concha nos presenta una muestra de poesía que abarca amplios territorios, ecosistemas cambiantes y voces diversas. Una antología «brújula» que nos abre los ojos ante la poesía contemporánea de Chile.

Selección y nota por Alejandro Concha M.

Qué es una antología sino una brújula. Por breve que parezca, incluso aquellas que podrán parecer irrelevantes en las estanterías de nuestras bibliotecas, preservan y permiten acercarnos a una época, a un grupo o a la obra de algún poeta por descubrir. La antología nos educa, nos enseña a guiarnos en medio de la multitud de voces y variedad de estilos y tendencias que conforman nuestra tradición. Con esto en mente, asumí la tarea de realizar este breve recorrido por las páginas más recientes de nuestra poética nacional para la Revista Esteros.
La presente antología no busca ser total ni representativa, es la reunión de voces particulares, textos que dan cuenta de la extensión de Chile y sus ecosistemas, variado en sus paisajes y registros textuales. Cada poeta cuenta con múltiples publicaciones, presencia en editoriales, festivales y revistas de difusión literaria, además de gozar del reconocimiento de sus pares, tanto en la creación misma como en la gestión cultural.
Todos los textos aquí expuestos están ordenados por disposición geográfica conforme a la distribución regional del país, siendo el primero de ellos Mattias Tello desde Arica, y el último, Nino Morales de Puerto Montt, abarcando así cerca de 3000 kilómetros de distancia.
La familia, la desindustrialización, el modelo neoliberal, en una lírica situada y comprometida consigo misma y su territorio, son parte de las inquietudes y obsesiones que cruzan la obra de estos poetas. La poesía chilena, en Parra, Huidobro, Teiller, Mistral y tantos más, se distingue por su vocación a problematizar la estética del poema. Sin duda, identificar en los antologados un hálito común que los aúne en una generación podrá sonar apresurado, pero no podemos negar su presencia pujante, que augura una temporada de frescura y renovación en la poesía chilena contemporánea.
Los debates, las reflexiones y las conclusiones, serán tarea de quienes se adentren a esta muestra.


Mattías Tello (Arica, 1995)

Mi mamita corre como Arele

Corría con los brazos extendidos por la playa al lado de hijos que no eran sus hijos.
Se alejaba del mar o se acercaba a la niebla,
pero corría con los brazos extendidos,
como si su historia o el mar la crucificaran.
Y ella, desconocedora de todo lo propio,
hacía de su vida algo que se debía contemplar de lejos,
en silencio.
Resguardo en mentales y ajenas notas todo lo que desperdigaba:
Una siesta en una mesa con harina,
Un bus,
Un bebé que baila con Juan Gabriel,
El frío.
Se vuelva a verme o no, ya no me verá
Y aquí estaré yo, quieto en el ocaso de una tragedia,
Con la distancia de una vida a otra, pensando:
Mi mamita corre como Arele.
Ella nunca sabrá quién es Arele
Y de eso se trata su silenciosa cronología provinciana ahora,
Una ficción que ella no reconoce,
Unos pasos que aparecen en medio de una playa,
Una mujer con los brazos extendidos,
La niebla que se espesa como una profecía.
Hijo, estoy enfermita, me decía.
Sí sé, mamita, sí sé.
Y el abrazo que fulminó un paramédico.
Y el cuídate hijo y no llores, me decía, si lloras quédate.
Pero no podía y ella lo sabía y mi culpa fue más grande su memoria.
Me voy cuidar, india, me voy a cuidar.
Toma mi mano como cuando te saludaba de niño y no me digas que no me recuerdas,
Mamita, explícame de nuevo qué significa khappu.
Y la escuchaba con mi corazón sin espacio para la ficción,
Sin rumor de poesía, sin soundtrack ameno.
Nunca volvió a tomar mi mano pero aquí estoy yo, Mattias Tello,
La cúspide de la ingratitud,
Mirando una foto,
Pensando que mi mamita corre como Arele,
En la neblina más inmensa que su vida haya visto.

(Del libro Espejismo de ciervo, inédito)


19/01/23

I
hacer un poema que tenga la palabra “corazón”;
Como si nadie antes hubiese hecho un poema con la palabra corazón
como si no te viera de lejos volverte sombra o penumbra.
Como si todas las mentiras del mundo cayeran en tu nombre.
Lo oí
se equivocó Dios
o me equivoqué yo.

II
Y aquí estoy yo, Mattias Tello,
Un eterno que no termina de nacer,
Cayendo en la melancolía que han sido estos años,
Sombras y eco.

III
Que la agonía quede como la ausencia derramándose en la flecha que se aleja
Para escribir la noche que también se derrama sobre una tumba
Proyecciones, siluetas,
Con el trofeo de la soledad que da el amor más puro, el amor más bruto.
Ser el último hombre sobre la estatua de Vishnu que en algún secular sótano queda.
Creer que está hecho de verano este verano
Y tu voz marchitándose conmigo a lo lejos
Y tu alma llevándome a la catacumba sobre el futuro deshecha
Y yo esperando como un acólito, penitente ha de lo que ha sido esta vida.
Qué fecha más vulgar para recordar la forma perpetua de los Andes,
Esa forma que ni todo el humo cubre,
Esa forma que tenías de apretar tus labios y tomar mi mano,
Contemplándome como si espíritu tuviese,
Guiándome al centro del mundo que estaba en tu terraza.
Reparar las fugas de un agua purísima,
Y tú,
Con esa forma de habitar en mí aquello que por historia no se queda.
¿Cómo terminar un poema que tenga la palabra corazón
Con la imagen de las rocas que sueñan con ser espuma,
O con el magnífico terror del día que llegue el día
Y solo posea un eco con voz de trino?

(Del libro Espejismo de ciervo, inédito)


Mattías Tello (Arica, 1995). Estudiante de Licenciatura en Lenguaje de la Universidad de Tarapacá. Dirigió la revista literaria «Piscola con Ron». Sus textos han sido publicados en diversas revistas, así como en la antología Muestra literaria de Arica y Parinacota. Tomo II (Cinosargo). Actualmente es coeditor de Maki_naria Editores, editorial chileno-boliviana por la cual publicó su plaquette «Tierra Roja».



Constanza Fernández (Santiago, 2001)

No vi nunca el mismo objeto
por la difícil
y esta es la última vez que te dije
fue la primera
no pude ver
ninguna cosa que no supe
dar forma
con la lengua comía papillas
o tomate machucado
en los pocos dientes se me quedaban
los sonidos que no supe
se atragantaban con las cucharas de plástico
y la lengua se secó
la poca mamadera
La ele no era más
la erre blanda
la caligrafía que seguía mi mano
para arriba hasta el tope
bajando vuelta en la cola
y en la mesa tan solo
el vómito del libro
iba a los brazos
siempre una música
a rebanar la garganta


Ven a ver cómo se me estira la piel no creerías
la magnitud de este vientre, lamo pezuñas
me exprimieron un largo rato leche
amarga de antidepresivo
Cuando te fuiste me quedé criando uvas
las mecía en un manto blanco cada vez más distante
te fuiste haciendo cada vez
una pelota saltarina a lo largo de mi departamento
Mira cómo mis brazos se han ensanchado
a veces siento el nacimiento de la estría
soy un murciélago que vuela del edificio a la llamada
entonces machaqué mi uva
y bebí sangre
Esa vez comí gimiendo en plena
lactancia la uva desarrolló piernas,
de a poco, desarrolló penas, de a poco, y antes
de ahorcarla gritó
en sus primeras palabras y en sus primeros pasos redonda la cercené,
madre.


Constanza Fernández (Santiago, 2001). Estudiante de literatura. Participa activamente en lecturas, intervenciones y colectivos poéticos en la Región Metropolitana, al igual que en talleres de poesía en Bellavista y Fundación Pablo Neruda. Estuvo presente en el 3° Festival La Chascona 2019 y como voluntaria en el FIP 2019. Publicada en la antología de Poesía Juvenil «Mi canto no termina» y en la publicación colectiva Eclipse Total, confeccionado en el taller LEA 35°.



Nicolás Arce Berríos (Santiago, 2001)

AYER ME VINO A VER EL SEÑOR
Supe que era él por su silencio
me tomó fuerte y me crucificó
de una forma extraña
no grité porque lo quiero mucho
No le contaré a la Virgen María que vino
ni que oré mirando hacia abajo


Ninguna noche se ha quedado pegada a mi rostro, pero estoy destrozada. Ayer noté a mis ojos en la corteza de la misma noche, vi el dibujo de la violencia en el camino silenciado de la voz que me duele.

Comienzo a decir
Quiero comenzar a decir
El sueño del Ángel
             tocando
mis lugares verdes
             y azules

Partí corriendo
Las alas tocaron
tocaron mis lugares
y pude decir.


TE PEDÍ MUY POCO, MAMÁ
pero siento que no me escuchaste.
Esta ciudad es inalterable como el brazo de la lujuria
dejó sus huellas en tu vestido ahora arrancado por mí.

Yo sé que no te importa.

Ya sé que no te importa que me duerma esperando tu arrullo.

Yo sé que no te importa.

Ya sé que no te importa que duerma con otros,
con tus amigos y los de papá,
con el sonido y el silencio,
con mi cabeza rota de pensamientos.

Yo sé que no te importa que me toque
con tu vestido puesto, ni que piense
todo el día en lo sola que me siento.

Mamá:
¿Por qué te fuiste con ese maldito
ángel silencioso y cubierto de flores?

             POR QUÉ

(Del libro Hambre, 2020)


Nicolás Arce Berríos (Santiago, 2001). Poeta y estudiante de Lengua y Literatura en la UAHC. Fue parte del Primer encuentro de poesía emergente Poesía chilena a las calles y de múltiples lecturas en las regiones del Biobío y metropolitana. Organizador por dos años consecutivos de las jornadas literarias «Los límites del lenguaje». Su primer libro titulado «Hambre» fue seleccionado en 2020 por la Casa editorial Vísceras para ser parte de su colección callejones.



Gabriela Albornoz (Linares, 1991)

busco el fuego
y las historias de mi abuela
ella recuerda
un relato
mientras va cebando el mate
habla de unas mujeres/bestias
que comían carne humana
eran suaves
como lomo de gato
y recitaban poemas de memoria
tenían voces de tortolitas
se comunicaban con las plantas
a veces se ve alguna
bajando de la cordillera


Ando curcuncha
Tapándome con una mano los senos
Y con la otra ahí abajo
Eso que apesta
Eso que olfatean los perros
Eso que a mí me sangra
Eso que llaman insensatez.
Me duele el cuerpo
Ya no quiero abrir más las piernas
Ya no quiero parir tus hijos.
No me han dejado nada
Escondo entre los pedruscos
Una estampita de la Santa morena,
Una pluma de gallina
Y algo para cebarme el pescuezo
Después de tanto gritar.
Me despierto temprano,
Voy apurando el tranco
Voy llorando de nuevo.
Madre, madrecita
Mire como me han dejado
Por más que pateaba
Mire madrecita
Estos infelices
Me lo han vuelto a hacer.

(Del libro Tajo, 2020)


Gabriela Albornoz (Linares, 1991). Poeta y profesora de lenguaje. Trabaja como mediadora de lectura para el programa de fomento lector «Diálogos en Movimiento» y para el programa de Fomento Lector de escuelas rurales, ambos programas del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. También desarrolla el taller «Es tiempo de leer» en Centros Penitenciarios de la región del Maule. Su primer libro «Tajo», fue publicado por la editorial Vísceras durante el año 2021.



Jorge Concha Vera (Talcahuano, 1996)

Los leones

Los leones descansan en la tierra de arcilla
y el oro resplandece frente a mis ojos:
un rugido de flores que nacen
bajo el tiempo furioso de los hombres.
Aparecen en mis sueños
felinos de tristes movimientos.

El viento calma sus pelajes.
Ellos me observan esperando una respuesta,
aguardan el momento preciso
para levantarse y acudir a mi llamado,
mis manos besarán con sus fauces
mi piel tocará sus oleajes dorados.
Gracias, amigos, por su valiente compañía.
Descansan con los ojos cerrados en la tierra de arcilla.
Hace un tiempo
caminé grandes recorridos
en soledad y muerte de mi alma,
hace ya muchos años mi cuerpo
se deshizo en murmullos y subió como las nubes
hacia el reino escondido entre la oscuridad.
Descansan mis restos en el desierto;
los leones cantan en la tierra de los sueños.
El dolor me impide abrir el cuerpo y la sangre,
impide vaciarme la cabeza y las entrañas;
coman de mi carne, mi amor rosáceo de lágrimas,
beban sin culpa de mis cataratas,
destruyan las piedras, la tierra, el camino vacío,
el camino que se hace en silencio,

la herida abierta con mis propias manos,
rojo-atardecer gritando desde mis cuencas;
el aullido de humano por fin se ha escuchado,
a lo largo de las praderas, bosques y océanos;
y mis leones corren hacia el horizonte:
sean libres, secretos del sufrimiento,
anuncien en todas las tierras
cómo se desintegra la piel y la carne y la mente,
corran desaforados hacia el campo de estrellas,
sientan en su rostro las picaduras de insectos,
jueguen tiernos con sus hermanos de sabana.
Siento animales salvajes por dentro.
Se investigan, se huelen las melenas, se acicalan las patas.
Mis leones descansan en la tierra de arcilla.
Toman agua de un lejano abrevadero.
Están solos, están conmigo, acostados en el suelo.
y mi cuerpo yace en la tierra,
lastimado,
triunfante,
imperecedero.


Preparación

Me siento en un rincón que se asemeja a la sombra
y digo:
quiero escribir uno de esos poemas que me dejan sin aliento
uno de esos cuentos que yo me contaba cuando pequeño
y que salen de mí como si fuesen las últimas palabras de un cuerpo

¿Qué palabras alcanzan siquiera a envolver un pedazo de mi propia voz
si la voz ya se antoja gastada, volátil e insuficiente?
¿Qué palabras existen para hacer frente a las horribles maldiciones
que se repiten una y otra vez en todos los espacios?
¿Serán suficientes las palabras
los conjuros
los poemas
las lágrimas
si son lo mismo
a fin de cuentas?

Despacio deambulan aquellos fantasmas
por los corredores de esta casa del dolor
que no es sino yo mismo

Llenarán hasta el hartazgo el miedo
Será el miedo quien se inunde y se voltee
como cántaro sobre rocas negras
Será el invitado de honor
a esta cena de mi carne
Se alimentará de mi paciencia
morderá mis huesos como perro enfurecido
saciará su apetito frenético
con mi sangre
que tanto tiene de abismo
como de rabia


Jorge Concha Vera (Talcahuano, 1996). Estudió Psicología en la Universidad de Concepción. Sus poemas han sido publicados en la Revista ZUR (Universidad de la Frontera), en la Revista Trilce (Nos. 39-40) y en Amada Espina, muestra de poesía chilena contemporánea. En 2019, participa del Festival Internacional de Poesía Poetas en la Arena, en la ciudad de Ica, Perú. Ganador del Fondo del Libro y la Lectura 2019, línea Creación Literaria. En 2021 publica su primer poemario: «El cuarto azul».



Iván Jiménez Novoa (Talcahuano, 1991)

Naufrágil

los efectos que logra con la sombra del agua
hacen de Naufrágil un pintor prodigioso
mece a sus hembras cuando las acaricia
en ellas hace surgir un planisferio en que alterna con lo intacto su humedad

he allí ella, única entre cuatrocientas
su papiro sin bordes ligeramente oscurecida por las corrientes de Naufrágil
su cabellera es un archipiélago en que la garúa resbala dividida
la manera en que imposta su incomprensión hacen de Naufrágil gran señor de la nostalgia
la eficiencia de su etnografía desnuda la suavidad del mundo

Naufrágil no se moja ni se pinta
solo refleja el color del cielo
por eso es que solo los inocentes
podían ver a lo lejos flotando su silla vacía


Hueso contra hueso

oye, mira el clack del hueso contra hueso
lo demás se fue gastando

conservé la lengua
desde a tarima salté
me bajé del espectáculo
caí de pie
nadie me vio
aunque yo no me ocultaba

de tú a tú fui a ti quizás un poco seco
quizás el chasquido del hueso echó en falta la carne
la bisagra y el tendón

fue cuando me incliné a besar tu monte
ahí podía descansar los huesos de mis mejillas
o al menos podía disfrazarme con dignidad de momia diaguita
barnizarme con tu humedad diminutiva

mi polvo ahora es barro que sube y baja con la marea de la luna
y yo que me iba a volver hueso
hoy por ti me vuelvo espuma


Iván Jiménez Novoa (Talcahuano, 1991). Sociólogo de la Universidad de Concepción. Ha publicado los poemarios: «Catedrales Prohibidas: poemas desde la ansiedad social», «Loco rasca: poemas como empanadas», «Pala» y una colección de cuatro libros de epigramas: «Groserías», «Pancartas», «Volteretas» y «Confrontación». Actualmente es participante del taller literario de Casa de la Cultura en Hualpén.



Myriam Tiznado Villarroel (Hualqui, 1997)

Insatisfacción de mi Lorca

Soñé con sus cartas
meciéndome con espuma
rielar
de la voz que me habla

No vi la respuesta
de la amistad lejana
del reloj derretido

Pero sí vi
en el azul del cielo
la eterna lucha

Margarita,

y en la orilla se esperaba
la ilusión otoñal
de esta tierra que no es mía

Te pregunto

¿Cuánto cuesta
mantener la distancia
cuando tanto une
y tanto mata?


Santa Bárbara

¿Quién iba por mí a recoger los porotos
a escoger de la chacra las papas más grandes
jugar entre el barro con lombrices
y armar coronas de sauce?

¿Quién iba por mí a beber con cansancio
agua de puntera
agua dulce
pura
cristalina
que riega los campos y mi cuerpo
al ser una planta de este planeta
que se nutre
echa raíces —como él—
extiende sus bracitos
ramas de árbol
para cobijar a mis abuelos tíos primos
padres hermana
familia
mi vida;
para sentarme bajo la sombra
de algún otro que también echó raíz
para extender el brazo
saltar y coger una fruta
equivocarme más de una vez
tomar una madura y pensar
cómo con el paso del tiempo se va a descomponer
hasta volver a perderse entre la tierra
como tierra que en algún momento fue?

¿Quién por mí a correr hasta la era
a llevar con cuidado el jarro
para calmar la sed y el hambre de los hombres
que con sudor trillan que trillan
tras haber cortado que cortado en la emparva?

¿Quién iba por mí a correr como niña
otra vez
de la era a la cocina
hacer un salto espacio-temporal
y volver a la chacra
temprano, antes que el sol nos pille
que después de las doce pega fuerte?

Entonces
¿Quién iba por mí
cuando ya es la hora, a llevar las diez,
su agua con harina tostá’
mistela pa’ los refinados
un par de pajaritos en la trilla
que hasta el día de hoy
revolotean en mi mente
y me tienen pajareando?

(Del libro Verde incertidumbre, 2019)


Myriam Tiznado Villarroel (Hualqui, 1997). Titulada en Pedagogía en Educación Media en Lenguaje y Comunicación en la UCSC, y diplomada en Escritura Creativa. Autora del libro “Verde incertidumbre” (2019). Ha colaborado en la ilustración y edición de múltiples libros y revistas literarias, además de participar en exposiciones de pintura, lecturas poéticas y festivales en la Región del Bío-Bío. Actualmente forma parte del Movimiento artístico literario La Balandra Poética.



Jorge Foss (Lota, 1988)

Grisú

Me contaron que el grisú surgía de las rocas
abajo en la profundidad de la tierra
que emanaba invisible de las entrañas y las grietas
que no se olía,
que no se veía
aliento mortal de piedra y sudor.
Los amigos de mi abuelo me contaron
ahí en la cantina
cuando pasaba por la calle y él estaba lo
suficientemente sobrio para reconocerme
y darme unas monedas
o lo que llevara en su bolsillo.
El grisú mató a muchos me decían.
El grisú continúa matando les diría yo.
Está allá afuera
aún emana casi invisible
un poco diferente
ahora el grisú emana de los codos de cobre,
de antenas y latas convertidas en pipas,
de chimeneas y motores,
de celulosas y termoeléctricas,
de tubos de escape y de pesqueras fétidas.
Ahora se toma su tiempo
ya no invoca explosiones de azufre
ya no tiene ayuda de demonios rebeldes.
Les diría a los amigos de mi abuelo
a los compadres de la cantina
que el grisú aún mata a los nietos del carbón.


Escoria

El viento marino oxida el metal
lentamente
las ruinas de las minas de Lota permanecen
silenciosas
abandonadas
junto a ellas un cerro de escoria se alza sobre la vista.
Todo un cerro.
Imponente
solitario
todo un cerro
hecho de desechos de rocas arrancadas desde el subsuelo marino.
Lo que sobró
lo que no sirve
la escoria,
pero ¿acaso la escoria
es solo material?
¿acaso la industria minera solo desechó roca y metal?
También los hombres son abandonados
apilados,
desechados.

Un par de jóvenes toman pasta en una plaza poco
transitada.
Un viejo minero sale de su casa rumbo a
la cantina de la cuadra siguiente.
Un grupo de evangélicos les predica a ambos
un domingo por la mañana.

Lota es ruinas
Lota se oxida
los lotinos se aburren y se oxidan
los lotinos son olvidados
apilados en pequeñas casas iguales
esperan
esperan
sin saber qué esperar.

Unos pocos buscan escapar,
abandonar su estado de olvidados
pero la mayoría seguirá oxidándose
seguirán siendo desechos
seguirán siendo leprosos.

La industria genera plata —dicen algunos
la industria minera generó escoria
de roca y de carne
que permanece abandonada y oxidada
esperando frente al mar.


Jorge Foss (Lota, 1988). Estudió Pedagogía en Filosofía en la Universidad de Concepción. Poeta y gestor cultural, además de formar parte de Escrituras Periféricas, editorial independiente de la Región del Biobío. Es dueño de Cervecería Fariña. Compilador de la “antología Mirada poética a 20 años del cierre de la mina de carbón”. Formó parte del equipo organizador de la revista Vorágine.



Pedro Chadicadi (Castro, 1994)

Los cerros nos resguardaron de la inconsciencia

Yo quiero devorar la estrella que se descuelga en esa montaña

sabe al silencio que desgarra el viento
es espejo que arde el fuego en nuestro rostro

Me imagino en el desierto
                       en la cordillera americana
                       en la cuna, qué cuna, hombre de mar

Los árboles a pie de ese cerro como anclas
sujetan la sangre de aves que cantan
           que ya no soy hijo
           ni tuve dos muertes
           ni mi madre estalló su parto, naciendo el espejo
pero que soy pájaro y cantan mis alas

Es así como escalo hasta el techo de mi casa en Niebla de Chile
para desprender mi sombra al mar que escucho
que descubrí su canto también desde las alturas:
el canto del silencio, en el desierto
                                     en la cordillera americana
                                     en la cuna, qué cuna, pájaro

(Del libro Memoria de pájaro, 2017)


América vertebral

Y yo que he abandonado la alevosía del océano,
lleno de venas como musgo está mi pecho.
América, balanceada en cuyas calaveras clorofílicas,
encerrada
refulge la sangre como granadas;
ya no gruñe, mi América, tu empedernida alma,
amasándote cuyas y todas las manos
de este cielo en donde he venido a caer,
qué, cuándo depondrás el pisoteo brutal
de mis hermanos abandonados por la piedad?
es que acaso, mi América, he dejado de escuchar
tu verdadera proclamación, aterciopelado vaivén?
Es tu alma la preñez de las piedras salpicadas desde mis manos.
Rosales flameantes pronuncian
toda tu piel continental.
Yo no sé si el ave, como ampolletas parpadeantes
que se queman, ha surcado y rasgado esta manta gallarda,
pues, de día, los dialectos despedazan al abismo solar,
pues, aun de noche, alcanzo a ver al último rostro en ti, América.

(Del libro Cuando aúllan los perros)


Pedro Chadicadi (Castro, 1994). Publicado en el libro Sótano 9. Participó en el Festival de poesía La chascona 2017, organizado por la Fundación Pablo Neruda. En 2019 publica su primer libro «Memoria de pájaro» con el cual obtiene mención honrosa en los Premios municipales Juegos Literarios Gabriela Mistral. También obtuvo la Mención de Reconocimiento en el Concurso Nacional de Poesía Aristóteles España con su poemario «Cuando aúllan los perros».



Patricia Águila (Chiloé, 1992)

En esas fábricas

Dejamos las manos en esas fábricas
Manos llenas de frío
Manos hambrientas de infancia
Dejamos las manos en esas fábricas
no tenemos campos
no tenemos playas
Solo un bus, que día y noche pasa.
Las muchachas cierran a la carrera el silabario
Llevando el cuento del niño y las canicas a sus espaldas.
Dejamos las manos en esas fábricas
Son las tres de la mañana, toca la colación.
En los casilleros, las amigas esperan a las vecinas
Las hermanas buscan los zapatos de sus hermanas
Y ahí fuera, la noche y un par de estrellas
que mis amigas se detienen a contemplar
el casino, las risas.
Las rancheras rondan las mesas.
Voces rápidas cuentan historias de casas en Molulco,
Terao, Huicha, Rauco, Chonchi, Castro y LLicaldad.
Caminan en silencio por esos corredores, buscando la
mano vieja y áspera que los traiga devuelta a su hogar.
Dejamos las manos en esas fábricas.
Manos pequeñas, de niña y sal.
Terminada la jornada, los buses esperan.
Los cuerpos cansados de mis compañeras, se pierden
En sueños de una playa en Yaldad o los dedos sobre la
madera de la casa familiar
en los senderos que las abuelas descalzas trazaron para
que las nietas puedan regresar.
Mis manos descansan entrelazadas en los dedos
hinchados de mi compañera y despiertan
al sentir la voz de mi madre esperándome en el portón.


Huellas

Se las llevaron en abril
Pusieron trozos de pan en sus bolsos
“Podrán compartirlo a donde van”
A donde van hay sol
Y en él está Dios
Pero…
¿Sabe Dios de cómo ser niña en los campos?
Las manos pasaron rápidas
Por las piezas
Llenas de hojas secas y peluches
Llenas de dibujos que siempre apuntan hacia el mar
Las madres guardan la taza de té
Donde se queda la sombra
Que no se enfría
Aunque en la comisaría estampan en las hojas
“Se fue con el pololo la niña”
“señora váyase a su casa, las cabras a esta edad son así”
En el patio crecen “no me olvides”
Me bordo la última tarde que pasamos juntas
Que crezcan en cada vereda
Donde una mujer quiera sentarse
Que tu voz se parezca a la de una niña
Que todas las tardes
Espera en la cancha
A que su madre vuelva del trabajo
Siempre dejo algo en los colectivos
Por si te subes confusa en el tiempo

Y al querer bajar sientes frío
Te sueño en diciembre
Cada vez más joven
Pongo Luz Casal algunas noches
Por si antes de abrir la puerta
Quieres bailar un poco.


Patricia Águila (Chiloé, 1992). Poeta y dramaturga. Publicó el 2018 su primer poemario «Luciérnagas», luego «Cindy López» en el año 2020 y «Pabla, pies de fuego» en 2021. Forma parte de los colectivos culturales Pájaro Azul y Marea Negra Chilwe. Su trabajo en dramaturgia cuenta con tres obras escritas: Cuerpos Embolsados, De pandemia y otras vecinas (monólogos en cuarentena), No todo lo que brilla es oro. Poemas de su autoría constan en antologías y revistas de México, Perú y Chile.



Nino Morales (Puerto Montt, 1991)

Campos de hielo

Ahora que estamos
en este cementerio de barcos.
Y tomamos algunas fotos
podría hablarte de enormes glaciares
que fueron abriéndose paso
hace veinte mil años.
Esta misma playa por ejemplo
cadenas de montañas denominadas Dorsales.
Un día emergieron del fondo
dando paso a estas islas aledañas.
Ahora que tus manos se manchan
con el óxido de vértebras metálicas
y el agua se decanta en las superficies
            podrías decirme:
            cómo se llama aquel volcán
            a qué animal
            pertenece su canto.


Nota roja

Al Chino lo encontramos muerto
con una sonrisa de oreja a oreja
en el Muelle de las Papas.
Su cadáver dentro de un bote
yacía inmóvil con 22 puñaladas.
Y en su bolsillo izquierdo
un papel arrugado que decía:

            he visto danzar a un ángel
            sobre la cresta de una ola.


Vidrio molido

Los perros que ladran en la calle
gradualmente desaparecen:
Ataques certeros en el cuello
heridas infectas
pan con vidrio molido.
Por rabia o abandono muerden la mano.
Enfermos
apuñalados
les falta un ojo
una pata.
Dentro de bolsas plásticas
contienen la respiración.

(Del libro Patios contiguos, 2021)


Nino Morales (Puerto Montt, 1991). Escritor y guionista. Ha participado en diversos encuentros literarios y publicaciones a nivel nacional e internacional. Es idea original y guionista del cortometraje «Abisal», galardonado con el primer lugar en la 19° versión del Festival Internacional de Cine de Lebu (2019) Ha recibido distintos reconocimientos entre ellos: Mención de Honor en el Concurso Gonzalo Rojas Pizarro 2017 (Chile). Mención de Honor «Premio a la Palabra» 2018 (Buenos Aires) y Tercer Lugar en el XIV Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía y Cuento (Colombia, 2018). Ha publicado varios libros de poesía.


Alejandro Concha M. (Lota, Chile, 1995). Poeta y editor literario, autor de los libros Estirpe (2017) y Los errores de nuestros padres (2022) libro seleccionado en el programa Diálogos en Movimiento del Plan Nacional de la lectura. Fundador del Movimiento artístico “La Balandra Poética” y parte del equipo organizador del Encuentro Poético internacional Pájaros Errantes. Es presidente de la Agrupación literaria «Pájaro Libro». Se desempeña como coordinador de talleres en el programa Educación poética para Chile, donde colabora en la organización de los Festivales de poesía del Biobío. Socio de la Agrupación de escritores de Lota “La Compuerta Número 12”, allí edita la revista literaria El Candil. Traducido parcialmente al inglés, poemas de su autoría han sido incluidos en diversas publicaciones de Chile y en latinoamérica.